El plomo es un metal pesado que, debido a sus propiedades físicas y químicas únicas, ha sido ampliamente utilizado en una variedad de productos industriales y comerciales. Entre estos productos se incluyen las municiones para armas de fuego, baterías de almacenamiento, soldaduras, pinturas, cerámica, sistemas de fontanería, y gasolina. Además, el plomo se encuentra en algunas medicinas tradicionales de las culturas latinoamericanas y ayurvédicas, donde, en ocasiones, se emplea como parte de formulaciones terapéuticas. Aunque su uso en estas áreas ha disminuido en muchas partes del mundo debido a su conocida toxicidad, su presencia en ciertas prácticas culturales sigue siendo una preocupación en términos de salud pública.
La toxicidad por plomo generalmente resulta de la exposición crónica y repetida a este metal, siendo mucho menos común como consecuencia de una única ingestión. Este fenómeno ocurre porque el plomo se acumula lentamente en el organismo, especialmente en los huesos, los riñones y el sistema nervioso, donde sus efectos se vuelven más pronunciados con el tiempo. Esto implica que los riesgos asociados al plomo no suelen manifestarse de inmediato, sino que se desarrollan de manera gradual, a lo largo de meses o incluso años, dependiendo de la cantidad y la frecuencia de la exposición.
El plomo tiene un impacto profundo y multifacético en diversas funciones celulares. Uno de los principales efectos adversos se produce en el sistema nervioso, donde interfiere con la transmisión de señales entre las células nerviosas. Esto es especialmente preocupante en los niños, ya que su cerebro en desarrollo es mucho más susceptible a los daños inducidos por el plomo, lo que puede resultar en retrasos en el desarrollo cognitivo, trastornos de comportamiento y deficiencias en el aprendizaje. En los adultos, la exposición prolongada puede contribuir al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, como la demencia.
El tracto gastrointestinal (GI) también se ve afectado por el plomo, ya que este metal interfiere con la absorción y metabolismo de diversos nutrientes esenciales, como el calcio, el hierro y el zinc. Esto puede llevar a problemas digestivos, incluyendo dolor abdominal, estreñimiento y, en casos graves, alteraciones más complejas del sistema digestivo. Además, la toxicidad por plomo afecta el sistema hematopoyético, que es responsable de la producción de células sanguíneas. En este contexto, el plomo puede inducir anemia, debido a su capacidad para inhibir la síntesis de hemoglobina y reducir la producción de glóbulos rojos en la médula ósea.
Dada la amplia variedad de efectos adversos que el plomo puede tener en los sistemas biológicos, su toxicidad representa un grave riesgo para la salud humana, especialmente cuando la exposición se mantiene de forma prolongada o repetida. Por esta razón, se han implementado estrictas regulaciones en muchos países para limitar su uso y reducir la exposición de la población a este peligroso metal. Sin embargo, en algunas comunidades y contextos culturales, el uso de plomo persiste, lo que subraya la necesidad de continuar los esfuerzos educativos y de salud pública para prevenir la intoxicación por plomo y sus efectos devastadores.
Manifestaciones clínicas
La intoxicación por plomo, en sus etapas iniciales, a menudo pasa desapercibida debido a que los síntomas y signos que se presentan son inespecíficos, lo que dificulta su diagnóstico temprano. Esto se debe a que los primeros indicios de intoxicación por plomo no son exclusivos de esta condición y pueden ser confundidos con diversas patologías comunes, lo que retrasa su identificación. Los síntomas más frecuentes incluyen dolor abdominal tipo cólico, estreñimiento, cefalea (dolor de cabeza) e irritabilidad, los cuales son comunes en una amplia variedad de enfermedades. Dado que estos síntomas no son particularmente distintivos, es difícil asociarlos de inmediato con la exposición al plomo, lo que hace que muchos casos queden sin diagnóstico durante un periodo prolongado.
