La anoscopia es un procedimiento diagnóstico de carácter exploratorio cuyo propósito fundamental es permitir la observación directa y detallada del canal anal y del recto distal. Esta técnica se ejecuta mediante la inserción cuidadosa de un instrumento llamado anoscopio, un tubo corto y rígido que proporciona una visualización interna clara de las estructuras anorrectales. Su aplicación se fundamenta en la necesidad de examinar esta región con precisión, minimizando tanto las molestias físicas como el impacto psicológico que pueda experimentar el paciente, sin comprometer la dignidad ni el respeto durante el procedimiento.
Desde un punto de vista clínico, la anoscopia cumple con un doble objetivo: por un lado, facilitar la identificación de alteraciones estructurales o lesiones mucosas que no son visibles mediante inspección externa o tacto rectal, y por otro, servir como guía para la toma de decisiones terapéuticas, ya sea mediante la obtención de biopsias, la aplicación de tratamientos tópicos o la evaluación de procedimientos previos. Esta técnica resulta fundamental para el diagnóstico de condiciones comunes como hemorroides internas, fisuras anales, pólipos, neoplasias, proctitis o presencia de cuerpos extraños, entre otros.
Desde la perspectiva formativa, el aprendizaje de la anoscopia se orienta hacia el desarrollo de competencias específicas. En primer lugar, el profesional en formación debe comprender en profundidad las indicaciones clínicas que justifican la realización del procedimiento, así como las contraindicaciones absolutas y relativas, tales como procesos inflamatorios agudos, estenosis graves o dolor anal intenso, que podrían incrementar el riesgo de complicaciones. Asimismo, debe ser capaz de identificar las posibles consecuencias adversas derivadas del procedimiento, aunque estas suelen ser poco frecuentes y de escasa gravedad, como molestias transitorias, sangrado leve o reacciones vasovagales.
Otro aspecto esencial en la formación del clínico es el conocimiento detallado de la anatomía y fisiología del canal anal y del recto, dado que una correcta interpretación de los hallazgos depende de esta base. Se espera que el profesional sea capaz de realizar de forma competente un tacto rectal previo, que permite una evaluación preliminar del tono esfinteriano, la presencia de masas o irregularidades, y que prepara al paciente para la posterior inserción del anoscopio.
Además, es imprescindible el dominio de los materiales requeridos para la anoscopia, que incluyen, además del anoscopio, guantes, lubricante hidrosoluble, fuente de luz, soluciones antisépticas y en ocasiones material para toma de muestras. El uso adecuado de cada elemento, así como el manejo aséptico, garantiza la eficacia y seguridad del procedimiento.
Desde el punto de vista asistencial, la anoscopia puede realizarse en distintos contextos clínicos: en consultas externas como procedimiento ambulatorio, en situaciones de urgencia cuando se requiere una evaluación rápida del sangrado rectal, o durante una hospitalización como parte de un estudio más amplio del aparato digestivo inferior. A pesar de su relativa simplicidad técnica, su correcta ejecución requiere sensibilidad, empatía y habilidades comunicativas por parte del profesional, dado que muchos pacientes experimentan ansiedad, incomodidad o vergüenza al someterse a una exploración anorrectal. Una adecuada preparación psicológica, junto con una explicación clara y respetuosa del procedimiento, son elementos clave para asegurar la cooperación del paciente y obtener resultados diagnósticos precisos.
Conocimiento necesario
Comprender en profundidad la anatomía del ano y de los tejidos adyacentes reviste una importancia fundamental en el abordaje clínico de los trastornos anorrectales, tanto para su diagnóstico como para su tratamiento. Esta comprensión permite al profesional identificar con precisión las estructuras implicadas en las patologías, interpretar adecuadamente los hallazgos clínicos y seleccionar las intervenciones más adecuadas, minimizando riesgos y optimizando los resultados terapéuticos.
La región anorrectal está constituida por una compleja organización de estructuras musculares, vasculares, nerviosas y epiteliales que cumplen funciones tanto de conducción como de contención, siendo además una zona con una sensibilidad muy particular. Cualquier alteración en estos elementos —ya sea inflamatoria, infecciosa, estructural o funcional— puede dar lugar a síntomas que afectan de forma considerable la calidad de vida del paciente, como dolor, prurito, sangrado, secreción o incontinencia.
