Las infecciones anorectales son un conjunto de condiciones que provocan inflamación de la mucosa anal y rectal, conocidas clínicamente como proctitis. Este trastorno se manifiesta a través de una serie de síntomas, entre los que se destacan la incomodidad anorectal, el tenesmo, la constipación, así como la presencia de secreción mucosa o sanguinolenta. La proctitis puede ser causada por diversos organismos patógenos, siendo la mayoría de los casos atribuibles a infecciones de transmisión sexual, particularmente aquellas que resultan de relaciones sexuales anales receptivas.
Desde un punto de vista microbiológico, las infecciones anorectales pueden ser causadas por una variedad de agentes, incluidos virus, bacterias y parásitos. Entre los agentes bacterianos, se encuentran los patógenos más comunes como Chlamydia trachomatis, Neisseria gonorrhoeae y Escherichia coli. Los virus, como el virus de la inmunodeficiencia humana, también pueden ser responsables de inflamaciones en esta región. En cuanto a los parásitos, se puede mencionar a Giardia lamblia y Entamoeba histolytica, que aunque son menos comunes, pueden ocasionar proctitis.
Es fundamental diferenciar la proctitis infecciosa de otras causas no infecciosas que pueden presentar síntomas similares en la región anorectal. Entre estas se incluyen las fisuras anales, que son desgarros en la mucosa anal que provocan dolor intenso y sangrado; los fístulas anales, que son conexiones anormales entre el canal anal y la piel circundante, que también pueden asociarse con infecciones; los abscesos perirrectales, que son acumulaciones de pus que resultan de infecciones en los tejidos circundantes; así como los carcinomas anorectales, que son neoplasias malignas en esta área. Adicionalmente, las enfermedades inflamatorias intestinales, como la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn, también pueden causar síntomas que imitan la proctitis.
El diagnóstico correcto de la proctitis es esencial para el tratamiento adecuado y generalmente implica una historia clínica detallada, un examen físico, y pruebas específicas, que pueden incluir cultivos, pruebas serológicas, y estudios endoscópicos. La identificación del agente causal no solo permite un tratamiento más dirigido, sino que también ayuda a prevenir la transmisión de infecciones en el caso de las infecciones de transmisión sexual. La gestión de la proctitis dependerá del agente etiológico identificado, y puede incluir antibióticos para infecciones bacterianas, antivirales para infecciones virales, y otras terapias según sea necesario para condiciones no infecciosas.
Neisseria gonorrhoeae
La Neisseria gonorrhoeae es el agente etiológico responsable de la gonorrea, una infección de transmisión sexual que puede afectar diversas mucosas del cuerpo humano, incluyendo la mucosa anorectal. Esta bacteria se ha asociado con una serie de síntomas que pueden incluir picazón, ardor, tenesmo y una secreción mucopurulenta. Sin embargo, es importante destacar que muchas infecciones anorectales por Neisseria gonorrhoeae son asintomáticas, lo que puede dificultar el diagnóstico y la intervención temprana.
El diagnóstico de la gonorrea se realiza con frecuencia mediante pruebas de amplificación de ácidos nucleicos, que han demostrado poseer una excelente sensibilidad y especificidad. Estas pruebas son preferidas en la mayoría de los entornos clínicos debido a su facilidad en el transporte y procesamiento en el laboratorio. Para obtener muestras adecuadas, se recomienda realizar hisopos rectales durante el procedimiento de anoscopia. Además, es fundamental obtener muestras de otras localizaciones anatómicas: en los hombres, se deben tomar hisopos de la uretra y la faringe, mientras que en las mujeres es necesario realizarlo desde el cérvix y la faringe. Esto se debe a que Neisseria gonorrhoeae puede colonizar múltiples sitios y un diagnóstico preciso requiere la evaluación de todas las áreas potencialmente afectadas.
En algunos casos, puede ser necesario realizar cultivos con pruebas de sensibilidad en pacientes que presentan sospechas de recurrencia de la infección. Esto permite identificar la resistencia a los antibióticos y ajustar el tratamiento de manera adecuada.
La falta de tratamiento para las infecciones por Neisseria gonorrhoeae puede conllevar a complicaciones severas. Entre las posibles consecuencias se encuentran las estenosis, que son estrechamientos del canal anal; fisuras anales, que son desgarros dolorosos en la mucosa anal; fístulas, que son conexiones anormales entre el canal anal y la piel circundante; y abscesos perirrectales, que son acumulaciones de pus que pueden resultar de la infección.
Treponema pallidum
El Treponema pallidum es la bacteria responsable de la sífilis, una infección de transmisión sexual que puede afectar diversas áreas del cuerpo, incluida la región anal. La sífilis anal puede presentarse de manera asintomática en algunos individuos, lo que dificulta su detección y tratamiento oportuno. Sin embargo, en otros casos, puede causar síntomas significativos, como dolor perianal y secreción.
