Virus del Zika
Virus del Zika

Virus del Zika

El virus del Zika pertenece al género de los flavivirus, un grupo viral que incluye a otros agentes patógenos importantes como los virus causantes del dengue, la encefalitis japonesa y la infección por virus del Nilo Occidental. Estos virus comparten características estructurales y genéticas que los agrupan dentro de la misma familia viral. El virus del Zika fue inicialmente identificado en África y Asia entre las décadas de 1950 y 1980, donde permaneció principalmente limitado a estas regiones sin causar grandes brotes epidémicos. Sin embargo, su expansión geográfica comenzó en el año 2007, cuando se reportó un brote significativo en el Estado de Yap, en los Estados Federados de Micronesia. Posteriormente, en 2013, se registró un gran brote en la Polinesia Francesa, lo que evidenció su capacidad de propagación más allá de sus áreas endémicas originales.

En 2015, el virus del Zika alcanzó el hemisferio occidental, detectándose por primera vez en el noreste de Brasil. Entre 2015 y 2018 se reportaron 239,742 casos confirmados en esta región, demostrando un rápido y extenso diseminación a lo largo de las Américas, incluyendo a los Estados Unidos y otros países a nivel mundial. A pesar de la existencia de distintas líneas genéticas o linajes del virus, el virus del Zika se considera que presenta un único serotipo, lo que tiene implicaciones importantes para el desarrollo de inmunidad y para estrategias de vacunación.

La transmisión del virus del Zika ocurre principalmente a través de la picadura de mosquitos del género Aedes, especialmente Aedes aegypti, que es la especie más competente para la transmisión del virus. La distribución geográfica de estas especies de mosquitos determina en gran medida la prevalencia y el área de riesgo para la infección por Zika. Aunque de manera poco frecuente, otras especies de mosquitos como Anopheles y Culex también pueden ser capaces de transmitir el virus en ciertas circunstancias. Además de la vía vectorial, se ha documentado la transmisión sexual del virus entre hombres y mujeres, a través de relaciones sexuales vaginales, anales u orales. La transmisión vertical, es decir, de madre a feto durante el embarazo, es especialmente significativa debido a las graves complicaciones congénitas asociadas con la infección fetal. También se han reportado casos de transmisión mediante transfusiones de plaquetas.

Según la actualización más reciente de la Organización Mundial de la Salud en diciembre de 2021, un total de 89 países y territorios han informado casos de transmisión local del virus del Zika, abarcando todas las regiones de la OMS excepto la región del Mediterráneo Oriental. La incidencia de casos de Zika ha mostrado una tendencia a la disminución en la mayoría de las regiones desde mediados de 2019, lo cual refleja el impacto de las medidas de control vectorial y la dinámica epidemiológica del virus.

Manifestaciones clínicas

El período de incubación del virus del Zika, es decir, el tiempo transcurrido desde la exposición al virus hasta la aparición de los primeros síntomas, varía entre tres y catorce días. Durante este intervalo, el virus se replica y se disemina en el organismo sin manifestar signos clínicos evidentes. Es importante destacar que la mayoría de las infecciones por el virus del Zika, que representan aproximadamente entre el cincuenta y el ochenta por ciento de los casos, son asintomáticas, lo que significa que los individuos infectados no presentan síntomas perceptibles y pueden no ser conscientes de haber contraído la infección.

Cuando los síntomas sí se manifiestan, suelen aparecer de manera aguda y se caracterizan por fiebre de inicio súbito, acompañada de un exantema maculopapular que con frecuencia es pruriginoso, es decir, genera sensación de picazón en la piel. Otro signo frecuente es la conjuntivitis no purulenta, que se manifiesta como enrojecimiento y ligera inflamación de la conjuntiva ocular sin presencia de secreciones purulentas. Asimismo, es común la aparición de artralgias, que son dolores articulares que pueden asemejarse a los síntomas causados por el virus chikungunya, un arbovirus con síntomas clínicos similares y que también es transmitido por mosquitos del género Aedes.

