Los virus de la influenza zoonótica, en particular aquellos de origen aviar, difieren significativamente de los virus de la influenza estacional humana en varios aspectos fundamentales que afectan su capacidad para transmitirse entre personas y causar enfermedades en humanos. Estas diferencias radican tanto en la estructura genética del virus como en la adaptación específica a los hospedadores.
Los virus de la influenza zoonótica, como los virus de la influenza aviar tipo A, tienen como hospedadores naturales a las aves acuáticas, que constituyen un reservorio importante y persistente del virus en la naturaleza. Estos virus están evolucionados para infectar células aviares, lo que implica que sus proteínas superficiales, principalmente la hemaglutinina y la neuraminidasa, están adaptadas para unirse eficientemente a receptores específicos presentes en el tracto respiratorio o gastrointestinal de las aves. Por contraste, los virus de influenza estacional humana presentan adaptaciones moleculares que les permiten reconocer preferentemente los receptores sialilados presentes en las células del tracto respiratorio humano, facilitando su transmisión eficiente entre personas mediante aerosoles o gotículas respiratorias.
Esta especificidad en la interacción con receptores celulares es uno de los principales motivos por los cuales los virus zoonóticos no se transmiten fácilmente entre humanos. Para que un virus aviar pueda adaptarse a la especie humana y adquirir la capacidad de transmisión sostenida entre personas, se requieren varios cambios genéticos. Estos cambios pueden ocurrir mediante mutaciones puntuales, que alteran la afinidad de la hemaglutinina por los receptores humanos, o mediante procesos de reasociación genética (reordenamiento genético) que permiten la adquisición de segmentos genéticos de virus circulantes en humanos, otorgándole propiedades adaptativas para infectar y replicarse eficientemente en células humanas.
En el contexto global, los brotes de influenza aviar tipo A ocurren de manera ocasional en aves de corral, y en algunas regiones, especialmente en países del sudeste asiático y Egipto, estos virus se han establecido de manera endémica en poblaciones avícolas. La infección de aves de corral genera un riesgo constante de transmisión zoonótica a humanos, particularmente cuando existe contacto directo o indirecto con aves infectadas o con ambientes contaminados, como los mercados de aves vivas. La manipulación de aves enfermas o muertas representa un factor de riesgo importante para la transmisión.
Aunque las infecciones zoonóticas en humanos son relativamente infrecuentes, cuando ocurren pueden manifestarse con una amplia variedad clínica, desde síntomas leves similares a los de una gripe común hasta cuadros graves de rápida progresión, síndrome de dificultad respiratoria aguda y muerte, dependiendo del subtipo viral involucrado. Subtipos como H5, H7 y H9 son particularmente preocupantes por su capacidad potencial de mutar o sufrir reasociación genética que podría facilitar su transmisión de persona a persona.
Es notable que todos los casos fatales de infección humana por virus de la influenza aviar se han asociado con virus que han adquirido segmentos génicos internos del subtipo H9N2, el más ampliamente distribuido entre las aves de corral, lo que sugiere que estos segmentos internos pueden conferir ventajas en la replicación o adaptación a mamíferos.
Desde el punto de vista epidemiológico, la Organización Mundial de la Salud ha reportado infecciones humanas por el virus H5N1 en al menos 16 países, con una tasa de letalidad aproximada del 60%, lo que refleja la alta virulencia de este subtipo en humanos. El primer caso en las Américas fue detectado en Canadá en 2014. Por otro lado, el subtipo H7N9, identificado por primera vez en China en 2013, ha causado miles de infecciones humanas y más de mil muertes, y representa una amenaza continua para la salud pública mundial. También se han documentado casos esporádicos de infección humana por H9N2.
Recientemente, se ha registrado el primer caso humano de infección por el virus H5N8 en Rusia, un subtipo cuya prevalencia está aumentando en poblaciones aviares a nivel global, con alta circulación especialmente en África, lo que subraya la importancia de la vigilancia epidemiológica y los esfuerzos en la prevención de zoonosis emergentes con potencial pandémico.
