Tratamiento de la hipertensión en adultos mayores

Tratamiento de la hipertensión en adultos mayores
Tratamiento de la hipertensión en adultos mayores

El tratamiento de la hipertensión en adultos mayores ha sido objeto de diversas investigaciones en los últimos años, con el fin de identificar enfoques terapéuticos que optimicen los resultados clínicos en este grupo etario. La hipertensión es un factor de riesgo importante para diversas enfermedades cardiovasculares, y su prevalencia aumenta con la edad, lo que convierte su manejo en un tema crucial en la medicina geriátrica. Diversos estudios han demostrado que el control adecuado de la presión arterial en personas mayores de 60 años contribuye significativamente a la prevención de eventos cardiovasculares, tanto mortales como no mortales, incluyendo infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y otras complicaciones asociadas con la hipertensión.

La hipertensión arterial es uno de los principales determinantes de la mortalidad cardiovascular en la población de adultos mayores, por lo que se ha establecido que el tratamiento antihipertensivo puede reducir de manera significativa la mortalidad cardiovascular general. En particular, investigaciones recientes han mostrado que los pacientes mayores de 75 años pueden experimentar beneficios sustanciales con un objetivo de tratamiento de la presión arterial sistólica de 120 mm Hg. Este objetivo más estricto no solo se asocia con una reducción en la incidencia de eventos cardiovasculares, sino que también tiene efectos beneficiosos sobre otros aspectos de la salud, como la prevención del deterioro cognitivo.

Es importante señalar que el tratamiento de la hipertensión en personas mayores no debe ser un enfoque homogéneo, sino que debe adaptarse a las características individuales de cada paciente. Las pautas actualizadas sugieren que los objetivos de presión arterial en adultos mayores no deben depender únicamente de la edad cronológica, sino también de la evaluación clínica integral del paciente. De esta forma, se toma en cuenta la comorbilidad, el riesgo de fragilidad, la función renal, y otros factores clínicos que puedan influir en la capacidad del paciente para tolerar un tratamiento antihipertensivo agresivo.

En particular, se ha observado que el control de la presión arterial sistólica por debajo de 120 mm Hg en adultos mayores de alto riesgo está asociado con una reducción significativa en la incidencia de deterioro cognitivo leve y probable, lo que sugiere que el tratamiento antihipertensivo agresivo puede tener efectos protectores sobre la función cerebral. Esto es especialmente relevante dado que la demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer, es una de las condiciones más prevalentes en la población geriátrica y se encuentra estrechamente vinculada a la hipertensión no controlada.

Sin embargo, aunque el control estricto de la presión arterial puede ofrecer beneficios importantes, también está asociado con ciertos riesgos. En particular, los adultos mayores, especialmente aquellos clasificados como frágiles, tienen un mayor riesgo de experimentar efectos adversos con un enfoque terapéutico agresivo. Los efectos secundarios más comunes incluyen un aumento en la incidencia de caídas, debido a la hipotensión ortostática y la inestabilidad postural, así como el posible empeoramiento de la función renal, ya que la presión arterial baja puede comprometer la perfusión renal en pacientes con función renal ya disminuida.

Iniciar la terapia antihipertensiva en pacientes mayores es un proceso que requiere una atención especial debido a las particularidades fisiológicas y clínicas de este grupo etario. Si bien los medicamentos antihipertensivos utilizados en adultos mayores son los mismos que en la población general, las dosis y el enfoque terapéutico deben ser ajustados cuidadosamente para evitar efectos adversos y complicaciones.

Uno de los principales principios en el tratamiento de la hipertensión en pacientes mayores es la reducción gradual de la presión arterial. Esto se debe a que los cambios rápidos o excesivos en la presión arterial pueden tener efectos negativos, como la reducción de la perfusión cerebral y renal, lo cual es especialmente riesgoso en los adultos mayores. Por lo tanto, se recomienda reducir la presión arterial de manera más lenta y gradual, con un objetivo de presión arterial sistólica intermedia segura de 160 mm Hg. Este objetivo proporciona un margen de seguridad mientras se evita el riesgo de hipotensión ortostática, que puede ser particularmente perjudicial en personas de edad avanzada.

