Giardiasis
Giardiasis

Giardiasis

La giardiasis es una infección protozoaria que afecta principalmente el intestino delgado, especialmente la parte superior del mismo, y es causada por el flagelado Giardia lamblia (también conocido como Giardia intestinalis o Giardia duodenalis). Este parásito se encuentra en todo el mundo, siendo más prevalente en regiones donde existen condiciones de saneamiento deficiente. En los países en desarrollo, los niños pequeños son los más afectados por esta infección. En países como Estados Unidos y en Europa, Giardia es el patógeno protozoario intestinal más común.

Los grupos que presentan un mayor riesgo de contraer esta enfermedad incluyen a los viajeros que se dirigen a zonas endémicas de Giardia, las personas que consumen agua contaminada durante actividades recreativas o en viajes por zonas silvestres, los hombres que tienen sexo con hombres, y aquellos con sistemas inmunológicos comprometidos. Los brotes de giardiasis son frecuentes en entornos como hogares, guarderías infantiles, y centros residenciales, y también pueden originarse a partir del consumo de agua contaminada.

El parásito se presenta en las heces en dos formas: como un trofozoíto flagelado y como un quiste. Sin embargo, solo la forma quística es infecciosa a través de la vía oral, mientras que los trofozoítos se destruyen debido a la acidez gástrica del estómago. El ser humano actúa como reservorio para este patógeno, aunque se ha planteado que animales como perros, gatos, castores y otros mamíferos podrían estar implicados como reservorios, aunque no se ha confirmado de manera definitiva. Los quistes de Giardia pueden sobrevivir en el ambiente durante semanas o incluso meses, siempre que las condiciones sean húmedas y frescas.

La transmisión de los quistes ocurre principalmente debido a la contaminación fecal del agua o los alimentos, por contacto directo entre personas o a través de prácticas sexuales anales-orales. El número de quistes necesarios para causar infección es bajo, pudiendo ser tan solo 10 quistes. Una vez que los quistes son ingeridos, los trofozoítos emergen en el duodeno y el yeyuno, donde se adhieren a las células epiteliales del intestino. A pesar de que la invasión de la mucosa y el daño epitelial son poco comunes, la infección puede persistir y causar síntomas gastrointestinales.

Factores como la hipogammaglobulinemia, niveles bajos de inmunoglobulina A secretora en el tracto gastrointestinal, la aclorhidria (ausencia de ácido en el estómago) y la malnutrición favorecen el desarrollo de la infección por Giardia en individuos susceptibles.

 

Manifestaciones clínicas

Se estima que aproximadamente el 50% de las personas infectadas por Giardia no presentan síntomas evidentes de la infección, mientras que alrededor del 10% se convierten en portadores asintomáticos de quistes, es decir, personas que excretan los quistes del parásito sin mostrar signos de enfermedad. Entre el 25% y el 50% restante desarrolla un síndrome diarreico agudo, que puede variar en severidad. La diarrea aguda generalmente se resuelve de manera espontánea, pero con frecuencia es seguida por una fase crónica de diarrea persistente.

El periodo de incubación de la enfermedad suele ser de 1 a 3 semanas, aunque en algunos casos puede extenderse más allá de este rango. Los primeros síntomas pueden aparecer de manera gradual o repentina. La fase aguda de la infección, aunque suele ser autolimitada, puede durar desde algunos días hasta varias semanas. Durante esta etapa, la persona afectada puede experimentar una diarrea acuosa abundante que, en algunos casos, requiere hospitalización debido a la deshidratación, especialmente en niños pequeños, quienes son más vulnerables a las complicaciones derivadas de la pérdida de líquidos y electrolitos.

En la fase crónica de la enfermedad, los síntomas típicos incluyen cólicos abdominales, distensión, flatulencias, náuseas, malestar general y pérdida de apetito. La fiebre y el vómito son infrecuentes. En esta etapa, la diarrea tiende a ser menos severa que en la fase aguda, pero las heces suelen ser grasosas, espumosas y malolientes, sin presencia de sangre, pus o moco. La diarrea puede ser diaria o recurrente, y pueden presentarse periodos de estreñimiento entre los episodios. Los síntomas pueden persistir durante semanas o incluso meses, y en muchos casos se asocia con una pérdida de peso considerable.

