Dismenorrea primaria

La dismenorrea primaria es un tipo de dolor menstrual que ocurre durante el ciclo menstrual en ausencia de afecciones patológicas subyacentes. Esta condición está asociada a los procesos fisiológicos normales del ciclo menstrual y se caracteriza por la aparición de dolor en la región abdominal baja, típicamente antes o durante el inicio de la menstruación. Este dolor puede tener una intensidad variable, desde leve hasta severo, y se asocia con la contracción del músculo uterino y otros cambios hormonales que ocurren durante la menstruación.
El mecanismo fisiopatológico subyacente de la dismenorrea primaria está estrechamente relacionado con la liberación de prostaglandinas, que son sustancias similares a hormonas que se producen en el revestimiento del útero durante la menstruación. Las prostaglandinas facilitan las contracciones uterinas, y cuando se liberan en exceso, pueden provocar contracciones uterinas muy intensas y prolongadas, que reducen el flujo sanguíneo al útero y, como resultado, causan dolor. Además, se ha observado que el aumento en los niveles de estas sustancias también puede generar una mayor sensibilidad a los estímulos dolorosos en las personas afectadas.
La dismenorrea primaria generalmente comienza a manifestarse dentro de uno a dos años después de la menarquia, que es el primer episodio menstrual en la vida de una persona. En los primeros años, los síntomas suelen ser leves, pero con el paso del tiempo pueden volverse más intensos. En muchos casos, la intensidad del dolor aumenta progresivamente con la edad hasta alcanzar su punto máximo en los primeros 20 años de vida. La prevalencia de la dismenorrea alcanza su mayor frecuencia en este período de la vida, pero conforme la persona envejece y tiene hijos, los síntomas tienden a disminuir. La paridad, es decir, el número de hijos que una persona ha tenido, también juega un papel importante en la evolución de la condición, ya que se ha observado que las personas que han tenido hijos experimentan menos dolor menstrual en comparación con aquellas que no han tenido partos.
Estudios epidemiológicos indican que entre la mitad y tres cuartas partes de las personas menstruales experimentan algún grado de dismenorrea en algún momento de su vida, lo que implica que es una de las condiciones más comunes asociadas con la menstruación. Sin embargo, solo entre el 5 y el 6 % de las personas afectadas experimentan un dolor tan intenso que resulta incapacitante. Este dolor puede interferir con las actividades diarias y afectar significativamente la calidad de vida de quienes lo padecen. Aunque la dismenorrea primaria no está asociada con ninguna enfermedad subyacente, su impacto en la salud física y emocional de las personas afectadas es considerable.
Es importante señalar que, debido a la ausencia de hallazgos patológicos, la dismenorrea primaria se diferencia de la dismenorrea secundaria, que está vinculada a trastornos ginecológicos como la endometriosis o los fibromas uterinos. La dismenorrea primaria se considera una respuesta fisiológica normal del cuerpo a los cambios hormonales y físicos que ocurren durante el ciclo menstrual. El tratamiento generalmente se centra en el alivio del dolor, y puede incluir el uso de analgésicos, métodos anticonceptivos hormonales para regular el ciclo menstrual o cambios en el estilo de vida, como la práctica regular de ejercicio y la reducción del estrés. Sin embargo, es fundamental que cualquier persona que experimente dolor menstrual incapacitante o persistente consulte a un profesional de salud para descartar posibles condiciones médicas subyacentes.
Manifestaciones clínicas
La dismenorrea primaria se caracteriza por la presencia de dolor pélvico de intensidad variable que, típicamente, se localiza en la región inferior del abdomen, en la línea media del cuerpo. Este dolor suele presentarse en forma de cólicos, es decir, contracciones dolorosas del útero, que pueden irradiarse hacia otras áreas cercanas, como la espalda baja o los muslos internos. La irradiación del dolor se debe a la proximidad de los nervios que inervan estas áreas con los nervios del útero, lo que facilita la transmisión del dolor a otras zonas cercanas.
En cuanto a la duración de los cólicos, estos pueden extenderse desde unas pocas horas hasta varios días, y suelen coincidir con el inicio y el transcurso de la menstruación. En algunos casos, el dolor puede llegar a ser persistente y durar más de un día, lo que puede generar un impacto significativo en la calidad de vida de la persona afectada.
Además del dolor pélvico, la dismenorrea primaria se asocia frecuentemente con una serie de manifestaciones sistémicas que incluyen náuseas, diarrea, dolor de cabeza y enrojecimiento. Estas manifestaciones son el resultado de la interacción de diversos mecanismos fisiológicos relacionados con la menstruación y la liberación de ciertas sustancias químicas en el cuerpo, como las prostaglandinas. Las náuseas y la diarrea, por ejemplo, son comunes debido a la estimulación del sistema gastrointestinal por las prostaglandinas, que también tienen un efecto sobre los músculos lisos del tracto digestivo.
El mecanismo fisiopatológico del dolor en la dismenorrea primaria se basa en una serie de eventos que involucran la contracción del músculo uterino y la reducción del suministro sanguíneo al útero. Las prostaglandinas, que son sustancias hormonales liberadas en el útero durante la menstruación, inducen contracciones intensas y sostenidas del músculo uterino. Estas contracciones, aunque necesarias para la expulsión del tejido endometrial durante la menstruación, pueden volverse excesivas en las personas con dismenorrea primaria, lo que resulta en dolor intenso. Además, la contracción prolongada del útero provoca una vasoconstricción, es decir, un estrechamiento de los vasos sanguíneos uterinos, lo que genera anoxia (falta de oxígeno) en el tejido uterino y contribuye al dolor.
