Aunque es una condición rara, el feocromocitoma siempre debe ser considerado en mujeres que presentan hipertensión o taquicardia y que están planeando un embarazo. El feocromocitoma es un tumor poco común de las glándulas suprarrenales que puede causar una producción excesiva de catecolaminas, como adrenalina y noradrenalina, lo que conduce a un aumento de la presión arterial y la frecuencia cardíaca. En este contexto, las mujeres con antecedentes familiares conocidos de síndromes de feocromocitoma hereditario deben ser evaluadas para detectar la presencia de esta enfermedad antes de quedar embarazadas, incluso si no presentan síntomas evidentes. Esto se debe a que el feocromocitoma puede ser asintomático en sus primeras etapas o manifestarse con síntomas vagos, lo que podría pasar desapercibido si no se realiza una detección adecuada.
Manifestaciones clínicas
Durante el embarazo, las mujeres que presenten hipertensión, insuficiencia cardíaca o edema pulmonar deben someterse a pruebas de detección para feocromocitoma, dado que estas condiciones pueden ser indicativas de esta patología. El feocromocitoma no tratado tiene tasas de mortalidad alarmantes, con un riesgo del 25% de muerte materna y un 50% de mortalidad fetal. Esta alta mortalidad subraya la importancia de un diagnóstico temprano y un manejo adecuado de la enfermedad, especialmente en el contexto de un embarazo.
El diagnóstico de feocromocitoma en mujeres embarazadas suele demorarse, ya que los síntomas típicos, como hipertensión, taquicardia, dolor abdominal y dolor torácico, a menudo son erróneamente atribuidos a la preeclampsia o a los efectos fisiológicos propios del embarazo. La preeclampsia, una complicación del embarazo caracterizada por hipertensión y daño a órganos, como los riñones, es una de las condiciones que más frecuentemente se confunden con los síntomas del feocromocitoma. Sin embargo, dado que el feocromocitoma puede tener consecuencias fatales tanto para la madre como para el feto, su sospecha y diagnóstico temprano son fundamentales para implementar el tratamiento adecuado y prevenir complicaciones graves.
Exámenes diagnósticos
La sospecha de feocromocitoma se confirma mediante la medición de las metanefrinas fraccionadas libres plasmáticas en ayunas, obtenidas mientras la paciente se encuentra en reposo. Este análisis es altamente sensible para detectar la presencia de catecolaminas elevadas, que son las responsables de los síntomas característicos de la enfermedad. El aumento de las metanefrinas en plasma refleja la producción excesiva de estas sustancias por parte del tumor adrenal, lo cual es indicativo de feocromocitoma. Para confirmar la presencia de una masa en la glándula adrenal, la resonancia magnética (RM) es el método de elección, ya que ofrece una mayor precisión en la visualización de estructuras internas, en comparación con la ecografía, que tiene una menor capacidad para detectar tumores pequeños o localizados en áreas difíciles de alcanzar.
En los casos diagnosticados de feocromocitoma, es fundamental que la madre se someta a pruebas genéticas para detectar posibles mutaciones germinales asociadas con la enfermedad. Esto es especialmente importante porque el feocromocitoma puede estar relacionado con síndromes hereditarios, como la neoplasia endocrina múltiple tipo 2 o el síndrome de Von Hippel-Lindau, los cuales implican un mayor riesgo de recurrencia de tumores y otras complicaciones asociadas. La identificación de mutaciones genéticas permite un manejo más adecuado de la paciente y sus familiares, además de brindar información valiosa para la toma de decisiones sobre la prevención y el tratamiento.
Tratamiento
En el tratamiento de mujeres afectadas por feocromocitoma con hipertensión, la opción terapéutica inicial generalmente incluye el uso de fármacos bloqueadores alfa-adrenérgicos, como la fenoxibenzamina, que permiten controlar la hipertensión al bloquear los efectos de las catecolaminas sobre los receptores alfa. Además, los bloqueadores de los canales de calcio, como el nifedipino o nicardipino, se utilizan para complementar el tratamiento, ya que contribuyen a la reducción de la presión arterial al inhibir la entrada de calcio en las células musculares lisas vasculares. Es importante destacar que los beta-bloqueadores deben ser utilizados con precaución, ya que su administración indiscriminada en mujeres embarazadas podría resultar en efectos adversos, como el retardo en el crecimiento intrauterino, debido a su acción sobre el sistema cardiovascular fetal.
El tratamiento quirúrgico es la opción definitiva para el feocromocitoma, y la remoción del tumor debe ser realizada en un momento adecuado para minimizar los riesgos tanto para la madre como para el feto. El tiempo óptimo para realizar una laparoscopia para la extirpación de un feocromocitoma es durante el segundo trimestre, preferiblemente antes de las 24 semanas de gestación, cuando el riesgo de complicaciones asociadas con el procedimiento es menor. La cirugía en este período permite un manejo más seguro, ya que el embarazo todavía no está lo suficientemente avanzado como para aumentar el riesgo de parto prematuro o complicaciones quirúrgicas mayores.
Para las mujeres diagnosticadas con feocromocitoma después de las 28 semanas de gestación, el enfoque más seguro es el tratamiento médico hasta que se alcance un punto en el que se pueda realizar una cesárea programada a las 38 semanas de gestación. En estos casos, la intervención quirúrgica se aplaza hasta que la mujer pueda someterse a una cesárea electiva, minimizando así el riesgo de complicaciones para el feto y optimizando la salud materna.

Fuente y lecturas recomendadas:
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