Las causas de la coccidiosis son diversas especies de Cryptosporidium (como Cryptosporidium parvum, Cryptosporidium hominis, entre otras), Cystoisospora belli (anteriormente conocida como Isospora belli), Cyclospora cayetanensis y especies de Sarcocystis. Por otro lado, la microsporidiosis es provocada por al menos catorce especies diferentes, siendo las más comunes Enterocytozoon bieneusi y Encephalitozoon intestinalis. Estas infecciones son de distribución mundial, especialmente prevalentes en las regiones tropicales y en áreas con condiciones de higiene deficientes. Su impacto es particularmente significativo en niños pequeños, donde causan gastroenteritis endémica, especialmente en aquellos que padecen desnutrición en países en desarrollo. También se presentan en brotes institucionales y comunitarios de diarrea, en casos de diarrea del viajero y en episodios agudos y crónicos de diarrea en pacientes inmunosuprimidos, particularmente aquellos que viven con VIH/SIDA.
Estas infecciones son notorias por su capacidad para inducir diarrea prolongada, que a menudo persiste durante varias semanas. Los brotes suelen concentrarse en hogares, guarderías y entre parejas sexuales. Los agentes infecciosos involucrados son los ooquistes (en el caso de la coccidiosis) o esporas (en el caso de la microsporidiosis), que se transmiten de persona a persona o a través del consumo de agua o alimentos contaminados, incluyendo también el contacto con agua de piscinas contaminadas.
Cuando los ooquistes son ingeridos, liberan esporozoítos que invaden y se multiplican en los enterocitos, principalmente en el intestino delgado. Estos parásitos tienen la capacidad de permanecer viables en el ambiente durante años, lo que favorece su persistencia y transmisión en condiciones ambientales adversas. Es importante señalar que tanto los ooquistes coccidianos como los quistes microsporidianos pueden resistir largos períodos en el medio ambiente, lo que aumenta el riesgo de exposición y contagio, especialmente en áreas con higiene insuficiente.
La criptosporidiosis es una zoonosis, lo que significa que puede transmitirse entre animales y humanos, aunque las infecciones en humanos se adquieren principalmente de otros seres humanos. Cryptosporidium parvum, una de las especies más comunes de este parásito, infecta principalmente a los bovinos, pero la transmisión humana está más asociada a Cryptosporidium hominis, que se transmite de persona a persona. Esta característica hace que el parásito sea altamente infeccioso, y la criptosporidiosis ha dado lugar a importantes brotes comunitarios, especialmente debido a suministros de agua contaminada, siendo también la causa principal de brotes de gastroenteritis asociados al agua recreativa, como las piscinas. En áreas en desarrollo, la criptosporidiosis es una de las principales causas de diarrea infantil, contribuyendo significativamente a la morbilidad en niños pequeños.
De acuerdo con un estudio sobre las causas de diarrea moderada a grave en Asia y África, Cryptosporidium fue identificado como el segundo patógeno más común en niños menores de dos años, lo que resalta su alta prevalencia en las regiones más afectadas por enfermedades diarreicas. Además, las especies Cystoisospora belli y Cyclospora cayetanensisparecen ser exclusivas de los humanos, lo que significa que no tienen un hospedador animal identificado en su ciclo de transmisión. En particular, Cyclospora cayetanensis ha sido responsable de varios brotes alimentarios en los Estados Unidos en los últimos años, casi siempre asociados con productos frescos importados, como frutas y verduras.
Por su parte, Sarcocystis es un parásito que infecta a una amplia gama de especies animales. En los humanos, algunas especies de Sarcocystis actúan como hospedadores intermedios, es decir, la infección ocurre cuando las personas ingieren esporocistos fecales provenientes de animales infectados. Sin embargo, los humanos también pueden ser hospedadores definitivos para Sarcocystis bovihominis y Sarcocystis suihominis, especies que requieren la ingestión de quistes tisulares presentes en carne de res y cerdo mal cocida, respectivamente. En estos casos, la infección se produce cuando los humanos consumen carne contaminada que no ha sido cocinada a temperaturas adecuadas, lo que subraya la importancia de prácticas adecuadas de higiene alimentaria y cocción.