La exploración clínica debe comenzar con una inspección visual meticulosa de la región perianal. Esta simple maniobra puede evidenciar signos relevantes como hemorroides externas, pliegues cutáneos residuales, fisuras anales, dermatitis, abscesos, trayectos fistulosos o lesiones ulceradas, pigmentadas o sospechosas de malignidad. Sin embargo, la observación superficial es solo una parte del examen. Un paso ineludible y complementario es el tacto rectal, que no solo proporciona información sobre la integridad estructural del conducto anal y del recto distal, sino que también permite evaluar el tono del esfínter anal externo, la presencia de masas palpables, dolor localizado, o alteraciones en la orientación anatómica.
El recto, por su parte, representa el segmento terminal del tubo digestivo y tiene una longitud promedio de diez a doce centímetros. Su disposición es continua con el colon sigmoide en sentido proximal y con el canal anal en sentido distal. Anatómicamente, el recto realiza una curva en sentido posterior e inferior al nivel del cóccix, formando el ángulo anorrectal, que constituye una pieza clave en la mecánica de la continencia, ya que actúa como un mecanismo de cierre pasivo reforzado por la acción del músculo puborrectal, componente del elevador del ano.
En el análisis de la anatomía del canal anal se identifican tres hitos anatómicos principales que orientan al clínico durante la exploración: el margen anal, la línea dentada y el anillo anorrectal. El margen anal marca el inicio externo del canal y representa la transición entre la piel perianal pigmentada y el epitelio anal no queratinizado. La línea dentada, situada aproximadamente a uno o dos centímetros por encima del margen anal, constituye una unión mucocutánea crítica: por debajo de ella predomina un epitelio escamoso, y por encima, un epitelio cilíndrico típico del recto. Esta zona es también el sitio de ubicación de glándulas anales que secretan moco para lubricar el canal. Por su parte, el anillo anorrectal, que se palpa durante el tacto rectal, delimita el borde superior del complejo esfinteriano y representa la transición entre el recto y el canal anal funcional.
En cuanto a su irrigación, el recto y el canal anal reciben un aporte sanguíneo abundante y segmentado. La porción proximal del recto es irrigada por la arteria rectal superior, rama terminal de la arteria mesentérica inferior. Las arterias rectales medias, generalmente derivadas de las arterias ilíacas internas, abastecen la región media e inferior del recto. Finalmente, las arterias rectales inferiores, ramas de las arterias pudendas internas, irrigan el canal anal y los músculos del esfínter. Esta distribución vascular explica fenómenos como la formación de hemorroides, en las que se diferencian dos plexos venosos: el plexo hemorroidal interno, situado por encima de la línea dentada, y el externo, localizado por debajo. Esta relación anatómica es de gran relevancia clínica, ya que condiciona tanto la sintomatología como el abordaje terapéutico de las hemorroides.
Desde el punto de vista neurofisiológico, la región anorrectal presenta una doble inervación. El sistema nervioso autónomo, mediante fibras simpáticas y parasimpáticas, regula la función del esfínter interno, un músculo liso de control involuntario que contribuye a la continencia pasiva. En cambio, el esfínter externo, formado por músculo estriado y de control voluntario, depende de la inervación somática proporcionada por el nervio pudendo interno y por ramas del cuarto nervio sacro. La función coordinada del esfínter externo y del músculo puborrectal, que forma un anillo dinámico alrededor del recto distal, es esencial para el mantenimiento de la continencia anal voluntaria. Aunque el esfínter interno cumple una función basal en la continencia, se ha demostrado que la integridad del esfínter externo y del anillo anorrectal es determinante para una continencia completa.
Indicaciones
Este procedimiento tiene un alto valor diagnóstico y terapéutico en la práctica clínica, especialmente en el contexto de la proctología, ya que proporciona información visual inmediata sobre las estructuras anorrectales, permitiendo identificar alteraciones morfológicas o funcionales con notable precisión. Las indicaciones para su realización son diversas y están basadas en la sintomatología del paciente o en hallazgos clínicos sugestivos de patología en esta región.
