Los tumores malignos testiculares son poco frecuentes. De todos los tumores testiculares primarios, entre el 90% y el 95% son tumores de células germinales, los cuales se dividen en dos grandes categorías: los no seminomatosos y los seminomatosos. Dentro de los tumores no seminomatosos, se incluyen el carcinoma de células embrionarias (20%), el teratoma (5%), el coriocarcinoma (menos del 1%) y los tipos celulares mixtos (40%). Por otro lado, los tumores seminomatosos representan aproximadamente el 35% de los casos. El resto de los tumores testiculares primarios son neoplasias no germinales, como los tumores de células de Leydig, de células de Sertoli y el gonadoblastoma.
La probabilidad de desarrollar cáncer testicular a lo largo de la vida es de aproximadamente un 0.3% en los hombres estadounidenses. Aproximadamente un 5% de los cánceres testiculares se desarrollan en pacientes con antecedentes de criptorquidia, siendo el seminoma el tipo más común en estos casos. Sin embargo, entre el 5% y el 10% de estos tumores ocurren en el testículo contralateral, que ha descendido normalmente. El riesgo relativo de desarrollar una malignidad es mayor para los testículos intraabdominales (1 de cada 20) y menor para los testículos inguinales (1 de cada 80). La colocación del testículo criptorquídico en el escroto mediante una orchidopexia no altera su potencial maligno, pero sí facilita su examen rutinario y la detección temprana de cáncer.
El cáncer testicular es ligeramente más frecuente en el testículo derecho que en el izquierdo, lo que se correlaciona con una mayor incidencia de criptorquidia en el lado derecho. Entre el 1% y el 2% de los cánceres testiculares primarios son bilaterales, y hasta el 50% de estos hombres tienen antecedentes de criptorquidia unilateral o bilateral. Los cánceres testiculares primarios bilaterales pueden presentarse de manera sincrónica o asincrónica, pero suelen tener una histología similar. El seminoma es el hallazgo histológico más común en los cánceres testiculares primarios bilaterales, mientras que el linfoma maligno es el tumor testicular bilateral más frecuente en general.
En modelos animales, la administración exógena de estrógenos durante el embarazo ha sido asociada con un mayor riesgo de desarrollar tumores testiculares, con un riesgo relativo que varía entre 2.8 y 5.3. Otros factores adquiridos, como el trauma y la atrofia testicular relacionada con infecciones, también se han asociado con los tumores testiculares; sin embargo, no se ha establecido una relación causal definitiva.
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas del cáncer testicular suelen iniciarse con un aumento indoloro del testículo, siendo este el síntoma más común. Los pacientes describen frecuentemente una sensación de pesadez, aunque esta no es exclusiva del cáncer testicular. Es importante destacar que, a pesar de que los pacientes suelen ser los primeros en notar alguna anomalía, en muchos casos la demora en buscar atención médica oscila entre los tres y los seis meses, lo que podría retrasar el diagnóstico y tratamiento oportuno.
En aproximadamente un 10% de los casos, el dolor testicular agudo puede ser el primer signo, generalmente causado por una hemorragia intratesticular, que se manifiesta como un dolor repentino debido a la ruptura de pequeños vasos sanguíneos dentro del testículo. Por otro lado, alrededor del 10% de los pacientes se presentan sin síntomas locales evidentes, pero muestran signos de enfermedad metastásica. Estos síntomas pueden incluir dolor en la espalda, asociado con metástasis retroperitoneales; tos, cuando hay metástasis pulmonares; o edemas en las extremidades inferiores, que pueden ser causados por la obstrucción de la vena cava inferior debido a la diseminación tumoral.
En la mayoría de los casos, se detecta una masa discreta o una ampliación difusa del testículo, siendo palpable al examen físico. Además, se puede observar la presencia de un hidrocele secundario en un 5% a 10% de los casos, que se caracteriza por la acumulación de líquido en el saco escrotal, lo que puede generar confusión al evaluar la naturaleza del tumor.
En las etapas más avanzadas de la enfermedad, la presencia de adenopatías supraclaviculares puede ser un hallazgo clínico, lo que sugiere la diseminación a los ganglios linfáticos cercanos. Asimismo, un examen abdominal puede revelar la presencia de una masa, indicando la posible afectación de los órganos abdominales o la propagación de las células tumorales.
