La intoxicación por metanol y etilenglicol representa una emergencia médica grave debido a la alta toxicidad de sus metabolitos, que son responsables del daño orgánico severo observado en los pacientes afectados. Estas sustancias químicas, aunque estructuralmente diferentes, comparten mecanismos patológicos similares que resultan en acidosis metabólica, daño neurológico, insuficiencia renal y, en casos graves, la muerte.
El metanol, también conocido como alcohol de madera, es un alcohol simple que se encuentra en diversos productos industriales y domésticos, tales como disolventes, líquidos para duplicadoras, soluciones limpiadoras de discos y removedores de pintura. Su ingesta puede ser accidental, pero en ciertos casos ocurre de manera intencional, especialmente entre personas con trastornos por consumo de alcohol, quienes lo utilizan como sustituto del etanol. Además, el metanol puede estar presente como contaminante en bebidas alcohólicas fabricadas de manera artesanal, lo cual representa un riesgo adicional en contextos de producción no regulada.
Una vez ingerido, el metanol se metaboliza en el hígado mediante la acción de la enzima alcohol deshidrogenasa, convirtiéndose en formaldehído, el cual es posteriormente oxidado a ácido fórmico. Este último es el principal responsable de la toxicidad, ya que interfiere con la respiración celular al inhibir la cadena de transporte de electrones en las mitocondrias, provocando una acidosis metabólica con aumento del anión gap y daño en el sistema nervioso central, particularmente a nivel del nervio óptico, lo que puede llevar a ceguera irreversible.
El etilenglicol, por su parte, es un compuesto orgánico de uso común en productos anticongelantes y líquidos hidráulicos. Su sabor dulce ha sido responsable de numerosas intoxicaciones accidentales, especialmente en niños y animales domésticos. Al igual que el metanol, el etilenglicol es metabolizado por la alcohol deshidrogenasa, primero a glicolaldehído y luego a ácidos más tóxicos como el ácido glicólico y el ácido oxálico. Estos metabolitos generan una acidosis metabólica severa, daño tubular renal agudo debido a la precipitación de cristales de oxalato cálcico en los túbulos renales, y alteraciones neurológicas.
Además, el dietilenglicol, otro compuesto de la misma familia química, ha sido implicado en intoxicaciones masivas cuando se ha utilizado de forma inadecuada como sustituto del glicerol en formulaciones líquidas de medicamentos, como jarabes para la tos, analgésicos líquidos y medicamentos pediátricos. Su nefrotoxicidad severa ha causado brotes de insuficiencia renal aguda y mortalidad en diferentes partes del mundo, lo que subraya la importancia del control riguroso de calidad en la fabricación farmacéutica.
Manifestaciones clínicas
Tras la ingestión de metanol o etilenglicol, los hallazgos clínicos evolucionan de manera característica, reflejando primero los efectos del compuesto original y, posteriormente, la toxicidad inducida por sus metabolitos. En las primeras horas, los pacientes suelen presentar un estado clínico similar al de una intoxicación etílica, con síntomas como euforia, desinhibición, ataxia e incoordinación motora. Esta presentación inicial puede llevar a una subestimación del cuadro, ya que en esta fase temprana aún no se han generado los metabolitos tóxicos responsables del daño orgánico grave.
Durante este periodo inicial, una de las alteraciones bioquímicas más evidentes es el aumento de la osmolalidad sérica medida por el descenso del punto de congelación, debido a la presencia del alcohol no metabolizado en el plasma. Sin embargo, es importante destacar que, en esta etapa, la acidosis metabólica suele estar ausente o ser leve, ya que el proceso de biotransformación hepática que convierte al metanol y al etilenglicol en ácidos tóxicos aún no ha progresado significativamente.
Con el paso de las horas, y a medida que las enzimas hepáticas transforman estas sustancias en sus respectivos metabolitos, se instaura una acidosis metabólica profunda con aumento del anión gap. En el caso del metanol, la conversión a ácido fórmico genera una disfunción mitocondrial severa, especialmente en tejidos con alta demanda energética, como el sistema nervioso central y, de manera particular, el nervio óptico. Por esta razón, uno de los signos distintivos de la intoxicación por metanol es la alteración visual, que puede ir desde visión borrosa hasta ceguera permanente, incluso en presencia de pupilas reactivas.
En contraste, la intoxicación por etilenglicol suele manifestarse con daño renal agudo, producto de la precipitación de cristales de oxalato cálcico en el túbulo renal, además del efecto tóxico directo de los metabolitos sobre las células epiteliales renales. Esta nefrotoxicidad se puede evidenciar en el análisis de orina mediante la presencia de cristales típicos de oxalato, conocidos como oxaluria cristalina.
