El síndrome del túnel carpiano es una afección neurológica dolorosa clasificada como una neuropatía por atrapamiento. Este trastorno ocurre cuando el nervio mediano, que atraviesa un conducto estrecho en la muñeca denominado túnel carpiano, se ve comprimido de forma anómala. Este túnel está limitado por estructuras óseas y por un ligamento resistente llamado ligamento carpiano transverso. La presión ejercida sobre el nervio puede deberse a múltiples causas que modifican el contenido o el espacio interno del túnel, alterando así su funcionamiento normal.
Entre las principales causas de compresión se encuentran procesos inflamatorios como la sinovitis de las vainas tendinosas o de las articulaciones del carpo, que aumentan el volumen del contenido del túnel. También pueden contribuir fracturas recientes de los huesos de la muñeca o consolidaciones defectuosas de fracturas previas, que deforman la arquitectura del túnel carpiano. Asimismo, pueden estar implicados tumores benignos o malignos, la infiltración de tejidos por sustancias patológicas, y en algunos casos, síndromes congénitos que alteran la composición o el desarrollo normal del tejido conjuntivo, como las mucopolisacaridosis.
Existen factores de riesgo bien establecidos que aumentan la probabilidad de desarrollar esta patología. Entre ellos se encuentra la utilización repetitiva y prolongada de las manos, especialmente en actividades que exigen flexión y extensión constante de la muñeca, así como antecedentes de traumatismos o lesiones previas en esta región. El síndrome es más frecuente en mujeres, lo cual se ha relacionado con factores hormonales y con la retención de líquidos que ocurre comúnmente durante el embarazo, provocando un aumento en la presión dentro del túnel carpiano.
En pacientes con diabetes mellitus, puede presentarse como parte de una mononeuropatía, que posiblemente se relaciona con los efectos neurotóxicos de niveles elevados de glucosa en sangre sobre los nervios periféricos. Además, el síndrome del túnel carpiano puede ser una manifestación secundaria de diversas enfermedades sistémicas, tales como el síndrome de Charcot-Marie-Tooth, un trastorno hereditario que afecta los nervios periféricos; el síndrome de Ehlers-Danlos, caracterizado por anomalías del colágeno; y enfermedades reumatológicas como la artritis reumatoide o la tenosinovitis inflamatoria, que pueden provocar inflamación crónica e infiltración del túnel carpiano.
También se ha observado su aparición en enfermedades infiltrativas como el mixedema, la amiloidosis, la sarcoidosis, la leucemia y la acromegalia, así como en el hiperparatiroidismo, debido a los efectos metabólicos y estructurales que estas condiciones ejercen sobre los tejidos blandos. Por otro lado, existen formas hereditarias del síndrome del túnel carpiano, las cuales han sido asociadas con alteraciones genéticas en proteínas relacionadas con la matriz extracelular, como el colágeno, las metaloproteinasas de matriz y la glutatión S-transferasa, lo que sugiere una predisposición genética vinculada a la estructura y reparación de los tejidos.
Manifestaciones clínicas
En las etapas iniciales del síndrome del túnel carpiano, los pacientes suelen experimentar síntomas sensitivos característicos que reflejan la disfunción del nervio mediano, el cual se encarga de inervar las superficies palmares del pulgar, del índice, del dedo medio y de la mitad radial del anular. Estos síntomas incluyen dolor, sensación de ardor y parestesias —una percepción anormal como hormigueo o entumecimiento— en dicha distribución anatómica.
En muchos casos, el dolor puede irradiarse de manera proximal hacia el antebrazo, e incluso alcanzar regiones más alejadas como el hombro, el cuello o la parte anterior del tórax. Este patrón de irradiación puede dificultar el diagnóstico diferencial con otros trastornos musculoesqueléticos o neurológicos. Las molestias se intensifican con actividades manuales, en especial aquellas que implican movimientos extremos de flexión palmar o extensión dorsal de la muñeca. No es infrecuente que los síntomas se manifiesten con mayor intensidad durante la noche, afectando el sueño del paciente, probablemente debido a posiciones prolongadas de la muñeca que aumentan la presión en el túnel carpiano.
La pérdida de sensibilidad en el territorio del nervio mediano puede estar presente, aunque en fases tempranas no siempre es evidente clínicamente. Las pruebas sensoriales específicas pueden ayudar a revelar alteraciones sutiles. Por ejemplo, se puede evaluar la capacidad del paciente para discriminar entre dos puntos próximos (discriminación de dos puntos) o su habilidad para diferenciar entre diversas texturas de tela mediante la fricción entre las yemas del pulgar y del dedo índice. Estas pruebas permiten identificar diferencias mínimas entre la mano afectada y la contralateral, sugiriendo compromiso sensorial incipiente.