Un signo clínico que se observa en un pequeño porcentaje de pacientes (aproximadamente un 5%) con tumores de células germinales es la ginecomastia, una condición caracterizada por el agrandamiento de las glándulas mamarias en hombres. Este fenómeno puede estar relacionado con la producción de hormonas anormales por el tumor o como consecuencia de las alteraciones hormonales asociadas con el cáncer testicular.
Exámenes diagnósticos
Los hallazgos de laboratorio juegan un papel crucial tanto en el diagnóstico como en el seguimiento del carcinoma testicular. Entre los marcadores séricos más importantes se incluyen la gonadotropina coriónica humana (hCG), la alfa-fetoproteína (AFP) y la lactato deshidrogenasa (LD). La alfa-fetoproteína nunca se encuentra elevada en los seminomas puros, lo que permite diferenciar este tipo de tumor de otros como los no seminomatosos, donde la AFP suele estar elevada. En cuanto a la hCG, aunque en ocasiones puede estar elevada en los seminomas, sus niveles son generalmente más bajos en comparación con los no seminomatosos, en los que la elevación de este marcador es más pronunciada. La lactato deshidrogenasa, por su parte, puede estar elevada en ambos tipos de tumores y se utiliza principalmente como un indicador de la carga tumoral, ya que su concentración en sangre correlaciona con el tamaño y la extensión del tumor.
Además de estos marcadores tumorales, las pruebas hepáticas pueden estar elevadas en caso de metástasis hepáticas, lo que indica que el cáncer ha avanzado y ha comenzado a diseminarse a otros órganos. En las fases más avanzadas de la enfermedad, también es común que los pacientes presenten anemia, la cual puede ser consecuencia directa de la afectación de la médula ósea o de la desnutrición asociada con la progresión del cáncer.
En cuanto a la imagenología, la ecografía escrotal es una herramienta diagnóstica fundamental, ya que permite diferenciar con facilidad si una masa se localiza dentro del testículo (intratesticular) o fuera de él (extratesticular). Este paso inicial en la evaluación de una posible masa testicular es decisivo para orientar el diagnóstico. Una vez que se ha establecido el diagnóstico de cáncer testicular mediante la orchiectomía inguinal (extirpación del testículo afectado), el siguiente paso en el manejo es la estadificación clínica de la enfermedad. Esto se logra a través de la tomografía computarizada (TC) del tórax, abdomen y pelvis, que permite evaluar la extensión de la diseminación tumoral a otros órganos y estructuras, así como la posible presencia de metástasis a ganglios linfáticos o a órganos distantes.
Estaduficación
El estadio del cáncer testicular se determina utilizando el sistema TNM, que es un sistema de clasificación estándar basado en tres aspectos fundamentales de la enfermedad: la extensión del cáncer dentro del testículo, el estado de los ganglios linfáticos regionales, y la presencia de metástasis en ganglios linfáticos distales u otros órganos (viscerales). Además, los niveles séricos de los marcadores tumorales son también considerados, ya que proporcionan información adicional sobre la carga tumoral y la respuesta al tratamiento. Este sistema es esencial para evaluar la gravedad del cáncer testicular y guiar el manejo terapéutico, permitiendo personalizar los tratamientos según el estadio de la enfermedad.
1. Estadio I:
En este estadio, el cáncer está confined exclusivamente al testículo, sin que haya evidencia de propagación a los ganglios linfáticos regionales o a otros órganos distantes. Es el estadio más temprano de la enfermedad, y los pacientes generalmente tienen un mejor pronóstico, ya que el tumor se encuentra localizado y es más fácilmente tratable, generalmente con una orchiectomía radical (extirpación del testículo afectado) y, en algunos casos, un tratamiento adicional, como quimioterapia o radioterapia, dependiendo de las características del tumor.
2. Estadio II:
El cáncer se ha diseminado más allá del testículo y afecta a los ganglios linfáticos regionales, en particular los que se encuentran en el área retroperitoneal, que es la región situada detrás del peritoneo y donde se encuentran importantes estructuras como los ganglios linfáticos abdominales y la aorta. En este estadio, el tumor ha comenzado a invadir tejidos cercanos, pero aún no ha llegado a otras partes del cuerpo. El tratamiento para este estadio generalmente incluye cirugía (orchiectomía) seguida de quimioterapia, que tiene como objetivo eliminar cualquier célula tumoral residual en los ganglios linfáticos afectados.