Manifestaciones clínicas
La coccidiosis, un conjunto de infecciones causadas por protozoos del orden Eimeriida, es una de las principales causas de diarrea en diversas poblaciones a nivel mundial, especialmente en áreas con condiciones sanitarias deficientes. Entre las formas de coccidiosis más relevantes se encuentran la criptosporidiosis y la isosporiasis, cada una con características clínicas y epidemiológicas propias.
Criptosporidiosis
El período de incubación de la criptosporidiosis parece ser de aproximadamente 14 días. En los países en desarrollo, la enfermedad afecta principalmente a niños menores de 5 años, siendo responsable del 5 al 10% de los casos de diarrea infantil. Los síntomas iniciales suelen incluir diarrea acuosa aguda, dolor abdominal y calambres, aunque en la mayoría de los casos los síntomas se resuelven rápidamente. No obstante, es común que la diarrea persista durante dos semanas o más. En los países desarrollados, la criptosporidiosis afecta principalmente a adultos, siendo menos frecuente en niños. En individuos inmunocompetentes, la diarrea típicamente dura entre 5 y 10 días y suele ser acuosa, acompañada de dolor abdominal, calambres, náuseas, vómitos y fiebre. A pesar de la resolución inicial de los síntomas, no es raro que se produzcan recaídas.
Además, se observa una alta frecuencia de infección asintomática y enfermedad leve en algunos casos. La criptosporidiosis es una causa bien conocida de diarrea en personas con síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Antes de la llegada de la terapia antirretroviral altamente activa, la criptosporidiosis era especialmente prevalente en pacientes con inmunosupresión avanzada. Las manifestaciones clínicas varían, pero los pacientes comúnmente experimentan diarrea crónica, heces fétidas frecuentes, malabsorción y pérdida de peso. En casos graves, la diarrea acuosa puede ser tan intensa que constituye una amenaza para la vida. Además de los efectos intestinales, la criptosporidiosis en pacientes con SIDA puede provocar enfermedades extraintestinales, como infiltrados pulmonares acompañados de disnea y enfermedades del tracto biliar, incluyendo colangitis esclerosante y colangiopatía asociada al SIDA.
Isosporiasis
El período de incubación de Cystoisospora belli es de aproximadamente una semana. En personas inmunocompetentes, la isosporiasis generalmente causa una diarrea acuosa autolimitada que dura entre 2 y 3 semanas, con síntomas acompañantes como calambres abdominales, anorexia, malestar general y pérdida de peso. La fiebre es poco común en estos casos. No obstante, algunos pacientes pueden experimentar síntomas crónicos que persisten durante meses. En individuos inmunocomprometidos, la isosporiasis tiende a causar diarrea severa y crónica, con complicaciones como deshidratación marcada, desnutrición y colitis hemorrágica. A diferencia de la criptosporidiosis, las manifestaciones extraintestinales de la isosporiasis son extremadamente raras, pero la enfermedad sigue siendo una causa importante de diarrea en pacientes con inmunosupresión.
Ciclospora
La Cyclospora cayetanensis es un parásito protozoario que, a diferencia de otros patógenos intestinales, requiere un período de esporulación de al menos siete días después de ser excretado en las heces para que los ooquistes se vuelvan infecciosos. Debido a este proceso de esporulación, la transmisión de persona a persona es poco probable, lo que implica que la principal vía de transmisión es a través del consumo de alimentos y agua contaminados, especialmente productos frescos como frutas y verduras, que pueden ser contaminados durante su cultivo, cosecha o manejo post-cosecha.
El período de incubación de la infección por Cyclospora varía entre 1 y 11 días, y las infecciones pueden ser asintomáticas en algunas personas. En los casos sintomáticos, la enfermedad generalmente se presenta de manera similar a otras infecciones diarreicas, con diarrea acuosa, calambres abdominales, náuseas, fatiga y anorexia. En aproximadamente el 25% de los casos se observa fiebre, aunque este síntoma no es universal. La enfermedad tiene un curso prolongado, con síntomas que típicamente persisten durante al menos dos semanas y pueden extenderse durante meses si no se administra tratamiento adecuado. Las recaídas de diarrea son comunes, y algunos pacientes experimentan un prodromo similar a una infección gripal antes de la aparición de la diarrea, seguido por un periodo de fatiga persistente.