El exantema puede persistir incluso después de la resolución de la fiebre, aunque no siempre está presente en todos los pacientes infectados. La duración total de los síntomas suele ser breve, extendiéndose hasta por siete días en la mayoría de los casos. Dado que la presentación clínica de la infección por virus del Zika puede solaparse con la de otras enfermedades virales transmitidas por vectores similares, como el dengue y la infección por virus chikungunya, resulta fundamental considerar estas patologías en el diagnóstico diferencial, especialmente en áreas donde estos virus coexisten. La diferenciación clínica puede ser compleja debido a la similitud en los síntomas, lo que resalta la importancia de pruebas diagnósticas específicas para confirmar la infección por virus del Zika.

Exámenes diagnósticos

El diagnóstico de la infección por virus del Zika se basa fundamentalmente en la detección del ácido ribonucleico viral mediante técnicas de amplificación molecular, conocidas como pruebas de reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa (RT-PCR). Estas pruebas son especialmente útiles en pacientes que presentan inicio de síntomas en un período inferior a siete días, ya que durante esta fase la carga viral en sangre y otros fluidos corporales suele ser suficiente para su detección directa. La realización de pruebas de amplificación de ácido nucleico puede extenderse hasta catorce días después del inicio de la enfermedad, aunque la sensibilidad tiende a disminuir con el tiempo.

Cuando el período transcurrido desde la aparición de los síntomas supera los catorce días, se recomienda la realización de pruebas serológicas para la detección de anticuerpos inmunoglobulina M (IgM), que generalmente están presentes hasta doce semanas después del inicio de la infección. Entre las pruebas serológicas disponibles se incluyen los ensayos inmunoenzimáticos (ELISA) específicos para IgM y otras técnicas como las inmunofluorescencias. Para mejorar la precisión diagnóstica, es aconsejable analizar muestras pareadas de suero y orina de forma simultánea, ya que el virus puede persistir en orina durante más tiempo que en sangre.

Aunque no es una práctica rutinaria, la prueba de RT-PCR puede realizarse en otros líquidos y tejidos biológicos, tales como el líquido amniótico, el líquido cefalorraquídeo y el tejido placentario, especialmente en contextos clínicos específicos, como la sospecha de infección congénita. Un resultado positivo en la prueba de RT-PCR confirma de manera definitiva la infección por virus del Zika y no requiere pruebas adicionales para su diagnóstico. Sin embargo, un resultado negativo no descarta la presencia del virus en otros tejidos ni excluye la infección, por lo que en casos con alta sospecha clínica y resultados negativos en pruebas moleculares, se deben realizar pruebas serológicas para detectar anticuerpos IgM contra el virus y también considerar la posibilidad de otras infecciones por arbovirus.

La realización de pruebas serológicas para virus del Zika debe llevarse a cabo exclusivamente en laboratorios con experiencia específica en serología de flavivirus, dada la complejidad y la posibilidad de reacciones cruzadas con otros virus del mismo género, como el dengue. Entre los métodos serológicos recomendados se encuentran los ensayos inmunoenzimáticos, los ensayos de inmunofluorescencia y las pruebas de neutralización, como el ensayo de reducción de placas, que evalúan la capacidad de los anticuerpos para neutralizar el virus. La prueba Zika MAC-ELISA puede realizarse tanto en suero como en líquido cefalorraquídeo, y es particularmente útil para detectar anticuerpos IgM en niños con infección congénita.

Es importante señalar que los anticuerpos neutralizantes contra el virus del Zika pueden reaccionar de manera cruzada con anticuerpos contra el virus del dengue y otros flavivirus, lo que puede generar resultados falsos positivos. Por ello, las muestras con resultados positivos deben enviarse a laboratorios de salud pública para su confirmación definitiva. La Organización Mundial de la Salud recomienda, además, la realización de pruebas serológicas para IgM en personas embarazadas asintomáticas que hayan tenido posible exposición al virus por contacto vectorial o transmisión sexual, especialmente en zonas con transmisión activa. En estas áreas, la evaluación serológica forma parte integral del cuidado obstétrico rutinario.