3. Estadio III:
En este estadio, el cáncer ya ha metastatizado a otros órganos distantes, como los pulmones, el hígado, los huesos o el cerebro, lo que indica una enfermedad más avanzada y de peor pronóstico. Aparte de la afectación de los ganglios linfáticos retroperitoneales, pueden encontrarse metástasis en ganglios linfáticos distales o en órganos viscerales. En estos casos, el tratamiento implica un enfoque más intensivo, que puede incluir una combinación de cirugía, quimioterapia y, en algunos casos, radioterapia, dependiendo de la localización de las metástasis y la respuesta al tratamiento inicial. Este estadio requiere un seguimiento cercano debido a la alta posibilidad de recidiva.
Para los tumores de células germinales, que son los más comunes en el cáncer testicular, el sistema TNM permite agrupar a los pacientes según estos factores y asignar un estadio global. De esta manera, se facilita la evaluación y el manejo del paciente. La información sobre los marcadores tumorales séricos, como la gonadotropina coriónica humana (hCG), alfa-fetoproteína (AFP) y lactato deshidrogenasa (LD), también juega un papel clave en el proceso de estadificación, ya que niveles elevados de estos marcadores pueden indicar una mayor extensión o carga tumoral, lo cual puede influir en el tratamiento y el pronóstico del paciente.
Diagnóstico diferencial
El diagnóstico diferencial en los tumores testiculares es crucial, dado que hasta un 25% de los pacientes pueden recibir un diagnóstico incorrecto en la primera evaluación clínica. Esta tasa de error resalta la importancia de realizar una investigación exhaustiva, ya que las lesiones testiculares pueden ser causadas por diversas condiciones, algunas de las cuales son benignas, lo que puede llevar a confusión si no se realizan las pruebas adecuadas.
La ecografía escrotal se considera la herramienta diagnóstica de primera línea cuando existe cualquier duda respecto al diagnóstico. Este procedimiento no solo permite visualizar la masa en el testículo, sino que también ayuda a determinar sus características, tales como su localización (intratesticular o extratesticular), tamaño y la relación con estructuras circundantes. La ecografía es fundamental para diferenciar entre las diversas entidades patológicas posibles y evitar diagnósticos erróneos.
Si bien la mayoría de las masas intratesticulares son malignas, existe la posibilidad de que se trate de una lesión benigna. Un ejemplo poco común pero relevante es el quiste epidermoide, una lesión benigna que puede ser difícil de distinguir de un tumor maligno, especialmente en etapas iniciales. Los quistes epidermoides son nodulitos pequeños que generalmente se localizan justo debajo de la túnica albugínea, una capa fibrosa que recubre el testículo. Estos quistes suelen ser de tamaño reducido, aunque en algunos casos pueden crecer significativamente, lo que hace más difícil su identificación sin los estudios adecuados. Aunque son benignos, su presencia en el testículo requiere un diagnóstico correcto para evitar intervenciones innecesarias o un manejo inapropiado.
Por otro lado, el linfoma testicular también debe ser considerado dentro del diagnóstico diferencial, especialmente cuando se observa una masa testicular bilateral o en pacientes con antecedentes de linfoma en otros órganos. El linfoma testicular es una forma rara de neoplasia testicular primaria, pero no debe ser pasada por alto, ya que sus manifestaciones clínicas y radiológicas pueden solaparse con las de los tumores de células germinales. La identificación de esta condición se basa en una evaluación detallada de los hallazgos de imagen, los marcadores tumorales, y en ocasiones, la biopsia.
Tratamiento
El tratamiento del cáncer testicular comienza con una intervención quirúrgica inicial que se realiza mediante una exploración inguinal, en la cual se realiza un control vascular temprano de las estructuras del cordón espermático. Este enfoque es fundamental para evitar la diseminación del cáncer durante el procedimiento quirúrgico. En caso de que no se pueda excluir la presencia de cáncer tras la exploración y evaluación clínica del testículo, la orquiectomía radical(extirpación completa del testículo afectado) se considera el tratamiento indicado, ya que permite tanto el diagnóstico definitivo como la eliminación del tumor primario. Es importante destacar que los enfoques quirúrgicos a través del escroto y las biopsias abiertas del testículo deben evitarse, ya que pueden provocar la diseminación del cáncer a otras áreas, como los ganglios linfáticos regionales, lo que complicaría el tratamiento posterior.
