La disfunción sexual masculina se manifiesta de diversas maneras, lo que hace que su clasificación y tratamiento adecuados dependan de una historia clínica detallada y bien estructurada. Una de las formas más comunes de disfunción sexual masculina es la disfunción eréctil, definida como la incapacidad constante de lograr o mantener una erección peneana lo suficientemente rígida como para llevar a cabo una relación sexual satisfactoria. Esta condición afecta a más de la mitad de los hombres de entre 40 y 70 años, y su incidencia aumenta con la edad. La pérdida de erecciones puede estar asociada con una amplia gama de causas, tanto físicas como psicológicas, entre las cuales se incluyen factores neurogénicos, arteriales, venosos, hormonales y emocionales.
El proceso fisiológico que permite una erección normal del pene depende de varios mecanismos interrelacionados. Entre ellos, se encuentran la integridad de los nervios autónomos y somáticos que se dirigen hacia el pene, un flujo sanguíneo arterial adecuado proporcionado por las arterias cavernosas pareadas, así como una musculatura lisa y estriada de los cuerpos cavernosos y del suelo pélvico. La erección es iniciada por impulsos nerviosos provenientes del plexo pélvico, que resultan en un aumento del flujo sanguíneo arterial hacia el pene. Esto provoca una relajación activa del músculo liso dentro de los sinusoides de los cuerpos cavernosos y un aumento de la resistencia venosa, lo cual favorece la retención de sangre en el órgano.
Adicionalmente, la contracción del músculo isquiocavernoso contribuye a la rigidez del pene, con presiones intracavernosas que superan la presión sistólica de la sangre. El óxido nítrico es el neurotransmisor clave en este proceso, ya que inicia y mantiene la erección al mediar la relajación de la musculatura lisa y la vasodilatación necesaria para incrementar el flujo sanguíneo en los cuerpos cavernosos.
Dado que las erecciones dependen de la interacción precisa entre estos mecanismos fisiológicos, cualquier alteración en uno o más de estos componentes puede llevar a disfunción eréctil. Por ejemplo, trastornos neurogénicos como la diabetes mellitus o lesiones de la médula espinal pueden interferir con la transmisión de impulsos nerviosos hacia el pene. Los problemas arteriales, como la aterosclerosis, pueden limitar el flujo sanguíneo necesario para la erección, mientras que las alteraciones venosas, como la insuficiencia venosa, pueden permitir el drenaje prematuro de la sangre de los cuerpos cavernosos. Las disfunciones hormonales, como la disminución de testosterona, también juegan un papel crucial en la función eréctil, ya que este hormono es fundamental para la función sexual masculina en general.
El estrés psicológico, la ansiedad y la depresión también son causas importantes de la disfunción eréctil, ya que pueden alterar tanto los aspectos emocionales como físicos de la erección, afectando negativamente los mecanismos neuronales y hormonales involucrados. La interacción entre estos factores biológicos y psicológicos subraya la necesidad de una evaluación exhaustiva del historial médico y de vida del paciente para poder identificar las causas subyacentes y determinar un tratamiento adecuado.
La causa más común de la disfunción eréctil es una disminución del flujo sanguíneo arterial como resultado de la progresión de enfermedades vasculares. Esta disminución en el flujo sanguíneo se debe a la disfunción endotelial, que es una alteración en el revestimiento interno de los vasos sanguíneos. La disfunción endotelial resulta de la disminución de la biodisponibilidad de óxido nítrico, un neurotransmisor clave en la vasodilatación, lo que impide que las arterias se dilaten adecuadamente. La disfunción eréctil, en este contexto, puede ser una manifestación temprana de una disfunción endotelial sistémica, que precede a enfermedades cardiovasculares ateroscleróticas más graves. En otras palabras, la disfunción eréctil puede ser uno de los primeros signos de un deterioro generalizado en la función vascular del cuerpo, especialmente en los vasos sanguíneos más grandes.
Además de los factores vasculares, muchas medicaciones están asociadas con la disfunción eréctil. Entre ellas, los antihipertensivos, los antidepresivos y los opioides son los que más frecuentemente se asocian con alteraciones en la función eréctil. Estos fármacos pueden interferir con los mecanismos neurológicos, hormonales o vasculares responsables de la erección, y su impacto varía según el tipo de medicamento y la dosis utilizada.
