Conjuntivitis bacteriana

Conjuntivitis bacteriana
Conjuntivitis bacteriana

La conjuntivitis bacteriana es una inflamación de la conjuntiva, la membrana transparente que recubre la parte blanca del ojo y el interior de los párpados, causada por bacterias. Esta afección puede ser causada por una variedad de organismos, siendo los más comunes:

  • Estafilococos: Incluyendo el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (MRSA). Estas bacterias son ubicuas y pueden encontrarse en la piel y en el ambiente, lo que facilita su acceso al ojo y su proliferación en condiciones favorables.
  • Estreptococos: Específicamente Streptococcus pneumoniae, una bacteria que comúnmente se encuentra en la nasofaringe. Puede transmitirse al ojo a través de la propagación desde el sistema respiratorio.
  • Haemophilus: Especies de bacterias que pueden causar una variedad de infecciones, incluida la conjuntivitis. Pueden ser transmitidas por contacto directo con personas infectadas o a través de gotitas respiratorias.
  • Pseudomonas: Otro tipo de bacteria que puede causar conjuntivitis. Se encuentra comúnmente en el medio ambiente y puede infectar el ojo a través de la contaminación de agua, tierra u otros objetos.
  • Moraxella: Otra bacteria asociada con la conjuntivitis bacteriana. También puede transmitirse por contacto directo con personas infectadas o a través de objetos contaminados.

Los síntomas típicos de la conjuntivitis bacteriana incluyen secreción purulenta (de color amarillo o verde) y costras en los párpados, visión borrosa leve y sensación de incomodidad en el ojo afectado. En casos más graves, especialmente aquellos con una secreción ocular intensa (llamados hiperpurulentos), se recomienda realizar exámenes específicos, como raspados y cultivos conjuntivales, para identificar la causa exacta de la infección, especialmente para descartar infecciones más graves como la gonocócica, que requiere tratamiento urgente.

La mayoría de las veces, la conjuntivitis bacteriana se resuelve por sí sola en un período de 10 a 14 días si no se trata. Sin embargo, los antibióticos tópicos pueden acelerar la remisión clínica y reducir la propagación de la infección. Es importante destacar que no hay un antibiótico tópico específico que haya demostrado ser superior a los demás en el tratamiento de la conjuntivitis bacteriana, por lo que la elección del tratamiento depende de varios factores, incluida la susceptibilidad bacteriana y la tolerabilidad del paciente.

 

A. Conjuntivitis Gonocócica

 

La conjuntivitis gonocócica es una forma específica de conjuntivitis bacteriana causada por la bacteria Neisseria gonorrhoeae, que generalmente se adquiere a través del contacto con secreciones genitales infectadas durante el acto sexual. Esta afección es una emergencia oftalmológica debido a su gravedad y el riesgo de complicaciones graves, como la perforación corneal.

Una de las características distintivas de la conjuntivitis gonocócica es la secreción purulenta copiosa que produce. Esta secreción es típicamente de color amarillo-verdoso y puede ser tan abundante que puede impedir la apertura de los párpados. Esta abundante secreción es el resultado de la inflamación severa causada por la bacteria y su rápida proliferación en la conjuntiva. Además, la Neisseria gonorrhoeae tiene una capacidad única para provocar una respuesta inflamatoria muy intensa en el tejido ocular, lo que contribuye a la producción excesiva de secreción purulenta.

La conjuntivitis gonocócica representa una emergencia oftalmológica debido a la rapidez con la que puede progresar y causar daño ocular grave. La afectación corneal es una complicación común y grave de esta infección, y puede conducir rápidamente a la perforación de la córnea si no se trata adecuadamente y con prontitud. La perforación corneal es una situación extremadamente seria que puede resultar en la pérdida permanente de la visión si no se maneja de manera urgente.

El diagnóstico de la conjuntivitis gonocócica se realiza mediante un frotis manchado y un cultivo de la descarga ocular. Estos procedimientos permiten identificar la presencia de la bacteria Neisseria gonorrhoeae y confirmar el diagnóstico. Una vez confirmada la infección, se requiere tratamiento sistémico con antibióticos. La ceftriaxona es el tratamiento de elección y se administra en una dosis única de 500 mg por vía intramuscular en pacientes que pesan menos de 150 kg, o una dosis de 1 g en pacientes que pesan más de 150 kg. Esto se debe a la necesidad de eliminar la bacteria de todo el cuerpo para prevenir la propagación de la infección y sus complicaciones.

Es importante tener en cuenta que la resistencia a las fluoroquinolonas, un tipo común de antibióticos, es frecuente en Neisseria gonorrhoeae, por lo que no se recomienda su uso en el tratamiento de la conjuntivitis gonocócica. Además del tratamiento sistémico, el riego ocular con solución salina puede ayudar a promover la resolución de la conjuntivitis y aliviar los síntomas.

