El síndrome premenstrual (SPM) es un trastorno fisiológico y psicológico complejo que afecta a una proporción significativa de mujeres en edad fértil. Este conjunto de síntomas es recurrente, lo que significa que se repite cíclicamente en cada ciclo menstrual, y presenta una variabilidad notable, ya que los síntomas pueden diferir en su intensidad y naturaleza entre diferentes mujeres y también de un ciclo a otro en la misma mujer.
El inicio del síndrome se caracteriza por la aparición de síntomas físicos y emocionales entre los cinco días previos al comienzo de la menstruación. Estos síntomas tienden a mejorar o desaparecer completamente en el transcurso de los primeros días del ciclo menstrual, es decir, una vez que comienza la menstruación. Generalmente, los síntomas desaparecen dentro de los primeros cuatro días de la menstruación, lo que distingue al SPM de otros trastornos que son persistentes a lo largo del ciclo.
La prevalencia del SPM se estima en alrededor del 40% de todas las mujeres premenopáusicas, con una mayor incidencia en aquellas que se encuentran en un rango de edad de entre 25 y 40 años. Este periodo de la vida corresponde a la fase reproductiva de la mujer, cuando los ciclos menstruales son más regulares y las hormonas sexuales, como el estrógeno y la progesterona, fluctúan con mayor intensidad.
La fisiopatología del SPM es aún objeto de investigación, pero se considera que es el resultado de una combinación de factores hormonales, genéticos, psicosociales y ambientales. La alteración en la regulación de las hormonas reproductivas, especialmente la relación entre el estrógeno y la progesterona, parece ser un factor clave en la aparición del SPM. Además, factores genéticos pueden predisponer a algunas mujeres a experimentar síntomas más severos, mientras que factores psicosociales como el estrés y los problemas de salud mental pueden exacerbar los síntomas.
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas del síndrome premenstrual son diversas y pueden variar considerablemente entre las mujeres afectadas, tanto en su intensidad como en los tipos de síntomas experimentados. Este trastorno se presenta comúnmente durante los días previos al inicio de la menstruación y se caracteriza por un conjunto de síntomas que afectan tanto al bienestar físico como al estado emocional de las mujeres que lo padecen.
En la mayoría de los casos, los síntomas del SPM son moderados y temporales, pero en un porcentaje menor de mujeres, aproximadamente el 5-8%, el síndrome puede presentar una forma más severa y debilitante, lo que interfiere de manera significativa en su vida cotidiana. Estos casos más graves de SPM son los que requieren una atención clínica más intensiva y pueden estar relacionados con factores biológicos, psicológicos o incluso socioambientales que influyen en la expresión de los síntomas.
Los síntomas del SPM se agrupan en dos categorías principales: físicos y emocionales. Los síntomas físicos son comúnmente experimentados por la mayoría de las mujeres afectadas y pueden incluir hinchazón generalizada, dolor en los senos, fatiga, dolor de cabeza, dolor abdominal o pélvico, y alteraciones en el apetito. La hinchazón, que generalmente se debe a la retención de líquidos, puede generar una sensación de distensión en el abdomen y las extremidades, lo que puede resultar incómodo y generar malestar físico. El dolor en los senos, conocido como mastalgia, se presenta como una sensibilidad o dolor generalizado en los pechos, lo que también puede alterar la calidad de vida.
Por otro lado, los síntomas emocionales son igualmente prevalentes y pueden incluir irritabilidad, ansiedad, agresividad, depresión, letargo, cambios en la libido y dificultades para concentrarse. Estos síntomas son producto de las fluctuaciones hormonales típicas del ciclo menstrual, especialmente las variaciones en los niveles de estrógeno y progesterona, que influyen en la actividad de los neurotransmisores cerebrales, como la serotonina, que regula el estado de ánimo y el bienestar emocional. Los cambios hormonales pueden generar una sensación de descontrol emocional, lo que aumenta la irritabilidad y la agresividad en algunas mujeres. La depresión también puede ser un síntoma importante en aquellos casos más severos del SPM, lo que a menudo contribuye al malestar generalizado. Además, el letargo, o fatiga extrema, es otro síntoma frecuente que puede interferir con la capacidad de las mujeres para realizar sus actividades cotidianas.
