El Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, conocido por sus siglas en inglés como MERS, es una enfermedad respiratoria grave causada por un coronavirus perteneciente a la misma familia viral que el responsable del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS). Ambos virus comparten similitudes estructurales y funcionales, y afectan predominantemente el tracto respiratorio humano, lo que puede derivar en cuadros clínicos que van desde síntomas leves hasta insuficiencia respiratoria aguda.
El coronavirus causante del MERS se identificó por primera vez en 2012 en el Reino de Arabia Saudita, donde se registraron los primeros casos confirmados. Desde entonces, aproximadamente el 75% de los casos globales se han originado en este país, consolidándolo como el epicentro del brote. Hasta octubre de 2022, se habían notificado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) un total de 2,600 casos confirmados de esta enfermedad, incluyendo 935 muertes, lo que representa una tasa de letalidad del 36%, una cifra considerablemente alta en comparación con otros coronavirus humanos.
Los pacientes afectados por el MERS han tenido comúnmente antecedentes de residencia o desplazamiento reciente por países del Medio Oriente, en particular Arabia Saudita. Además, numerosos casos se han vinculado al contacto estrecho con individuos infectados, ya sea en el entorno doméstico o en centros de atención médica. La transmisión del virus entre humanos se produce principalmente a través del contacto directo o indirecto de las membranas mucosas con gotas respiratorias generadas por personas infectadas al toser o estornudar. Aunque el virus también puede excretarse por vía fecal, aún no se ha establecido con certeza el papel que desempeña la transmisión fecal-oral en la propagación de la enfermedad.
Un aspecto relevante en la dinámica de transmisión del MERS es la participación de individuos conocidos como «superpropagadores», quienes, por diversas razones biológicas o conductuales, son capaces de transmitir el virus a un número inusualmente elevado de personas, especialmente en las fases iniciales de un brote. Asimismo, se ha reconocido la existencia de casos asintomáticos, los cuales son particularmente frecuentes entre la población pediátrica. Estos casos, pese a no presentar manifestaciones clínicas evidentes, pueden actuar como reservorios del virus y desempeñar un papel no despreciable en la diseminación del patógeno.
La transmisión de persona a persona puede tener lugar en diversos contextos. En el ámbito familiar, el contacto cercano con un paciente sintomático puede resultar en la propagación del virus entre convivientes. No obstante, una proporción significativa de los casos —entre el 10 y el 25% según estimaciones— ha estado asociada a entornos hospitalarios, donde la exposición prolongada a pacientes infectados, sumada a prácticas de control de infecciones subóptimas, ha favorecido la ocurrencia de brotes nosocomiales.
El Síndrome Respiratorio de Oriente Medio es una enfermedad viral cuya presentación clínica y evolución se ven influenciadas por diversos factores epidemiológicos, demográficos y biológicos. Uno de los aspectos fundamentales en la comprensión de esta infección es su período de incubación, que corresponde al intervalo entre la exposición al virus y la aparición de los primeros síntomas. En el caso del MERS, dicho período tiene una duración media de aproximadamente cinco días, aunque puede variar entre dos y catorce días. Esta variabilidad refleja tanto las diferencias individuales en la respuesta inmunitaria como la posible influencia de la carga viral inicial.
La distribución por edad de los casos reportados indica una mayor prevalencia entre personas de edad media, con una edad promedio de cincuenta años. No obstante, la enfermedad puede afectar a un espectro amplio de la población, desde lactantes de tan solo nueve meses hasta adultos mayores de noventa años. De forma llamativa, los hombres representan aproximadamente el 65% de los casos diagnosticados, lo que sugiere una predisposición de tipo conductual, ocupacional o inmunológica que favorece una mayor exposición o susceptibilidad en este grupo.