Por otro lado, la aneyaculación, que es la pérdida de la emisión seminal, puede tener múltiples causas. Una de las más comunes es la deficiencia de andrógenos, que reduce las secreciones de la próstata y las vesículas seminales. Esta condición también puede originarse por denervación simpática, que puede resultar de lesiones en la médula espinal, diabetes mellitus o cirugías o radioterapias en la zona pélvica o retroperitoneal. En casos de eyaculación retrógrada, el semen se dirige hacia la vejiga en lugar de ser expulsado hacia el exterior del cuerpo. Esta situación puede ser el resultado de una interrupción mecánica del cuello de la vejiga debido a anormalidades congénitas, cirugía transuretral de la próstata, radioterapia pélvica, denervación simpática o tratamiento con bloqueadores alfa.
La eyaculación precoz, que se refiere a la eyaculación con mínima estimulación y antes de lo deseado por la persona, puede causar una gran angustia emocional y social. En su forma primaria, la eyaculación precoz puede tratarse mediante modificaciones conductuales, consejería en salud sexual, agentes anestésicos locales y medicamentos sistémicos, ya sea de manera aislada o combinada. La eyaculación precoz secundaria, por otro lado, suele ser consecuencia de disfunción eréctil y responde positivamente al tratamiento de la disfunción subyacente.
La enfermedad de Peyronie es un trastorno fibrótico de la túnica albugínea del pene que provoca diversos grados de dolor, curvatura o deformidad peneana. Esta afección afecta a hasta el 10% de los hombres y, al igual que la disfunción eréctil, su prevalencia aumenta con la edad. Aunque un 10% de los hombres pueden experimentar una mejora espontánea, aproximadamente el 50% de los casos se estabilizan con el tiempo, mientras que el resto progresa si no se recibe tratamiento. La deformidad peneana resultante de la enfermedad de Peyronie puede afectar la función sexual normal y tener un impacto negativo en la autoestima del paciente.
El priapismo es una erección prolongada y dolorosa del pene en ausencia de estimulación sexual. Esta condición resulta en daño isquémico de los cuerpos cavernosos debido a la congestión venosa, la coagulación sanguínea dentro de los senos cavernosos y la cesación completa del flujo arterial, lo que se conoce como priapismo de bajo flujo o «isquémico». El priapismo isquémico es una emergencia médica que requiere intervención médica o quirúrgica inmediata para evitar daños irreversibles en el pene. Las causas del priapismo isquémico incluyen alteraciones en las células sanguíneas, el consumo de drogas y algunos de los tratamientos utilizados para la disfunción eréctil.
Manifestaciones clínicas
La disfunción eréctil debe distinguirse claramente de otros problemas sexuales, tales como los relacionados con la libido, el orgasmo, la eyaculación y las deformidades peneanas, ya que cada uno de estos trastornos tiene mecanismos fisiopatológicos distintos que requieren enfoques diagnósticos y terapéuticos específicos. La disfunción eréctil se caracteriza principalmente por la incapacidad de lograr o mantener una erección suficientemente firme como para llevar a cabo una relación sexual, y debe evaluarse en función de su gravedad, intermitencia, momento de aparición y los síntomas asociados. Estos factores son cruciales para entender el patrón y la naturaleza de la disfunción y para guiar las decisiones clínicas.
La historia clínica del paciente debe incluir preguntas sobre condiciones médicas subyacentes que puedan predisponer a la disfunción eréctil, tales como dislipidemia, hipertensión, depresión, enfermedades neurológicas, diabetes mellitus, enfermedades renales, trastornos endocrinos y enfermedades cardiovasculares o vasculares periféricas. Estas afecciones están fuertemente relacionadas con los mecanismos fisiopatológicos de la erección, como la alteración del flujo sanguíneo o la disfunción neuronal. Además, los antecedentes de traumatismos pélvicos, cirugía o radiación aumentan considerablemente la probabilidad de desarrollar disfunción eréctil, dado que estos factores pueden afectar la anatomía y la función de los nervios y vasos sanguíneos que participan en la erección.
Es particularmente importante indagar sobre los antecedentes de tratamientos para el cáncer de próstata o la enfermedad de Peyronie, ya que ambas condiciones y sus tratamientos pueden impactar significativamente en la función eréctil. En ausencia de otros antecedentes médicos relevantes, el inicio de la disfunción eréctil puede ser el primer signo de disfunción endotelial, lo que sugiere la necesidad de una evaluación adicional para estratificar el riesgo cardiovascular del paciente, dado que esta condición puede ser un precursor de enfermedades cardiovasculares más graves.
