La artritis reactiva es una forma de artritis inflamatoria que se desencadena principalmente por infecciones previas del tracto gastrointestinal o genitourinario. Estas infecciones, por lo general bacterianas, actúan como factores precipitantes que inician el proceso autoinmunitario subyacente a la enfermedad. En este contexto, la artritis reactiva se presenta típicamente como una oligoartritis asimétrica, es decir, afecta a un número limitado de articulaciones, pero de manera desigual, y suele involucrar las extremidades inferiores, como las rodillas, tobillos y pies. Esta inflamación de las articulaciones se caracteriza por la ausencia de una infección activa dentro de las mismas, de modo que se clasifica como una artritis estéril.
Además de la artritis, la artritis reactiva se asocia frecuentemente con entesitis, que es la inflamación de los sitios donde los tendones o ligamentos se insertan en los huesos. Las manifestaciones extra-articulares son comunes y pueden afectar varios sistemas del cuerpo. Entre estas manifestaciones destacan la uretritis (inflamación de la uretra), conjuntivitis (inflamación de la conjuntiva ocular), uveítis (inflamación de la capa intermedia del ojo), queratodermia blenorrágica (una afección dérmica que se presenta con lesiones cutáneas gruesas en las plantas de los pies y las palmas de las manos), así como diversas lesiones mucocutáneas que afectan las membranas mucosas y la piel.
La artritis reactiva se observa con mayor frecuencia en hombres jóvenes, particularmente aquellos entre los 20 y 40 años de edad, aunque puede ocurrir en individuos de cualquier edad. La predisposición genética juega un papel importante en la susceptibilidad a esta enfermedad, siendo una asociación notable con el antígeno leucocitario humano B27 (HLA-B27). Esta molécula está presente en aproximadamente el 80% de los pacientes blancos afectados por la artritis reactiva y entre el 50 y el 60% de los pacientes negros. La relación con el HLA-B27 sugiere que factores genéticos pueden facilitar la respuesta autoinmunitaria anómala que se observa en la artritis reactiva, aunque otros factores, como infecciones previas y alteraciones del sistema inmunológico, también contribuyen a su aparición.
Manifestaciones clínicas
La mayoría de los casos de artritis reactiva se desarrollan dentro de un período de 1 a 4 semanas después de una infección gastrointestinal o una infección de transmisión sexual. Las infecciones gastrointestinales que con mayor frecuencia desencadenan la artritis reactiva son causadas por las bacterias Shigella, Salmonella, Yersinia o Campylobacter. Por otro lado, las infecciones de transmisión sexual más comúnmente asociadas con la artritis reactiva son causadas por Chlamydia trachomatis o, en menor medida, Ureaplasma urealyticum. Aunque la infección incitante sea de transmisión sexual o disentérica, no se observan diferencias significativas en las manifestaciones posteriores de la enfermedad, lo que sugiere que ambos tipos de infecciones desencadenan una respuesta inmunitaria similar que da lugar a la artritis reactiva.
Además de los patógenos mencionados, existen otros organismos conocidos por inducir artritis reactiva, como Mycobacterium, Streptococcus, Staphylococcus y el virus SARS-CoV-2. Es importante señalar que el líquido sinovial de las articulaciones afectadas en la artritis reactiva es negativo para cultivo, lo que indica que la inflamación articular no se debe a una infección activa en la articulación, sino a una respuesta inmunitaria desencadenada por la infección inicial.
En algunos casos, el síndrome clínico de la artritis reactiva puede presentarse sin una infección aparente previa, lo que sugiere que podría haber infecciones subclínicas que precipitan la enfermedad. También es posible que existan otros desencadenantes aún no identificados que puedan inducir una respuesta inflamatoria similar en las articulaciones.
La artritis reactiva suele caracterizarse por un patrón asimétrico de afectación articular y frecuentemente involucra las grandes articulaciones que soportan peso, como las rodillas y los tobillos. En al menos el 20% de los pacientes, se observa sacroiliitis o espondilitis anquilosante, especialmente después de múltiples episodios recurrentes de artritis. Durante el inicio de la enfermedad, los síntomas sistémicos como fiebre y pérdida de peso son comunes, lo que indica una respuesta inflamatoria generalizada.
Entre las manifestaciones mucocutáneas que pueden acompañar a la artritis reactiva se incluyen balanitis (inflamación del glande), estomatitis (inflamación de la mucosa bucal) y queratodermia blenorrágica, una alteración cutánea que se presenta con lesiones similares a la psoriasis pustulosa. También se pueden observar cambios en las uñas, que imitan los cambios psoriásicos. La conjuntivitis, cuando está presente, generalmente es leve y ocurre en las primeras etapas de la enfermedad. La uveítis anterior, que puede desarrollarse en cualquier momento en pacientes que son portadores del antígeno leucocitario humano B27, es una complicación ocular más significativa y que requiere atención especial.