Cuando la intoxicación por plomo progresa a niveles más graves, los efectos en el sistema nervioso central pueden llegar a ser tan severos que se desarrollan manifestaciones como coma y convulsiones. Estas complicaciones son indicativas de una intoxicación aguda, en la que el plomo interfiere con las funciones cerebrales, alterando la comunicación entre las neuronas y afectando procesos vitales como la regulación de la actividad eléctrica cerebral. Este tipo de intoxicación grave es menos común, pero cuando ocurre, requiere intervención médica urgente para prevenir daños permanentes.
A largo plazo, la exposición crónica al plomo puede tener efectos aún más devastadores, particularmente en los niños, quienes son más vulnerables debido a la mayor plasticidad de su sistema nervioso en desarrollo. Uno de los efectos más notables de la intoxicación crónica es la aparición de trastornos en el aprendizaje y el desarrollo cognitivo, lo que puede llevar a déficits en la capacidad para concentrarse, retener información y resolver problemas. Estos problemas pueden no ser evidentes de inmediato, pero con el tiempo, la intoxicación crónica puede interferir significativamente en el rendimiento escolar y en las habilidades sociales de los niños afectados.
En los adultos, especialmente aquellos que han estado expuestos a niveles elevados de plomo durante un largo período, la intoxicación crónica también puede dar lugar a una neuropatía motora. Esta afección se manifiesta, por ejemplo, en la caída de la muñeca, una condición conocida como wrist drop, en la que los músculos del antebrazo y la mano pierden fuerza y funcionalidad debido a la disfunción de los nervios periféricos. La neuropatía motora es consecuencia de los efectos neurotóxicos del plomo sobre las fibras nerviosas, que impiden la transmisión normal de los impulsos eléctricos necesarios para el movimiento adecuado de los músculos.
Además de los efectos sistémicos mencionados, la presencia de fragmentos de bala que contienen plomo en o cerca de las articulaciones puede dar lugar a una forma crónica de toxicidad por plomo. Estos fragmentos pueden liberarse lentamente en el organismo, lo que provoca una exposición continua y sostenida al metal, contribuyendo a la intoxicación crónica. La acumulación de plomo en los tejidos cercanos a las articulaciones puede agravar aún más los efectos de la toxicidad, dado que el metal puede interferir con la función normal de las células y tejidos en esas áreas, causando dolor y discapacidad.
Exámenes diagnósticos
El diagnóstico de la intoxicación por plomo se basa principalmente en la medición de los niveles de plomo en sangre, un parámetro clave para determinar la gravedad de la exposición y sus posibles efectos en la salud. El nivel de plomo en sangre se mide en microgramos por decilitro (mcg/dL), y se considera que cualquier nivel superior a 3.5 mcg/dL justifica una investigación de salud pública. Esto se debe a que, aunque los síntomas no siempre sean evidentes, incluso niveles relativamente bajos de plomo pueden ser indicadores de una exposición significativa y pueden representar un riesgo potencial para la salud a largo plazo.
Cuando los niveles de plomo en sangre oscilan entre 1 y 25 mcg/dL, se ha demostrado que están asociados con alteraciones subclínicas en el desarrollo neuroconductual de los niños. Esto significa que, aunque los efectos no sean inmediatamente detectables, la exposición al plomo en este rango puede interferir con el desarrollo cerebral, afectando funciones cognitivas como el aprendizaje, la memoria y la capacidad para resolver problemas. Los niños, especialmente aquellos en edad temprana, son más vulnerables a estos efectos debido a la plasticidad de su sistema nervioso, lo que hace que incluso pequeñas cantidades de plomo puedan tener un impacto negativo en su desarrollo neurológico.
