La paragonimiasis es una enfermedad parasitaria causada por especies del género Paragonimus, conocidos como tenias pulmonares. Ocho especies diferentes de estos trematodos (gusanos planos) pueden afectar al ser humano, siendo la más significativa Paragonimus westermani. Estas especies son endémicas en diversas regiones del mundo, incluidas Asia Oriental, Oceanía, África Occidental y América del Sur, donde millones de personas se ven infectadas anualmente. Aunque raramente, también se han registrado casos ocasionados por Paragonimus kellicotti en América del Norte.
El ciclo de vida de estos parásitos comienza cuando los huevos de los Paragonimus son liberados en cuerpos de agua dulce, como ríos y lagos. En estos hábitats acuáticos, los huevos eclosionan y liberan larvas que infectan a caracoles de agua dulce. Posteriormente, las larvas se desarrollan en cercarias, que son liberadas del caracol al agua. Las cercarias, al ser dispersadas en el agua, buscan y se introducen en crustáceos de agua dulce, como cangrejos y cangrejos de río.
La transmisión a los seres humanos ocurre cuando estos crustáceos infectados son consumidos crudos, mal cocidos o conservados en vinagre, prácticas comunes en varias regiones donde la paragonimiasis es endémica. Una vez ingeridos, los parásitos en su forma de metacercarias (larvas encapsuladas) se excistan en el tracto digestivo del huésped humano. Desde allí, atraviesan la pared intestinal y penetran en la cavidad peritoneal, donde migran hacia los pulmones, órgano principal donde maduran.
El proceso de maduración de los parásitos puede tomar hasta dos meses, durante los cuales los gusanos adultos se desarrollan y se alojan en los pulmones, donde pueden causar diversos síntomas respiratorios, como tos crónica, hemoptisis (tos con sangre), y dolor torácico. En algunos casos, los parásitos pueden diseminarse a otros órganos, como el cerebro o el hígado, si no se tratan a tiempo. La enfermedad, si no se diagnostica y trata adecuadamente, puede llevar a complicaciones severas, como fibrosis pulmonar o abscesos en los pulmones.
La paragonimiasis es una enfermedad infecciosa tropical que destaca por su complejidad en su ciclo biológico y su relación directa con hábitos alimentarios locales. El control de esta enfermedad depende en gran medida de la prevención de la ingestión de mariscos crudos o mal cocidos provenientes de fuentes de agua dulce infectadas, así como de una detección temprana y tratamiento adecuado con medicamentos antiparasitarios.
Manifestaciones clínicas
La mayoría de las personas infectadas por Paragonimus presentan cargas moderadas de parásitos y, en consecuencia, son asintomáticas. Esto significa que el parásito puede estar presente en el organismo sin provocar síntomas evidentes, lo que dificulta su diagnóstico en etapas iniciales. Sin embargo, en aquellos casos en los que se desarrollan síntomas, estos suelen aparecer entre dos días y dos semanas después de la infección. Los primeros signos pueden incluir dolor abdominal y diarrea, síntomas comunes de la fase inicial de la infección. A estos se suman fiebre, tos, dolor torácico, urticaria (erupciones cutáneas) y un aumento en el número de eosinófilos en la sangre, un tipo de glóbulo blanco asociado con las reacciones alérgicas y la respuesta inmunitaria frente a parásitos. Estos síntomas agudos pueden persistir durante varias semanas.
Cuando la infección avanza a una fase más crónica, los síntomas respiratorios son más prominentes. La tos, generalmente productiva de esputo de color marrón debido a la presencia de sangre o material necrosado, es uno de los signos más característicos. A medida que la enfermedad progresa, pueden desarrollarse complicaciones más graves, como hemoptisis (tos con sangre), disnea (dificultad para respirar), y dolor torácico. Si la infección no se controla, puede derivar en afecciones respiratorias crónicas como bronquitis crónica, bronquiectasias (dilatación anormal de los bronquios), bronconeumonía, abscesos pulmonares e incluso enfermedades pleurales, que afectan la membrana que recubre los pulmones.
Además de los síntomas respiratorios, Paragonimus tiene la capacidad de provocar infecciones ectópicas, es decir, fuera de su sitio habitual en los pulmones. Estas infecciones pueden afectar diversos órganos, siendo el sistema nervioso central (CNS, por sus siglas en inglés) uno de los más comúnmente afectados. La paragonimiasis cerebral puede manifestarse con una amplia gama de síntomas neurológicos, tales como convulsiones, dolores de cabeza persistentes y hallazgos neurológicos focales, que son indicativos de daño en áreas específicas del cerebro. Este daño cerebral puede ser consecuencia tanto de la meningitis parasitaria (inflamación de las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal) como de lesiones intracerebrales causadas por la migración de los parásitos a través de las estructuras del sistema nervioso central.
La variabilidad en la presentación clínica de la paragonimiasis, desde casos asintomáticos hasta cuadros graves que afectan el sistema respiratorio y el sistema nervioso, resalta la importancia de una detección temprana y un tratamiento adecuado. La infección puede manifestarse de manera diferente dependiendo de la carga parasitaria, el estado inmunológico del huésped y la rapidez con la que el parásito se disemina a otros órganos. Esto hace que la vigilancia y el diagnóstico oportuno sean fundamentales para prevenir complicaciones graves, especialmente en áreas endémicas donde la prevalencia de la enfermedad es alta.