Ocasionalmente, pueden ocurrir complicaciones cardiovasculares, como carditis (inflamación del corazón) y regurgitación aórtica, aunque son menos comunes. Mientras que la mayoría de los signos clínicos de la enfermedad desaparecen en cuestión de días o semanas, la artritis puede persistir durante varios meses o volverse crónica. Las recaídas, que pueden implicar cualquier combinación de las manifestaciones clínicas, son frecuentes y, en algunos casos, las secuelas pueden volverse permanentes, especialmente en las articulaciones, donde se pueden presentar destrucción articular y daños irreversibles.
Diagnóstico diferencial
La artritis gonocócica puede inicialmente presentar síntomas similares a los de la artritis reactiva, lo que puede llevar a un diagnóstico erróneo al principio. Sin embargo, existen diferencias clave que permiten distinguir ambas condiciones. Una de las principales diferencias es la mejoría significativa observada en la artritis gonocócica después de 24 a 48 horas de administración de antibióticos específicos, lo que no ocurre en la artritis reactiva. Además, los cultivos realizados en la artritis gonocócica generalmente muestran la presencia de Neisseria gonorrhoeae, la bacteria responsable de esta infección, mientras que en la artritis reactiva no se detecta ninguna infección activa en las articulaciones.
Es importante también considerar otras enfermedades en el diagnóstico diferencial de la artritis reactiva, tales como la artritis reumatoide, la espondilitis anquilosante y la artritis psoriásica. Estas enfermedades pueden compartir algunas características clínicas similares, como la inflamación articular y la presencia de afectación de las articulaciones periféricas. Sin embargo, cada una tiene sus propios criterios diagnósticos, que incluyen características radiológicas, la presencia de anticuerpos específicos y patrones clínicos distintivos que ayudan a diferenciarlas.
Otro trastorno que puede imitar la artritis reactiva es la enfermedad de Behçet, que también puede causar lesiones orales, oculares y articulares similares. Sin embargo, existen diferencias notables entre ambas enfermedades. En la artritis reactiva, las lesiones orales son generalmente indoloras, mientras que en la enfermedad de Behçet las úlceras orales suelen ser dolorosas. Esta diferencia en el tipo de lesiones bucales es un aspecto crucial que puede ayudar a los clínicos a diferenciar entre estas dos condiciones. Además, la enfermedad de Behçet presenta una serie de manifestaciones clínicas adicionales, como úlceras genitales recurrentes, vasculitis y otros síntomas sistémicos que no se observan en la artritis reactiva.
Tratamiento
Los antiinflamatorios no esteroides han sido el pilar principal en el tratamiento de la artritis reactiva. Estos medicamentos ayudan a controlar la inflamación y aliviar el dolor articular, lo que proporciona un alivio sintomático a corto plazo para los pacientes. Además, se ha demostrado que la administración de antibióticos en el momento de una infección de transmisión sexual no gonocócica puede reducir la probabilidad de que se desarrolle artritis reactiva, al tratar la infección que puede haber desencadenado la respuesta autoinmunitaria.
En el caso de la artritis reactiva crónica asociada con infecciones por Chlamydia trachomatis, un ensayo clínico aleatorizado ha mostrado que un tratamiento con rifampicina durante seis meses (300 mg dos veces al día por vía oral), en combinación con doxiciclina (100 mg dos veces al día por vía oral) o azitromicina (500 mg una vez al día durante 5 días y luego dos veces por semana), es más efectivo que el placebo. Este enfoque terapéutico dirigido a erradicar la infección subyacente demuestra ser más eficaz que simplemente tratar los síntomas de la artritis sin abordar la causa infecciosa.
Para los pacientes que no responden a los antiinflamatorios no esteroides, se pueden utilizar medicamentos modificadores de la enfermedad, conocidos como agentes DMARD (por sus siglas en inglés). Entre estos, la sulfasalazina (1 g dos veces al día) y el metotrexato (hasta 25 mg una vez a la semana) han mostrado ser eficaces en el tratamiento de la artritis reactiva. Estos medicamentos actúan modulando la respuesta inmune, reduciendo la inflamación y evitando el daño articular a largo plazo.
En pacientes con enfermedad de inicio reciente que no responden a los antiinflamatorios no esteroides ni a los medicamentos modificadores de la enfermedad, se puede recurrir a agentes anti-TNF. Estos agentes, que son efectivos en otras espondiloartropatías, pueden también ser útiles en la artritis reactiva, especialmente en casos refractarios. Los inhibidores del factor de necrosis tumoral actúan bloqueando una de las principales moléculas que promueven la inflamación en enfermedades autoinmunes, lo que puede ayudar a controlar los síntomas y mejorar la función articular en estos pacientes.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
- Namakin K et al. The association between COVID-19 and reactive arthritis: a systematic review of case reports and case series. Curr Rheumatol Rev. 2023;19:420. [PMID: 36927426]