Una de las indicaciones más frecuentes para la anoscopia es el sangrado rectal. La visualización directa del canal anal y del recto permite identificar la fuente del sangrado, que puede corresponder a hemorroides internas, fisuras, lesiones vasculares o neoplasias. Esta evaluación inicial es fundamental para distinguir entre causas benignas y otras potencialmente graves que requieran intervención inmediata.
Asimismo, la anoscopia es una herramienta clave en la valoración del dolor anorrectal, ya que permite observar signos de inflamación, úlceras, abscesos o masas que podrían estar causando el síntoma. Del mismo modo, en casos de prurito anal persistente, esta exploración puede revelar afecciones subyacentes como dermatitis, infecciones, lesiones neoplásicas o prolapso de mucosa que no son evidentes en la inspección superficial.
Otro motivo frecuente de anoscopia es la presencia de secreción anal, que puede deberse a infecciones de transmisión sexual, fístulas, abscesos crípticos o trastornos inflamatorios del canal anal. La anoscopia permite no solo visualizar el origen de la secreción, sino también obtener muestras para cultivos o pruebas microbiológicas específicas.
Además, el procedimiento se justifica cuando, durante un tacto rectal, se detecta una masa en la cúpula rectal o cualquier irregularidad que requiera visualización directa. En estos casos, la anoscopia permite evaluar con mayor detalle la morfología de la lesión, su extensión, vascularización, y consistencia, lo que puede orientar el diagnóstico hacia entidades benignas o sugerir malignidad.
Desde una perspectiva terapéutica, la anoscopia también es útil en procedimientos como la extracción de cuerpos extraños alojados en el canal anal y en el tratamiento de las hemorroides internas, mediante técnicas como la escleroterapia o la ligadura con bandas elásticas. Asimismo, puede utilizarse para realizar biopsias de lesiones sospechosas, permitiendo la confirmación histopatológica, o para la toma de muestras para cultivos, especialmente en contextos de infecciones anorrectales.
Contraindicaciones
A pesar de su bajo nivel de riesgo, existen ciertas contraindicaciones para la realización de una anoscopia, las cuales deben ser cuidadosamente consideradas para evitar complicaciones y preservar la seguridad del paciente. Entre las principales se encuentra el dolor rectal intenso, que puede hacer intolerable la introducción del anoscopio. Este dolor puede estar relacionado con patologías como fisuras anales agudas, en las que, además, existe riesgo de sangrado adicional, o con la presencia de trombosis hemorroidal aguda, abscesos perirrectales o procesos inflamatorios graves, situaciones en las que la manipulación anal puede exacerbar el cuadro clínico.
Otra contraindicación relativa es la ausencia de colaboración por parte del paciente, ya sea por rechazo al procedimiento, por ansiedad extrema o por trastornos neurológicos o cognitivos que impidan una posición adecuada o una relajación del esfínter necesaria para una exploración efectiva. En estos casos, es prioritario informar al paciente de manera clara y empática sobre el objetivo, la técnica y los beneficios del procedimiento, a fin de reducir temores y aumentar la cooperación.
Asimismo, existen condiciones anatómicas que pueden impedir o dificultar significativamente la anoscopia, como el ano imperforado (una malformación congénita) o una estenosis anal grave, que pueden obstruir el paso del instrumento. En estos pacientes, se deben considerar estudios alternativos o la derivación al especialista. Finalmente, una cirugía anorrectal recienterepresenta una contraindicación temporal, ya que la manipulación en un área en proceso de cicatrización puede provocar dolor, hemorragias o dehiscencias.
Preparación
La preparación adecuada del paciente para la realización de una anoscopia no implica procedimientos invasivos ni medidas complejas, pero sí requiere una atención cuidadosa a los aspectos informativos, emocionales y éticos que rodean este tipo de exploración. Aunque el procedimiento en sí es técnicamente sencillo y de corta duración, su ejecución involucra una zona corporal íntima y, por tanto, puede generar incomodidad, ansiedad o reticencia en muchas personas. Por esta razón, la preparación más importante no es física, sino comunicativa y psicológica.
