¿Qué es la cirrosis hepática?
La cirrosis es una enfermedad crónica del hígado que se caracteriza por cambios histopatológicos en el tejido hepático. Estos cambios incluyen la formación de cicatrices y nódulos de regeneración, lo que lleva a una disminución en la masa y función hepatocelular, así como alteraciones en el flujo sanguíneo hepático. Estas características patológicas son consecuencia de la activación de las células estrelladas hepáticas y la producción excesiva de colágeno y otros componentes de la matriz extracelular.
La principal causa de la cirrosis es el daño crónico al hígado, que puede ser causado por diversas condiciones y factores, siendo la enfermedad hepática alcohólica y la hepatitis viral crónica las más comunes. Otros factores de riesgo incluyen la obesidad, la diabetes, la enfermedad del hígado graso no alcohólico y ciertos trastornos genéticos o metabólicos. El daño crónico provoca una respuesta inflamatoria persistente en el hígado, lo que lleva a la activación de las células estrelladas hepáticas.
Las células estrelladas hepáticas son células especiales que residen en el espacio de Disse, entre los hepatocitos y los sinusoides hepáticos. En condiciones normales, estas células tienen una función de almacenamiento de vitamina A y regulación del flujo sanguíneo hepático. Sin embargo, en respuesta al daño crónico, estas células se activan y se convierten en miofibroblastos, que son células responsables de la producción excesiva de colágeno y otros componentes de la matriz extracelular.
La producción excesiva de colágeno y la acumulación de otros componentes de la matriz extracelular resultan en la formación de cicatrices y fibrosis en el hígado. Estas cicatrices interfieren con la estructura normal del hígado, distorsionando la arquitectura hepática y formando nódulos de regeneración. A medida que la fibrosis progresa, los nódulos de regeneración se vuelven más prominentes y reemplazan el tejido hepático sano, lo que conduce a una disminución de la masa hepatocelular.
La disminución de la masa hepatocelular y la alteración en la estructura hepática tienen consecuencias significativas en la función del hígado. El hígado es un órgano crucial para múltiples procesos metabólicos, como la síntesis de proteínas, la desintoxicación de sustancias nocivas, el almacenamiento de vitaminas y minerales, y la producción de bilis para la digestión de grasas. Con la progresión de la cirrosis, la capacidad del hígado para llevar a cabo estas funciones se ve comprometida, lo que puede resultar en diversos síntomas y complicaciones clínicas.
Algunas de las manifestaciones clínicas comunes de la cirrosis incluyen fatiga, debilidad, pérdida de peso, ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos), prurito (picazón), ascitis (acumulación de líquido en la cavidad abdominal), edema (hinchazón) de las extremidades, encefalopatía hepática (trastornos neurológicos debido a la acumulación de toxinas en el cerebro), y trastornos de la coagulación debido a la disminución de la síntesis de factores de coagulación por parte del hígado.
Además de estas manifestaciones clínicas, la cirrosis también puede tener complicaciones potencialmente mortales. Estas complicaciones incluyen hemorragia digestiva alta, que puede ocurrir debido a la formación de várices esofágicas, que son venas dilatadas en el esófago; infecciones graves, como la peritonitis bacteriana espontánea, que puede desarrollarse debido a la presencia de ascitis; insuficiencia hepática, donde el hígado no puede realizar sus funciones esenciales de manera adecuada; y el desarrollo de carcinoma hepatocelular, un tipo de cáncer de hígado.
Anatomía del hígado
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