La gran mayoría de los individuos afectados por el MERS presentan comorbilidades o condiciones médicas subyacentes que predisponen a una evolución clínica más severa. Más del 90% de los pacientes desarrollan la enfermedad sobre un terreno biológico ya comprometido, siendo particularmente comunes la diabetes mellitus (presente en aproximadamente el 68% de los casos), la hipertensión arterial (en el 34%) y diversas enfermedades crónicas que afectan al corazón o los riñones. Estas condiciones no solo afectan la capacidad del organismo para combatir infecciones virales, sino que también incrementan la probabilidad de que el virus desencadene una respuesta inflamatoria desregulada y potencialmente letal. En este sentido, las personas con diabetes, enfermedad renal crónica, patologías pulmonares o cualquier otro trastorno que comprometa el sistema inmunológico presentan un riesgo considerablemente más elevado de desarrollar formas graves o complicadas del MERS.
Desde el punto de vista zoonótico, los camellos, en particular los dromedarios, han sido identificados como el reservorio animal primario del coronavirus causante del MERS. Diversos estudios epidemiológicos han demostrado que el contacto estrecho y frecuente con rebaños de camellos se asocia de manera significativa con un mayor riesgo de infección. Esta asociación es especialmente marcada entre personas que conviven o trabajan con estos animales, como pastores, cuidadores y comerciantes, quienes exhiben tasas más altas de anticuerpos específicos contra el virus, lo que indica infecciones previas, muchas de ellas probablemente asintomáticas.
Las características de los camellos infectados también han sido objeto de análisis. Se ha observado que los animales más comúnmente portadores del virus son hembras jóvenes, pertenecientes a rebaños en libertad o importados, lo cual sugiere una dinámica de transmisión compleja influida por factores como la edad, el sexo y el manejo de los animales. La leche cruda de camello ha sido señalada como una posible fuente de infección para los humanos, debido a la posibilidad de que contenga partículas virales viables. Aunque no se ha confirmado de forma concluyente la vía de transmisión a través de la leche, el consumo de productos no pasteurizados provenientes de estos animales constituye un factor de riesgo relevante en áreas endémicas.
Manifestaciones clínicas
El Síndrome Respiratorio de Oriente Medio es una enfermedad respiratoria aguda provocada por un coronavirus zoonótico que afecta principalmente al sistema respiratorio inferior. Su presentación clínica varía ampliamente, desde infecciones asintomáticas o leves hasta formas graves que pueden conducir a neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda y, en casos severos, a la muerte. Esta heterogeneidad clínica depende en gran medida del estado inmunológico del paciente, la presencia de comorbilidades y la carga viral inicial.
En su forma típica, el MERS se manifiesta con un cuadro respiratorio agudo que se inicia frecuentemente con fiebre, la cual está presente en hasta el 98% de los casos reportados. A esta se le asocia una tos persistente, observada en el 83% de los pacientes, y dificultad respiratoria o disnea, que ocurre en el 72% de los casos. Además, una proporción considerable de los individuos afectados experimenta escalofríos y temblores, síntomas presentes en aproximadamente el 87% de los casos, lo que sugiere una respuesta inflamatoria sistémica significativa desde las primeras etapas de la enfermedad.
Aunque el compromiso respiratorio es la manifestación predominante, no es inusual que se presenten síntomas extrapulmonares, particularmente gastrointestinales. Entre ellos, la diarrea es el síntoma más común, documentada en alrededor del 26% de los pacientes, seguida de náuseas y dolor abdominal. Estos síntomas digestivos pueden incluso preceder al inicio de los síntomas respiratorios, lo que añade complejidad al diagnóstico inicial y puede inducir a errores clínicos si no se considera el contexto epidemiológico adecuado.
La definición de caso clínico para el MERS se basa en criterios tanto clínicos como epidemiológicos. En su forma grave, un caso sospechoso se caracteriza por la presencia de fiebre igual o superior a 38 grados Celsius acompañada de neumonía o síndrome de dificultad respiratoria aguda, evidenciado por hallazgos clínicos o radiológicos. Además, deben cumplirse al menos uno de los siguientes criterios epidemiológicos: antecedente de viaje reciente, dentro de los 14 días previos al inicio de los síntomas, a la Península Arábiga o sus alrededores; contacto estrecho con un individuo sintomático que haya viajado recientemente a esta región; o pertenecer a un grupo de pacientes hospitalizados con neumonía de origen desconocido donde se esté considerando la infección por este coronavirus, en consulta con autoridades de salud pública.