El primer paso fundamental consiste en ofrecer al paciente una explicación clara, completa y científica sobre el propósito de la anoscopia, su relevancia clínica, el modo en que se realizará y las posibles sensaciones que puede experimentar. Esta información debe ser proporcionada en un lenguaje comprensible, adaptado al nivel educativo del paciente, sin caer en tecnicismos innecesarios, pero conservando la precisión. Aclarar que se trata de una técnica exploratoria que, aunque puede causar molestias leves o una sensación transitoria de urgencia defecatoria, no debe ser dolorosa en condiciones normales, contribuye significativamente a reducir la ansiedad y aumentar la cooperación.
Es igualmente importante destacar que durante todo el procedimiento se respetará la privacidad, la dignidad y la comodidad del paciente. Esto implica no solo cubrir las áreas del cuerpo que no serán exploradas, sino también ofrecer una actitud profesional, empática y no juzgadora. Muchas personas sienten vergüenza o inseguridad al exponerse a una exploración anorrectal, por lo que el entorno debe ser tranquilo, privado y con personal debidamente capacitado tanto en técnica como en comunicación.
En la mayoría de los casos no se requiere preparación intestinal previa como enemas o laxantes, ya que el examen se limita al canal anal y al recto distal, donde la presencia de contenido fecal no suele impedir la observación de las estructuras principales. Sin embargo, en pacientes con estreñimiento severo o en quienes se prevé la necesidad de realizar procedimientos terapéuticos, se puede considerar una limpieza previa leve, siempre que sea justificada clínicamente.
Materiales
Respecto a los materiales necesarios para la anoscopia, estos deben estar organizados y listos antes de iniciar el procedimiento para asegurar su fluidez y evitar demoras innecesarias:
- Anoscopio: es el instrumento central del procedimiento. Se trata de un cilindro corto con paredes lisas y un obturador interno extraíble que facilita su introducción en el canal anal. Puede estar fabricado en polietileno transparente desechable o en metal reutilizable, debidamente esterilizado. Algunos modelos incluyen una fuente de luz integrada, mientras que en otros casos se requiere una fuente de iluminación externa, ya sea dirigida manualmente o colocada en la cabeza del explorador.
- Lubricante hidrosoluble: esencial para reducir la fricción durante la inserción del anoscopio y minimizar las molestias para el paciente. Debe aplicarse tanto al instrumento como al área perianal.
- Guantes desechables: imprescindibles para mantener la higiene, prevenir infecciones cruzadas y cumplir con las normas de bioseguridad.
- Fuente de iluminación: la correcta visualización del canal anal y del recto distal depende de una luz directa, intensa y sin sombras. En ausencia de luz incorporada en el anoscopio, se emplean lámparas dirigidas o dispositivos colocados sobre la cabeza del profesional, permitiendo el uso de ambas manos.
- Torundas adecuadas para cultivo: si se sospecha la presencia de infecciones bacterianas, virales o micóticas, especialmente en casos de secreción anal, úlceras o lesiones de aspecto inflamatorio.
- Soluciones hemostáticas o cauterizantes, como el subsulfato férrico al veinte por ciento o las barritas de nitrato de plata, que se utilizan en casos de sangrado leve o lesiones superficiales que requieren tratamiento inmediato.
- Torundas de algodón de punta larga, útiles tanto para aplicar soluciones como para retirar secreciones, coágulos o restos de moco que puedan dificultar la visión durante la exploración.
Procedimiento
Colocación del paciente
El primer paso esencial es posicionar adecuadamente al paciente, ya que la exposición correcta del área anorrectal determina la eficacia del procedimiento. Existen dos posiciones comúnmente utilizadas: el decúbito lateral izquierdo, también conocido como posición de Sims, con las caderas y rodillas flexionadas, y la posición de litotomía dorsal, que es más frecuente en entornos quirúrgicos o ginecológicos. Ambas posturas permiten un acceso adecuado al canal anal, pero la elección dependerá del entorno clínico, la preferencia del profesional y la condición del paciente. Una vez elegido el decúbito, se debe preparar un campo quirúrgico limpio y estéril, respetando las normas de bioseguridad y privacidad.