Exámenes diagnósticos
El diagnóstico de la paragonimiasis se basa principalmente en la identificación de los huevos característicos del parásito en muestras de esputo o heces, o en la identificación directa de los gusanos en tejidos biopsiados. Debido a que los síntomas de esta enfermedad pueden ser inespecíficos o solaparse con los de otras patologías, como la tuberculosis, a menudo se requieren múltiples exámenes y técnicas de concentración para obtener resultados concluyentes. La búsqueda de los huevos en el esputo es un método tradicionalmente eficaz, ya que estos son liberados por los parásitos adultos alojados en los pulmones. Sin embargo, la cantidad de huevos presentes en las muestras puede ser baja, lo que obliga a realizar varias extracciones para asegurar un diagnóstico preciso.
Además de los exámenes directos, las pruebas serológicas pueden proporcionar información útil. Entre ellas, el ensayo inmunoenzimático (ELISA), disponible a través de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), ha demostrado una sensibilidad y especificidad superiores al 95%. Estas pruebas detectan anticuerpos específicos que el cuerpo produce en respuesta a la infección por Paragonimus, y son particularmente útiles cuando la detección de los parásitos en las muestras directas es difícil o cuando el paciente se encuentra en una fase temprana de la enfermedad.
En cuanto a los estudios radiológicos, las radiografías de tórax (CXRs, por sus siglas en inglés) pueden mostrar diversas anormalidades en los pulmones o la pleura, estructuras involucradas en la paragonimiasis pulmonar. Estos hallazgos incluyen infiltrados pulmonares, nódulos, cavidades y fibrosis, que son lesiones que se desarrollan como resultado de la respuesta inflamatoria crónica del cuerpo ante la presencia del parásito. Sin embargo, estas alteraciones radiológicas pueden ser difíciles de distinguir de las que se observan en la tuberculosis pulmonar, ya que ambas enfermedades pueden presentar características similares en sus fases iniciales, lo que requiere un análisis más detallado para confirmar el diagnóstico.
Cuando la infección afecta al sistema nervioso central, el diagnóstico puede apoyarse en imágenes de neuroimágenes. Las radiografías de cráneo pueden revelar la presencia de formaciones calcificadas en el cerebro, que corresponden a quistes parásitos que han madurado en este órgano. Por otro lado, las técnicas de imagen más avanzadas, como la tomografía computarizada (CT) o la resonancia magnética (MRI), pueden evidenciar lesiones con un patrón característico de «anillo de realce», que se refiere a áreas de tejido cerebral que presentan una apariencia anular debido a la inflamación y la necrosis ocasionada por la infección parasitaria. Estas lesiones son indicativas de la presencia de Paragonimus en el sistema nervioso central, y aunque son patognomónicas de la paragonimiasis cerebral, también pueden ser confundidas con otras patologías, como abscesos cerebrales o tumores, lo que subraya la importancia de realizar un diagnóstico integral, basado tanto en los hallazgos clínicos como en los resultados de las pruebas de laboratorio y de imagen.
Tratamiento
El tratamiento de la paragonimiasis se basa principalmente en el uso de praziquantel, un fármaco antiparasitario que ha demostrado ser altamente eficaz en la erradicación de los parásitos responsables de la enfermedad. La dosis estándar de praziquantel es de 25 mg por kilogramo de peso corporal, administrada por vía oral tres veces al día durante un período de dos días. Este tratamiento ha mostrado una eficacia superior al 90%, lo que lo convierte en el tratamiento de primera línea en la mayoría de los casos de paragonimiasis, tanto en infecciones pulmonares como en aquellas que afectan a otros órganos.
En casos donde el praziquantel no está disponible o el paciente presenta contraindicaciones al mismo, existen terapias alternativas como el bitionol y el triclabendazol. Ambos fármacos también tienen actividad antiparasitaria contra Paragonimus, aunque el praziquantel sigue siendo el más utilizado debido a su perfil de eficacia y seguridad ampliamente documentado.
Sin embargo, cuando la paragonimiasis afecta al sistema nervioso central, específicamente en los casos de paragonimiasis cerebral, el tratamiento debe ser más especializado. En estos casos, el praziquantel debe generalmente administrarse en combinación con corticosteroides. Los corticosteroides, como la prednisona, son utilizados para reducir la inflamación asociada con la migración del parásito en el cerebro y los daños subsecuentes que pueden generar lesiones inflamatorias y edemas cerebrales. Este enfoque combinado ayuda a minimizar el daño cerebral y mejorar los resultados clínicos en pacientes con paragonimiasis cerebral, lo que resalta la importancia de un tratamiento integral que aborde tanto el parásito como la respuesta inflamatoria del huésped.
En casos de infección crónica, si no se recibe tratamiento oportuno o adecuado, la enfermedad puede causar daños pulmonares permanentes. La paragonimiasis crónica puede llevar a la formación de fibrosis pulmonar, bronquitis crónica y otros trastornos respiratorios graves que afectan la función pulmonar. En estos pacientes, pueden desarrollarse complicaciones como la enfermedad pleural, que involucra la acumulación de líquido en el espacio pleural y la inflamación de las membranas que recubren los pulmones. En algunos casos, la acumulación de líquido o pus en la pleura puede requerir procedimientos de drenaje para aliviar los síntomas y prevenir complicaciones adicionales, como la infección secundaria o el colapso pulmonar.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.