El curso crónico de la giardiasis puede ocasionar una malabsorción de nutrientes, lo que conduce a una enteropatía con pérdida de grasa y proteínas, y a deficiencias vitamínicas, debido a la alteración de la capacidad del intestino para absorber adecuadamente los nutrientes esenciales. Estos trastornos pueden contribuir a un empeoramiento del estado nutricional del paciente, especialmente si la infección no se trata adecuadamente.

 

Exámenes diagnósticos

La mayoría de los pacientes buscan atención médica después de haber estado enfermos durante más de una semana, a menudo con una pérdida de peso de 5 kilogramos o más. Las heces en general no presentan sangre ni leucocitos, lo que ayuda a diferenciar la giardiasis de otras infecciones intestinales bacterianas o parasitarias. El diagnóstico de la giardiasis se realiza tradicionalmente mediante la identificación de trofozoítos o quistes en las muestras de heces. La microscopía, junto con la prueba de anticuerpos fluorescentes directos, es considerada el método diagnóstico de elección.

Cuando se realiza un análisis de heces, se puede identificar motilidad en los trofozoítos mediante una preparación en fresco de heces líquidas. Por otro lado, los especímenes fijados y teñidos pueden mostrar tanto los quistes como los trofozoítos, lo que facilita la identificación del parásito. Sin embargo, la sensibilidad de los análisis de heces no es perfecta, estimándose que ronda entre el 50% y el 80% en una sola muestra. Sin embargo, cuando se analizan tres muestras de heces, la sensibilidad aumenta por encima del 90%, lo que mejora las probabilidades de diagnóstico.

En pacientes con síntomas graves o inmunocomprometidos, una biopsia duodenal puede ser útil para confirmar el diagnóstico, dado que en estos casos los análisis de heces pueden ser menos efectivos. En situaciones donde se sospecha de giardiasis, los ensayos de antígenos en heces ofrecen una alternativa más simple y económica a la repetición de los exámenes de heces, aunque cabe destacar que estos ensayos no permiten la identificación de otros patógenos intestinales que puedan estar presentes.

Existen diversas pruebas diagnósticas que permiten la identificación de antígenos específicos de los trofozoítos o quistes en las heces, como los ensayos rápidos de inmunocromatografía en cartucho y los inmunoensayos enzimáticos. Estas pruebas son generalmente muy sensibles (85%–98%) y específicas (90%–100%), lo que las convierte en herramientas confiables para el diagnóstico. Además, existen paneles moleculares que reconocen a Giardia y otros enteropatógenos en las muestras de heces, pero su costo elevado limita su uso en la práctica clínica habitual.

 

Tratamiento

El tratamiento de elección para la giardiasis se basa en el uso de medicamentos como el tinidazol y el metronidazol. El tinidazol se administra en una dosis única de 2 gramos por vía oral, mientras que el metronidazol se toma en una dosis de 250 miligramos tres veces al día durante un periodo de 5 a 7 días. Aunque ambos fármacos son generalmente efectivos, no siempre garantizan la cura en todos los casos. Las tasas de curación tras un único ciclo de tratamiento suelen ser del 80% al 95%, dependiendo de la respuesta individual del paciente y de la carga parasitaria.

Estos medicamentos, aunque eficaces, no están exentos de efectos secundarios. Las toxicidades asociadas a su uso son similares a las que se observan en el tratamiento de la amebiasis, aunque las dosis más bajas empleadas para el tratamiento de la giardiasis tienden a limitar los efectos adversos. A pesar de esto, los efectos secundarios pueden incluir náuseas, malestar abdominal y, en algunos casos, alteraciones en la función hepática.

Existen otros fármacos que también muestran eficacia en el tratamiento de la giardiasis, como el albendazol y el nitazoxanida. El albendazol, en una dosis de 400 miligramos por vía oral una vez al día durante 5 días, y el nitazoxanida, en una dosis de 500 miligramos dos veces al día durante 3 días, han demostrado tener una eficacia similar a la del metronidazol, pero con la ventaja de causar menos efectos secundarios. Sin embargo, un meta-análisis ha sugerido que el tinidazol podría ser más eficaz que el albendazol en el tratamiento de la giardiasis. En cuanto a la tolerancia, la nitazoxanida es generalmente bien aceptada por los pacientes, aunque en algunos casos puede ocasionar efectos gastrointestinales leves, como dolor abdominal o diarrea.