En casos de presentación clínica más leve, la fiebre puede acompañarse únicamente de síntomas respiratorios inespecíficos como tos o disnea sin necesidad de que haya evidencia de neumonía. En estos pacientes, el antecedente epidemiológico cobra mayor importancia para establecer la sospecha diagnóstica. Se considera un caso probable si el paciente tuvo contacto cercano con un caso confirmado de MERS, o si estuvo presente en un establecimiento de atención médica, como paciente, visitante o personal de salud, en un país de la Península Arábiga con transmisión documentada, dentro de los 14 días previos al inicio de los síntomas.
Es relevante señalar que la fiebre, uno de los criterios clínicos clave, puede estar ausente en determinados subgrupos de pacientes. Esto incluye a lactantes, personas de edad avanzada, individuos inmunocomprometidos o aquellos que estén recibiendo medicamentos antipiréticos o inmunosupresores. En estos casos, la evaluación clínica debe ser especialmente cuidadosa, y el juicio médico debe integrar todos los elementos clínicos, epidemiológicos y de laboratorio disponibles para alcanzar un diagnóstico oportuno y preciso.
Exámenes diagnósticos
El diagnóstico y seguimiento del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio se apoyan en una serie de hallazgos clínicos, hematológicos, radiológicos y virológicos que permiten caracterizar la enfermedad y orientar las decisiones terapéuticas y de control epidemiológico. Desde el punto de vista hematológico, los pacientes afectados con MERS suelen presentar alteraciones significativas en los parámetros sanguíneos, reflejo tanto de la respuesta inmunitaria frente al virus como de los efectos directos de la infección sobre los órganos hematopoyéticos y otros tejidos.
Entre los hallazgos más comunes se encuentran la trombocitopenia, presente en aproximadamente el 36% de los casos. Esta reducción del número de plaquetas puede estar asociada a procesos inflamatorios sistémicos, consumo plaquetario en sitios de infección o daño endotelial generalizado. La linfopenia, documentada en el 34% de los pacientes, es igualmente significativa, ya que sugiere una disfunción o depleción de células inmunitarias clave, fenómeno observado también en otras infecciones por coronavirus. En contraste, un porcentaje menor de pacientes (alrededor del 11%) presenta linfocitosis, que puede reflejar una respuesta inmune compensatoria en etapas posteriores de la infección.
A nivel bioquímico, se identifican elevaciones moderadas en marcadores de daño tisular o disfunción orgánica. La lactato deshidrogenasa (LD), una enzima liberada durante la lesión celular, se encuentra aumentada en casi la mitad de los casos (49%), lo que refleja daño pulmonar o sistémico. En algunos pacientes también se reportan incrementos de las enzimas hepáticas, como la aspartato aminotransferasa (15%) y la alanina aminotransferasa (11%), hallazgos que sugieren una posible afectación hepática directa o secundaria a una respuesta inflamatoria sistémica.
Las anomalías en la radiografía de tórax son prácticamente universales en los casos sintomáticos, y constituyen un hallazgo fundamental para evaluar el compromiso pulmonar. Los patrones radiológicos incluyen aumento de las marcas broncovesiculares, infiltrados parcheados, consolidaciones lobares o multilobares, cambios intersticiales difusos, así como opacidades reticulares y nodulares. En casos más avanzados o graves, pueden observarse derrame pleural e incluso opacificación completa de un pulmón, signo de consolidación masiva. Uno de los hallazgos más característicos en tomografía computarizada y radiografía es la presencia de opacidades en vidrio esmerilado —áreas difusas de aumento de densidad que no borran completamente la arquitectura pulmonar—, a menudo acompañadas de consolidaciones, lo cual sugiere inflamación alveolar y ocupación parcial del espacio aéreo. Estos hallazgos, sin embargo, no son patognomónicos del MERS y pueden observarse en otras formas de neumonía viral, lo que obliga a un enfoque diagnóstico integrado.