Adicionalmente, en el contexto del diagnóstico clínico, un desafío importante es la posible interferencia en las pruebas de laboratorio realizadas a pie de cama en los servicios de urgencias. Estos dispositivos, que emplean métodos enzimáticos o espectrofotométricos, pueden confundir el ácido glicólico (un metabolito clave del etilenglicol) con ácido láctico, lo que conduce a una pseudohiperlactatemia. Esta confusión puede retrasar el diagnóstico correcto y dificultar la interpretación de la causa de la acidosis, especialmente en pacientes con signos neurológicos o respiratorios inexplicables.
Tratamiento
El tratamiento de la intoxicación por metanol o etilenglicol es una urgencia médica que requiere intervenciones rápidas y específicas para prevenir la progresión hacia un daño orgánico irreversible. El abordaje terapéutico se divide en dos componentes fundamentales: las medidas de soporte inicial y las estrategias específicas destinadas a neutralizar la toxicidad metabólica y eliminar tanto el compuesto original como sus metabolitos.
A. Medidas de emergencia y soporte general
En los pacientes que se presentan poco tiempo después de la ingestión (idealmente dentro de los primeros 30 a 60 minutos), puede intentarse una descontaminación gástrica mediante aspiración del contenido estomacal a través de una sonda nasogástrica. Esta intervención tiene el objetivo de reducir la cantidad de tóxico absorbido, aunque su utilidad se limita a una ventana muy estrecha de tiempo.
El uso de carbón activado, aunque es una herramienta habitual en muchas intoxicaciones, presenta una eficacia limitada en los casos de metanol o etilenglicol, ya que estas sustancias tienen baja afinidad por este adsorbente. Sin embargo, la administración de carbón activado puede estar indicada si se sospecha que el paciente ha ingerido otros tóxicos o fármacos concomitantemente, dado que su acción inespecífica puede ayudar a limitar la absorción de otros compuestos potencialmente peligrosos.
B. Tratamiento específico
Una vez establecida la sospecha de intoxicación significativa —basada en la presencia de acidosis metabólica con anión gap elevado, alteraciones del estado mental, aumento considerable de la osmolalidad plasmática o signos de toxicidad en órganos diana (como daño renal o trastornos visuales)— se debe iniciar un tratamiento específico sin demora.
1. Hemodiálisis
La hemodiálisis es el tratamiento de elección en los casos graves. Su objetivo es doble: eliminar del plasma tanto el compuesto original (metanol o etilenglicol) como sus metabolitos tóxicos (ácido fórmico, ácido glicólico, ácido oxálico). Además, la diálisis corrige eficazmente las alteraciones ácido-base y los desequilibrios electrolíticos asociados. La decisión de iniciar diálisis debe basarse en criterios clínicos y de laboratorio, no sólo en los niveles plasmáticos de los tóxicos, ya que estos pueden no estar disponibles de forma inmediata.
2. Cofactores vitamínicos
El tratamiento puede complementarse con la administración de vitaminas que actúan como cofactores en las rutas metabólicas alternativas que favorecen la detoxificación de los metabolitos tóxicos. En el caso del metanol, el ácido fólico (o folinato cálcico) facilita la conversión de ácido fórmico en dióxido de carbono y agua, acelerando así su eliminación. Para el etilenglicol, la tiamina (vitamina B1) y la piridoxina (vitamina B6) promueven rutas metabólicas que desvían la conversión de intermediarios hacia compuestos menos tóxicos.
3. Inhibidores de la alcohol deshidrogenasa
Un pilar fundamental del tratamiento específico es la inhibición de la enzima alcohol deshidrogenasa, responsable de la conversión del metanol y el etilenglicol en sus metabolitos tóxicos. Esto puede lograrse mediante dos fármacos:
- Etanol: compite con el metanol y el etilenglicol por la enzima alcohol deshidrogenasa, inhibiendo su metabolismo. Aunque es efectivo, su uso es más complejo debido a su estrecho margen terapéutico, la necesidad de monitorización frecuente, y los efectos adversos asociados como sedación, hipoglucemia e intoxicación etílica en sí misma.
- Fomepizol (4-metilpirazol): es un inhibidor específico de la alcohol deshidrogenasa, más seguro y sencillo de administrar que el etanol. No requiere monitorización constante de los niveles plasmáticos y presenta menos efectos adversos. Si se administra de manera temprana, antes del desarrollo de acidosis, puede ser suficiente como único tratamiento en casos de intoxicación por etilenglicol, siempre que la carga tóxica no sea excesiva y el paciente esté clínicamente estable.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Ghannoum M et al; EXTRIP Workgroup. Extracorporeal treatment for ethylene glycol poisoning: systematic review and recommendations from the EXTRIP workgroup. Crit Care. 2023;27:56. [PMID: 36765419]
- Mousavi-Roknabadi RS et al. Methanol poisoning during COVID-19 pandemic; a systematic scoping review. Am J Emerg Med. 2022;52:69. [PMID: 34883289]
- Ross JA et al. Toxic alcohol poisoning. Emerg Med Clin North Am. 2022;40:327. [PMID: 35461626]