Otros medicamentos que también pueden ser efectivos contra Giardia incluyen el furazolidona (100 miligramos cuatro veces al día durante 7 días) y la paromomicina (500 miligramos tres veces al día durante 7 días). El furazolidona tiene una eficacia comparable a la de los fármacos mencionados anteriormente, pero puede provocar efectos adversos gastrointestinales, como náuseas y malestar estomacal. La paromomicina, por su parte, parece tener una eficacia algo inferior, pero tiene la ventaja de ser segura durante el embarazo, a diferencia de metronidazol, tinidazol y furazolidona, que están contraindicados en mujeres gestantes debido a su potencial teratogénico.

Es importante que la giardiasis sintomática siempre sea tratada, ya que el parásito puede persistir en el organismo y seguir causando molestias y complicaciones. El tratamiento de los pacientes asintomáticos también debe ser considerado, ya que estos individuos pueden ser portadores del parásito y, por lo tanto, transmitir la infección a otras personas, aunque no presenten síntomas. En casos donde la presentación clínica sea sugestiva de giardiasis pero los estudios diagnósticos sean negativos, puede ser apropiado iniciar un tratamiento empírico, especialmente si el paciente ha estado en contacto con fuentes de infección conocidas o si presenta factores de riesgo.

En los casos donde se identifique un paciente índice, como en el hogar o en una guardería infantil, todos los contactos cercanos deben ser evaluados mediante pruebas diagnósticas, y si se detecta la infección, también deben ser tratados para evitar la propagación de la enfermedad. Este enfoque preventivo es clave para controlar los brotes de giardiasis, especialmente en ambientes donde la transmisión es más común, como en instalaciones de cuidado infantil y en hogares con niños pequeños.

 

Prevención

La cloración comunitaria del agua, con una dosis de 0.4 miligramos por litro, es relativamente ineficaz para inactivar los quistes de Giardia, por lo que no basta para garantizar la eliminación del parásito. Esto se debe a que los quistes de Giardia son muy resistentes a la desinfección con cloro, especialmente a concentraciones bajas. Debido a esta limitación, se recomienda utilizar sistemas de filtración para asegurar la potabilidad del agua. Los filtros adecuados deben ser capaces de eliminar estos quistes, y para ello es necesario que tengan un tamaño de poro inferior a 1 micrómetro (mcm), lo cual asegura que se eliminen de manera efectiva.

Para los viajeros que se dirigen a zonas de naturaleza salvaje o a países con infraestructura de saneamiento deficiente, se recomienda llevar el agua a ebullición durante al menos un minuto, ya que el calor es eficaz para destruir tanto los quistes como otros patógenos que podrían estar presentes en el agua. Esta medida es especialmente importante en regiones donde la calidad del agua no está garantizada, ya que al hervirla se elimina cualquier riesgo de contaminación por Giardia y otros microorganismos potencialmente peligrosos.

En los centros de cuidado infantil, como guarderías o jardines infantiles, la prevención de la transmisión de Giardiatambién es fundamental. Dado que los niños pequeños tienen una mayor probabilidad de estar en contacto con superficies y objetos contaminados, es esencial implementar prácticas de higiene rigurosas, como el adecuado desecho de pañales y el lavado frecuente de manos. Los pañales contaminados deben ser desechados correctamente, evitando la contaminación del ambiente y la propagación de los quistes en las áreas comunes. Asimismo, el lavado frecuente de manos entre los niños y el personal encargado del cuidado es una medida clave para reducir la transmisión de Giardia en estos entornos.

El control de estas medidas preventivas ayuda a minimizar el riesgo de propagación de la giardiasis, especialmente en lugares donde los niños están en contacto cercano y donde la transmisión de infecciones intestinales puede ser más fácilmente facilitada por prácticas de higiene inadecuadas o el manejo deficiente de desechos.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
  5. Loderstädt U et al. Antimicrobial resistance of the enteric protozoon Giardia duodenalis—a narrative review. Eur J Microbiol Immunol (Bp). 2021;11:29. [PMID: 34237023]
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