En pacientes inmunocomprometidos, la infección por Cyclospora tiende a ser más grave y duradera, con diarrea acuosa crónica, pérdida de peso significativa y malestar general. El cuadro clínico en estos individuos puede complicarse aún más debido a la debilitación del sistema inmune, lo que favorece una progresión más extensa de la enfermedad y aumenta la posibilidad de complicaciones.
Sarcocistosis
La infección por Sarcocystis es relativamente común en algunas regiones en desarrollo, aunque en la mayoría de los casos permanece asintomática. La infección se produce principalmente tras la ingestión de carne de res o cerdo mal cocida, lo que lleva a la formación de quistes en los músculos del huésped, como un mecanismo de defensa del parásito. En estos casos, la sintomatología puede incluir mialgias (dolores musculares), fiebre, broncoespasmo, erupción cutánea pruriginosa, linfadenopatía (inflamación de los ganglios linfáticos) y nódulos subcutáneos, debido a la localización de los quistes en los tejidos musculares.
Además de la infección muscular, la ingestión de esporocistos fecales de Sarcocystis también puede provocar síntomas gastrointestinales. Estos síntomas suelen estar relacionados con la infestación del sistema digestivo, pero la manifestación más común de la infección por Sarcocystis sigue siendo la formación de quistes en los músculos esqueléticos. La mayoría de los casos en personas inmunocompetentes son leves y pueden resolverse espontáneamente sin la necesidad de un tratamiento específico.
Microsporidiosis
La microsporidiosis es una enfermedad infecciosa causada por microsporidios, protozoos intracelulares obligados que tienen la capacidad de infectar una amplia variedad de tejidos y sistemas en los humanos. Estos parásitos, que pertenecen a un grupo diverso de microorganismos, son responsables de un espectro amplio de enfermedades, que varían en gravedad dependiendo del estado inmunológico del huésped. Aunque la mayoría de las infecciones por microsporidios son de origen zoonótico, es decir, transmitidas de animales a humanos, también se ha documentado la transmisión de persona a persona en ciertas circunstancias.
La principal vía de transmisión de los microsporidios es la ingestión de esporas, que son las formas infectantes del parásito. Las esporas pueden contaminar alimentos y agua, lo que hace que la infección sea común en áreas con condiciones sanitarias deficientes. Además, existe la posibilidad de transmisión por inoculación directa de esporas en los ojos, lo que puede resultar en infecciones oculares, una de las manifestaciones menos frecuentes pero destacadas de esta enfermedad.
En individuos inmunocompetentes, las infecciones por microsporidios suelen manifestarse de forma benigna y autolimitada, especialmente como episodios de diarrea que se resuelven por sí mismos. En estos casos, la infección generalmente no progresa a formas graves de enfermedad y se caracteriza por síntomas gastrointestinales leves. Sin embargo, la situación es muy diferente en individuos inmunocomprometidos, especialmente aquellos que viven con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), quienes experimentan formas mucho más graves y crónicas de la enfermedad.
En pacientes con SIDA, las especies más comúnmente implicadas son Enterocytozoon bieneusi y Encephalitozoon intestinalis, que son responsables de una diarrea crónica, que a menudo va acompañada de pérdida de peso, anorexia, distensión abdominal y desgaste generalizado. En estos casos, los síntomas pueden persistir durante meses, y la diarrea no suele resolverse sin tratamiento. A diferencia de otras infecciones, la fiebre rara vez es un síntoma significativo en las infecciones por microsporidios en pacientes inmunocomprometidos.