Manifestaciones clínicas
Distinguir clínicamente la influenza aviar de la influenza común representa un desafío significativo, debido a la superposición de manifestaciones clínicas durante las fases iniciales de la enfermedad. Ambas patologías pueden comenzar con fiebre, malestar general, tos y síntomas respiratorios, lo que dificulta el diagnóstico diferencial en ausencia de antecedentes epidemiológicos y pruebas de laboratorio específicas. Esta similitud sintomática es especialmente crítica durante las epidemias estacionales de influenza humana, en las que es más probable asumir un diagnóstico común, omitiendo la posibilidad de una infección por un subtipo aviar altamente patógeno.
Ante esta dificultad, es imprescindible investigar cuidadosamente antecedentes epidemiológicos que orienten hacia la sospecha de influenza aviar. Entre los elementos clave se incluye el antecedente de exposición a aves enfermas o muertas, especialmente en contextos rurales o en contacto directo con animales de corral. Asimismo, se deben considerar visitas recientes a mercados de aves vivas, donde la circulación viral entre animales puede favorecer la transmisión zoonótica. El antecedente de viajes recientes a regiones endémicas, como el sudeste asiático o Egipto, también debe ser indagado, así como cualquier contacto cercano con personas confirmadas con infección por virus de influenza aviar. Estos factores permiten aumentar la sospecha clínica y guiar hacia un diagnóstico más preciso.
Los pacientes infectados por los subtipos de influenza aviar A, como H5N1 o H7N9, suelen experimentar un curso clínico más agresivo en comparación con la influenza estacional. Las manifestaciones clínicas se caracterizan inicialmente por fiebre alta, que progresa hacia síntomas respiratorios de vías inferiores, como tos persistente y dificultad respiratoria (disnea). En contraste con la influenza común, los síntomas del tracto respiratorio superior, como rinorrea o estornudos, son menos frecuentes. En el caso del subtipo H5N1, también se han documentado síntomas gastrointestinales con mayor frecuencia, incluyendo náuseas, vómitos y diarrea, lo que puede contribuir a la deshidratación y al deterioro clínico. Por otro lado, el subtipo H7 ha sido asociado con cuadros de conjuntivitis, lo cual constituye una característica distintiva aunque no exclusiva.
La diseminación viral en el organismo puede afectar diversos sistemas, provocando manifestaciones extrapulmonares. En ciertos casos se han reportado complicaciones neurológicas, como encefalopatía y convulsiones, así como evidencia de daño hepático, lo que sugiere una infección sistémica con potencial para comprometer múltiples órganos. El estado febril prolongado, el malestar generalizado y la fatiga severa son signos comunes que acompañan al curso clínico. En los casos graves, la progresión de la enfermedad puede culminar en insuficiencia respiratoria aguda, disfunción multiorgánica y shock séptico, causas principales de mortalidad en estos pacientes. Además, la sobreinfección bacteriana constituye una complicación adicional que agrava el pronóstico, especialmente en pacientes inmunocomprometidos o con comorbilidades preexistentes.
Es importante destacar que no todos los subtipos de virus de influenza aviar presentan la misma virulencia en humanos. Por ejemplo, las infecciones por H7N7 y N9B2 han sido, en su mayoría, leves, con un número limitado de hospitalizaciones y escasos fallecimientos reportados. Esto pone de relieve la diversidad clínica de los virus de influenza aviar y la necesidad de una vigilancia epidemiológica constante, así como de pruebas diagnósticas rápidas y precisas para orientar adecuadamente el manejo clínico y las intervenciones de salud pública.
Exámenes diagnósticos
Las pruebas rápidas comerciales de detección de antígenos, comúnmente utilizadas para el diagnóstico inicial de la influenza, presentan limitaciones significativas en términos de sensibilidad y especificidad, particularmente cuando se trata de cepas altamente patógenas como el virus de influenza aviar H5N1. Estas pruebas, diseñadas para identificar proteínas virales presentes en las secreciones respiratorias, pueden ofrecer resultados en un corto período de tiempo; sin embargo, su capacidad para detectar infecciones por subtipos inusuales o con baja carga viral es insuficiente. Esta baja sensibilidad implica que un número considerable de infecciones puede pasar desapercibido (falsos negativos), lo cual es especialmente preocupante en el contexto de una enfermedad potencialmente letal como la causada por H5N1. Por otro lado, la baja especificidad aumenta el riesgo de falsos positivos, lo que podría conducir a diagnósticos erróneos y medidas de control innecesarias.