Durante el embarazo, se ha reportado la persistencia del ARN viral en el suero, lo que justifica un seguimiento más riguroso de las gestantes con infección confirmada o sospechada mediante ecografías seriadas realizadas cada tres a cuatro semanas, con el objetivo de evaluar el desarrollo anatómico y el crecimiento fetal. En un contexto de disminución en la prevalencia de la infección por virus del Zika, los resultados positivos en pruebas serológicas conllevan un mayor riesgo de falsos positivos, por lo que se hace aún más imprescindible la realización de los estudios complementarios y confirmatorios descritos para asegurar un diagnóstico preciso.

Complicaciones

Existen dos complicaciones neurológicas de particular relevancia asociadas con la infección por el virus del Zika. La primera de ellas es la microcefalia congénita, que fue identificada inicialmente durante el brote ocurrido en Brasil. Esta condición se caracteriza por un tamaño anormalmente pequeño de la cabeza en recién nacidos, generalmente acompañada de calcificaciones cerebrales y otras anomalías estructurales del sistema nervioso central. La microcefalia representa una manifestación visible de un daño más amplio en el desarrollo cerebral provocado por la infección viral durante la gestación. La segunda complicación neurológica importante es el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno neuromuscular autoinmune que se presentó inicialmente durante el brote en la Polinesia Francesa. La incidencia estimada de este síndrome en el contexto de infecciones por virus del Zika es de aproximadamente dos a tres casos por cada diez mil infecciones, lo que subraya una asociación significativa entre la infección viral y el desarrollo de este trastorno neurológico.

Además de la microcefalia, la infección por virus del Zika durante el embarazo puede causar un conjunto amplio y heterogéneo de malformaciones y alteraciones congénitas del sistema nervioso central, que en conjunto se denominan síndrome congénito por virus del Zika. Este síndrome incluye diversas manifestaciones clínicas y patológicas, tales como la secuencia de interrupción del desarrollo cerebral fetal, calcificaciones subcorticales, signos motores tanto piramidales como extrapiramidales, lesiones oculares como la atrofia coriorretiniana y el moteado pigmentado focal de la retina, así como contracturas congénitas. Estas anomalías reflejan el impacto multisistémico del virus en el desarrollo prenatal y pueden generar discapacidades severas en los recién nacidos afectados.

El riesgo de que un recién nacido presente síndrome congénito por virus del Zika cuando la madre se infecta durante el embarazo se estima entre un cinco y catorce por ciento, mientras que el riesgo específico de microcefalia asociada al virus del Zika oscila entre un cuatro y seis por ciento. Asimismo, se han reportado casos de abortos espontáneos y muertes fetales raras directamente vinculadas a la infección materna por este virus, lo que evidencia la gravedad potencial de la infección durante el embarazo.

En cuanto a la persistencia viral, al igual que ocurre con el virus del Ébola, el virus del Zika puede mantenerse presente en el semen durante meses después de la infección aguda. En el tracto reproductor masculino, se consideran como reservorios principales la glándula prostática y los testículos, donde el virus puede replicarse o permanecer latente. Aunque la persistencia en el tracto reproductor femenino es menos estudiada, existe la posibilidad de que el virus también se mantenga en tejidos femeninos reproductivos, lo que tiene implicaciones importantes para la transmisión sexual y la prevención de la infección. Esta persistencia viral prolongada contribuye a la complejidad epidemiológica del virus del Zika y resalta la necesidad de estrategias específicas para reducir la transmisión en la población.

Tratamiento

Actualmente, no existen antivirales aprobados para el tratamiento específico de la infección por virus del Zika, lo que implica que el manejo clínico debe centrarse fundamentalmente en cuidados de soporte. Esta atención de soporte incluye el control de los síntomas y la prevención de complicaciones, utilizando medidas que alivien el malestar del paciente y permitan una recuperación adecuada sin intervenciones farmacológicas dirigidas a eliminar el virus. La ausencia de un tratamiento antiviral específico refleja las limitaciones actuales en el desarrollo de fármacos eficaces contra este virus y la necesidad de continuar investigando terapias dirigidas.