Durante la fase primaria de la sífilis, el chancro, que es una lesión característica de esta etapa, puede aparecer en el margen anal o dentro del canal anal. Esta lesión a menudo se presenta como una úlcera indolora, que puede ser confundida con fisuras anales, fístulas o úlceras provocadas por otras condiciones. Es fundamental diferenciar estas lesiones para proporcionar un tratamiento adecuado, ya que la presentación clínica puede variar considerablemente. Además, en esta fase, pueden estar presentes signos como proctitis, que se refiere a la inflamación del recto, así como linfadenopatía inguinal, que es el aumento de tamaño de los ganglios linfáticos en la región inguinal.
En la fase secundaria de la sífilis, los síntomas se vuelven más evidentes y pueden incluir la aparición de condilomas lata, que son lesiones verrugosas planas de color marrón claro, acompañadas de una secreción de moco maloliente. Estas lesiones son indicativas de la diseminación sistémica de la infección y reflejan un estado de infección más avanzado.
El diagnóstico de la sífilis anal puede establecerse mediante diversas metodologías. La microscopía de campo oscuro es una técnica que permite la visualización directa del Treponema pallidum en muestras obtenidas de las lesiones, como los chancros o los condilomas. Sin embargo, esta técnica requiere de equipos especializados y personal capacitado, lo que puede limitar su disponibilidad en ciertos entornos clínicos. Alternativamente, las pruebas serológicas, como la prueba de VDRL (Venereal Disease Research Laboratory) o la prueba RPR (Rapid Plasma Reagin), son métodos más accesibles que permiten la detección de anticuerpos contra la sífilis. Estas pruebas son positivas en aproximadamente el setenta y cinco por ciento de los casos primarios y en casi el noventa y nueve por ciento de los casos secundarios, lo que las convierte en herramientas valiosas para el diagnóstico.
Chlamydia trachomatis
La infección por Chlamydia trachomatis es una de las causas de proctitis, una inflamación del recto que puede presentar síntomas similares a los de la proctitis gonocócica. Sin embargo, es importante destacar que muchas de estas infecciones por Chlamydia son asintomáticas, lo que puede dificultar su detección y manejo.
Además de la proctitis, Chlamydia trachomatis también puede provocar linfogranuloma venéreo, una forma más severa de infección que se caracteriza por una serie de síntomas clínicos significativos. Esta condición puede manifestarse como proctocolitis, que es la inflamación del recto y del colon, y puede ir acompañada de fiebre y diarrea sanguinolenta. Entre las complicaciones más graves se incluyen ulceraciones perianales dolorosas, estenosis anorectales y fístulas, así como linfadenopatía inguinal, que se presenta como bultos inflamados en la región inguinal, conocidos como bubones.
En años recientes, el linfogranuloma venéreo ha dejado de ser una infección considerada rara en países desarrollados y ha mostrado un aumento notable en la incidencia, especialmente entre hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. Este cambio en la epidemiología sugiere un patrón de transmisión que merece atención, dado que la infección puede tener consecuencias significativas para la salud pública.
El diagnóstico de la infección por Chlamydia trachomatis se realiza principalmente mediante pruebas basadas en la reacción en cadena de la polimerasa, que permite detectar el material genético de la bacteria en muestras de secreción rectal o en biopsias rectales. Estas pruebas son altamente sensibles y específicas, lo que las convierte en la opción preferida en entornos clínicos.
El tratamiento recomendado para la infección por Chlamydia trachomatis incluye el uso de doxiciclina, administrada a una dosis de cien miligramos por vía oral, dos veces al día durante un período de veintiún días. Este tratamiento es efectivo no solo para eliminar la bacteria, sino también para prevenir complicaciones a largo plazo asociadas con la infección, como las mencionadas anteriormente.
Herpes Simplex Type 2
El virus del herpes simplex tipo dos es una causa común de infecciones anorectales, que se manifiestan típicamente entre cuatro y veintiún días después de la exposición al patógeno. Los síntomas asociados a esta infección son variados e incluyen un dolor intenso, picazón, constipación, tenesmo, retención urinaria y dolor radicular debido a la implicación de las raíces nerviosas lumbares o sacras. Estos síntomas pueden tener un impacto significativo en la calidad de vida del paciente.
En la región perianal o en el canal anal, pueden observarse pequeñas vesículas o úlceras, que son características de la infección por el virus del herpes. Aunque generalmente no es necesario realizar una sigmoidoscopia, en algunos casos este procedimiento puede revelar lesiones vesiculares o ulcerativas en el recto distal, lo que puede ayudar en la evaluación de la extensión de la infección.
