Varicela durante el embarazo
Varicela durante el embarazo

Varicela durante el embarazo

La varicela es una infección primaria provocada por el virus varicela-zóster. Esta enfermedad es de particular preocupación durante el embarazo debido a las complicaciones graves que puede ocasionar tanto a la madre como al feto. El virus varicela-zóster es responsable de la aparición de una erupción cutánea característica, acompañada de fiebre y malestar general.

La gran mayoría de las mujeres han sido expuestas al virus en algún momento de su vida y han desarrollado inmunidad. Esta inmunidad es duradera y protege a las personas de futuras infecciones graves por VZV. Sin embargo, la infección primaria por VZV durante el embarazo puede ser peligrosa, tanto para la madre como para el feto, debido a las posibles complicaciones que pueden surgir.

Se estima que la incidencia de infecciones primarias por VZV durante el embarazo es relativamente baja, siendo reportada en un rango de hasta 7 casos por cada 10,000 embarazos. A pesar de esta baja frecuencia, cuando ocurre, la varicela durante el embarazo puede acarrear serias complicaciones, como neumonía en la madre, que es una de las formas más graves de la enfermedad. Además, la infección primaria durante el embarazo puede poner en riesgo al feto, pudiendo causar malformaciones congénitas, síndrome de varicela congénita o incluso la muerte fetal, particularmente si la infección ocurre en el primer o segundo trimestre.

El uso de la vacuna contra la varicela en mujeres embarazadas está contraindicado debido a la falta de datos suficientes sobre los efectos que la vacuna podría tener en el feto. Aunque se sabe que la vacuna contiene una forma atenuada del virus, no se ha estudiado lo suficiente en mujeres embarazadas para garantizar su seguridad durante el embarazo. Por esta razón, las mujeres embarazadas deben evitar la vacunación contra la varicela. En cambio, las mujeres que no están embarazadas y que reciben la vacuna deben abstenerse de quedar embarazadas durante al menos un mes después de la inmunización, para evitar cualquier riesgo teórico para el feto.

En el caso de que se produzca una vacunación accidental durante el embarazo o dentro del mes siguiente a la concepción, no se recomienda la interrupción del embarazo. Sin embargo, las mujeres deben recibir asesoramiento adecuado sobre los riesgos teóricos, que son considerados mínimos, y ser monitoreadas para detectar cualquier posible complicación. Esto se debe a que, aunque no hay evidencia sólida de que la vacuna cause daño al feto, los posibles efectos no se comprenden completamente, y se siguen considerando precauciones para proteger tanto a la madre como al bebé.

Manifestaciones clínicas

El período de incubación para la infección por el virus varicela-zóster es de 10 a 20 días, durante los cuales la persona infectada no presenta síntomas, pero el virus se replica y se prepara para manifestarse clínicamente. La infección primaria por varicela sigue este período de incubación y se caracteriza por un síndrome similar a la gripe, con malestar general, fiebre y el desarrollo de una erupción maculopapular pruriginosa, que inicialmente aparece en el tronco. A medida que la enfermedad progresa, la erupción se transforma en vesículas que eventualmente se secan y forman costras, un proceso característico de la evolución de la varicela.

Las mujeres embarazadas, debido a los cambios fisiológicos del embarazo, son más susceptibles a desarrollar neumonía por el virus varicela-zóster. Esta neumonía puede ser particularmente grave y, en algunos casos, se convierte en una infección fulminante que requiere soporte respiratorio debido a la dificultad para mantener una oxigenación adecuada. Es fundamental que las mujeres embarazadas que desarrollan varicela reciban atención médica especializada para manejar esta complicación potencialmente mortal.

Una vez que ocurre la infección primaria, el virus se vuelve latente y asciende a los ganglios de las raíces dorsales, donde permanece en reposo durante toda la vida del individuo. Sin embargo, en situaciones de inmunocompromiso, el virus puede reactivarse y manifestarse como culebrilla, también conocida como herpes zóster. Aunque esta reactivación es rara durante el embarazo, puede ocurrir en mujeres cuya inmunidad está debilitada por condiciones subyacentes o tratamientos médicos.

En cuanto a la infección fetal, se han documentado dos tipos principales de infección por varicela en el feto. El primero es el síndrome congénito de varicela zóster, que ocurre típicamente en el 0,4% al 2% de los fetos expuestos a la infección primaria por el virus en el primer trimestre del embarazo. Este síndrome puede dar lugar a anomalías congénitas significativas, como malformaciones en los miembros y los dedos, microftalmía (desarrollo anormal de los ojos), y microcefalia (tamaño anormalmente pequeño de la cabeza). Este riesgo disminuye si la infección ocurre en el segundo o tercer trimestre del embarazo, ya que la protección materna adquirida mediante la producción de anticuerpos es más efectiva para prevenir daños graves al feto.

La infección durante el segundo y tercer trimestre del embarazo es menos amenazante para el feto, ya que en estas etapas la madre suele haber desarrollado anticuerpos específicos contra el virus. Estos anticuerpos, en su forma de inmunoglobulina G, atraviesan la placenta y protegen al feto de la infección grave. No obstante, los recién nacidos que corren mayor riesgo de infección grave son aquellos que nacen de madres que han estado infectadas por el virus varicela-zóster durante el embarazo, pero antes de que se desarrolle una respuesta inmune materna adecuada, es decir, antes de que los anticuerpos maternos sean transferidos al feto.

