El tratamiento de la enfermedad tromboembólica venosa (ETEV), que incluye la trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar, tiene como objetivo primordial prevenir complicaciones graves, como la recurrencia de la trombosis, la extensión del trombo, la embolización y el desarrollo de síndrome postrombótico. Para ello, se utiliza de forma fundamental la terapia anticoagulante, que actúa mediante la modulación del sistema de coagulación sanguínea para evitar la formación de nuevos coágulos y promover la disolución de los existentes.
Diagnóstico y criterios de tratamiento
El tratamiento anticoagulante debe iniciarse en pacientes con diagnóstico confirmado de trombosis venosa profunda (TVP) o embolia pulmonar (EP), dado que ambos son manifestaciones clínicas de la enfermedad tromboembólica venosa. La trombosis venosa profunda se caracteriza por la formación de un coágulo en las venas profundas, típicamente en las extremidades inferiores, que puede extenderse o desplazarse hacia los pulmones, dando lugar a la embolia pulmonar, una condición potencialmente mortal. El diagnóstico confirmado de estas afecciones se realiza mediante pruebas de imagen, como la ecografía en el caso de la trombosis venosa profunda o la tomografía computarizada (TC) en el caso de la embolia pulmonar.
Sin embargo, en aquellos pacientes con alta sospecha clínica de enfermedad tromboembólica venosa, pero que aún no han sido sometidos a pruebas diagnósticas, también se debe iniciar el tratamiento anticoagulante de forma empírica. Esto se basa en el principio de que el riesgo de complicaciones graves asociado con un diagnóstico no confirmado puede ser considerablemente alto, por lo que el inicio temprano del tratamiento puede prevenir eventos potencialmente mortales.
Mecanismo de acción de los anticoagulantes
El manejo principal de la ETEV involucra la administración de fármacos anticoagulantes. Estos medicamentos actúan interfiriendo con las diversas etapas del proceso de coagulación sanguínea, que es la respuesta fisiológica del cuerpo a la lesión de los vasos sanguíneos. El sistema de coagulación sanguínea consta de una serie de proteínas plasmáticas, conocidas como factores de coagulación, que se activan en cascada para formar un coágulo. Los anticoagulantes inhiben esta cascada, evitando la conversión de la fibrina en la red del coágulo y, por lo tanto, previniendo la formación de nuevos trombos o la expansión de los existentes.
Existen varios tipos de anticoagulantes utilizados en el tratamiento de la enfermedad tromboembólica venosa. Los anticoagulantes orales, como los antagonistas de la vitamina K y los anticoagulantes directos, son comúnmente empleados debido a su eficacia y facilidad de administración. En algunos casos más graves, los pacientes pueden ser tratados con heparinas, anticoagulantes inyectables que tienen un efecto más rápido y potente, especialmente en situaciones de emergencia o cuando se necesita una intervención inmediata para reducir el riesgo de complicaciones.
Prevención de la recurrencia y complicaciones
El objetivo principal de la terapia anticoagulante es reducir la probabilidad de recurrencia de los eventos tromboembólicos, lo cual es crucial, ya que los episodios repetidos pueden tener consecuencias graves, incluyendo el daño crónico de las venas afectadas y la incapacidad funcional. Además, el tratamiento precoz ayuda a evitar la extensión del trombo, que puede aumentar la carga de la enfermedad y aumentar el riesgo de embolización, particularmente en el caso de la trombosis venosa profunda, donde el coágulo podría desprenderse y viajar a los pulmones, generando una embolia pulmonar.
Otro factor importante a considerar es la prevención del síndrome postrombótico, una condición debilitante que ocurre en los pacientes que han tenido trombosis venosa profunda y que se caracteriza por dolor crónico, hinchazón y cambios en la piel de las extremidades afectadas. Este síndrome es resultado de daños en las válvulas venosas y en la circulación venosa debido a la trombosis, y puede llevar a una disfunción crónica y permanente del sistema venoso. El tratamiento anticoagulante a largo plazo no solo reduce la recurrencia de los episodios tromboembólicos, sino que también disminuye el riesgo de desarrollar este síndrome incapacitante.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.