En el manejo sintomático, es importante considerar las diferencias clínicas y de riesgo entre el virus del Zika y otros flavivirus, como el virus del dengue, con el cual a menudo se le compara debido a sus similitudes en transmisión y presentación epidemiológica. En el caso del dengue, se recomienda evitar el uso de aspirina y antiinflamatorios no esteroideos debido a la alta propensión que tiene este virus a provocar complicaciones hemorrágicas graves, como hemorragias internas y síndrome de choque hemorrágico. Estos medicamentos pueden exacerbar el riesgo de sangrado debido a sus efectos sobre la agregación plaquetaria y la coagulación sanguínea.

Por otro lado, la infección por virus del Zika no parece asociarse con complicaciones hemorrágicas significativas, lo que permite una mayor flexibilidad en el manejo sintomático, incluyendo en muchos casos el uso de antiinflamatorios para aliviar síntomas como la fiebre, el dolor articular y la inflamación. No obstante, la selección de medicamentos debe hacerse con precaución y siempre bajo supervisión médica, considerando el cuadro clínico particular de cada paciente y la presencia de posibles contraindicaciones.

Prevención

La estrategia más efectiva para el control y la prevención de la infección por virus del Zika radica en la gestión ambiental orientada a la reducción y eliminación de los mosquitos vectores, así como de los lugares donde se acumula agua estancada, que son esenciales para la reproducción de los mosquitos del género Aedes. Estas medidas incluyen la instalación de mallas o pantallas en puertas y ventanas de las viviendas para impedir la entrada de mosquitos, así como la remoción de objetos como neumáticos viejos, recipientes y escombros que puedan retener agua en las áreas endémicas. Además, la mejora de las condiciones de vida, especialmente en zonas de pobreza, contribuye significativamente a la reducción del riesgo de transmisión. La introducción de sistemas de aire acondicionado, por ejemplo, disminuye la necesidad de abrir ventanas y puertas, limitando así el acceso de los vectores al interior de los hogares.

Dado que se ha establecido una clara asociación entre la infección por virus del Zika durante el embarazo y la aparición de microcefalia y otros defectos congénitos, se recomienda que las mujeres embarazadas eviten viajar a regiones donde el virus esté en circulación activa. Esta precaución es fundamental para prevenir la infección materna y proteger el desarrollo fetal. Por otro lado, las personas infectadas deben abstenerse de mantener relaciones sexuales y de donar sangre durante varios meses, debido a la capacidad del virus para persistir en fluidos corporales y la posibilidad de transmisión sexual y transfusional, prolongando el riesgo de propagación más allá de la fase aguda de la enfermedad.

En la actualidad, no existe una vacuna aprobada para la prevención de la infección por virus del Zika. Sin embargo, se han desarrollado múltiples candidatos vacunales que han mostrado resultados prometedores en ensayos clínicos de fase 1, evidenciando la capacidad para inducir la producción de anticuerpos neutralizantes. Entre estos candidatos se encuentran vacunas inactivadas de virus completo, como la vacuna TAK-426 desarrollada por Takeda, así como diversas vacunas basadas en ARN mensajero, incluyendo los ensayos mRNA-1325 y mRNA-1893. Además, un ensayo multicéntrico aleatorizado de fase 2 evalúa una vacuna de ADN basada en el virus salvaje de Zika, cuyos datos están actualmente en análisis.

La evaluación y el desarrollo clínico de estas vacunas se han visto dificultados por la disminución sostenida en la incidencia de la infección por virus del Zika a nivel mundial, lo que limita la capacidad para realizar estudios con un número adecuado de casos y dificulta la demostración estadísticamente significativa de eficacia en ensayos de fase avanzada. Esta situación subraya la importancia de continuar con estrategias integrales de vigilancia epidemiológica y control vectorial mientras se avanza en la investigación y desarrollo de vacunas seguras y efectivas.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Kovacs A. Zika, the newest TORCH infectious disease in the Americas. Clin Infect Dis. 2020;70:2673. [PMID: 31346608]
  2. Major CG et al. Risk estimation of sexual transmission of Zika virus—United States, 2016-2017. J Infect Dis. 2021;224:1756. [PMID: 33822107]
  3. World Health Organization. Zika epidemiology update – February 2022. https://www.who.int/publications/m/item/zika-epidemiology- update—february-2022
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