Existen maniobras clínicas diseñadas para inducir o reproducir los síntomas mediante estímulos mecánicos específicos sobre el trayecto del nervio mediano. Una de ellas es el signo de Tinel, que consiste en percutir suavemente la cara anterior de la muñeca; una respuesta positiva se manifiesta como dolor tipo descarga eléctrica o sensación de hormigueo. Esta maniobra tiene una sensibilidad moderada y una especificidad relativamente alta, lo que significa que, aunque no todos los pacientes con la enfermedad la presentan, su presencia es sugestiva del diagnóstico.
Otra prueba comúnmente utilizada es el signo de Phalen, que se realiza al pedir al paciente que mantenga ambas muñecas flexionadas a noventa grados durante un minuto. La aparición de parestesias o dolor en la distribución del nervio mediano durante esta maniobra constituye un resultado positivo.
Adicionalmente, el test de compresión directa del túnel carpiano, conocido como prueba de Durkan, ha demostrado ser más sensible y específico que las pruebas anteriores. Esta técnica consiste en aplicar presión firme sobre el túnel carpiano durante treinta segundos, lo que puede desencadenar síntomas de entumecimiento o parestesias en pacientes afectados.
En fases más avanzadas de la enfermedad, cuando la compresión del nervio mediano se vuelve más severa y persistente, pueden aparecer signos motores. La debilidad muscular y, en casos prolongados, la atrofia de los músculos de la eminencia tenar —es decir, del grupo muscular que controla el movimiento del pulgar— indican una evolución crónica y un daño neurológico más profundo. Esta afectación muscular puede comprometer funciones manuales finas, como sujetar objetos pequeños o realizar pinzas de precisión.
Exámenes diagnósticos
La evaluación diagnóstica del síndrome del túnel carpiano no se limita únicamente a la exploración clínica, sino que también puede complementarse con estudios de imagen y pruebas electrofisiológicas especializadas, las cuales permiten confirmar el compromiso del nervio mediano, valorar la severidad del daño y orientar el manejo terapéutico más adecuado.
Dentro de las técnicas de imagen, la ecografía musculoesquelética ha demostrado utilidad como herramienta no invasiva para visualizar directamente el nervio mediano y las estructuras adyacentes dentro del túnel carpiano. Uno de los hallazgos más característicos en esta modalidad diagnóstica es el aplanamiento del nervio mediano en el punto en que atraviesa por debajo del retináculo flexor —una banda fibrosa que forma el techo del túnel carpiano. Este cambio morfológico es consecuencia de la compresión mecánica crónica, que altera la forma y el grosor del nervio. Adicionalmente, la ecografía puede mostrar otros signos sugestivos, como aumento del diámetro proximal del nervio, alteraciones en su ecogenicidad o presencia de líquido perineural.
Sin embargo, la sensibilidad diagnóstica de la ecografía para el síndrome del túnel carpiano es variable, y se ha reportado en un rango amplio que va desde el 54% hasta el 98%, dependiendo de factores como la experiencia del operador, los criterios empleados para el diagnóstico y la calidad del equipo utilizado. Por esta razón, aunque puede ser de gran utilidad, su interpretación debe realizarse en conjunto con otros hallazgos clínicos y estudios complementarios.
Por otra parte, los estudios electrofisiológicos, como la electromiografía y las pruebas de conducción nerviosa, representan el estándar de referencia para confirmar el diagnóstico, especialmente en casos donde la presentación clínica es atípica o cuando existen dudas diagnósticas. Estos exámenes permiten detectar alteraciones en la conducción eléctrica del nervio mediano al atravesar el túnel carpiano, identificando el sitio preciso de la lesión. En fases tempranas del síndrome, se observa un enlentecimiento de la conducción sensitiva, que precede a las alteraciones motoras. Este dato es clínicamente relevante, ya que permite detectar la enfermedad antes de que aparezca debilidad muscular o atrofia.
La electrodiagnosis no solo permite confirmar la presencia de una mononeuropatía focal del nervio mediano a nivel de la muñeca, sino que también permite clasificar la gravedad del compromiso en distintos grados: leve, moderado o severo. Esta clasificación se basa en parámetros como la latencia sensitiva y motora, la amplitud de las respuestas y la velocidad de conducción. Esta información es especialmente útil en contextos médico-legales, como en los casos de compensación laboral, donde se requiere una valoración objetiva del grado de afectación neurológica para establecer la relación causal con actividades ocupacionales y estimar el impacto funcional del trastorno.