Además de las manifestaciones gastrointestinales, los microsporidios pueden afectar una amplia variedad de otros órganos y sistemas. En los pacientes con SIDA, se han descrito infecciones que afectan al tracto biliar (colangiopatía asociada al SIDA), infecciones genitourinarias como cistitis, así como enfermedades renales, hepáticas, peritonitis, miositis (inflamación muscular), infecciones respiratorias como sinusitis, y hasta infecciones del sistema nervioso central, como encefalitis granulomatosa. Estas infecciones diseminadas reflejan la capacidad de los microsporidios para invadir varios sistemas del cuerpo, especialmente en los pacientes con sistemas inmunitarios gravemente comprometidos.
Una de las manifestaciones más preocupantes de la microsporidiosis en personas con SIDA son las infecciones oculares, que generalmente son causadas por especies del género Encephalitozoon. Estas infecciones pueden causar conjuntivitis y queratitis, que se caracterizan por enrojecimiento ocular, fotofobia (sensibilidad a la luz) y pérdida de agudeza visual. Si no se tratan, pueden conducir a daños oculares permanentes y deterioro de la visión.
Exámenes diagnósticos
1.coccidiosis
La coccidiosis es un conjunto de infecciones intestinales causadas por protozoos coccidianos, que incluyen a Cryptosporidium, Cystoisospora, Cyclospora, y Sarcocystis. El diagnóstico de estas infecciones requiere técnicas especializadas debido a las características únicas de los patógenos involucrados, y aunque algunas de ellas pueden ser diagnosticadas mediante métodos tradicionales, los avances en técnicas moleculares y de detección de antígenos han mejorado la precisión y sensibilidad de los diagnósticos.
a. Criptosporidiosis
En la criptosporidiosis, uno de los hallazgos típicos en las heces es la ausencia de sangre o leucocitos, lo que puede ayudar a diferenciarla de otras infecciones parasitarias. Tradicionalmente, el diagnóstico se realiza mediante la detección del parásito en las heces utilizando una tinción ácido-alcohol resistente modificada. Esta técnica, aunque útil, tiene una sensibilidad limitada, por lo que se recomienda evaluar múltiples muestras antes de descartar el diagnóstico. Es importante destacar que en los análisis rutinarios para la búsqueda de huevos y parásitos no se incluye la tinción ácido-alcohol resistente modificada, por lo que este procedimiento debe ser solicitado específicamente en muchos laboratorios.
Sin embargo, los métodos modernos de detección de antígenos, como la microscopía de inmunofluorescencia, el ELISA (ensayo por inmunoabsorción ligado a enzimas) y la inmunocromatografía, han demostrado una mayor sensibilidad y especificidad, alcanzando cifras superiores al 90% en los ensayos disponibles. Estos métodos pueden considerarse los más adecuados para el diagnóstico de la criptosporidiosis. Además, existen paneles moleculares que permiten detectar Cryptosporidium y otros patógenos entéricos en las heces, aunque estos son costosos y no siempre están disponibles.
b. Isosporiasis
El diagnóstico de la isosporiasis se realiza mediante el examen de las heces con preparaciones en fresco o tras la tinción ácido-alcohol resistente modificada, en la que el parásito se distingue claramente de otros protozoos. Otras tinciones también permiten visualizar el organismo. Sin embargo, la excreción de ooquistes puede ser intermitente, lo que limita la sensibilidad del examen fecal, por lo que se recomienda examinar varias muestras para mejorar la probabilidad de detectar la infección. En algunos casos, el parásito puede ser identificado en aspirados duodenales o en biopsias del intestino delgado, lo que proporciona una alternativa diagnóstica más precisa.
c. Ciclosporiasis
El diagnóstico de ciclosporiasis se basa en la observación de las heces mediante preparaciones en fresco o con tinción ácido-alcohol resistente modificada. Dado que la excreción de ooquistes también puede ser intermitente, se requiere la evaluación de múltiples muestras para confirmar la infección. Además, la concentración de las muestras puede mejorar la sensibilidad del examen. Similar a la isosporiasis, el parásito también puede ser identificado en aspirados o biopsias del intestino delgado. En la actualidad, existen ensayos moleculares con alta sensibilidad y especificidad, que incluyen paneles de múltiples patógenos, los cuales permiten un diagnóstico más preciso, pero estos son menos accesibles y costosos.