El período de mayor riesgo para la transmisión del virus al feto es entre los cinco días antes del parto y los dos días después del nacimiento. Durante este tiempo, la madre puede estar infectada con el virus, pero aún no ha tenido tiempo suficiente para desarrollar los anticuerpos protectores que serían transmitidos al feto. Esto puede dar lugar a la transmisión del virus al bebé, lo que puede resultar en una infección grave, especialmente si la madre está experimentando viremia (presencia del virus en la sangre) en este periodo crítico.

Exámenes diagnósticos

  • ELISA (Enzyme-Linked Immunosorbent Assay): Es una técnica utilizada para detectar la presencia de anticuerpos específicos contra el virus varicela-zóster en la sangre del paciente. Este ensayo permite identificar si el paciente ha sido infectado previamente o si tiene una infección activa, basándose en la interacción entre un antígeno y un anticuerpo.

  • Anticuerpos fluorescentes: Esta técnica utiliza anticuerpos marcados con una sustancia fluorescente que se une específicamente al virus varicela-zóster. Al ser observados bajo un microscopio especializado, los anticuerpos fluorescentes permiten detectar la presencia del virus en las muestras biológicas del paciente.

  • Inhibición de hemaglutinación: Es una prueba que mide la capacidad de los anticuerpos del paciente para prevenir la aglutinación de los glóbulos rojos. En el contexto de la varicela, esta técnica ayuda a detectar anticuerpos específicos contra el virus varicela-zóster y confirmar una infección. Aunque se utiliza para detectar anticuerpos contra el virus, no está directamente enfocada en la identificación de anticuerpos contra el virus varicela-zóster, como lo hace ELISA.

  • Análisis cualitativo de PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa): El líquido vesicular, que es el fluido contenido en las ampollas características de la varicela, puede ser analizado mediante la PCR para detectar material genético del virus. Esta prueba es altamente sensible y específica, permitiendo confirmar la presencia del virus en la muestra, incluso en casos donde el diagnóstico clínico es incierto.

Tratamiento

La inmunoglobulina varicela-zóster ha demostrado ser eficaz para prevenir o modificar los síntomas de la infección en las personas expuestas al virus varicela-zóster. El éxito del tratamiento con VZIG depende de la identificación temprana de las mujeres susceptibles, ya sea en el momento de la exposición al virus o poco después de esta. Las mujeres expuestas que tienen un historial incierto o negativo de haber tenido varicela deben ser evaluadas para detectar la presencia de anticuerpos contra el virus. Esto se debe a que la gran mayoría de las mujeres en edad fértil ya han estado expuestas al virus y, por lo tanto, habrán desarrollado anticuerpos protectores. En el caso de que los anticuerpos sean negativos, se recomienda administrar la inmunoglobulina varicela-zóster, preferentemente dentro de las 96 horas posteriores a la exposición para obtener la máxima eficacia. Se puede administrar hasta 10 días después de la exposición, aunque su efectividad puede disminuir con el tiempo.

No se conocen efectos adversos de la administración de la inmunoglobulina varicela-zóster durante el embarazo, aunque cabe señalar que el periodo de incubación de la enfermedad puede prolongarse ligeramente en algunas mujeres que reciben el tratamiento. En cuanto a los recién nacidos, aquellos nacidos de madres que desarrollan síntomas de varicela entre los 5 días previos al parto y hasta los 2 días posteriores al mismo deben recibir también la inmunoglobulina varicela-zóster, en una dosis de 125 unidades, para protegerlos de una posible infección grave.

Para las mujeres embarazadas que presentan varicela, el tratamiento con aciclovir oral puede ser beneficioso si se inicia dentro de las primeras 24 horas del inicio de la erupción. La dosis recomendada es de 800 mg por vía oral, cuatro veces al día durante 5 días. Aunque este tratamiento ha demostrado mejorar los síntomas maternos, no previene la varicela congénita en el feto. Por lo tanto, las mujeres embarazadas infectadas deben ser cuidadosamente vigiladas para detectar signos tempranos de complicaciones, y se recomienda hospitalizarlas tan pronto como aparezcan signos de afectación pulmonar.

En casos graves, como en aquellas mujeres embarazadas que desarrollan neumonía por varicela-zóster, el tratamiento con aciclovir intravenoso se considera necesario. La dosis recomendada en este contexto es de 10 mg por kilogramo de peso corporal administrados por vía intravenosa cada 8 horas. Este tratamiento intravenoso es fundamental para controlar las complicaciones respiratorias graves asociadas con la infección.

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Guías de estudio. Homo medicus.
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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. American College of Obstetricians and Gynecologists. ACOG Practice Bulletin No. 151: cytomegalovirus, parvovirus B19, varicella zoster, and toxoplasmosis in pregnancy. Obstet Gynecol. 2015;125:1510. [Reaffirmed 2020] [PMID: 26000539]
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