Respuesta cardiovascular al ejercicio

Respuesta cardiovascular al ejercicio
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El rendimiento cardiovascular se refleja en la presión arterial y en el gasto cardíaco (flujo sanguíneo arterial medio), que a su vez depende de cuatro factores: la precarga, la poscarga, la contractilidad ventricular y la frecuencia cardíaca.

  • La precarga hace referencia al grado de distensión de los sarcómeros inmediatamente antes de la sístole, se define como la presión o el volumen telediastólicos.
  • La poscarga se refiere a la oposición que el ventrículo debe superar para expulsar la sangre. La presión arterial máxima refleja la carga máxima que se impone a los miocardiocitos.
  • La contractilidad del músculo cardíaco (contractilidad miocárdica) o de un ventrículo (contractilidad ventricular) es la capacidad intrínseca de generar fuerza con independencia de la precarga o de la poscarga. Cuando aumenta la contractilidad ventricular, se modifica la relación entre presión y volumen, de forma que la presión, el volumen sistólico y la fracción de eyección aumentan con un volumen de precarga y una resistencia arterial constantes.
  • El gasto cardíaco se mide en litros por minuto y es igual a la cantidad de sangre expulsada con cada latido (volumen sistólico en litros por latido) multiplicada por el número de latidos/min. Como resultado, la frecuencia cardíaca es un determinante fundamental del rendimiento cardíaco.

El ejercicio precisa de aumentos espectaculares de la función cardíaca combinados con un remodelado de la circulación periférica, a fin de atender el aumento de la demanda metabólica por parte de órganos fundamentales, y redirigir el flujo sanguíneo a dichos órganos.

Aproximadamente un tercio del aumento del oxígeno necesario se satisface mejorando la extracción de oxígeno de la sangre en los músculos (reduciendo la saturación venosa del 75 al 25% aproximadamente), y el resto se logra multiplicando el gasto cardíaco hasta por seis.

Se logra aumentar la función cardíaca en gran parte por medio de la estimulación simpática y la reducción del tono vagal, que se combinan para aumentar la frecuencia cardíaca, la contractilidad, la fracción de eyección, las tasas de llenado y la presión arterial sistólica, y para reducir la impedancia aórtica.

En personas jóvenes y sanas, la frecuencia cardíaca puede aumentar desde una cifra basal de 60-70 latidos/min en reposo hasta 170-200 latidos/min con el ejercicio.

Para aumentar el gasto cardíaco con estas frecuencias tan elevadas, que pueden limitar el llenado ventricular y el volumen latido, también debe aumentar la contractilidad, mediante un fenómeno que se conoce como relación positiva entre fuerza y frecuencia, o fenómeno de Bowditch.

Junto con el aumento de la contractilidad cardíaca, la vasodilatación de la aorta y de otras grandes arterias reduce la resistencia al flujo sanguíneo. El aumento de la contractilidad cardíaca y la vasodilatación arterial se desencadenan por las mismas señales del sistema nervioso simpático.

Cuando aumenta el flujo de salida del corazón también debe aumentar el retorno venoso para poder mantener la precarga lo mejor posible a fin de mejorar la función cardíaca por el mecanismo de Frank-Starling.

En respuesta al ejercicio repetido (deportistas entrenados), el corazón experimenta en ocasiones una hipertrofia fisiológica.

 

 

 

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