Dada esta falta de precisión diagnóstica, las pruebas rápidas de antígenos no deben considerarse como herramientas definitivas para confirmar o descartar infecciones por virus de influenza aviar. Su uso debe limitarse a contextos de tamizaje preliminar, siempre complementado con métodos más confiables cuando se sospeche una infección por una cepa aviar altamente patógena. En este sentido, los ensayos de reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa (reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa), comúnmente denominados RT-PCR, representan la herramienta diagnóstica de elección. Esta técnica permite la detección específica del material genético del virus, con una sensibilidad y especificidad notablemente superiores a las de las pruebas rápidas. Su capacidad para identificar subtipos virales particulares, como H5N1, con alta precisión, la convierte en el estándar de referencia para el diagnóstico de influenza aviar en humanos.
El rendimiento de cualquier prueba diagnóstica virológica está estrechamente relacionado con la calidad y el momento de la recolección de la muestra. Para optimizar la detección viral, es fundamental obtener las muestras durante los primeros días de la enfermedad, idealmente dentro de los primeros siete días desde el inicio de los síntomas, cuando la carga viral en las vías respiratorias es más elevada. Además, el tipo de muestra influye significativamente en la sensibilidad del análisis. Mientras que los hisopos nasales son de uso común por su facilidad de obtención, las muestras faríngeas y, especialmente, aquellas provenientes del tracto respiratorio inferior (como aspirados traqueales o líquidos de lavado broncoalveolar) ofrecen una mayor probabilidad de detección, dado que los virus de influenza aviar tienden a replicarse con mayor intensidad en las vías respiratorias profundas.
Cuando se sospecha la presencia de virus de alta patogenicidad, como el H5N1, deben observarse estrictas medidas de bioseguridad durante la manipulación y el procesamiento de las muestras clínicas. Estos virus poseen un potencial zoonótico significativo y pueden representar un riesgo considerable tanto para el personal de laboratorio como para la comunidad en general si no se manejan adecuadamente. Las muestras sospechosas que arrojen resultados positivos en pruebas preliminares deben ser inmediatamente remitidas a las autoridades de salud pública correspondientes, donde serán sometidas a análisis confirmatorios, tales como el aislamiento viral en cultivos celulares. Estas actividades deben llevarse a cabo en laboratorios con condiciones de contención apropiadas, específicamente aquellos que cuenten con el nivel de bioseguridad tres, que proporciona las barreras físicas y procedimientos necesarios para evitar la diseminación accidental del patógeno.
Tratamiento
El tratamiento oportuno de los casos confirmados, probables o sospechosos de influenza aviar, independientemente de la gravedad clínica inicial, constituye una medida crítica para reducir la progresión de la enfermedad, la carga viral y la letalidad asociada. Esta recomendación cobra especial relevancia en el contexto de infecciones por virus altamente patógenos, como el subtipo H5N1, donde el curso clínico puede ser abrupto y rápidamente deteriorante. Aun en pacientes con enfermedad leve, la administración temprana de antivirales está indicada, debido al potencial de agravamiento súbito y a la posibilidad de transmisión a otras personas. La evidencia disponible sustenta que el inicio del tratamiento antiviral dentro de las primeras 48 horas desde el inicio de los síntomas se asocia con mejores desenlaces clínicos, incluidas reducciones significativas en la mortalidad.
El agente antiviral de primera línea recomendado para el tratamiento de la influenza aviar es el oseltamivir, un inhibidor de la enzima viral neuraminidasa. Esta enzima es esencial para la liberación de nuevas partículas virales desde las células infectadas, por lo que su inhibición interfiere directamente con la propagación del virus en el organismo. La posología estándar consiste en 75 miligramos por vía oral cada doce horas durante un período mínimo de cinco días. En pacientes hospitalizados con cuadros graves, donde se observa una eliminación viral persistente o progresión clínica a pesar del tratamiento inicial, puede considerarse la extensión del régimen terapéutico a diez días o más, dependiendo de la evolución individual del paciente.