Se pueden agregar antibióticos tópicos como la eritromicina y la bacitracina para ayudar a combatir la infección localmente en el ojo. Además, debido a que la conjuntivitis gonocócica se adquiere a través del contacto sexual, es importante considerar otras infecciones de transmisión sexual concurrentes, como la clamidia, la sífilis y la infección por VIH. El tratamiento estándar para la infección por clamidia también debe ser considerado en pacientes con conjuntivitis gonocócica. En resumen, la conjuntivitis gonocócica es una afección grave que requiere tratamiento urgente y manejo cuidadoso para prevenir complicaciones graves y proteger la salud ocular y general del paciente.

 

Queratoconjuntivitis por clamidia

 

Tracoma:

El tracoma es una enfermedad ocular infecciosa causada por la bacteria Chlamydia trachomatis y es la causa infecciosa más común de ceguera en todo el mundo. Esta enfermedad afecta a aproximadamente 40 millones de personas y causa ceguera en alrededor de 1.2 millones de individuos. El tracoma es endémico en muchas regiones del mundo, especialmente en áreas con condiciones de vida precarias, acceso limitado al agua limpia y saneamiento básico, y falta de acceso a atención médica adecuada.

La enfermedad se caracteriza por episodios recurrentes de infección, principalmente en la infancia. Estos episodios se manifiestan inicialmente como conjuntivitis folicular bilateral, lo que significa que hay inflamación de la conjuntiva con la formación de pequeñas protuberancias (folículos). Con el tiempo, la enfermedad progresa y puede causar queratitis epitelial, que es una inflamación de la córnea, y vascularización corneal, conocida como pannus, que es la invasión de vasos sanguíneos en la córnea desde la conjuntiva.

La complicación más grave del tracoma ocurre en la edad adulta, cuando la cicatrización de la conjuntiva tarsal conduce a deformidades en los párpados, como entropión (inversión del borde del párpado hacia adentro) y triquiasis (pelo de las pestañas que roza contra la córnea). Estas condiciones pueden causar daño corneal progresivo y cicatrización, lo que eventualmente conduce a la ceguera.

El diagnóstico del tracoma se puede confirmar mediante pruebas inmunológicas específicas o mediante la detección de ADN de Chlamydia trachomatis en muestras de tejido conjuntival mediante la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Sin embargo, el tratamiento debe iniciarse sobre la base de los hallazgos clínicos, especialmente en áreas donde no se dispone de estas pruebas de laboratorio.

El tratamiento preferido para el tracoma es la administración de una sola dosis de 1 g de azitromicina por vía oral. Esta estrategia se utiliza comúnmente en campañas de tratamiento masivo en áreas endémicas para controlar la propagación de la enfermedad. Además del tratamiento farmacológico, las mejoras en la higiene y las condiciones de vida, como el acceso al agua limpia y al saneamiento básico, han demostrado ser fundamentales en la reducción de la prevalencia del tracoma en las últimas décadas.

En casos avanzados donde haya ocurrido daño corneal significativo, el tratamiento quirúrgico puede ser necesario. Esto puede incluir la corrección de las deformidades del párpado mediante cirugía reconstructiva y, en algunos casos, trasplante de córnea para restaurar la visión en aquellos con ceguera corneal irreversible.

 

Conjuntivitis por inclusión

La conjuntivitis por inclusión, es una infección ocular causada por la bacteria Chlamydia trachomatis. Esta bacteria se transmite principalmente a través del contacto con secreciones infectadas, como las secreciones oculares o genitales de una persona infectada. La conjuntivitis por clamidia es una forma específica de conjuntivitis que afecta el revestimiento externo del ojo, la conjuntiva.

Los síntomas de la conjuntivitis por clamidia generalmente comienzan con enrojecimiento ocular agudo, secreción ocular y sensación de irritación. Al examinar el ojo afectado, se pueden observar signos característicos, como conjuntivitis folicular, que es la presencia de pequeños nódulos o folículos en la conjuntiva, y queratitis leve, que es la inflamación de la córnea. Además, puede palparse un ganglio linfático preauricular, que puede estar inflamado pero no tierno.

El diagnóstico de la conjuntivitis por clamidia se puede confirmar rápidamente mediante pruebas inmunológicas específicas o mediante la detección de ADN de Chlamydia trachomatis en muestras de tejido conjuntival utilizando la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Estas pruebas son importantes para confirmar el diagnóstico y guiar el tratamiento adecuado.

El tratamiento de la conjuntivitis por clamidia generalmente implica el uso de antibióticos. La doxiciclina es el tratamiento preferido, administrada a una dosis de 100 mg por vía oral dos veces al día durante 7 días. Los antibióticos ayudan a eliminar la bacteria y a reducir la duración e intensidad de los síntomas.

Es importante destacar que todos los casos de conjuntivitis por clamidia deben ser evaluados para detectar infecciones del tracto genital y otras infecciones de transmisión sexual (ITS). Esto se debe a que Chlamydia trachomatis puede causar una variedad de infecciones en diferentes partes del cuerpo, incluidos los genitales, y es importante tratar todas las infecciones concurrentes para prevenir la propagación de la bacteria y prevenir complicaciones a largo plazo.

 

 

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