Las especies del género Bartonella son responsables de una amplia gama de síndromes clínicos debido a su capacidad para infectar diferentes tejidos y células del organismo humano, generando respuestas inflamatorias y vasculoproliferativas variadas. Una manifestación destacada de la infección por Bartonella es la angiomatosis bacilar, una enfermedad caracterizada por la proliferación anormal de vasos sanguíneos, que suele afectar principalmente a personas con sistemas inmunitarios comprometidos. Además, se han descrito múltiples infecciones atípicas causadas por estas bacterias, que incluyen retinitis (inflamación de la retina), encefalitis (inflamación del cerebro), osteomielitis (infección ósea) y cuadros de bacteriemia persistente, así como endocarditis, especialmente cuando los cultivos para detectar otras causas resultan negativos. Esta última condición debe ser considerada en pacientes con endocarditis que no presentan resultados positivos en cultivos convencionales, ya que Bartonella puede ser una causa subyacente frecuente en estos casos.
Bartonella quintana
Entre las distintas especies, Bartonella quintana es especialmente reconocida por ser el agente causal clásico de la fiebre de las trincheras, una enfermedad febril recurrente transmitida principalmente por piojos, aunque también se ha asociado a garrapatas. Históricamente, esta enfermedad se ha presentado de forma epidémica en grupos de soldados infestados con piojos durante conflictos bélicos, y de manera endémica en ciertas regiones geográficas. En tiempos más recientes, se ha identificado un equivalente urbano de la fiebre de las trincheras, especialmente entre personas en situación de calle, incluyendo casos reportados en lugares como Colorado hasta fechas tan recientes como 2020. La infección ocurre cuando los residuos fecales de los piojos infectados entran en contacto con áreas de piel lesionada o dañada, facilitando la entrada de la bacteria al organismo.
El inicio de los síntomas es abrupto, con fiebre que puede durar entre dos y cinco días y que tiende a reaparecer en forma de episodios recurrentes, aunque también se han documentado casos con fiebre persistente o episodios febriles aislados. Los pacientes suelen experimentar debilidad generalizada, cefalea intensa y dolor marcado detrás de los ojos, así como molestias severas en la espalda y en las piernas, especialmente en las espinillas. Además, pueden presentarse linfadenopatías (inflamación de ganglios linfáticos), esplenomegalia (aumento del tamaño del bazo) y un exantema maculopapular transitorio. El diagnóstico diferencial de esta enfermedad incluye otros cuadros febriles autolimitados, como el dengue, leptospirosis, malaria, fiebre recurrente y tifus, que comparten algunos signos y síntomas clínicos.
Aunque no existe un consenso absoluto sobre el tratamiento óptimo, los expertos recomiendan el uso de doxiciclina a una dosis de 100 miligramos administrados por vía oral dos veces al día durante cuatro semanas. Esta terapia debe combinarse durante las primeras dos semanas con gentamicina, a razón de 3 mg/kg administrados por vía intravenosa una vez al día, o bien con rifampicina, en dosis de 300 miligramos por vía oral dos veces al día, para maximizar la efectividad contra la infección.
Bartonella henselae
Bartonella henselae es la bacteria responsable clásica de la enfermedad conocida como arañazo de gato, una infección aguda que afecta principalmente a niños y adultos jóvenes. La transmisión ocurre de manera directa desde los gatos al ser humano, usualmente a través de arañazos o mordeduras que permiten la inoculación de la bacteria en la piel. En el sitio de inoculación, suele desarrollarse en pocos días una lesión cutánea que puede manifestarse como una pápula o una pequeña úlcera. Entre una y tres semanas después de la exposición inicial, el cuadro clínico evoluciona con la aparición de síntomas sistémicos como fiebre, cefalea y malestar generalizado.
El signo más característico de esta infección es la inflamación regional de los ganglios linfáticos cercanos al sitio de inoculación, fenómeno conocido como linfadenitis regional. Estos ganglios linfáticos se agrandan y pueden volverse dolorosos; en algunos casos, pueden incluso supurar, formando abscesos. Desde el punto de vista diagnóstico, la linfadenopatía asociada a esta enfermedad puede confundirse con otras patologías que provocan inflamación ganglionar, tales como neoplasias, tuberculosis, linfogranuloma venéreo o linfadenitis bacterianas de origen diferente. Por lo general, el diagnóstico se establece clínicamente, basándose en la historia epidemiológica y la presentación sintomática. No obstante, para confirmar la infección pueden utilizarse técnicas complementarias como la serología específica, cultivos especiales para Bartonella, la reacción en cadena de la polimerasa, o la biopsia excisional del ganglio afectado.