El diagnóstico etiológico definitivo del MERS se realiza mediante pruebas moleculares y serológicas. La reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa (RT-PCR) constituye la prueba de referencia para la detección directa del material genético del coronavirus. Las cargas virales más elevadas se encuentran en muestras del tracto respiratorio inferior, como el lavado broncoalveolar, el esputo profundo y los aspirados traqueales, lo que hace que estas muestras sean preferidas para el diagnóstico, especialmente en pacientes hospitalizados o con enfermedad grave.
No obstante, también se recomienda el envío de hisopados nasofaríngeos y orofaríngeos, así como muestras de suero, para aumentar la sensibilidad diagnóstica y capturar diferentes fases de la infección. En casos confirmados, se aconseja la recolección seriada de muestras cada 2 a 4 días, idealmente de múltiples sitios anatómicos, con el fin de comprender mejor la dinámica de eliminación viral y su correlación con la progresión clínica.
Cuando los síntomas persisten más allá de los 14 días desde el inicio, se recomienda realizar pruebas serológicas específicas para detectar anticuerpos, las cuales deben enviarse a centros especializados como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). En estos casos, también se deben continuar recolectando muestras respiratorias para RT-PCR, dado que la persistencia viral puede prolongarse en ciertos pacientes, especialmente aquellos con inmunosupresión.
Complicaciones
La infección por el coronavirus del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio constituye una entidad clínica de curso potencialmente grave, en la que la insuficiencia respiratoria representa una de las complicaciones más frecuentes y críticas. Esta evolución hacia el deterioro respiratorio agudo ocurre como resultado de una respuesta inflamatoria intensa en el parénquima pulmonar, con afectación difusa de los alvéolos y del espacio intersticial, lo que compromete gravemente el intercambio gaseoso.
Estudios clínicos han documentado que aproximadamente el 89% de los pacientes con MERSdesarrollan una forma de enfermedad suficientemente grave como para requerir ingreso a unidades de cuidados intensivos y asistencia con ventilación mecánica invasiva. Esta necesidad tan elevada de soporte ventilatorio refleja no solo la agresividad del virus en el tejido pulmonar, sino también la frecuencia con la que la enfermedad progresa hacia una síndrome de dificultad respiratoria aguda, caracterizada por hipoxemia refractaria, infiltrados pulmonares bilaterales y pérdida de la distensibilidad pulmonar.
Comparativamente, se ha observado que los pacientes con infección por MERS-CoV tienden a progresar más rápidamente hacia la insuficiencia respiratoria que aquellos infectados por el coronavirus causante del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS). Esta progresión acelerada puede explicarse por una combinación de factores virológicos, inmunopatológicos y del huésped. Por un lado, se ha demostrado que el MERS-CoV exhibe una mayor afinidad por los neumocitos tipo II del epitelio alveolar, células esenciales en el mantenimiento de la función pulmonar y la producción de surfactante. La destrucción masiva de estas células contribuye a la disrupción de la barrera alveolo-capilar, promoviendo la acumulación de exudado inflamatorio, el colapso alveolar y el desarrollo de áreas de consolidación pulmonar.
Por otro lado, el MERS-CoV puede desencadenar una respuesta inmunitaria exacerbada, con liberación de citoquinas proinflamatorias en grandes cantidades —un fenómeno conocido como «tormenta de citoquinas»— que agrava el daño pulmonar y favorece la progresión rápida hacia la insuficiencia respiratoria. Este proceso inflamatorio sistémico también puede afectar otros órganos, incluyendo el corazón, el hígado y los riñones, contribuyendo a un estado de disfunción multiorgánica que complica aún más el manejo clínico.