d. Sarcocistosis
En el caso de la sarcocistosis, uno de los signos que pueden observarse en el análisis de sangre es la eosinofilia, junto con un aumento de los niveles de creatina quinasa. El diagnóstico de esta infección se basa en la identificación de los organismos ácido-alcohol resistentes en las heces, o bien, en la identificación de trofozoítos o bradizoítos en biopsias de tejido muscular afectado. Este tipo de infección puede ser más difícil de diagnosticar debido a la localización del parásito en los tejidos, por lo que a menudo se requiere una biopsia para confirmarlo.
2. Microsporidiosis
La microsporidiosis, causada por diversos géneros de microsporidios, puede diagnosticarse mediante la identificación de los organismos en muestras de heces, fluidos o tejidos que han sido sometidas a tinciones especiales, como la tinción cromotrópica de Weber. Esta tinción permite visualizar las esporas del microsporidio y diferenciarlo de otros patógenos. Para confirmar el diagnóstico y para la identificación de especies específicas, la microscopía electrónica es una herramienta útil, ya que permite observar las estructuras subcelulares del parásito.
A pesar de que existen técnicas avanzadas como la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) y el cultivo de los parásitos, estas no se utilizan de manera rutinaria debido a su mayor complejidad y costo. Sin embargo, en laboratorios especializados, estas técnicas pueden ofrecer una precisión aún mayor en la identificación del patógeno y en la especificación de las especies de microsporidios implicadas.
Tratamiento
La mayoría de las infecciones agudas causadas por coccidios y microsporidios en personas inmunocompetentes son autolimitadas, es decir, se resuelven por sí solas sin necesidad de tratamiento específico. Sin embargo, en algunos casos, particularmente cuando las infecciones son graves o crónicas, el tratamiento de apoyo puede ser necesario para manejar los síntomas y prevenir complicaciones. Esto generalmente incluye la reposición de líquidos y electrolitos, y en casos más extremos, la nutrición parenteral (administración de nutrientes por vías intravenosas). A continuación se describen los enfoques terapéuticos para las infecciones más comunes causadas por estos parásitos.
1. Coccidiosis
a. Criptosporidiosis
El tratamiento de la criptosporidiosis presenta varios desafíos, ya que no existe un agente claramente eficaz para erradicar la infección. En general, las infecciones en personas inmunocompetentes pueden resolverse por sí solas, pero en algunos casos, se han observado beneficios modestos con ciertos fármacos. El nitazoxanida, que está aprobado por la FDA para tratar esta infección, ha demostrado ser eficaz en algunos estudios. La dosificación recomendada es de 500 mg a 1 g por vía oral, dos veces al día, durante 3 días en personas inmunocompetentes, y de 2 a 8 semanas en pacientes con SIDA avanzado.
Otro tratamiento utilizado con éxito parcial es el paromomicina, un antibiótico aminoglucósido no absorbido, con una dosis recomendada de 25 a 35 mg por kg de peso corporal, administrado por vía oral durante 14 días. En pacientes inmunocomprometidos, como aquellos con SIDA, se han intentado otros agentes con resultados mixtos, incluidos azitromicina, spiramicina, calostro bovino hiperinmunizado y octreótido. Sin embargo, el tratamiento más efectivo en estos casos es la restauración de la función inmunológica a través de terapia antirretroviral efectiva, lo que ha demostrado ser crucial para el control de la enfermedad en pacientes con inmunodeficiencia avanzada.
b. Isosporiasis
La isosporiasis en personas inmunocompetentes e inmunosuprimidas se trata de manera efectiva con TMP-SMZ(trimetoprim-sulfametoxazol). La dosis estándar es de 160 mg/800 mg por vía oral, de dos a cuatro veces al día, durante 10 días, con una dosificación más alta para pacientes con SIDA. Como alternativa, se puede emplear pirimetamina (75 mg por vía oral, en cuatro dosis divididas) junto con ácido folínico (10–25 mg/día por vía oral) para evitar efectos secundarios de la pirimetamina.