Inspección visual
La exploración comienza con una inspección visual meticulosa de la región perianal, lo cual permite detectar signos de enfermedad antes de cualquier manipulación. El examinador debe estar familiarizado con la anatomía normal del ano y sus estructuras circundantes para identificar con claridad cualquier desviación patológica. A simple vista pueden evidenciarse fisuras anales, dermatitis, abscesos, orificios fistulosos, hemorroides externas o lesiones pigmentadas o ulceradas. Un hallazgo importante puede revelarse si se solicita al paciente que realice una maniobra de Valsalva o que puje levemente, ya que esto puede facilitar la visualización de hemorroides internas prolapsadas u otras alteraciones dinámicas del canal anal.
Tacto rectal
Antes de introducir el anoscopio, es obligatorio realizar un tacto rectal sistemático y completo, que cumple tanto una función diagnóstica como preparatoria. El explorador debe lubricar un guante estéril e introducir suavemente el dedo índice en el canal anal, pidiendo al paciente que relaje el esfínter anal. Este gesto inicial permite valorar el tono basal del esfínter externo, seguido de una maniobra activa en la que se le solicita al paciente que simule interrumpir la defecación, lo que ayuda a estimar la competencia funcional del esfínter anal externo.
Con el dedo aún en el canal, el explorador debe palpar de manera circunferencial, girando lentamente 360 grados, para identificar masas, induraciones, dolor localizado, estenosis o irregularidades mucosas. En el caso de pacientes masculinos, debe también explorarse la próstata, valorando su tamaño, consistencia y simetría. Aunque no se pueden palpar directamente las hemorroides internas ni la línea dentada, el tacto rectal permite identificar indirectamente signos sugestivos de estas alteraciones. Debe inspeccionarse el guante tras la extracción en busca de restos de sangre oculta o moco, aunque esta observación no sustituye los métodos específicos de detección de hemorragias digestivas ocultas o neoplasias.
Anoscopia
Tras el tacto rectal, se procede a la anoscopia propiamente dicha. Se lubrica generosamente el anoscopio y, tras separar con suavidad las nalgas, se introduce el instrumento con el obturador colocado, siguiendo la dirección del canal anal. El avance debe ser progresivo y sin forzar, hasta que la base del anoscopio haga contacto con la piel perianal. En este punto, se pueden retirar restos fecales que interfieran con la visión mediante una torunda larga.
Se retira el obturador y se explora cuidadosamente la mucosa del canal anal y el recto distal, en busca de lesiones vasculares, hemorroides internas, úlceras, masas, pólipos, áreas de inflamación o secreción. Cuando se utilizan anoscopios opacos, es necesario rotarlos suavemente hacia la derecha e izquierda con el obturador colocado para obtener una visión completa. Por el contrario, los anoscopios acanalados no deben rotarse, ya que pueden generar molestias. En estos casos, el instrumento debe retirarse y reintroducirse secuencialmente en cada uno de los cuatro cuadrantes del canal para lograr una exploración completa.
En caso de detectarse lesiones sospechosas, se pueden emplear instrumentos de biopsia de mango largo para obtener muestras de tejido, que posteriormente serán enviadas para análisis histopatológico. Si durante la exploración se produce sangrado leve, este puede ser controlado mediante presión directa, o recurriendo a agentes hemostáticos como el subsulfato férrico al veinte por ciento o el nitrato de plata, según el tipo y localización de la lesión.
Al finalizar la evaluación, el anoscopio debe retirarse lentamente, siempre con el obturador en su lugar para evitar molestias innecesarias al paciente. En todo momento, la maniobra debe realizarse con cuidado, respetando la sensibilidad de la zona y observando cualquier signo clínico que pudiera emerger al retirar el instrumento.