Adicionalmente, la elevada prevalencia de comorbilidades en los pacientes con MERS, tales como diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedades crónicas cardíacas, pulmonares o renales, y estados de inmunosupresión, crea un terreno biológico propicio para una evolución clínica desfavorable. Estos factores predisponentes pueden limitar la capacidad del paciente para montar una respuesta inmunitaria eficiente y aumentar su vulnerabilidad frente a la agresión viral.
En este contexto, el soporte ventilatorio temprano y el manejo intensivo especializado son fundamentales para mejorar los desenlaces clínicos. La monitorización continua de los parámetros respiratorios, la adecuada oxigenación y ventilación, así como la prevención de complicaciones asociadas al uso prolongado de ventilación mecánica, como la neumonía asociada al ventilador, son aspectos esenciales del tratamiento en estos pacientes.
Tratamiento
El tratamiento del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio representa un desafío clínico considerable debido a la ausencia de una vacuna específica o de una terapia antiviral aprobada que haya demostrado eficacia definitiva contra el coronavirus causante de esta enfermedad. En consecuencia, el abordaje terapéutico se basa principalmente en medidas de soporte vital, siendo el soporte respiratorio el componente central del manejo en pacientes con enfermedad moderada a grave, especialmente aquellos que progresan hacia la insuficiencia respiratoria aguda.
La necesidad de soporte ventilatorio en la mayoría de los casos graves obedece al daño pulmonar difuso que caracteriza al MERS, el cual compromete severamente la oxigenación y la ventilación alveolar. Por ello, la implementación de estrategias de ventilación mecánica invasiva, oxigenoterapia de alto flujo, e incluso oxigenación por membrana extracorpórea en casos refractarios, constituye un pilar esencial para mantener la función respiratoria y evitar la hipoxemia severa, que puede desencadenar disfunción multiorgánica.
Dada la falta de tratamientos antivirales específicamente diseñados para este coronavirus, se han explorado terapias basadas en la experiencia acumulada con otras infecciones por coronavirus, particularmente con el virus del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV). Entre los agentes más investigados se encuentran los interferones, en particular el interferón alfa, conocidos por su capacidad para modular la respuesta inmune antiviral, así como la ribavirina, un análogo de nucleósido con actividad antiviral de amplio espectro. Algunos estudios han documentado una mejoría en la tasa de supervivencia a los 14 días en pacientes tratados con la combinación de ribavirina e interferón alfa, lo cual sugiere un posible beneficio cuando se administran en etapas tempranas de la enfermedad. No obstante, estos resultados deben interpretarse con cautela, ya que la evidencia proviene principalmente de estudios retrospectivos y de cohortes pequeñas, sin ensayos clínicos controlados de gran escala que confirmen su eficacia.
Otras terapias empleadas empíricamente incluyen el lopinavir-ritonavir, una combinación de inhibidores de proteasa utilizados en el tratamiento del VIH, y el micofenolato mofetil, un inmunosupresor con actividad antiviral in vitro contra ciertos coronavirus. Sin embargo, la eficacia clínica de estos agentes contra el MERS-CoV permanece incierta y su uso no está estandarizado, siendo considerado caso por caso, generalmente en el contexto de protocolos de investigación o bajo criterio médico especializado.
En cuanto a los macrólidos, antibióticos comúnmente utilizados por sus propiedades inmunomoduladoras además de sus efectos antimicrobianos, los estudios no han demostrado una asociación entre su uso y la reducción de la mortalidad en pacientes con MERS. Esto pone de manifiesto la necesidad de prudencia en su prescripción, evitando su uso indiscriminado en ausencia de coinfección bacteriana documentada.
Frente a esta limitada disponibilidad de tratamientos efectivos, el enfoque clínico se centra en la atención de soporte integral, que incluye monitoreo hemodinámico, manejo de comorbilidades, prevención de infecciones nosocomiales, y cuidados críticos avanzados. La identificación temprana de los casos y el inicio oportuno del soporte respiratorio y hemodinámico son fundamentales para mejorar el pronóstico.
