¿Como se transmite la oncocercosis?
La oncocercosis, también conocida como ceguera de río, es una enfermedad causada por la infección con el parásito Onchocerca volvulus. Esta enfermedad es transmitida por la picadura de moscas negras del género Simulium, que son comunes en áreas cercanas a ríos y arroyos en regiones tropicales de África, América Latina y Yemen.
Cuando una persona es picada por una mosca negra infectada, los parásitos Onchocerca volvulus son transmitidos a través de la saliva de la mosca, después de la picadura de un jején infectado, las larvas se depositan en la piel, donde se convierten en adultos después de seis a 12 meses. Una vez dentro del cuerpo, los parásitos migran hacia los tejidos subcutáneos, donde se desarrollan y se reproducen. Los gusanos adultos viven en el tejido conjuntivo subcutáneo o en nódulos musculares por un decenio o más. Las microfilarias se liberan de los nódulos y migran por los tejidos subcutáneo y ocular. La enfermedad se debe a las respuestas ante los gusanos y las bacterias intracelulares Wolbachia.
La infección por Onchocerca volvulus puede causar una variedad de síntomas y manifestaciones clínicas. El síntoma más característico y conocido de la oncocercosis es la presencia de nódulos subcutáneos, que son protuberancias palpables debajo de la piel. Estos nódulos son el resultado de la respuesta del sistema inmunológico a la presencia de los parásitos.
Además de los nódulos subcutáneos, la oncocercosis puede provocar afectaciones en la piel y los ojos. En la piel, los parásitos liberan larvas microscópicas llamadas microfilarias, que pueden causar picazón intensa y la aparición de lesiones cutáneas como dermatitis, pápulas, descamación y engrosamiento de la piel. Sin embargo, uno de los aspectos más devastadores de la oncocercosis es su impacto en los ojos.
La infección ocular por Onchocerca volvulus puede conducir a la llamada ceguera de río. Las microfilarias se acumulan en los tejidos delgados del ojo, especialmente en la córnea y en el interior del globo ocular. La inflamación crónica y la muerte de los parásitos en el ojo provocan una respuesta inflamatoria intensa y pueden dañar estructuras clave del ojo, como la córnea y la retina. Esto puede resultar en una disminución gradual de la visión y, en casos graves, puede llevar a la ceguera permanente.
Es importante destacar que la oncocercosis es una enfermedad crónica que puede durar décadas si no se trata. Además de los síntomas físicos, la ceguera de río tiene un impacto significativo en la calidad de vida de las personas afectadas. La pérdida de la visión puede dificultar o impedir las actividades diarias, el trabajo y la educación, y puede tener un impacto negativo en las comunidades y en el desarrollo socioeconómico de las regiones afectadas.
El diagnóstico de la oncocercosis se realiza mediante la identificación de microfilarias en la piel o mediante pruebas serológicas para detectar anticuerpos contra Onchocerca volvulus. El tratamiento principal para la oncocercosis es el uso del medicamento ivermectina, que es eficaz para matar las microfilarias y prevenir la progresión de la enfermedad. La ivermectina se administra de forma masiva en programas de distribución comunitaria y puede ayudar a reducir la carga de la enfermedad en las áreas afectadas.
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