El tratamiento posterior a la orquiectomía radical depende en gran medida de la histología del tumor y del estadio clínico en el que se encuentre la enfermedad. Los tumores testiculares pueden clasificarse en seminomas y no seminomas, y cada tipo tiene un enfoque terapéutico específico.
Seminomas (Estadio I y II)
Para los pacientes con seminomas en estadio I, que se encuentran limitados al testículo, las opciones terapéuticas incluyen la vigilancia, que es el enfoque preferido debido a la alta tasa de curación con solo la cirugía. Esta opción requiere un seguimiento estrecho para detectar cualquier signo de recurrencia. Alternativamente, se puede considerar la quimioterapia con carboplatino en una sola dosis o la radioterapia adyuvante, que también ha demostrado ser efectiva en la prevención de recurrencias, particularmente en pacientes con un riesgo moderado.
Para los seminomas en estadio IIA y IIB (cuando la enfermedad se ha diseminado a los ganglios linfáticos retroperitoneales, pero con un diámetro tumoral limitado, menor de 2 cm en estadio IIA y entre 2 y 5 cm en estadio IIB), el tratamiento implica una orquiectomía radical seguida de irradiación retroperitoneal. En algunos casos, se prefiere la quimioterapia primaria con etopósido y cisplatino o una combinación de cisplatino, etopósido y bleomicina, lo cual se considera eficaz para reducir la posibilidad de recaídas y erradicar las células tumorales diseminadas.
Los seminomas de estadio IIC (aquellos con ganglios retroperitoneales mayores de 5 cm de diámetro) y los seminomas en estadio III (cuando ya existe metástasis a distancia) requieren un tratamiento más intensivo, principalmente quimioterapia sistémica primaria. Esta se administra con combinaciones de fármacos como etopósido, cisplatino y bleomicina. Además, después de la quimioterapia, si persisten ganglios retroperitoneales mayores de 3 cm o con positividad en la tomografía por emisión de positrones (PET), se recomienda la resección quirúrgica de estos ganglios, ya que un porcentaje significativo (aproximadamente el 40%) puede albergar células tumorales residuales, lo que podría llevar a una recaída si no se extirpan.
No seminomas (Estadio I)
En cuanto a los no seminomas en estadio I, alrededor del 75% de los casos pueden curarse con solo la orquiectomía radical, sin necesidad de tratamientos adicionales, debido a que la enfermedad está confinada al testículo y no ha alcanzado los ganglios linfáticos ni otras áreas distantes. Sin embargo, para los pacientes que presentan ciertos factores de riesgo, es posible que se considere un régimen de vigilancia más riguroso después de la cirugía. Los criterios para seleccionar a estos pacientes incluyen:
- El cáncer está confinado a la túnica albugínea (la capa fibrosa que recubre el testículo).
- El cáncer no muestra invasión vascular ni invasión linfática.
- Los marcadores tumorales (como la alfa-fetoproteína y la gonadotropina coriónica humana) se normalizan después de la orquiectomía.
- La imagen radiográfica del tórax y abdomen no muestra evidencia de enfermedad metastásica.
- El paciente es confiable y comprometido con el seguimiento regular.
Por otro lado, los pacientes que tienen un riesgo mayor de recaída durante el seguimiento incluyen aquellos con una alta proporción de cáncer embrionario o aquellos que muestran invasión vascular o linfática en el espécimen de la orquiectomía. En estos casos, el tratamiento adyuvante puede incluir quimioterapia con bleomicina, etopósido y cisplatino o, en algunos casos, una dissección retroperitoneal de ganglios linfáticos para eliminar cualquier ganglio linfático afectado.
Un aspecto fundamental del tratamiento del cáncer testicular es la preservación de la fertilidad, dado que los hombres tratados por cáncer testicular están en riesgo de infertilidad. La quimioterapia y la radioterapia pueden afectar la función testicular, por lo que se debe ofrecer a todos los pacientes la posibilidad de consultar a un especialista en fertilidad para evaluar opciones de conservación de esperma antes de iniciar el tratamiento. La preservación de la fertilidad es especialmente importante para los hombres jóvenes, ya que el cáncer testicular afecta comúnmente a pacientes en edad reproductiva.
Seminomas (Estadio III)
Tras la orquiectomía radical, los pacientes con enfermedad metastásica generalmente son tratados con quimioterapia combinada que incluye cisplatino y etopósido, o una combinación de cisplatino, etopósido y bleomicina. Esta combinación ha demostrado ser eficaz para eliminar las células tumorales diseminadas y reducir la carga tumoral en casos avanzados. La quimioterapia tiene un alto índice de curación, pero el tratamiento debe ser personalizado de acuerdo con las características clínicas del paciente y la extensión de la enfermedad.