En cuanto a la vía de administración, el oseltamivir se absorbe de forma adecuada por vía enteral incluso en pacientes críticamente enfermos, siempre que no exista estasis gástrica, síndrome de malabsorción o sangrado gastrointestinal activo. En aquellos casos en los que estas condiciones estén presentes, o cuando no se logre una respuesta adecuada al oseltamivir oral, se puede considerar el uso de peramivir, otro inhibidor de neuraminidasa, que se administra por vía intravenosa. La dosis habitual de peramivir es de 600 miligramos una vez al día, la cual debe ajustarse a 200 miligramos diarios en pacientes con disfunción renal. La duración del tratamiento con peramivir varía entre cinco y diez días, o incluso más en casos graves. Otra opción es el uso de zanamivir, que se administra por inhalación en dosis de 10 miligramos diarios durante un período de diez días. No obstante, el zanamivir inhalado tiene limitaciones en pacientes con dificultad respiratoria severa o en quienes no pueden utilizar adecuadamente los dispositivos de inhalación.
Aunque existen otros antivirales como la amantadina y la rimantadina, su utilidad está limitada por la elevada frecuencia de resistencia entre las cepas del virus de influenza aviar H5N1, especialmente en la mayoría de las regiones geográficas donde estas infecciones se han reportado. Sin embargo, en contextos donde se haya confirmado la susceptibilidad de la cepa viral a los adamantanos, puede considerarse una terapia combinada en pacientes con neumonía viral o enfermedad progresiva. Esta decisión debe estar respaldada por pruebas virológicas específicas y bajo supervisión clínica estricta, debido al riesgo de toxicidad y a la rápida aparición de resistencia viral.
Es importante destacar que la resistencia a los inhibidores de la neuraminidasa —oseltamivir, zanamivir y peramivir— también ha sido documentada en infecciones humanas por virus de los subtipos H5N1 y H7N9. Este fenómeno puede surgir especialmente en pacientes inmunocomprometidos o en aquellos que reciben tratamientos antivirales prolongados. Por este motivo, el monitoreo virológico y la vigilancia genómica del virus son herramientas fundamentales para adaptar las estrategias terapéuticas.
Además de los antivirales convencionales, se ha reportado el uso exitoso de terapias inmunológicas alternativas, como la administración de plasma convaleciente. Esta modalidad terapéutica implica la transfusión de plasma obtenido de personas que se han recuperado de la infección, y que por lo tanto contienen anticuerpos neutralizantes contra el virus. Aunque los datos clínicos sobre su eficacia aún son limitados, los resultados preliminares sugieren un posible beneficio en casos graves, especialmente cuando se administra en etapas tempranas del curso de la enfermedad.
Prevención
La prevención de la influenza aviar, especialmente la causada por subtipos altamente patógenos como H5N1 y H7N9, se basa fundamentalmente en la evitación de la exposición al virus. A diferencia de otras enfermedades respiratorias de origen viral, la influenza aviar se transmite principalmente a los humanos a través del contacto directo o indirecto con aves infectadas, sus secreciones o superficies contaminadas. Por ello, el método más eficaz para reducir el riesgo de infección humana consiste en minimizar toda forma de contacto con fuentes potenciales del virus.
Las personas que trabajan de forma rutinaria con aves de corral, como criadores, trabajadores de granjas avícolas, veterinarios y operarios en mataderos o mercados de aves vivas, constituyen el grupo de mayor riesgo. Para estos individuos, la adopción de medidas estrictas de bioseguridad es indispensable. Estas medidas incluyen una adecuada higiene de manos, con lavado frecuente utilizando agua y jabón o soluciones desinfectantes, así como el uso correcto y constante del equipo de protección personal, que debe comprender guantes, mascarillas, protección ocular, ropa de trabajo exclusiva y calzado adecuado. El uso de estos elementos reduce el riesgo de transmisión mecánica y por aerosoles del virus durante la manipulación de aves vivas o muertas.