Tratamiento
El tratamiento del síndrome del túnel carpiano se orienta principalmente a reducir la presión que se ejerce sobre el nervio mediano dentro del canal carpiano, con el objetivo de aliviar los síntomas y prevenir el daño neurológico progresivo. La estrategia terapéutica debe adaptarse a la etiología subyacente, a la gravedad del cuadro clínico y a la respuesta del paciente a las medidas conservadoras.
Cuando se identifica una causa específica del síndrome, como una masa ocupante, una alteración estructural postraumática o una patología inflamatoria sistémica, es fundamental tratar dicha afección de forma dirigida. En ausencia de una causa identificable, se recomienda inicialmente que el paciente modifique las actividades manuales que agraven los síntomas, como movimientos repetitivos o posiciones forzadas de la muñeca. La intervención temprana en el estilo de vida y las prácticas laborales puede disminuir significativamente la progresión del trastorno.
Una medida frecuentemente empleada es la inmovilización de la muñeca mediante una férula en posición neutra, especialmente durante el sueño, por un período de hasta tres meses. Esta medida busca minimizar la flexión y extensión extremas que aumentan la presión en el túnel carpiano. Sin embargo, la evidencia científica que respalda el uso de férulas, ejercicios terapéuticos y ajustes ergonómicos es limitada en cuanto a su eficacia a largo plazo.
Por otro lado, existen terapias físicas y modalidades electrofísicas que han demostrado un beneficio moderado en la reducción de los síntomas, al menos en el corto y mediano plazo. Entre estas se incluyen la terapia con ultrasonido y la terapia de ondas de choque extracorpóreas radiales. Estas intervenciones pueden mejorar temporalmente la sintomatología sensitiva, aunque su impacto sobre la función nerviosa a largo plazo continúa en evaluación.
Desde el punto de vista farmacológico, los antiinflamatorios no esteroideos y los corticosteroides orales han mostrado ser útiles para controlar la inflamación y el dolor, especialmente en fases iniciales o en pacientes con síntomas leves a moderados. No obstante, los efectos suelen ser transitorios. En este contexto, la inyección local de corticosteroides dentro del túnel carpiano ha demostrado una eficacia superior al placebo a las diez semanas, aunque sus beneficios tienden a disminuir hacia el primer año de seguimiento. La administración de esta inyección requiere un conocimiento preciso de la anatomía regional y una técnica estandarizada para garantizar la colocación correcta de la aguja y evitar complicaciones.
Pese a la disponibilidad de estas alternativas conservadoras, un alto porcentaje de pacientes —hasta el 71% en algunos estudios— se somete directamente a intervención quirúrgica sin recibir previamente infiltraciones con corticosteroides. No obstante, la evidencia actual sugiere que la infiltración con corticosteroides puede ser más eficaz que la cirugía en el alivio de los síntomas a corto plazo, por lo que se recomienda considerarla como una opción terapéutica antes de proceder a la intervención quirúrgica.
En los casos en que las medidas no quirúrgicas resultan insuficientes —particularmente cuando los síntomas persisten por más de doce meses, el cuadro clínico es moderado a severo, existe una alta probabilidad diagnóstica y las pruebas electrodiagnósticas confirman la compresión del nervio mediano— la liberación quirúrgica del túnel carpiano puede ser indicada. Esta intervención consiste en la sección del retináculo flexor para descomprimir el nervio, y puede realizarse mediante técnica abierta o abordaje endoscópico, ambos con resultados comparables en cuanto a la mejoría de los síntomas.
Los estudios clínicos aleatorizados han demostrado que tanto la cirugía como la inyección de corticosteroides pueden resolver los síntomas clínicos, aunque solo la descompresión quirúrgica ha evidenciado revertir los cambios electrofisiológicos asociados a la neuropatía por atrapamiento, lo cual indica una recuperación funcional más profunda del nervio.

Fuente y lecturas recomendadas:
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Billig JI et al. Utilization of diagnostic testing for carpal tunnel syndrome: a survey of the American Society for Surgery of the Hand. J Hand Surg Am. 2022;47:11. [PMID: 34991798]
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Omole AE et al. An integrated review of carpal tunnel syndrome: new insights to an old problem. Cureus. 2023;15:e40145. [PMID: 37304388]