Diversas sustancias, que abarcan desde plantas y hongos de origen natural hasta compuestos sintéticos como la fenciclidina, el tolueno y otros disolventes, el dextrometorfano y el ácido lisérgico dietilamida, son utilizadas por sus propiedades alucinógenas. Estas sustancias alteran la percepción, el pensamiento y el estado de conciencia del individuo, y su popularidad radica en la capacidad de inducir experiencias sensoriales intensas y estados de disociación de la realidad. Sin embargo, el mecanismo tóxico y los efectos clínicos que producen varían considerablemente entre unas y otras, dependiendo de su estructura química y de las vías fisiológicas que afectan.
Algunas plantas y hongos contienen alcaloides con propiedades anticolinérgicas que inducen un cuadro de delirio característico, manifestado por enrojecimiento cutáneo, sequedad de las mucosas, midriasis (dilatación pupilar), taquicardia y retención urinaria. Este tipo de intoxicación se asocia comúnmente con especies vegetales como Datura o Atropa belladonna.
Otras sustancias, como la mescalina, la psilocibina y el LSD, pertenecen al grupo de los indoles alucinógenos y generan principalmente alteraciones sensoperceptivas, tales como alucinaciones visuales intensas y distorsiones de la percepción del entorno. En estos casos, también se observa dilatación pupilar marcada y, en general, una taquicardia leve, sin los efectos anticolinérgicos descritos anteriormente.
Por otro lado, fármacos como la ketamina y la fenciclidina actúan como antagonistas del receptor de N-metil-D-aspartato (NMDA), un subtipo de receptor glutamatérgico fundamental para la neurotransmisión excitatoria. Su acción genera un estado de disociación aguda que puede estar acompañado de nistagmo tanto vertical como horizontal. En los últimos años, se ha observado un interés creciente en el uso terapéutico de la ketamina y de la psilocibina en el tratamiento de trastornos como el dolor crónico, la depresión resistente y el trastorno por estrés postraumático.
Por su parte, los solventes orgánicos volátiles como el tolueno, el butano y el tricloroetileno también se consumen de forma recreativa debido a sus efectos euforizantes. Estos compuestos pueden inducir cuadros de delirio y presentan un riesgo adicional: la sensibilización del miocardio a las catecolaminas endógenas, lo cual puede desencadenar arritmias cardíacas potencialmente letales.
Existen otras sustancias de síntesis utilizadas por sus efectos psicoestimulantes o alucinógenos. Entre ellas se encuentran los agonistas sintéticos de los receptores cannabinoides, la Salvia divinorum, los triptaminas sintéticos, las feniletilaminas, y los derivados catinónicos como la mefedrona. Estas sustancias suelen tener efectos potentes sobre el sistema nervioso central, y su uso está asociado con una amplia gama de efectos neuropsiquiátricos, cardiovasculares y conductuales.
Tratamiento
Tratamiento
El abordaje terapéutico de la intoxicación por alucinógenos se divide en medidas de emergencia y soporte general, seguidas por intervenciones específicas según el tipo de sustancia y el cuadro clínico del paciente. El tratamiento debe centrarse en estabilizar al paciente, controlar los síntomas agudos y prevenir complicaciones potencialmente letales.
A. Medidas de emergencia y soporte general
La prioridad inicial en todo paciente intoxicado es asegurar una vía aérea permeable y una respiración adecuada. En los casos en que el nivel de conciencia esté disminuido o exista compromiso respiratorio, debe proporcionarse asistencia ventilatoria, ya sea mediante ventilación con bolsa-válvula-mascarilla o intubación endotraqueal, según sea necesario.
Además, se deben tratar de manera inmediata las complicaciones potencialmente graves que pueden acompañar a estas intoxicaciones:
- Coma: debe manejarse de acuerdo con los protocolos estándar de soporte neurológico avanzado.
- Hipertermia: puede ser secundaria a agitación psicomotriz intensa o a disfunción autonómica. Se requiere enfriamiento externo, hidratación intravenosa y control farmacológico de la agitación.
- Hipertensión arterial: debe tratarse cuidadosamente, evitando fármacos que puedan aumentar la descarga adrenérgica.
- Convulsiones: se tratan con benzodiacepinas como diazepam o lorazepam, siguiendo esquemas establecidos en el manejo de status epilepticus.
En casos de ingestión reciente de grandes cantidades, debe considerarse la administración de carbón activado, por vía oral o a través de una sonda nasogástrica, con el objetivo de reducir la absorción gastrointestinal del tóxico. Esta intervención es más eficaz si se realiza dentro de la primera hora tras la ingestión, aunque puede ser considerada posteriormente en situaciones de riesgo significativo.
B. Tratamiento específico
1. Delirio anticolinérgico
Pacientes con toxicidad anticolinérgica, típicamente inducida por plantas como Datura o ciertos fármacos, pueden beneficiarse de la administración de fisostigmina, un inhibidor reversible de la acetilcolinesterasa. Este agente incrementa la disponibilidad de acetilcolina en las sinapsis y revierte de forma efectiva los síntomas centrales y periféricos del síndrome anticolinérgico.
- Dosis recomendada: 0.5 a 1 mg por vía intravenosa, administrada lentamente, sin exceder 1 mg por minuto.
- Es fundamental realizar un electrocardiograma previo para descartar bloqueo auriculoventricular, y mantener monitorización continua por el riesgo de bradicardia o convulsiones.
2. Intoxicación por LSD, mescalina y otros alucinógenos serotoninérgicos
En casos de disforia intensa, agitación psicomotriz o psicosis inducida por LSD, mescalina u otras sustancias psicodélicas, el tratamiento sintomático con benzodiacepinas o antipsicóticos es frecuentemente eficaz:
- Lorazepam: 1–2 mg por vía oral o intravenosa, útil para controlar ansiedad, agitación leve o insomnio.
- Haloperidol: 2–5 mg por vía intramuscular o intravenosa, particularmente útil en psicosis aguda o agitación severa. Alternativas seguras incluyen olanzapina o ziprasidona, que poseen menor riesgo de efectos extrapiramidales y pueden ser preferidas en ciertos contextos clínicos.
3. Inhalación de disolventes orgánicos (tolueno, butano, tricloroetileno, etc.)
Los pacientes que han inhalado solventes presentan riesgo elevado de arritmias cardíacas, particularmente en presencia de estimulación adrenérgica (como el estrés físico o emocional).
- Las arritmias más comunes son contracciones ventriculares prematuras, taquicardia ventricular y fibrilación ventricular.
- En este contexto, el tratamiento con betabloqueadores puede ser más eficaz que los antiarrítmicos convencionales como lidocaína o amiodarona:
- Propranolol: 1–5 mg intravenosos.
- Esmolol: 250–500 microgramos por kilogramo en bolo intravenoso, seguido de una infusión continua de 50 microgramos/kg/minuto.
Es importante evitar la administración de adrenalina u otros simpaticomiméticos, ya que estos pueden precipitar arritmias fatales al potenciar la sensibilización miocárdica inducida por los hidrocarburos.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Johnston JN et al. Ketamine and serotonergic psychedelics: an update on the mechanisms and biosignatures underlying rapid-acting antidepressant treatment. Neuropharmacology. 2023;226:109422. [PMID: 36646310]
- Levine M et al. New designer drugs. Emerg Med Clin North Am. 2021;39:677. [PMID: 34215409]
- Tamama K et al. Newly emerging drugs of abuse. Handb Exp Pharmacol. 2020;258:463. [PMID: 31595417]