Trasplante de páncreas
El trasplante de páncreas representa una opción terapéutica avanzada y eficaz para determinados pacientes con diabetes mellitus tipo 1, especialmente aquellos que han desarrollado complicaciones graves como la enfermedad renal en etapa terminal. En estos casos, el trasplante no solo busca restablecer la función endocrina del páncreas, sino también mejorar la calidad de vida, reducir la dependencia de la insulina exógena y prevenir complicaciones potencialmente letales asociadas con la desregulación metabólica crónica.
En particular, todos los pacientes con diabetes mellitus tipo 1 y enfermedad renal en etapa terminal que sean candidatos para un trasplante de riñón deben ser evaluados como potenciales candidatos para recibir también un trasplante de páncreas. La razón principal de esta indicación dual es que el trasplante simultáneo de páncreas y riñón permite corregir tanto la insuficiencia renal como la insulinopenia absoluta propia de la diabetes tipo 1, lo cual se traduce en una normalización más efectiva del metabolismo de la glucosa y una reducción significativa del riesgo cardiovascular a largo plazo.
Para ser considerados aptos para este procedimiento, los pacientes deben cumplir con ciertos criterios clínicos. Entre estos, se incluyen una edad inferior a los 55 años y un perfil de riesgo cardiovascular bajo, dado que el trasplante de páncreas es una intervención quirúrgica de considerable complejidad. Por otro lado, se deben excluir aquellos individuos que presenten condiciones que aumenten de forma inaceptable el riesgo quirúrgico o comprometan la viabilidad del injerto, como enfermedad coronaria no susceptible de corrección, enfermedad vascular periférica extensa o una obesidad severa con un peso corporal superior a los 100 kilogramos.
El trasplante de páncreas puede realizarse de manera simultánea con el trasplante de riñón o en un momento posterior, dependiendo del estado clínico del paciente y la disponibilidad de órganos. Las estadísticas demuestran que la supervivencia del injerto pancreático es favorable en el contexto de un trasplante simultáneo, con una tasa de éxito del 83% al año y del 69% a los cinco años, cifras que reflejan una alta efectividad y durabilidad del injerto en estos casos seleccionados.
Existe también la posibilidad del trasplante pancreático solitario, el cual se reserva para un grupo muy reducido de pacientes que no presentan insuficiencia renal, pero que sufren de hipoglucemias graves recurrentes o de complicaciones clínicas que ponen en peligro su vida como consecuencia de un mal control metabólico refractario a todas las formas disponibles de terapia con insulina. En estos casos, el trasplante pancreático puede ser una intervención salvadora. No obstante, los resultados a largo plazo son más modestos, con una tasa de supervivencia del injerto del 78% al año y del 54% a los cinco años.
Trasplante de islotes pancreáticos
La pancreatectomía total, es decir, la extirpación completa del páncreas, constituye una opción terapéutica definitiva en casos seleccionados de pancreatitis crónica refractaria, particularmente en aquellos pacientes que presentan un síndrome de dolor severo e incapacitante que no responde a medidas conservadoras ni a procedimientos menos invasivos. Este dolor está generalmente asociado con procesos inflamatorios crónicos, fibrosis progresiva y daño estructural irreversible del parénquima pancreático, lo cual deteriora profundamente la calidad de vida del paciente.
Aunque esta intervención puede ser curativa desde el punto de vista del control del dolor, su principal consecuencia metabólica es la aparición de diabetes mellitus quirúrgica, una forma de diabetes insulinodependiente que resulta de la pérdida absoluta de las células beta del páncreas, productoras de insulina. Para mitigar esta consecuencia, se ha desarrollado una estrategia innovadora: la obtención de islotes pancreáticos a partir del tejido extirpado y su posterior autotrasplante en el hígado, utilizando como vía de acceso la vena porta.
Este procedimiento, conocido como autotrasplante de islotes, tiene como objetivo preservar, al menos parcialmente, la función endocrina del páncreas. Una vez infundidos en el sistema portal, los islotes se alojan en el parénquima hepático, donde comienzan a liberar insulina en respuesta a estímulos fisiológicos como la elevación de la glucosa en sangre. Cuando la cantidad de islotes trasplantados es suficiente, esta estrategia puede prevenir la aparición de diabetes o, al menos, dar lugar a una forma leve de la enfermedad, que es más fácil de controlar con o sin pequeñas dosis de insulina.
Una de las principales ventajas del autotrasplante de islotes es que los islotes trasplantados son autólogos, es decir, provienen del propio paciente. Esto elimina la necesidad de inmunosupresión, ya que no existe riesgo de rechazo inmunológico. En este contexto, el principal factor determinante del éxito del procedimiento es la cantidad de islotes viables que se logren aislar y trasplantar. A mayor número de islotes funcionales infundidos, mayor será la probabilidad de mantener la independencia de insulina.
En contraste, las personas con diabetes mellitus tipo 1, que han perdido la función de sus islotes debido a un proceso autoinmune, pueden beneficiarse del trasplante de islotes alogénicos, es decir, provenientes de un donante cadavérico. En este procedimiento, los islotes se aíslan de un páncreas donado y se infunden también por vía percutánea transhepática en la vena porta. Una vez alojados en el hígado, estos islotes pueden comenzar a secretar insulina, restaurando así un cierto grado de función endocrina pancreática.
A diferencia del autotrasplante, el trasplante de aloislotes requiere inmunosupresión sistémica a largo plazo, tanto para prevenir el rechazo del injerto como para suprimir la respuesta autoinmune que destruyó los islotes originales. Se ha demostrado que algunos pacientes logran una independencia de insulina sostenida durante más de cinco años cuando reciben un esquema inmunosupresor adecuado, que suele incluir inmunosupresión de inducción con anticuerpos anti-CD3 o globulina antitimocítica, y mantenimiento con inhibidores de calcineurina, inhibidores de la vía mTor y micofenolato mofetilo.
Sin embargo, uno de los principales desafíos del trasplante de islotes, tanto autólogo como alogénico, es la pérdida significativa de islotes durante el proceso de aislamiento y el periodo previo a su integración funcional en el hígado. Por esta razón, en muchos casos se requiere más de una infusión para alcanzar una masa crítica suficiente que permita lograr y mantener la independencia de insulina. Ante esta limitación, la investigación actual se orienta al desarrollo de islotes o células beta funcionales derivados de células madre pluripotentes, lo cual podría ofrecer una solución a la escasa disponibilidad de islotes humanos para trasplante, constituyendo así una vía prometedora para el tratamiento definitivo de la diabetes mellitus insulinodependiente.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.