Un factor crucial al iniciar la terapia antihipertensiva en adultos mayores es la adaptación de las dosis. Debido a los cambios en la farmacocinética y farmacodinámica que ocurren con el envejecimiento, los pacientes mayores a menudo requieren dosis más bajas de los mismos fármacos en comparación con los adultos jóvenes. De hecho, se recomienda comenzar con dosis que sean aproximadamente un 50% más bajas que las estándar para la población general. Esto ayuda a minimizar el riesgo de efectos adversos, como hipotensión excesiva, alteraciones electrolíticas, o disfunción renal, que son más frecuentes en los adultos mayores debido a la menor reserva funcional de sus órganos.

El monitoreo cuidadoso es fundamental durante el inicio del tratamiento antihipertensivo. Los pacientes deben ser observados estrechamente para detectar signos de ortostasis, que es una caída de la presión arterial al ponerse de pie y puede causar mareos y caídas. La hipotensión ortostática es más prevalente en los adultos mayores debido a una menor capacidad de los sistemas vasculares para adaptarse a cambios en la postura. Además, la alteración de la cognición, que puede presentarse como confusión o dificultades para concentrarse, también debe ser monitoreada, ya que los cambios en la presión arterial pueden afectar el suministro de sangre al cerebro. Los trastornos electrolíticos, especialmente la hiponatremia o los desequilibrios de potasio, son otros efectos secundarios que requieren una vigilancia constante, ya que los riñones de los adultos mayores pueden no ser tan eficientes en la regulación de los electrolitos en presencia de fármacos antihipertensivos.

La polifarmacia, es decir, el uso de múltiples medicamentos, es un desafío común en la población de adultos mayores. Este fenómeno puede aumentar significativamente el riesgo de interacciones medicamentosas, que son frecuentes en los pacientes que toman varios fármacos para tratar diversas afecciones. Las interacciones entre medicamentos pueden alterar la eficacia del tratamiento antihipertensivo o, por el contrario, provocar efectos adversos peligrosos, como un aumento de la presión arterial o un riesgo elevado de insuficiencia renal. Además, los adultos mayores tienen un mayor riesgo de cometer errores de dosificación debido a factores como la disminución de la memoria, la visión o la destreza manual, lo que aumenta la probabilidad de que tomen dosis incorrectas de sus medicamentos.

Dada esta susceptibilidad a los problemas derivados de la polifarmacia, es esencial que el médico evalúe cuidadosamente todos los medicamentos que el paciente está tomando antes de iniciar la terapia antihipertensiva. Esto incluye la revisión de fármacos prescritos y no prescritos, así como suplementos dietéticos que puedan interactuar con los antihipertensivos. La coordinación entre diferentes especialistas que tratan al paciente también es clave para evitar duplicaciones de medicamentos y minimizar el riesgo de interacciones peligrosas.

Por lo tanto, el manejo de la hipertensión en adultos mayores requiere un enfoque equilibrado que combine los beneficios de un control estricto de la presión arterial con la necesidad de minimizar los riesgos potenciales. Es crucial un seguimiento cercano, tanto clínico como instrumental, para monitorizar la aparición de efectos adversos y ajustar el tratamiento en función de la respuesta del paciente. Además, el enfoque debe ser individualizado, considerando no solo los niveles de presión arterial, sino también la calidad de vida del paciente, su capacidad funcional y sus comorbilidades, con el fin de optimizar los resultados a largo plazo.

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Supiano MA et al. New guidelines and SPRINT results: implications for geriatric hypertension. Circulation. 2019;140:976. [PMID: 31525101]

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