Además, se recomienda que estos trabajadores reciban anualmente la vacuna contra la influenza estacional. Aunque esta vacuna no protege directamente contra los virus de influenza aviar, su administración puede disminuir la probabilidad de coinfección simultánea con una cepa estacional y una cepa aviar. Tal coinfección representa un riesgo virológico significativo, ya que puede facilitar la aparición de un nuevo virus recombinante con potencial pandémico, debido al intercambio genético entre los virus humanos y aviares en un mismo huésped.
La población general, especialmente aquellas personas con factores de riesgo como enfermedades crónicas, inmunodepresión, embarazo o edad avanzada, debe evitar el contacto innecesario con aves vivas o sus entornos. Visitar mercados de aves vivas, una práctica común en muchas regiones de Asia y África, aumenta considerablemente el riesgo de exposición al virus. También debe evitarse el contacto directo con aves enfermas o muertas, aun cuando parezcan haber fallecido por causas naturales. Es fundamental resaltar que el consumo de productos avícolas, como carne o huevos, no representa un riesgo de infección siempre que estos se cocinen adecuadamente, ya que el virus se inactiva a temperaturas superiores a los 70 grados Celsius.
Desde una perspectiva de salud pública, el sacrificio sanitario de animales infectados o expuestos ha demostrado ser una medida eficaz para controlar y eliminar brotes de influenza aviar altamente patógena. Sin embargo, esta estrategia presenta desafíos logísticos y éticos, particularmente en el caso de las infecciones por subtipos como el H7, donde muchas aves portadoras pueden permanecer asintomáticas, dificultando la identificación de focos de infección. En este contexto, el cierre temporal de mercados de aves vivas ha sido implementado en diversas ocasiones como medida de contención, aunque su eficacia y viabilidad socioeconómica han sido objeto de controversia, especialmente en comunidades donde estos mercados representan una fuente importante de sustento y alimentación.
En situaciones de exposición conocida al virus, las personas deben ser conscientes del periodo de incubación y del riesgo de desarrollar síntomas. Se recomienda que cualquier persona expuesta —por ejemplo, trabajadores que hayan estado en contacto con aves infectadas o superficies contaminadas— se someta a vigilancia activa durante un período de diez días desde la última exposición. Durante este lapso, deben automonitorearse para detectar fiebre, tos u otros síntomas respiratorios, y acudir inmediatamente a una unidad de salud ante la aparición de signos clínicos sospechosos. No obstante, si la exposición ha ocurrido mientras se utilizaba el equipo de protección personal de forma adecuada y no ha habido contacto con aves infectadas, no se justifica el uso de profilaxis antiviral posexposición, ya que el riesgo de infección es extremadamente bajo.
En cambio, cuando la exposición se produce por contacto estrecho con personas infectadas por influenza aviar, sí se recomienda la profilaxis posexposición para sus convivientes, familiares o contactos cercanos, así como para el personal de salud que haya estado expuesto sin las debidas medidas de protección. Esta profilaxis puede prevenir el desarrollo de la enfermedad en fases iniciales del ciclo viral. Los regímenes recomendados incluyen oseltamivir, 75 miligramos por vía oral dos veces al día, o zanamivir, 10 miligramos inhalados con la misma frecuencia. La duración del tratamiento debe ajustarse de acuerdo con la duración de la exposición: en exposiciones únicas o breves, cinco días son suficientes; en exposiciones continuadas o prolongadas, se puede extender hasta diez días.
El control efectivo de la influenza aviar en humanos requiere un enfoque multidimensional que integre tanto intervenciones farmacológicas como no farmacológicas. Dentro de este marco, la vigilancia epidemiológica activa y precisa de los casos humanos constituye un componente esencial. Esta vigilancia permite la detección temprana de infecciones, el monitoreo de la transmisión entre personas y la identificación de cambios genéticos en el virus que puedan indicar un aumento en la virulencia o en el potencial de transmisión. Asimismo, facilita la implementación oportuna de medidas de contención y tratamiento, lo cual es particularmente crítico en el caso de virus con potencial pandémico como los subtipos H5, H7 y H9.