El examen físico pélvico en personas con dismenorrea primaria suele ser normal cuando no están menstruando. Durante el período menstrual, el examen pélvico puede generar cierto grado de incomodidad debido a la sensibilidad incrementada de la zona, especialmente cuando se realizan maniobras de palpación o presión sobre el área del útero. Sin embargo, es importante destacar que, a pesar de la incomodidad, no se observan hallazgos patológicos durante el examen, lo que distingue a la dismenorrea primaria de otras condiciones ginecológicas, como la endometriosis o los fibromas uterinos, que sí pueden generar hallazgos anormales durante la exploración física. Este aspecto es crucial, ya que la ausencia de hallazgos patológicos en el examen físico es uno de los principales criterios para el diagnóstico de dismenorrea primaria, lo que implica que el dolor está relacionado con el proceso fisiológico normal de la menstruación y no con una enfermedad subyacente.
Tratamiento
El tratamiento de la dismenorrea primaria tiene como objetivo aliviar el dolor y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas, ya que esta condición puede resultar incapacitante en algunos casos. El manejo terapéutico de la dismenorrea primaria se basa principalmente en el uso de medicamentos y métodos que reduzcan la intensidad del dolor y modulen los factores fisiológicos involucrados en su aparición.
Uno de los tratamientos más efectivos para la dismenorrea primaria son los medicamentos antiinflamatorios no esteroides, conocidos como AINEs. Entre estos, el ibuprofeno, el ketoprofeno, el ácido mefenámico y el naproxeno son comúnmente utilizados debido a sus propiedades analgésicas, antiinflamatorias y antipiréticas. Estos medicamentos actúan inhibiendo la síntesis de las prostaglandinas, sustancias químicas involucradas en la inducción de las contracciones uterinas y la mediación del dolor. Al reducir los niveles de prostaglandinas, los AINEs disminuyen la intensidad de las contracciones uterinas y, por ende, alivian el dolor asociado con la dismenorrea primaria. Para obtener un alivio óptimo, se recomienda iniciar el tratamiento con AINEs uno o dos días antes del inicio esperado de la menstruación, ya que este enfoque proactivo puede prevenir o reducir la gravedad del dolor. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el uso prolongado o excesivo de AINEs puede estar asociado con efectos adversos gastrointestinales y renales, por lo que su administración debe ser supervisada por un profesional de salud.
Otra opción terapéutica eficaz son los anticonceptivos hormonales combinados, que incluyen píldoras, parches o anillos vaginales que contienen una combinación de estrógenos y progestágenos. Estos anticonceptivos funcionan regulando el ciclo menstrual y reduciendo la cantidad de prostaglandinas producidas en el útero. Al hacerlo, disminuyen las contracciones uterinas dolorosas y ayudan a suprimir los síntomas de la dismenorrea primaria. Además de los anticonceptivos hormonales combinados, existen otros métodos hormonales que también pueden ser efectivos, como el acetato de depo-medroxiprogesterona, el implante subdérmico de etonogestrel (Nexplanon) y el dispositivo intrauterino hormonal (DIU hormonal). Estos métodos hormonales tienen el beneficio adicional de ofrecer una solución más prolongada, ya que actúan en el control del ciclo menstrual durante un período de tiempo más largo. El uso de estos tratamientos hormonales, sin embargo, debe ser evaluado según las necesidades individuales de la persona y sus preferencias, así como los posibles efectos secundarios.
Además de los tratamientos farmacológicos, existen terapias no farmacológicas que han mostrado algún beneficio en el alivio de los síntomas de la dismenorrea primaria. Una de estas terapias es el uso de calor local, que se puede aplicar en el área abdominal baja mediante compresas calientes o parches térmicos. El calor favorece la relajación muscular, mejora la circulación sanguínea y alivia las contracciones uterinas, lo que puede resultar en un alivio significativo del dolor. También se ha demostrado que el ejercicio regular puede ayudar a reducir la intensidad de la dismenorrea, ya que la actividad física estimula la liberación de endorfinas, sustancias químicas en el cerebro que actúan como analgésicos naturales.
La estimulación eléctrica nerviosa transcutánea de alta frecuencia (TENS, por sus siglas en inglés) es otra opción terapéutica no invasiva que ha mostrado resultados prometedores. Este tratamiento consiste en la aplicación de impulsos eléctricos de baja frecuencia sobre la piel, lo que puede reducir la percepción del dolor mediante la activación de las vías nerviosas que interfieren con las señales dolorosas. Aunque la estimulación TENS puede ser efectiva para algunas personas, su uso en la dismenorrea primaria tiene una evidencia limitada en comparación con los tratamientos farmacológicos y hormonales. No obstante, puede ofrecer una alternativa para aquellos pacientes que prefieren evitar los medicamentos o las terapias hormonales.
Fuente y lecturas recomendadas:
- American College of Obstetricians and Gynecologists. Chronic pelvic pain: ACOG Practice Bulletin, Number 218. Obstet Gynecol. 2020;135:e98. [PMID: 32080051]
- Horne AW et al. Pathophysiology, diagnosis, and management of endometriosis. BMJ. 2022;379:e070750. [PMID: 36375827] Parsons BA et al. Management of chronic primary pelvic pain syndromes. BJU Int. 2022;129:572. [PMID: 34617386]