El término «trastorno disfórico premenstrual» (TDPM) se aplica en aquellos casos en los que los síntomas emocionales y físicos del SPM son especialmente graves y hay una alteración funcional significativa en la vida diaria de la paciente. Este trastorno se caracteriza por una forma mucho más intensa de los síntomas previos al inicio de la menstruación, que no solo son más prolongados, sino que también afectan de manera severa el funcionamiento en áreas clave como el trabajo, las relaciones personales y las actividades sociales. Las mujeres con TDPM experimentan síntomas emocionales como depresión profunda, ansiedad extrema, irritabilidad e incluso pensamientos suicidas en casos muy graves. En estas situaciones, la alteración funcional se vuelve tan significativa que puede llevar a la incapacidad temporal para cumplir con las responsabilidades laborales y familiares. Es importante destacar que el TDPM es considerado un trastorno psiquiátrico, y su diagnóstico debe realizarse cuidadosamente para diferenciarlo de otros trastornos del estado de ánimo, como la depresión mayor, que puede compartir algunos síntomas.
Tratamiento
El tratamiento del síndrome premenstrual y del trastorno disfórico premenstrual presenta varios desafíos debido a la naturaleza incierta de su patogenia. Aunque el mecanismo exacto por el cual estos trastornos se desarrollan no se entiende completamente, el enfoque terapéutico se basa principalmente en métodos empíricos que buscan aliviar tanto los síntomas físicos como emocionales que afectan a las mujeres que los padecen. El tratamiento es individualizado y abarca tanto estrategias no farmacológicas como farmacológicas, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las pacientes.
El primer paso en el tratamiento del SPM o TDPM consiste en una evaluación clínica cuidadosa de la paciente. Este proceso debe realizarse con empatía, comprensión y paciencia, ya que muchas mujeres experimentan un alto grado de angustia debido a los síntomas que afectan su bienestar físico y emocional. El clínico debe proporcionar una explicación detallada de los síntomas y tranquilizar a la paciente, de modo que comprenda la naturaleza cíclica del trastorno y se sienta apoyada en el proceso de tratamiento.
Una herramienta importante en la evaluación del SPM o TDPM es el seguimiento de los síntomas a lo largo del tiempo. Se recomienda que las pacientes lleven un registro detallado de todos los síntomas durante un período de 2 a 3 meses, lo que puede incluir un Registro Diario de Severidad de Problemas. Este registro permite evaluar la aparición y la intensidad de los síntomas, así como determinar si los síntomas se presentan de manera específica durante las dos semanas previas a la menstruación o si se extienden a lo largo de todo el ciclo. Un patrón de síntomas que se prolonga más allá de las dos semanas previas al inicio del ciclo menstrual puede indicar la presencia de otros trastornos, como depresión o problemas de salud mental adicionales, que podrían estar contribuyendo a los síntomas de la paciente.
En cuanto al tratamiento de los síntomas leves a moderados, existen diversas estrategias que pueden ser útiles. Un enfoque comúnmente recomendado es la implementación de un programa de ejercicio aeróbico regular, que ha demostrado ser eficaz para mejorar el bienestar general y reducir los síntomas físicos y emocionales asociados con el SPM. Además, se sugiere una modificación de la dieta, con la reducción de la ingesta de cafeína, sal y alcohol, ya que estos factores pueden exacerbar la retención de líquidos, la irritabilidad y la fatiga, que son comunes durante esta fase del ciclo. Asimismo, algunas terapias alternativas, como la acupuntura y los tratamientos herbales con Vitex agnus-castus (también conocido como el fruto de la jara), han mostrado en algunos estudios tener efectos positivos en el alivio de los síntomas premenstruales, aunque estos tratamientos deben ser considerados como complementarios y no sustitutos de la atención médica convencional.
En cuanto a los tratamientos farmacológicos, los métodos que previenen la ovulación, como los anticonceptivos hormonales, son una opción común para reducir los síntomas físicos del SPM y TDPM. Estos incluyen anticonceptivos hormonales combinados de uso continuo, como la píldora anticonceptiva, el parche o el anillo vaginal. Otra opción son los agonistas de la hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH), que suprimen la ovulación, y su uso se complementa con una terapia «de adición», en la que se administran hormonas adicionales, como el estrógeno equino conjugado junto con acetato de medroxiprogesterona, para evitar efectos secundarios derivados de la supresión completa de la función ovárica.
Cuando los síntomas emocionales, como la irritabilidad, la depresión o la ansiedad, son predominantes, se recomienda el uso de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que han demostrado ser efectivos en el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo asociados con el SPM y TDPM. Estos fármacos, como el citalopram, escitalopram, fluoxetina, sertralina y venlafaxina, son bien tolerados y tienen pocos efectos secundarios. Los ISRS pueden administrarse de manera continua o solo en los días en los que los síntomas emocionales son más intensos. Este enfoque tiene como objetivo reducir la irritabilidad, la disforia y el malestar emocional, mejorando así la calidad de vida de las pacientes.

Originally posted on 7 de febrero de 2023 @ 5:00 AM