El almacenamiento estratégico de medicamentos antivirales, tales como oseltamivir y zanamivir, forma parte fundamental de la preparación frente a emergencias sanitarias. Este acopio permite responder de manera inmediata ante un brote, evitando retrasos en el tratamiento de los casos confirmados o sospechosos. Para que esta estrategia sea efectiva, es necesario no solo contar con existencias adecuadas, sino también establecer una infraestructura logística sólida que garantice la distribución equitativa y oportuna de estos medicamentos, especialmente a las regiones más vulnerables o de difícil acceso. Esto implica prever redes de transporte, capacitación del personal sanitario, protocolos de administración y sistemas de monitoreo de inventarios.
A la par del tratamiento farmacológico, los medios no farmacológicos desempeñan un papel crucial en el control de la propagación de la enfermedad, especialmente en las fases iniciales de un brote o cuando no se dispone aún de vacunas específicas. El uso de mascarillas reduce significativamente la emisión y la inhalación de partículas virales, especialmente en entornos cerrados o de alta densidad poblacional. El distanciamiento social, la implementación de cuarentenas y las restricciones de viaje pueden ralentizar la transmisión comunitaria, dar tiempo a los sistemas sanitarios para responder adecuadamente y reducir la carga sobre los servicios de salud.
La preparación ante una potencial epidemia también requiere el fortalecimiento de la infraestructura de salud pública, con especial énfasis en los servicios de urgencias. Esto incluye el aumento de la capacidad hospitalaria, la disponibilidad de unidades de cuidados intensivos, el acceso a oxigenoterapia, y la capacitación del personal clínico para el manejo de enfermedades respiratorias graves. Estas medidas permiten responder de manera efectiva a un incremento súbito de casos graves y reducen la letalidad asociada a la enfermedad.
En cuanto a la vacunación, uno de los mayores retos es la ausencia de protección cruzada entre las distintas cepas del virus de influenza aviar. A diferencia de la influenza estacional, cuya vacunación anual se basa en la predicción de las cepas circulantes, los virus aviares presentan una diversidad genética mucho mayor y una capacidad de mutación acelerada. Esto dificulta el desarrollo de vacunas ampliamente efectivas, ya que pequeñas variaciones en la hemaglutinina o en la neuraminidasa pueden hacer que un virus escape a la inmunidad inducida por una vacuna previa.
Hasta la fecha, se dispone de algunas vacunas específicas, como la vacuna monovalente adyuvada contra la influenza A (H5N1), conocida como Audenz, aprobada para su uso en personas a partir de los seis meses de edad. Esta vacuna ha sido diseñada para inducir una respuesta inmunitaria robusta frente a este subtipo específico. Asimismo, se ha desarrollado una vacuna recombinante adyuvada contra la hemaglutinina H7, que ha demostrado ser segura e inmunogénica en adultos sanos frente al subtipo H7N9. No obstante, estas vacunas no ofrecen protección frente a otros subtipos ni frente a nuevas variantes que surjan por procesos de mutación o reasociación genética.
La preocupación por la expansión global del subtipo H5N8 en aves, junto con la posibilidad de que nuevos virus resultantes de eventos de reasociación genética puedan adquirir capacidad de transmisión sostenida entre humanos, subraya la necesidad de mantener una vigilancia virológica constante. Esta vigilancia no solo permite detectar nuevos subtipos con potencial pandémico, sino que también informa las decisiones sobre qué antígenos deben incluirse en las futuras vacunas y qué estrategias de respuesta deben activarse.
Por tanto, el almacenamiento preventivo de vacunas específicas, adyuvantes inmunológicos y medicamentos antivirales se justifica plenamente desde una perspectiva de salud pública. Esta estrategia debe ir acompañada de simulacros de preparación, cooperación internacional, intercambio de datos y financiación sostenida para la investigación y el desarrollo de nuevas herramientas de prevención y control.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Calle-Hernández DM et al. Prevalence of the H5N8 influenza virus in birds: Systematic review with meta-analysis. Travel Med Infect Dis. 2023;51:102490. [PMID: 36336273]
- Shi J et al. Alarming situation of emerging H5 and H7 avian influenza and effective control strategies. Emerg Microbes Infect. 2023;12:2155072. [PMID: 36458831]
- Szablewski CM et al. Reported global avian influenza detections among humans and animals during 2013–2022: comprehensive review and analysis of available surveillance data. JMIR Public Health Surveill. 2023;9:e46383. [PMID: 37651182]