El diagnóstico de la infección por herpes simplex se establece a través de varias técnicas. La cultura viral es un método estándar, pero también se utilizan pruebas más avanzadas como la reacción en cadena de la polimerasa y ensayos de detección de antígenos en el líquido vesicular. Estas técnicas permiten identificar la presencia del virus con alta sensibilidad y especificidad.
Aunque los síntomas de la infección suelen resolverse en un período de hasta dos semanas, es importante tener en cuenta que la excreción viral puede continuar durante varias semanas después de la desaparición de los síntomas. Esto significa que los pacientes pueden seguir siendo contagiosos incluso en ausencia de síntomas clínicos. Algunos individuos pueden permanecer asintomáticos, con o sin excreción viral, mientras que otros pueden experimentar recaídas recurrentes, que generalmente son más leves en comparación con el episodio inicial.
El tratamiento de la infección aguda se recomienda durante un período de siete a diez días con medicamentos antivirales, como el aciclovir en dosis de cuatrocientos miligramos, o el famciclovir en doscientos cincuenta miligramos, ambos administrados tres veces al día, o el valaciclovir en un gramo, dos veces al día. Estos tratamientos han demostrado ser eficaces para reducir la duración de los síntomas y la excreción viral, lo que resulta en un manejo más efectivo de la infección.
Para los pacientes que viven con el virus de la inmunodeficiencia humana y que experimentan recaídas recurrentes, la terapia supresora a largo plazo puede ofrecer beneficios adicionales, al disminuir la frecuencia y la severidad de los episodios.
Condiloma acuminado
Las condilomatosas acuminadas, comúnmente conocidas como verrugas genitales o anales, son una manifestación clínica significativa asociada con la infección por el virus del papiloma humano. Este virus, un agente etiológico de transmisión sexual, es responsable de la aparición de lesiones proliferativas en la piel y las mucosas, que pueden localizarse en la región perianal, el canal anal y los genitales. Estas verrugas son especialmente prevalentes en ciertas poblaciones, incluyendo hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, en quienes se ha documentado una prevalencia de hasta el veinticinco por ciento.
Las verrugas anales y perianales pueden ser asintomáticas en algunos individuos, pero también pueden presentar un espectro de síntomas que incluyen picazón, sangrado y dolor. Esta sintomatología es particularmente relevante, ya que puede afectar significativamente la calidad de vida de los pacientes. Las lesiones pueden variar en tamaño y apariencia, desde pequeñas y planas hasta grandes masas verrugosas que pueden incluso obstruir la apertura anal. Esta variabilidad en la presentación clínica complica el diagnóstico y requiere una cuidadosa evaluación para distinguir entre las verrugas anogenitales y otras afecciones como los condilomas lata, asociados con la sífilis secundaria, o el cáncer anal, condiciones que pueden compartir características similares.
La relación entre la infección por el virus del papiloma humano y la progresión a displasia de alto grado o cáncer anal es una preocupación médica importante, especialmente en individuos co-infectados con el virus de la inmunodeficiencia humana. Estos pacientes presentan una tasa de recaída más alta tras el tratamiento de las verrugas, lo que subraya la necesidad de un manejo integral que incluya el seguimiento y la vigilancia para la detección temprana de neoplasias anales. Para aquellos con niveles detectables de ARN del VIH en suero, se recomienda realizar vigilancia anoscópica cada tres a seis meses para la identificación precoz de posibles malignidades.
El tratamiento de las condilomatosas acuminadas puede ser complicado y debe ser individualizado, considerando factores como la extensión de las lesiones y la presencia de síntomas. Los métodos de tratamiento incluyen opciones tópicas, intervenciones quirúrgicas y terapia con láser. Asimismo, es crucial que las parejas sexuales sean examinadas y, de ser necesario, tratadas para prevenir la reinfección y la propagación del virus.
Desde una perspectiva preventiva, la vacuna contra el virus del papiloma humano, Gardasil-9, ha demostrado ser efectiva en la reducción de la incidencia de verrugas anogenitales. Su administración es recomendada para todas las personas de entre 9 y 14 años, así como para individuos de 15 a 45 años, incluyendo a todos los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. Esta estrategia de vacunación no solo contribuye a disminuir la carga de enfermedad, sino que también promueve la salud pública al reducir la propagación del virus.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Blanco JL et al. Effective treatment of lymphogranuloma venereum proctitis with azithromycin. Clin Infect Dis. 2021;73:614. [PMID: 33462582]
- Davidson KW et al. Screening for chlamydia and gonorrhea: US Preventive Services Task Force recommendations statement. JAMA. 2021;326:949. [PMID: 34519796]
- Workowski KA et al. Sexually transmitted infection treatment guidelines, 2021. MMWR Recomm Rep. 2021;70:1. [PMID: 34292926]
Originally posted on 1 de noviembre de 2024 @ 11:08 AM