La revisión de los medicamentos que el paciente esté tomando es otro componente esencial de la evaluación. Se debe prestar especial atención a los fármacos que contienen nitratos, ya que estos pueden interactuar con otros tratamientos utilizados para la disfunción eréctil, como los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5, generando efectos adversos graves. Asimismo, el consumo de sustancias recreativas como el alcohol, el tabaco, la marihuana y otras drogas está asociado con un mayor riesgo de disfunción sexual, ya que estas sustancias pueden alterar tanto los mecanismos vasculares como los neurológicos implicados en la erección.
Para el diagnóstico y monitoreo de la disfunción eréctil, se pueden utilizar instrumentos validados, tales como el Sexual Health Inventory for Men o la Escala de Dureza Ereccional. Estos instrumentos permiten no solo hacer un diagnóstico más preciso, sino también evaluar la respuesta terapéutica a lo largo del tiempo, lo que facilita la personalización del tratamiento.
Durante el examen físico, es esencial evaluar los signos vitales del paciente, su complexión corporal, con especial énfasis en la obesidad, que es un factor de riesgo conocido para la disfunción eréctil. También deben examinarse las características sexuales secundarias, como la distribución del vello corporal y la masa muscular, que pueden proporcionar pistas sobre el estado hormonal y la salud general del paciente. Un examen cardiovascular básico es imprescindible, así como una evaluación neurológica para identificar cualquier anormalidad en el sistema nervioso central o periférico que pueda estar contribuyendo a la disfunción eréctil.
La exploración de los genitales debe incluir la medición de la longitud del pene estirado, la búsqueda de signos de fibrosis en el eje peneano, y la evaluación de cualquier anomalía en el tamaño o consistencia de los testículos, ya que estos hallazgos pueden ser indicativos de trastornos subyacentes que afectan la función sexual.
Exámenes diagnósticos
La evaluación de laboratorio debe realizarse en casos seleccionados de acuerdo con los hallazgos obtenidos en la historia clínica y el examen físico del paciente. Esta decisión debe basarse en la sospecha clínica de que existen factores subyacentes que contribuyen a la disfunción eréctil, y en la necesidad de confirmar o descartar posibles afecciones médicas que puedan estar interfiriendo con la función sexual del paciente. El propósito de la evaluación de laboratorio es proporcionar información adicional que permita realizar un diagnóstico más preciso y guiar el tratamiento adecuado.
Los análisis de laboratorio más comunes en estos casos incluyen la medición del perfil lipídico, los niveles de glucosa y los niveles de testosterona. Un perfil lipídico es esencial para evaluar los niveles de colesterol total, lipoproteínas de baja densidad, lipoproteínas de alta densidad y triglicéridos. La dislipidemia, particularmente el aumento de las lipoproteínas de baja densidad, está asociada con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, que a su vez puede contribuir a la disfunción eréctil al afectar el flujo sanguíneo al pene. Por lo tanto, identificar alteraciones en el perfil lipídico permite intervenir precozmente en la prevención de enfermedades vasculares, que son una causa frecuente de disfunción eréctil.
El análisis de glucosa es igualmente importante, ya que la diabetes mellitus es una causa común de disfunción eréctil. La diabetes puede afectar tanto los nervios que controlan la erección como la circulación sanguínea, lo que resulta en dificultades para lograr o mantener una erección. Además, el control inadecuado de la glucosa puede aumentar el riesgo de complicaciones vasculares y neurológicas que contribuyen a la disfunción eréctil. La evaluación de los niveles de glucosa en sangre es fundamental para detectar la presencia de diabetes o prediabetes, lo que permitiría iniciar un tratamiento adecuado para controlar la enfermedad y prevenir sus complicaciones.
La medición de los niveles de testosterona es otro componente esencial en la evaluación de la disfunción eréctil, ya que la deficiencia de testosterona, o hipogonadismo, puede tener un impacto significativo en la función sexual masculina. Los niveles bajos de testosterona se asocian con una disminución de la libido, fatiga, depresión y, en muchos casos, con disfunción eréctil. Cuando se observa un nivel bajo de testosterona en los análisis, es crucial realizar mediciones adicionales para determinar la causa subyacente de este desequilibrio hormonal. En estos casos, se debe medir también el nivel de testosterona libre y la hormona luteinizante, ya que estos dos análisis permiten diferenciar entre disfunciones hipotalámicas o hipofisarias y fallos primarios de los testículos.