La biopsia ganglionar revela una linfadenitis necrotizante, aunque esta característica no es exclusiva de la enfermedad por arañazo de gato, por lo que debe interpretarse en el contexto clínico adecuado. La mayoría de los casos de enfermedad por arañazo de gato son autolimitados y se resuelven sin necesidad de tratamiento. Sin embargo, cuando se presenta linfadenitis significativa, se recomienda el uso de antibióticos como la azitromicina, administrada inicialmente en dosis de 500 miligramos por vía oral una vez, seguida de 250 miligramos diarios durante cuatro días, con el objetivo de acortar la duración de la enfermedad y prevenir complicaciones.
En casos poco frecuentes, la infección puede diseminarse más allá de los ganglios linfáticos regionales y afectar órganos como el hígado y el bazo, o involucrar el sistema nervioso central, manifestándose como encefalitis u otras complicaciones neurológicas, lo cual representa un cuadro clínico mucho más grave y que requiere un manejo médico especializado.
Formas diseminadas de la infección por Bartonella
Las formas diseminadas de la infección por Bartonella representan manifestaciones clínicas severas que suelen presentarse con mayor frecuencia en pacientes inmunocomprometidos, tales como aquellos en etapas avanzadas de la infección por el virus de inmunodeficiencia humana o receptores de trasplantes de órganos sólidos. Entre las especies involucradas con mayor frecuencia en estas infecciones se encuentran Bartonella quintana y Bartonella henselae, aunque otras especies del género también pueden causar enfermedad en humanos.
Una de las expresiones clínicas más características de la infección diseminada es la angiomatosis bacilar, que se manifiesta mediante la formación de lesiones vasculoproliferativas tanto en la piel como en órganos internos. Desde el punto de vista histopatológico, estas lesiones son distintivas y reflejan la proliferación anormal de vasos sanguíneos inducida por la presencia de la bacteria. Además, la infección puede involucrar otras estructuras, dando lugar a cuadros como la peliosis hepática, una condición marcada por la formación de quistes sanguíneos en el hígado, así como endocarditis, una infección del revestimiento interno del corazón, y retinitis, que afecta la retina.
En el caso de la endocarditis asociada a Bartonella, los cultivos sanguíneos suelen resultar negativos debido a la naturaleza fastidiosa de este microorganismo, que presenta requerimientos especiales para su crecimiento en medios de cultivo. Por esta razón, el diagnóstico requiere generalmente pruebas serológicas específicas, tales como la detección de títulos elevados de anticuerpos mediante técnicas de inmunofluorescencia indirecta, o la identificación del ADN bacteriano mediante la reacción en cadena de la polimerasa aplicada sobre muestras de sangre o tejido afectado.
Las formas diseminadas de la infección exigen un tratamiento antibiótico prolongado y, por lo general, la combinación de dos agentes antimicrobianos para asegurar una adecuada erradicación del patógeno. En el tratamiento de la endocarditis por Bartonella, se emplea habitualmente doxiciclina a una dosis de 200 miligramos diarios, administrados en dos tomas, ya sea por vía oral o intravenosa. Este esquema se complementa con rifampicina, 300 miligramos dos veces al día por vía oral o intravenosa durante las primeras seis semanas, o, en caso de contraindicación para rifampicina, con gentamicina administrada a razón de 3 miligramos por kilogramo al día por vía intravenosa durante dos semanas. Posteriormente, se continúa con monoterapia con doxiciclina para completar un tratamiento total de al menos tres meses. En aquellos pacientes que requieran cirugía valvular, la duración del tratamiento antibiótico puede ajustarse en función del procedimiento realizado.
Es importante destacar que, a pesar del tratamiento adecuado, pueden presentarse recaídas, lo que subraya la necesidad de un seguimiento cuidadoso y prolongado en estos pacientes con formas diseminadas de infección por Bartonella.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Akram SM. Bacillary angiomatosis. In: StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2023. [PMID: 28846267]
- Okaro U et al. Bartonella species, an emerging cause of bloodculture-negative endocarditis. Clin Microbiol Rev. 2017;30:709. [PMID: 28490579]
- Okorji O et al. Trench fever. In: StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2023. [PMID: 32965930]