Las hernias inguinales representan el 75% de las hernias de la pared abdominal, siendo más frecuentes en hombres que en mujeres y presentadas con mayor frecuencia en edades productivas entre los 30 y los 59 años de edad.
Las hernias indirectas son más frecuentes que las directas y que las hernias femorales.
La hernia inguinal se manifiesta como un tumor o abultamiento en la región inguinal, que se hace más evidente con maniobras que aumenten la presión intraabdominal como pujar o toser, puede ser asintomático o bien estar acompañado de sensación de incomodidad intermitente que no interfiere con las actividades diarias.
Los mecanismos etiopatogénicos de las hernias inguinales son multifactoriales. Hay factores biológicos (metabólicos y bioquímicos), anatómicos y fisiológicos o mecánicos.
Entre los factores biológicos están la disminución en la síntesis de colágeno o bien la síntesis de colágeno de mala calidad, ya sea por trastornos hereditarios o genéticos (Marfan, Ehlers-Danlos, entre otros) o adquiridos (desnutrición, obesidad, entre otros) y el aumento en la degradación de colágeno, como ocurre en el tabaquismo.
Existen algunos factores anatómicos que han demostrado la predisposición a la aparición de hernias inguinales, entre ellos están, la persistencia del conducto peritoneo-vaginal en el hombre o el conducto de Nuck en la mujer, el aumento en las dimensiones del triángulo de Hessert y Hesselbach, la ausencia de las fibras aponeuróticas del músculo transverso abdominal en su porción lateral o en todo el piso inguinal, así como la inserción alta del oblicuo interno y transverso abdominal, tanto en su unión con el borde lateral del recto como en el ligamento inguinal agrandando las dimensiones del piso inguinal.
Los factores fisiológicos o mecánicos, incluyen una deficiente oclusión del orificio inguinal interno y piso inguinal en el descenso del oblicuo menor y el transverso sobre el ligamento inguinal, asincronía entre el aumento de la presión intraabdominal y la contracción simultánea de la pared abdominal, o bien aumentos crónicos de la presión intraabdominal, como ocurre en pacientes con EPOC, cirróticos, prostáticos, embarazosmúltiples, entre otros.