La medición de la testosterona libre es relevante porque la testosterona en sangre está principalmente unida a proteínas, y solo la testosterona libre, no unida, está disponible para interactuar con los tejidos. Un nivel bajo de testosterona libre puede indicar un problema en la producción o en la regulación de la testosterona. Por otro lado, la medición de la hormona luteinizante proporciona información sobre la función de la glándula pituitaria, que regula la producción de testosterona en los testículos. Si los niveles de LH son elevados junto con bajos niveles de testosterona, esto sugiere una falla primaria en los testículos, ya que la glándula pituitaria intenta compensar la baja producción testicular mediante un aumento de la LH. En cambio, si los niveles de LH son normales o bajos, la causa del hipogonadismo puede ser atribuida a una disfunción en el hipotálamo o la hipófisis, lo que indica una alteración en el eje hormonal que regula la producción de testosterona.
Tratamiento
El tratamiento de los hombres que sufren de disfunción sexual debe centrarse en el paciente y estar orientado a objetivos específicos, ya que las causas y las experiencias de esta condición pueden variar significativamente entre los individuos. Un enfoque integral y personalizado es esencial para lograr una mejora significativa en la función sexual y la calidad de vida general del paciente. En este contexto, la modificación del estilo de vida y la reducción de los factores de riesgo cardiovascular constituyen componentes clave del tratamiento. Estos cambios incluyen la cesación del tabaquismo, la reducción del consumo de alcohol, la adopción de una dieta equilibrada, la implementación de programas de ejercicio regular y el tratamiento adecuado de enfermedades comórbidas como la diabetes, la dislipidemia y la hipertensión. La mejora de estos aspectos no solo puede mejorar la función sexual, sino también tener un impacto positivo en la salud general del paciente, abordando algunas de las causas subyacentes de la disfunción eréctil.
Para aquellos pacientes cuya disfunción eréctil tiene un componente psicógeno o que experimentan angustia emocional significativa, la terapia de salud sexual o el asesoramiento psicológico pueden ser extremadamente beneficiosos. La disfunción eréctil, en muchos casos, no es solo un problema físico, sino que puede estar relacionada con factores emocionales, como el estrés, la ansiedad o la depresión. El apoyo psicológico y el manejo de estos factores pueden ayudar a restaurar la función sexual y a mejorar el bienestar emocional general del paciente.
A. Reemplazo Hormonal
En hombres con hipogonadismo, es decir, niveles bajos de testosterona, que han sido evaluados endocrinológicamente, la restauración de los niveles normales de testosterona puede mejorar la función sexual. La deficiencia de testosterona es una causa conocida de disfunción eréctil, ya que este hormona es esencial para el mantenimiento de la libido, la erección y el bienestar general. El tratamiento con testosterona puede ser administrado por varias vías, como inyecciones, parches o geles, dependiendo de la preferencia y la tolerancia del paciente. Sin embargo, este tratamiento debe ser cuidadosamente monitoreado, ya que el exceso de testosterona puede acarrear efectos secundarios y complicaciones, tales como un aumento en el riesgo de enfermedades cardiovasculares y alteraciones en la próstata.
B. Terapia Vasoactiva
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Agentes orales: Los fármacos como sildenafil, vardenafil, tadalafil y avanafil inhiben la fosfodiesterasa tipo 5 (PDE-5), lo que previene la degradación del guanosín monofosfato cíclico (cGMP) y, de esta forma, aumenta el flujo sanguíneo hacia el pene, facilitando la erección. Estos medicamentos son similares en su mecanismo de acción, pero presentan una variabilidad en su efectividad entre diferentes pacientes. La duración de su acción, el tiempo necesario para que comiencen a hacer efecto y los efectos secundarios pueden variar según el medicamento y el paciente. Por lo tanto, es recomendable iniciar el tratamiento con la dosis más baja y ajustarla progresivamente para alcanzar el efecto deseado, minimizando los efectos adversos.
Estos medicamentos están contraindicados en pacientes que estén tomando medicamentos que contengan nitratos, como la nitroglicerina, debido a que la combinación puede causar una reducción excesiva de la presión arterial, lo que podría llevar a hipotensión severa y desmayos. Asimismo, la combinación de inhibidores de PDE-5 y bloqueadores alfa (que se prescriben para los síntomas del tracto urinario inferior) puede provocar una reducción significativa de la presión arterial sistémica. Sin embargo, estos dos grupos de fármacos pueden usarse de manera segura si se inician y ajustan de forma gradual, bajo supervisión médica.
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Medicamentos inyectables o en supositorios: La inyección de prostaglandina E1 en los cuerpos cavernosos del pene es una forma aceptable de tratar la disfunción eréctil. Las inyecciones se administran utilizando una jeringa tipo tuberculina o un dispositivo de inyección de dosis medida. El sitio de inyección se encuentra en la base y el lado del pene, para evitar dañar los vasos sanguíneos y nervios superficiales ubicados en la parte dorsal. Esta modalidad de tratamiento puede tener efectos secundarios, como priapismo (erección dolorosa y prolongada), dolor peneano, hematomas, fibrosis y riesgo de infección.