Pronóstico
La infección por el coronavirus causante del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio se asocia con una tasa global de mortalidad considerablemente alta, estimada en aproximadamente 36% de los casos confirmados clínicamente. Esta cifra la sitúa como una de las enfermedades respiratorias virales emergentes con mayor letalidad conocida, superando significativamente la mortalidad observada en otras infecciones respiratorias virales humanas, como la influenza estacional o incluso el síndrome respiratorio agudo severo (SARS). La elevada tasa de mortalidad refleja no solo la virulencia intrínseca del MERS-CoV, sino también las características demográficas, clínicas y radiológicas de la población afectada.
Diversos factores clínicos y terapéuticos se han asociado con un mayor riesgo de mortalidad en pacientes con MERS. Entre ellos, destaca el uso de corticosteroides, que, si bien pueden modular la respuesta inflamatoria y reducir el daño pulmonar en ciertos contextos, también pueden atenuar la respuesta inmunitaria antiviral, prolongar la replicación del virus y aumentar el riesgo de infecciones oportunistas. El uso de terapia de reemplazo renal continua, necesaria en pacientes con disfunción renal aguda grave o enfermedad renal crónica descompensada, también se ha identificado como un marcador de mal pronóstico. Esta asociación probablemente refleja tanto la gravedad del estado clínico general como el compromiso multiorgánico que acompaña a la evolución más severa de la enfermedad.
Desde el punto de vista radiológico, ciertos patrones imagenológicos en la radiografía de tórax y, especialmente, en la tomografía computarizada del tórax se correlacionan con una evolución clínica más desfavorable. La afectación pulmonar difusa, caracterizada por opacidades extensas en vidrio esmerilado, consolidaciones bilaterales y pérdida de volumen pulmonar, suele indicar una etapa avanzada del proceso inflamatorio y alveolar. Además, la presencia de cambios fibróticos pulmonares —como engrosamiento septal, bronquiectasias por tracción y distorsión arquitectónica— sugiere daño pulmonar crónico o secuelas residuales, lo cual no solo se asocia con mayor necesidad de intubación orotraqueal y ventilación mecánica, sino también con un incremento en la mortalidad. Estos hallazgos radiográficos permiten no solo evaluar la gravedad inicial, sino también anticipar complicaciones respiratorias a largo plazo.
La edad avanzada constituye otro de los determinantes pronósticos más robustos en la evolución del MERS. Las personas mayores presentan una mayor susceptibilidad a formas graves de la enfermedad, debido a una combinación de factores como la inmunosenescencia, la presencia de comorbilidades crónicas (cardiovasculares, metabólicas, pulmonares o renales) y una menor reserva fisiológica. Esta población también tiende a presentar una respuesta inflamatoria más disfuncional, lo que incrementa la probabilidad de daño pulmonar severo, disfunción multiorgánica y complicaciones asociadas a la hospitalización prolongada.
En lo que respecta a los resultados funcionales en los sobrevivientes, se ha observado que estos son, en términos generales, similares a los observados en otras enfermedades respiratorias virales agudas graves, como el SARS, la influenza pandémica o el COVID-19. Muchos pacientes recuperados experimentan una recuperación funcional progresiva, aunque pueden persistir secuelas respiratorias, como disminución de la capacidad vital forzada o alteraciones en la difusión pulmonar, así como manifestaciones psicológicas y físicas propias del síndrome postcuidados intensivos. Estas secuelas pueden requerir rehabilitación pulmonar, seguimiento clínico prolongado y apoyo psicológico.
Prevención
La prevención y el control del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio requieren un enfoque integral que combine medidas clínicas, epidemiológicas y de salud pública, dado el carácter zoonótico y altamente transmisible del virus en ciertos entornos. Uno de los pilares fundamentales en la contención de esta enfermedad es la implementación rigurosa de estrategias de aislamiento y cuarentena, dirigidas tanto a los pacientes confirmados como a los contactos cercanos, incluyendo familiares y personal sanitario.