En niveles de plomo entre 25 y 60 mcg/dL, pueden comenzar a aparecer síntomas más notorios. Los individuos afectados pueden experimentar dolores de cabeza, irritabilidad y signos de neuropatía subclínica, que incluyen cambios en la sensibilidad nerviosa que no son inmediatamente evidentes pero que pueden afectar el funcionamiento motor y sensorial. Además, a estos niveles también se observa un aumento en el tiempo de reacción, lo que indica una afectación en las funciones cognitivas y motoras. Otros efectos neuropsiquiátricos, como cambios en el comportamiento y la capacidad para concentrarse, también se pueden presentar. Estos síntomas son indicativos de un deterioro moderado de la función neurológica, aunque aún no se manifiestan en su totalidad como en los casos más graves.
Cuando los niveles de plomo en sangre superan los 60 mcg/dL, la intoxicación se clasifica como moderada. A estos niveles, los efectos tóxicos son más evidentes y pueden incluir una serie de síntomas agudos, como debilidad, confusión, pérdida de coordinación y, en casos más graves, convulsiones. Si los niveles de plomo exceden los 80–100 mcg/dL, la intoxicación por plomo se considera severa. A estos niveles, los efectos en el sistema nervioso central y en otros sistemas del cuerpo son graves y potencialmente mortales, con riesgo de coma, daño cerebral irreversible y otras complicaciones que requieren tratamiento médico urgente.
Además de los niveles elevados de plomo en sangre, la intoxicación por plomo también se puede detectar mediante otros hallazgos laboratoriales. Un marcador importante es la anemia microcítica, que se caracteriza por la presencia de glóbulos rojos más pequeños de lo normal. Este tipo de anemia ocurre porque el plomo interfiere con la producción de hemoglobina, una proteína esencial para el transporte de oxígeno. Además, se puede observar la presencia de stippling basofílico en los glóbulos rojos, que son pequeñas inclusiones dentro de las células, un hallazgo indicativo de la alteración en la síntesis de hemoglobina. Otro hallazgo común en la intoxicación por plomo es el aumento de la protoporfirina libre de eritrocitos, un compuesto que se acumula en los glóbulos rojos debido a la inhibición de ciertas enzimas involucradas en la producción de hemoglobina.
Tratamiento
El tratamiento de la intoxicación por plomo es un proceso multifacético que requiere una evaluación cuidadosa del nivel de exposición y la condición clínica del paciente. Las intervenciones iniciales se centran en la identificación de la fuente de plomo y en la gestión de los síntomas agudos, mientras que el tratamiento específico se basa en la gravedad de la intoxicación y en la administración de agentes quelantes para reducir la carga de plomo en el organismo.
A. Medidas de Emergencia y de Apoyo
La intervención más crítica en el tratamiento de la intoxicación por plomo es la identificación y eliminación de la fuente de exposición. Si la fuente de plomo sigue presente en el entorno del paciente, no se puede avanzar en el tratamiento efectivo. Por ejemplo, en casos donde el plomo sigue siendo absorbido por el cuerpo, como al estar cerca de una fuente externa (por ejemplo, fragmentos de balas, objetos contaminados o, en casos extremos, cuando el plomo está presente en el entorno doméstico), la eliminación de dicha fuente es fundamental para detener la progresión de la intoxicación.
Para pacientes con encefalopatía, que es una complicación grave que involucra disfunción cerebral severa debido al envenenamiento, se deben tomar medidas inmediatas para mantener la vía aérea patente. La protección de la vía respiratoria y la estabilización del paciente son prioritarias, así como el tratamiento del coma y las convulsiones. Este tipo de intervención generalmente se aborda con el uso de sedantes anticonvulsivos y medidas de soporte intensivo para evitar la deterioración neurológica irreversible.