Para prevenir recaídas, especialmente en pacientes con inmunosupresión persistente, se recomienda un tratamiento de mantenimiento con TMP-SMZ a baja dosis (160 mg/800 mg al día o tres veces a la semana) o Fansidar (una tableta semanal).
c. Ciclosporiasis
El tratamiento de la ciclosporiasis es similar al de la isosporiasis, y también se realiza con TMP-SMZ a las mismas dosis y duración. En pacientes con SIDA, se recomienda un tratamiento de mantenimiento a largo plazo con TMP-SMZ (160 mg/800 mg tres veces a la semana) para prevenir recaídas. En aquellos pacientes que no toleran TMP-SMZ, un tratamiento alternativo con ciprofloxacino (500 mg por vía oral, dos veces al día, durante 7 días) ha mostrado cierta eficacia, aunque con menor capacidad para eliminar el parásito en comparación con el TMP-SMZ.
d. Sarcocistosis
El tratamiento específico para la sarcocistosis aún no está completamente establecido, ya que no existen terapias estándar que se utilicen de manera universal. Sin embargo, algunos pacientes pueden responder positivamente a la albendazol o al tratamiento con TMP-SMZ, aunque la eficacia de estos tratamientos varía dependiendo de la forma y gravedad de la infección.
2. Microsporidiosis
El tratamiento de la microsporidiosis es un proceso complejo debido a la diversidad de especies involucradas y la amplia gama de manifestaciones clínicas que pueden generar, desde síntomas gastrointestinales hasta infecciones oculares y sistémicas. Esta enfermedad se caracteriza por una infección producida por protozoos intracelulares obligados, conocidos como microsporidios, que afectan principalmente a personas con sistemas inmunológicos comprometidos, como aquellos infectados con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El manejo terapéutico de esta enfermedad involucra el uso de varios fármacos, pero la eficacia de los tratamientos varía considerablemente según la especie del parásito y el estado inmunológico del paciente.
En general, los medicamentos más utilizados para tratar las infecciones por microsporidios son el albendazol y la fumagilina. El albendazol es el tratamiento de elección para la mayoría de las infecciones por microsporidios, incluidas las que afectan al tracto gastrointestinal, entre otras. Este fármaco tiene actividad contra diversas especies de microsporidios, pero su eficacia es limitada, especialmente contra Enterocytozoon bieneusi, la especie más comúnmente asociada con diarrea crónica en pacientes con SIDA. La dosificación estándar de albendazol es de 400 mg dos veces al día durante un período de 2 a 4 semanas. Sin embargo, debido a su eficacia relativamente baja contra E. bieneusi(aproximadamente 50%), en muchos casos, el tratamiento puede no eliminar completamente la infección, lo que obliga a utilizar otros enfoques terapéuticos adicionales.
Por otro lado, la fumagilina, un compuesto originalmente utilizado en la apicultura y en la acuicultura para tratar infecciones por microsporidios en abejas y peces, ha mostrado cierto beneficio en estudios clínicos para el tratamiento de la microsporidiosis en humanos. Se administra en una dosis de 20 mg tres veces al día durante 14 días y ha demostrado reducir la carga parasitaria en ciertos casos. Sin embargo, uno de los efectos secundarios más comunes de la fumagilina es la trombocitopenia reversible (reducción de plaquetas en la sangre), lo que requiere un monitoreo constante del paciente durante el tratamiento. A pesar de estos efectos adversos, la fumagilina sigue siendo una opción terapéutica válida, especialmente en infecciones oculares.
En los pacientes con SIDA y otras condiciones de inmunodeficiencia avanzada, el tratamiento de la microsporidiosis no debe limitarse al uso de fármacos antiparasitarios. Es fundamental que el tratamiento esté acompañado de terapia antirretroviral eficaz, que restaura la función inmunológica del paciente y contribuye a controlar la infección. La mejora en el sistema inmunológico es la medida más efectiva para controlar la microsporidiosis en pacientes con SIDA, ya que facilita la eliminación del parásito y reduce la frecuencia de las recaídas. De hecho, la administración de terapia antirretroviral se ha considerado el factor más importante para el control a largo plazo de esta enfermedad.