El aislamiento estricto de los casos confirmados es esencial para interrumpir la cadena de transmisión del virus, especialmente en el entorno hospitalario, donde se ha documentado un número significativo de casos secundarios. Las medidas de control de infecciones en los centros de salud deben ser aplicadas con el máximo rigor, lo que incluye el uso de equipos de protección personal adecuados, protocolos estandarizados para el manejo de secreciones respiratorias, y la restricción del número de personas que entran en contacto con los pacientes. Estas medidas son particularmente críticas durante la realización de procedimientos que generan aerosoles —como la intubación, la broncoscopia o la aspiración de secreciones— los cuales incrementan notablemente el riesgo de transmisión.
La cuarentena domiciliaria se recomienda para personas expuestas al virus que aún no presentan síntomas, especialmente si han tenido contacto estrecho con casos confirmados. Esta medida preventiva reduce el riesgo de diseminación comunitaria, al mismo tiempo que permite una vigilancia activa de los contactos durante el periodo de incubación del virus, que puede extenderse hasta 14 días. Además, se ha demostrado que la profilaxis postexposición con ribavirina y lopinavir/ritonavir en trabajadores de la salud reduce en aproximadamente un 40% el riesgo de adquirir la infección, lo que respalda su uso en contextos de exposición de alto riesgo, siempre bajo supervisión médica.
En el contexto de la vigilancia epidemiológica, es fundamental mantener una coordinación estrecha con las autoridades de salud pública. La notificación oportuna de casos sospechosos, confirmados o contactos estrechos permite implementar medidas rápidas de contención y facilita la recopilación de datos esenciales para la comprensión del comportamiento del virus. Esta colaboración es clave no solo para el control local de brotes, sino también para la respuesta global ante amenazas emergentes.
Dado que Arabia Saudita es el epicentro de la mayoría de los casos reportados, se deben aplicar medidas especiales a los viajeros internacionales, en particular a los millones de peregrinos que anualmente visitan los lugares sagrados del Islam. Estos viajeros deben ser instruidos sobre la importancia del lavado frecuente de manos, la higiene respiratoria y el evitar el contacto con personas sintomáticas. Asimismo, es crucial realizar una evaluación clínica exhaustivaen personas que presenten síntomas respiratorios dentro de los 14 días posteriores a su regreso de la región, para descartar una posible infección por MERS-CoV.
Otro componente crítico en la prevención es la intervención en el entorno zoonótico, particularmente en relación con los camellos dromedarios, que son considerados el principal reservorio del virus. Los trabajadores que manejan camellos —como aquellos en mataderos, mercados, establos, carreras y clínicas veterinarias— están expuestos a un alto riesgo y deben utilizar protección facial, ropa impermeable y guantes, así como practicar una higiene estricta, que incluye el lavado de manos después de cualquier contacto con los animales. Además, deben evitar llevar ropa contaminada al hogar, cambiarse y ducharse en el lugar de trabajo para prevenir la exposición de sus familias a posibles fómites infectados.
El contacto directo con camellos debe ser evitado en la medida de lo posible, dado que estos animales pueden estar infectados de forma asintomática pero eliminar el virus a través de secreciones nasales, oculares, leche, orina y heces. Los camellos infectados deben ser aislados de otros animales, excluidos de los mercados y, cuando sea necesario, sus productos deben ser destruidos o enterrados para evitar su introducción en la cadena alimentaria. Estas medidas deben estar acompañadas de campañas de educación públicadirigidas a las comunidades que trabajan con camellos, a fin de concienciar sobre los riesgos asociados y promover prácticas de manejo seguro.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Kandeel M. An overview of the recent progress in Middle East Respiratory Syndrome Coronavirus (MERS-CoV) drug discovery. Expert Opin Drug Discov. 2023;18:385. [PMID: 36971501]