Si la intoxicación es de origen reciente y la ingestión fue aguda, y se observa que un objeto grande que contiene plomo (como un plomo de pesca) aún está presente en el estómago del paciente en la radiografía abdominal, se debe proceder a una intervención inmediata para evitar la absorción continua de plomo. En este caso, se pueden emplear medidas de irrigación intestinal completa, que implican la administración de grandes cantidades de líquidos para limpiar el sistema gastrointestinal. Si no se logra evacuar el objeto a través de este método, podrían ser necesarias otras medidas como endoscopia o incluso cirugía para extraer el objeto. Esta intervención es crucial porque el contenido ácido del estómago puede corroer la superficie metálica del objeto, lo que podría aumentar la absorción de plomo en el tracto gastrointestinal. Una vez que el objeto pasa al intestino delgado, el riesgo de toxicidad disminuye, ya que la absorción de plomo es menos eficiente en esa área.
B. Tratamiento Específico
El tratamiento específico para la intoxicación por plomo se basa en el nivel de plomo en sangre y en el estado clínico del paciente. Las medidas de quelación, que implican el uso de agentes químicos que se unen al plomo para facilitar su eliminación del organismo, son fundamentales para reducir la carga tóxica.
1. Toxicidad Severa
Para los pacientes que presentan intoxicación severa, como aquellos con encefalopatía o niveles de plomo en sangre superiores a 70–100 mcg/dL, se recomienda el uso de edetato de calcio disódico (también conocido como EDTA), que es uno de los agentes quelantes más utilizados. La dosis habitual es 1500 mg/m2/kg/día(aproximadamente 50 mg/kg/día), administrada en cuatro a seis dosis divididas o mediante infusión intravenosa continua. Este tratamiento se realiza bajo estricta vigilancia médica debido a su naturaleza potente y a los efectos secundarios que puede causar, como alteraciones renales.
En los pacientes con encefalopatía grave, algunos clínicos añaden dimercaprol (BAL), que se administra por vía intramuscular a una dosis de 4–5 mg/kg cada 4 horas durante 5 días. El dimercaprol actúa de manera complementaria al EDTA, ayudando a mejorar la eliminación del plomo, especialmente en situaciones de intoxicación severa.
2. Toxicidad Menos Severa
En pacientes con intoxicación menos grave, o en aquellos que presentan síntomas más leves y niveles de plomo en sangre entre 45 y 69 mcg/dL, el tratamiento con edetato de calcio disódico por sí solo es adecuado. La dosificación sigue siendo la misma que para la intoxicación severa, y el tratamiento puede realizarse en el hospital o, en algunos casos, en régimen ambulatorio si la condición del paciente lo permite.
En casos de intoxicación leve a moderada, el succimer (DMSA) se puede utilizar como una alternativa oral para la quelación. El succimer es un agente quelante que se administra por vía oral y se ha mostrado eficaz para reducir los niveles de plomo en sangre. La dosis habitual de succimer es 10 mg/kg por vía oral cada 8 horas durante 5 días, seguida de 10 mg/kg cada 12 horas durante 2 semanas. Este tratamiento es más conveniente para los pacientes con intoxicación menos grave, ya que se puede administrar en el hogar bajo la supervisión de un profesional de la salud.
En todos los casos de intoxicación por plomo, el tratamiento debe ser personalizado, teniendo en cuenta la gravedad de la intoxicación, la respuesta al tratamiento y la evolución clínica del paciente. Los seguimientos periódicos son cruciales para garantizar que los niveles de plomo en sangre disminuyan adecuadamente y para detectar cualquier complicación temprana que pueda surgir debido a la toxicidad o al tratamiento mismo.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Summary of Recommendations for follow-up and case management of children based on initial screening capillary and confirmed venous blood lead levels. Page reviewed 2022 Dec 2. https:// www.cdc.gov/nceh/lead/advisory/acclpp/actions-blls.htm
- Naranjo VI et al. Lead toxicity in children: an unremitting public health problem. Pediatr Neurol. 2020;113:51. [PMID: 33011642]
- Raut TP et al. Acute lead encephalopathy secondary to Ayurvedic medication use: two cases with review of literature. Neurol India. 2021;69:1417. [PMID: 34747829]