En pacientes con enfermedad metastásica de bajo volumen, como aquellos con tumores germinales seminomatosa o no seminomatosa, se puede considerar la opción de disección de ganglios linfáticos retroperitoneales. Este procedimiento tiene como objetivo extirpar cualquier ganglio linfático afectado en la región retroperitoneal, que es una zona común de metástasis en los cánceres testiculares. La disección de ganglios linfáticos retroperitoneales se emplea especialmente cuando la enfermedad metastásica es limitada a un pequeño número de ganglios, ya que se ha demostrado que es eficaz para eliminar células cancerosas residuals y mejorar los resultados a largo plazo.
Para los seminomas de bajo volumen metastásico, además de la quimioterapia, también puede considerarse la radioterapia en lugar de la disección de ganglios, ya que los seminomas son más sensibles a la radiación. La radioterapia es especialmente útil para tratar las metástasis retroperitoneales en seminomas, ya que estas lesiones responden bien a este tratamiento, reduciendo la necesidad de intervenciones quirúrgicas.
Por otro lado, los tumores no seminomatosos no son sensibles a la radioterapia, por lo que la opción de tratamiento de elección sigue siendo la quimioterapia. En estos pacientes, si los marcadores tumorales se normalizan tras la quimioterapia primaria, pero persiste una masa residual mayor de 1 cm en los estudios de imagen, se debe considerar una resección quirúrgica de la masa residual. Esto se debe a que entre el 15% y el 20% de estos pacientes tendrán células tumorales residuales en la masa, y hasta el 40% de las veces, esta masa residual puede estar formada por teratomas, que pueden no responder a la quimioterapia y requerir una intervención quirúrgica para evitar una recidiva.
En aquellos pacientes en los que los marcadores tumorales no se normalizan después de la quimioterapia primaria, es necesario administrar un tratamiento de quimioterapia de rescate, que generalmente consiste en una combinación de cisplatino, etopósido e ifosfamida. Este régimen de quimioterapia tiene como objetivo eliminar el cáncer persistente que no ha respondido al tratamiento inicial.
Seguimiento postoperatorio y vigilancia activa
El seguimiento postoperatorio es una parte esencial del tratamiento de los pacientes con cáncer testicular, incluso después de haber completado la quimioterapia. Se realiza una vigilancia activa tanto por parte del clínico como del paciente, lo que implica visitas periódicas cada 2 a 6 meses durante los primeros 2 años para monitorear cualquier signo de recurrencia de la enfermedad. En el tercer año, las visitas se espacian a cada 4 a 6 meses.
Para los pacientes con no seminomas, los marcadores tumorales deben obtenerse en cada visita. Además, se realizan radiografías de tórax (CXR) y tomografías computarizadas (TC) abdominal y pélvica cada 4 a 6 meses para vigilar posibles metástasis o recurrencias. Para los pacientes con seminomas, los marcadores tumorales se pueden obtener de manera opcional, mientras que la imagenología del tórax solo se realiza cuando está clínicamente indicado. Las TC abdominal y pélvica se realizan con regularidad cada 3 a 6 meses.
El seguimiento continúa incluso más allá de los primeros 3 años después del tratamiento, ya que se sabe que hasta el 80% de las recidivas ocurrirán dentro de los primeros 2 años. Esto subraya la importancia de un seguimiento cercano durante los primeros años tras el tratamiento inicial. Sin embargo, en casos raros, si un paciente presenta una recaída después de haber sido tratado inicialmente, generalmente puede ser curado mediante quimioterapia adicional o cirugía, lo que resalta la alta efectividad de los tratamientos actuales, incluso en las fases de recidiva.
Pronóstico
La pronóstico del cáncer testicular varía significativamente según el estadio de la enfermedad y el tipo histológico del tumor, lo que refleja la eficacia de los tratamientos actuales y el pronóstico a largo plazo. En términos generales, la supervivencia libre de enfermedad a los 5 años es uno de los indicadores más utilizados para evaluar el éxito del tratamiento y la probabilidad de recurrencia del cáncer.
