La importancia biológica de los lípidos radica en que constituyen una de las clases de biomoléculas más versátiles y funcionalmente diversas de los sistemas vivos. A diferencia de otros grupos de compuestos orgánicos que se definen por una estructura química común, los lípidos se agrupan principalmente por sus propiedades físicas, en especial por su comportamiento frente al agua y a los solventes. Esta característica condiciona de manera profunda su papel en la organización celular, el metabolismo, la nutrición y la salud humana.
Desde el punto de vista físicoquímico, los lípidos se caracterizan por presentar una baja solubilidad en medios acuosos y una elevada afinidad por solventes no polares. Esta propiedad surge de la predominancia de enlaces carbono hidrógeno en sus estructuras, los cuales no interactúan favorablemente con las moléculas de agua. Gracias a esta naturaleza hidrofóbica, los lípidos pueden formar compartimentos, barreras y reservas energéticas estables, funciones que serían imposibles de cumplir para moléculas altamente solubles en agua. Esta insolubilidad relativa es esencial para la formación de membranas biológicas, en las cuales los lípidos se organizan de manera ordenada para separar el medio intracelular del extracelular y permitir el control preciso del intercambio de sustancias.
En el contexto nutricional, los lípidos desempeñan un papel central como fuente de energía de alta densidad. La oxidación metabólica de las grasas libera una cantidad de energía considerablemente mayor que la obtenida a partir de carbohidratos o proteínas. Esta elevada eficiencia energética convierte a los lípidos en la forma principal de almacenamiento de energía a largo plazo en los organismos animales. Además, la grasa dietética no solo aporta calorías, sino que actúa como vehículo indispensable para una serie de compuestos esenciales. Entre ellos se encuentran los ácidos grasos esenciales, que el organismo humano no puede sintetizar por sí mismo y que deben ser obtenidos a través de la alimentación. También se incluyen las vitaminas liposolubles y otros micronutrientes de naturaleza lipofílica, cuya absorción intestinal depende directamente de la presencia de lípidos en la dieta.
Diversas investigaciones han puesto de manifiesto que ciertos ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, en particular los conocidos como ácidos grasos omega tres, ejercen efectos beneficiosos sobre la salud. Estos compuestos participan en la modulación de procesos inflamatorios, en el mantenimiento de la función cardiovascular y en la preservación de la estructura y función del sistema nervioso. Su consumo adecuado se ha asociado con una reducción del riesgo de enfermedades crónicas, como los trastornos cardiovasculares, algunas enfermedades inflamatorias articulares y el deterioro cognitivo relacionado con la edad. Estos efectos reflejan la capacidad de los lípidos no solo de servir como combustible metabólico, sino también de actuar como reguladores biológicos y precursores de moléculas señalizadoras.
En el organismo, el almacenamiento de los lípidos ocurre principalmente en el tejido adiposo. Este tejido especializado cumple múltiples funciones fisiológicas. Además de constituir la principal reserva energética, el tejido adiposo actúa como un aislante térmico que reduce la pérdida de calor corporal, especialmente en las capas subcutáneas. Asimismo, la grasa que rodea ciertos órganos internos proporciona protección mecánica, amortiguando impactos y contribuyendo a la estabilidad anatómica. Estas funciones evidencian que el tejido adiposo no es un simple depósito pasivo, sino un componente activo en la regulación del equilibrio energético y la protección del organismo.
Los lípidos también desempeñan un papel fundamental en el sistema nervioso. Las sustancias lipídicas no polares que forman parte de la vaina de mielina alrededor de las fibras nerviosas actúan como aislantes eléctricos. Esta propiedad permite que los impulsos nerviosos se transmitan de manera más rápida y eficiente a lo largo de los axones. La correcta composición lipídica de estas estructuras es indispensable para la función neurológica normal, y las alteraciones en el metabolismo de los lípidos pueden dar lugar a trastornos neurológicos de diversa gravedad.
Debido a su insolubilidad en el plasma sanguíneo, los lípidos requieren sistemas especializados para su transporte en el organismo. Este transporte se realiza mediante complejos macromoleculares formados por lípidos y proteínas, conocidos como lipoproteínas. Estas estructuras permiten que los lípidos circulen por la sangre de manera estable y dirigida, facilitando su distribución hacia los tejidos que los necesitan para obtener energía, sintetizar membranas o producir moléculas reguladoras. La alteración en la composición o el metabolismo de las lipoproteínas tiene consecuencias directas sobre la salud cardiovascular.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Kennelly, P. J., Botham, K. M., McGuinness, O. P., Rodwell, V. W., & Weil, P. A. (2023). Harper. Bioquímica ilustrada (32.ª ed.). McGraw Hill.
- Nelson, D. L., & Cox, M. M. (2017). Lehninger principles of biochemistry (7th ed.). W. H. Freeman.
- Berg, J. M., Tymoczko, J. L., & Stryer, L. (2013). Bioquímica (7.ª ed.). Editorial Reverté.
- McKee, T., & McKee, J. R. (2020). Bioquímica: Las bases moleculares de la vida (7.ª ed.). McGraw-Hill.