La microsporidiosis ocular, que afecta principalmente a la córnea y puede causar conjuntivitis y queratitis, se maneja de manera diferente a la microsporidiosis sistémica. El tratamiento para esta forma de la enfermedad suele incluir fumagilina tópica en una solución de 3 mg/mL, que se administra directamente en los ojos afectados. La fumagilina tópica es eficaz para tratar las infecciones corneales, pero para mejorar los resultados, generalmente se administra junto con albendazol sistémico. Además, el manejo de la microsporidiosis ocular puede incluir corticosteroides tópicos para reducir la inflamación y mejorar la curación de la córnea. En casos graves de daño corneal, se puede recurrir a la queratoplastia (trasplante de córnea) como última opción para restaurar la visión.
El tratamiento de la microsporidiosis es, por lo tanto, multifacético y depende de varios factores, incluidos el tipo de microsporidio, la localización de la infección y el estado inmunológico del paciente. El albendazol sigue siendo el pilar del tratamiento, aunque su eficacia limitada frente a algunas especies, como E. bieneusi, ha llevado a la investigación de otros medicamentos, como la fumagilina. Además, en pacientes inmunocomprometidos, la restauración de la función inmunológica mediante terapia antirretroviral es esencial para controlar la infección de manera efectiva y evitar recaídas. La combinación de estos tratamientos, junto con un manejo adecuado de las complicaciones, es fundamental para el éxito en el tratamiento de la microsporidiosis.
Prevención
La purificación del agua juega un papel crucial en el control de diversas infecciones parasitarias, ya que muchos patógenos, incluidos los responsables de enfermedades como la criptosporidiosis y la microsporidiosis, se transmiten a través del agua contaminada. La eficacia de los métodos de desinfección convencionales, como el uso de cloro, resulta insuficiente para eliminar ciertos parásitos, como los oocistos de Cryptosporidium. Estos oocistos son extremadamente resistentes a la cloración, lo que hace que el uso de cloro como único método de purificación no sea adecuado para prevenir infecciones por Cryptosporidium. Por lo tanto, se deben implementar otras estrategias más efectivas para asegurar la eliminación de estos organismos patógenos en el agua.
En particular, los individuos inmunocomprometidos, quienes son más susceptibles a infecciones graves, deben adoptar medidas adicionales para protegerse del riesgo de contagio a través del agua. Es recomendable que estos pacientes hiervan o filtren el agua potable para eliminar posibles contaminantes, ya que estos métodos son más efectivos que la cloración para destruir los oocistos de Cryptosporidium y otros parásitos resistentes. Además, se debe evitar el contacto con aguas de lagos y piscinas, que pueden estar contaminadas, ya que en estos entornos es más probable la transmisión de estos patógenos.
El control de la propagación de estas infecciones también depende de una estricta higiene en entornos institucionales, como hospitales y centros de salud, donde los pacientes inmunocomprometidos pueden estar en contacto cercano con otros. Las medidas preventivas básicas, como el lavado frecuente de manos, el uso de guantes y la desinfección adecuada de superficies y equipos, son esenciales para reducir el riesgo de transmisión de persona a persona en estos entornos. Estas prácticas son fundamentales para evitar brotes de infecciones y asegurar la protección de los pacientes más vulnerables.
En el caso de la microsporidiosis, las estrategias de prevención son menos claras, dado que los métodos óptimos aún no se han establecido de manera definitiva. Sin embargo, la purificación del agua sigue siendo una medida esencial, ya que se sabe que las esporas de los microsporidios pueden estar presentes en el agua contaminada. Para los individuos inmunocomprometidos y los pacientes hospitalizados, se recomienda adoptar precauciones relacionadas con los fluidos corporales, como el uso de equipo de protección adecuado y la implementación de protocolos estrictos de manejo de desechos. Estas medidas, combinadas con la purificación adecuada del agua, probablemente sean efectivas para reducir el riesgo de infecciones microsporidiales en estos pacientes.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.