La prostaglandina E1 se combina con frecuencia con otros medicamentos, como la papaverina, la fentolamina o la atropina, para aumentar su efectividad y reducir los efectos secundarios, especialmente el dolor peneano. Los pacientes que usan estas combinaciones deben ser advertidos sobre el riesgo de priapismo y la variabilidad en la eficacia del tratamiento, debido a las diferencias en la composición de los medicamentos. Además, la prostaglandina E1 también se puede administrar mediante supositorios intrauretrales, lo que proporciona una alternativa menos invasiva a las inyecciones directas.
C. Dispositivo de Erección por Vacío
El dispositivo de erección por vacío funciona creando una presión negativa alrededor del pene, lo que favorece el ingreso de sangre hacia los cuerpos cavernosos y, de esta manera, induce la erección. Una vez alcanzada la tumescencia, se coloca una banda elástica de constricción en la base del pene para mantener la erección, evitando que la sangre fluya fuera de los cuerpos cavernosos. Este dispositivo es efectivo en muchos casos, pero presenta algunas limitaciones que pueden afectar su uso. Entre las molestias reportadas se incluyen incomodidad peneana y adormecimiento, lo que puede llevar a una tasa elevada de desuso por parte de los pacientes. Sin embargo, las complicaciones graves son poco frecuentes, y este tratamiento puede ser una opción válida en pacientes que prefieren evitar el uso de fármacos o que no responden bien a ellos.
D. Cirugía de Prótesis Peniana
La cirugía de prótesis peniana implica la implantación quirúrgica de una prótesis en los cuerpos cavernosos del pene. Existen dos tipos principales de prótesis: las semi-rígidas (manejables) y las inflables. Las prótesis inflables son dispositivos hidráulicos autoconstruidos que permiten simular de manera más natural tanto la tumescencia como la detumescencia del pene, lo que resulta en una apariencia y función más cercanas a una erección normal. Estas prótesis son las más comúnmente utilizadas debido a su capacidad para emular de forma eficaz la erección y la relajación del pene. La cirugía de prótesis peniana está indicada principalmente en pacientes que no han logrado una respuesta satisfactoria con otros tratamientos, como los fármacos orales o las terapias de inyección. Este tratamiento es especialmente útil en casos de disfunción eréctil grave o crónica donde las opciones conservadoras ya no son efectivas.
E. Terapia Médica y Quirúrgica para la Enfermedad de Peyronie
La enfermedad de Peyronie es un trastorno fibroso del pene que causa curvatura anormal debido a la formación de placas de colágeno en los cuerpos cavernosos. Esta condición puede tener un impacto significativo en la función sexual, dado que la curvatura severa puede dificultar la penetración, causar dolor y afectar negativamente la satisfacción sexual.
En cuanto al tratamiento de la enfermedad de Peyronie, los medicamentos orales han demostrado ser de escaso beneficio en la reducción de la curvatura peneana y no deben ser recomendados como tratamiento de primera línea. Una opción más eficaz es el uso de la colagenasa Clostridium histolyticum, un tratamiento aprobado por la FDA para la enfermedad de Peyronie. La colagenasa actúa de manera enzimática sobre las fibras de colágeno desordenadas que componen las placas de Peyronie. Su acción permite la ruptura de estas fibras, lo que mejora la curvatura del pene y, en muchos casos, facilita la restauración de la función sexual. Este tratamiento se administra mediante inyecciones directas en la placa peneana y ha demostrado mejorar significativamente la flexibilidad y la forma del pene en los pacientes tratados.
Cuando el tratamiento con colagenasa no es eficaz o cuando la curvatura es severa y compromete gravemente la función sexual, se puede considerar una intervención quirúrgica. La cirugía de Peyronie está indicada principalmente para hombres que experimentan una función sexual comprometida debido a una curvatura severa, que presentan lesiones que provocan inestabilidad peneana o que no han obtenido resultados satisfactorios con la colagenasa. Los procedimientos quirúrgicos incluyen la desimplantación de la placa y la corrección de la curvatura a través de técnicas como la plicatura, la excisión de la placa con injertos, o la colocación de prótesis peneanas en casos más graves. La elección del procedimiento debe ser individualizada y basada en una evaluación detallada de la gravedad de la enfermedad y el impacto en la función sexual, considerando también la preferencia del paciente y los riesgos asociados a la cirugía.

Fuente y lecturas recomendadas:
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