Para los pacientes con seminomas en estadio I (en los que el cáncer está limitado al testículo), la supervivencia libre de enfermedad a los 5 años es extremadamente alta, alcanzando 98% en aquellos tratados con orquiectomía radical y radioterapia retroperitoneal. Este tratamiento ha demostrado ser altamente eficaz en erradicar las células tumorales, lo que se refleja en la baja tasa de recurrencias.
En pacientes con seminomas en estadio IIA (donde el cáncer ha afectado a los ganglios linfáticos retroperitoneales, pero con un diámetro tumoral menor de 2 cm), la supervivencia libre de enfermedad a los 5 años es también excelente, con tasas que oscilan entre el 92% y el 94%. Este grupo de pacientes presenta una respuesta muy favorable al tratamiento combinado de orquiectomía y radioterapia, lo que se traduce en altas tasas de curación.
Para los pacientes con seminomas en estadio III (donde el cáncer ya se ha diseminado a otras partes del cuerpo, como los pulmones o el abdomen), el tratamiento con orquiectomía seguida de quimioterapia produce una respuesta completa en el 95% de los casos. Estos pacientes, a pesar de la metástasis avanzada, tienen un pronóstico muy favorable gracias a la alta eficacia de la combinación de cirugía y quimioterapia, lo que permite erradicar la enfermedad metastásica en la mayoría de los casos.
El pronóstico para los pacientes con no seminomas también es generalmente favorable, aunque depende en gran medida de la extensión de la enfermedad al momento del diagnóstico y del tratamiento que reciban.
Para los pacientes con no seminomas en estadio I (cuando el cáncer está limitado al testículo), la supervivencia libre de enfermedad a los 5 años es de entre 96% y 100% en aquellos tratados con orquiectomía radical y, en algunos casos, con quimioterapia o vigilancia. Este grupo tiene una tasa de curación excepcionalmente alta, y el tratamiento primario mediante cirugía suele ser suficiente para evitar recaídas.
En pacientes con enfermedad metastásica de bajo volumen en estadio II (con metástasis limitadas a ganglios retroperitoneales pequeños), la supervivencia libre de enfermedad a los 5 años es también alta, con una tasa de alrededor del 90%. Esto se debe a que la quimioterapia seguida de resección quirúrgica de los ganglios afectados tiene un alto potencial curativo en estos casos.
Por otro lado, los pacientes con enfermedad retroperitoneal voluminoso o enfermedad diseminada, que requieren quimioterapia primaria seguida de cirugía, presentan una supervivencia libre de enfermedad a los 5 años que varía entre el 55% y el 80%. Este grupo tiene un pronóstico menos favorable debido a la extensión más avanzada de la enfermedad, aunque aún así la combinación de quimioterapia y cirugía ofrece una oportunidad significativa de curación, especialmente si se detecta y trata a tiempo.
El pronóstico de los pacientes con cáncer testicular está fuertemente influenciado por varios factores:
- Estadio de la enfermedad: Los pacientes en estadios tempranos (I y II) tienen tasas de supervivencia extremadamente altas, mientras que los casos en estadios más avanzados (III) tienen un pronóstico ligeramente menos favorable, aunque sigue siendo excelente con el tratamiento adecuado.
- Tipo histológico: Los seminomas tienen un pronóstico más favorable en comparación con los no seminomas, especialmente en los primeros estadios. Los seminomas responden muy bien a la radioterapia y la quimioterapia, lo que explica las altas tasas de curación.
- Respuesta al tratamiento: La capacidad de los tumores para responder al tratamiento inicial (como la quimioterapia y la radioterapia) es fundamental. Los pacientes que alcanzan una respuesta completa después de la quimioterapia tienen un pronóstico muy bueno, con tasas de recaída bajas.
- Enfermedad residual: La presencia de masas residuales después de la quimioterapia puede indicar un mayor riesgo de recurrencia. Sin embargo, la intervención quirúrgica temprana para reseccionar estas masas mejora significativamente el pronóstico a largo plazo.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Daneshmand S et al. Surgery in early metastatic seminoma: a phase II trial of retroperitoneal lymph node dissection for testicular seminoma with limited retroperitoneal lymphadenopathy. J Clin Onc. 2023;41:3009. [PMID: 36913642]
- King J et al. Management of residual disease after chemotherapy in germ cell tumors. Curr Opin Oncol. 2020;32:250. [PMID: 32168037]
- Pierorazio PM et al. Performance characteristics of clinical staging modalities for early-stage testicular germ cell tumors: a systematic review. J Urol. 2020;203:894. [PMID: 31609176]