Complicaciones y seguimiento
Una vez concluida la anoscopia, es fundamental dedicar el tiempo necesario para comunicar al paciente de manera clara, respetuosa y comprensible los hallazgos obtenidos durante la exploración. Este intercambio forma parte integral del proceso clínico, no solo para informar sobre el diagnóstico o las sospechas diagnósticas, sino también para fomentar una relación médico-paciente basada en la confianza, la transparencia y la toma de decisiones compartida. El paciente debe comprender qué se ha observado, cuál es la posible naturaleza de los hallazgos, qué estudios complementarios podrían ser necesarios y cuál será el plan de seguimiento, si corresponde.
En términos generales, la anoscopia es un procedimiento seguro y bien tolerado. Las complicaciones asociadas a esta técnica son infrecuentes, especialmente cuando es realizada en condiciones adecuadas de higiene, iluminación y preparación del paciente. No obstante, como ocurre con cualquier procedimiento médico que implique manipulación de mucosas o tejidos sensibles, existen eventos adversos posibles, aunque su incidencia es baja y, por lo general, de resolución espontánea o con medidas conservadoras.
Entre las posibles complicaciones, la más frecuente es el sangrado leve, que puede ocurrir principalmente en pacientes con fisuras anales, hemorroides internas o fragilidad de la mucosa rectal, especialmente si existen procesos inflamatorios previos o si se ha realizado una biopsia durante el procedimiento. Este sangrado suele ser autolimitado, y en la mayoría de los casos se controla mediante presión directa o el uso de agentes hemostáticos locales, como el nitrato de plata o el subsulfato férrico. Solo en pacientes con trastornos de la coagulación o en situaciones clínicas complejas, puede requerirse intervención adicional.
Otra posible complicación es el dolor posterior al procedimiento, que, si bien es raro, puede manifestarse en individuos con patologías anorrectales activas como fisuras, abscesos, proctitis o estenosis. En estos casos, el dolor suele ser consecuencia de la exacerbación de una condición subyacente y no del procedimiento en sí. Por ello, resulta indispensable que el profesional actúe con extrema suavidad durante la maniobra exploratoria, respetando siempre el umbral de tolerancia del paciente y deteniendo la exploración si se desencadena dolor significativo.
Excepcionalmente, pueden presentarse reacciones vasovagales como mareo, sudoración o sensación de desmayo, asociadas a la manipulación del canal anal y al componente emocional del procedimiento. Estas respuestas suelen ser transitorias y se resuelven con reposo, ventilación adecuada y contención emocional.
En cuanto al seguimiento, este debe ser individualizado, dependiendo de los hallazgos clínicos observados durante la anoscopia. Si se identifican lesiones sugestivas de patología benigna, como hemorroides no complicadas o fisuras superficiales, puede bastar con tratamiento médico ambulatorio y una evaluación posterior según la evolución. En cambio, si se han detectado lesiones sospechosas, masas, úlceras persistentes o sangrados recurrentes, será necesario completar el estudio con técnicas más complejas como la rectoscopia, la colonoscopia, la biopsia dirigida o incluso pruebas de imagen.
Es importante instruir al paciente para que esté atento a signos de alarma posteriores al procedimiento, aunque poco probables. Debe indicársele que consulte de inmediato si presenta sangrado abundante, dolor persistente o intenso, fiebre, secreción purulenta o cualquier síntoma nuevo o preocupante. Esta orientación no solo permite detectar de forma precoz una complicación, sino que también tranquiliza al paciente al explicarle claramente qué puede considerarse normal y qué no tras la exploración.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Townsend, C. M., Beauchamp, R. D., Evers, B. M., & Mattox, K. L. (2022). Sabiston. Tratado de cirugía. Fundamentos biológicos de la práctica quirúrgica moderna (21.ª ed.). Elsevier España.
- Brunicardi F, & Andersen D.K., & Billiar T.R., & Dunn D.L., & Kao L.S., & Hunter J.G., & Matthews J.B., & Pollock R.E.(2020), Schwartz. Principios de Cirugía, (11e.). McGraw-Hill Education.
- Asociación Mexicana de Cirugía General. (2024). Nuevo Tratado de Cirugía General (1.ª ed.). Editorial El Manual Moderno.
- Dehn, R., & Asprey, D. (2021). Procedimientos clínicos esenciales (4.ª ed.; Elsevier España, S.L.U., Trans.). Elsevier España, S.L.U.