La enfermedad de Gaucher es un trastorno genético hereditario que sigue un patrón de herencia autosómico recesivo, lo que significa que para que una persona manifieste los signos y síntomas de esta afección, debe heredar dos copias defectuosas del gen responsable, una de cada progenitor. Este gen se localiza en el cromosoma uno y codifica para una enzima lisosomal llamada beta-glucocerebrosidasa, cuya función esencial es degradar un tipo específico de esfingolípido denominado glucocerebrósido, presente en las membranas celulares.
Cuando el organismo posee una sola copia alterada del gen, generalmente heredada de uno de los padres, la copia funcional proveniente del otro progenitor suele producir suficiente enzima activa para mantener el metabolismo lipídico dentro de rangos fisiológicos. Por tanto, los portadores heterocigotos no desarrollan la enfermedad y permanecen asintomáticos. Sin embargo, en individuos homocigotos o compuestos heterocigotos –es decir, aquellos que han heredado dos alelos defectuosos, aunque no necesariamente idénticos– la actividad enzimática se encuentra gravemente reducida o ausente, lo que impide la degradación eficaz del glucocerebrósido.
Como consecuencia de esta deficiencia enzimática, los esfingolípidos que normalmente serían degradados comienzan a acumularse de forma progresiva en el interior de células fagocíticas del sistema mononuclear, particularmente macrófagos, que se encuentran distribuidos por diversos órganos del cuerpo. Estas células cargadas de lípidos, conocidas como células de Gaucher, presentan un citoplasma expandido con una apariencia característica de “papel arrugado” bajo el microscopio, debido a la acumulación de material no degradado.
La acumulación lisosomal de glucocerebrósido afecta primariamente al hígado, el bazo, la médula ósea y, en ciertas variantes más severas, al sistema nervioso central. Esta disfunción celular progresiva origina una amplia gama de manifestaciones clínicas, que incluyen hepatoesplenomegalia, anemia, trombocitopenia, dolor óseo e incluso deterioro neurológico.
El patrón autosómico recesivo de la enfermedad de Gaucher refleja la necesidad de una pérdida bialélica de función en el gen GBA (que codifica para la beta-glucocerebrosidasa) para que se produzca la disrupción significativa del metabolismo esfingolipídico que da lugar a la enfermedad. Esta forma de herencia subraya también la importancia del diagnóstico genético y del asesoramiento familiar en individuos portadores o con antecedentes familiares de esta enfermedad lisosomal.
Manifestaciones clínicas
En la enfermedad de Gaucher, las manifestaciones hematológicas son frecuentes y suelen tener un impacto significativo en la calidad de vida del paciente. La anemia y la trombocitopenia constituyen dos de las alteraciones más comunes y pueden presentarse con sintomatología variada, que incluye fatiga, disnea, palidez, sangrados espontáneos o equimosis. El mecanismo fisiopatológico principal detrás de estas alteraciones es el hiperesplenismo, una condición en la cual el bazo, al encontrarse agrandado y sobreactivo, secuestra y destruye de manera excesiva células sanguíneas normales. Esta hiperactividad esplénica se desarrolla como consecuencia del almacenamiento patológico de glucocerebrósido en los macrófagos del bazo, lo que provoca su progresiva expansión y disfunción. Adicionalmente, la infiltración de la médula ósea por células de Gaucher también contribuye a la disfunción hematopoyética, al ocupar el espacio destinado a la producción normal de eritrocitos y plaquetas.
El agrandamiento masivo de los órganos reticuloendoteliales, especialmente el hígado y el bazo, puede llevar a una distensión abdominal significativa, que a menudo es dolorosa y limita las actividades cotidianas del paciente. En algunos casos, también pueden formarse masas de tejido blando compuestas por conglomerados de células de Gaucher, conocidas como gaucheromas, que pueden localizarse en diversos tejidos y órganos fuera del sistema reticuloendotelial, generando compresión de estructuras adyacentes y dolor.
Las complicaciones óseas constituyen otro componente clínico importante de la enfermedad. Las células de Gaucher también se infiltran en la médula ósea, alterando la homeostasis esquelética y favoreciendo el desarrollo de erosiones corticales, en particular en vértebras y fémures. Estas lesiones óseas se deben, al menos en parte, a infartos locales del hueso, aunque los mecanismos moleculares subyacentes aún no se comprenden completamente. Las crisis óseas, episodios de dolor intenso que pueden durar días y requieren atención médica, son clínicamente similares a las crisis vasooclusivas de la enfermedad de células falciformes y pueden estar acompañadas de fiebre y leucocitosis.
Una fractura de cadera en un paciente de cualquier edad que presenta esplenomegalia palpable, especialmente si se trata de una persona de origen judío asquenazí, debe levantar la sospecha clínica de enfermedad de Gaucher, dada su mayor prevalencia en esta población debido a la mayor frecuencia de ciertas variantes patogénicas del gen GBA.
En cuanto al sistema nervioso, aunque la forma clásica de la enfermedad (tipo I) no suele comprometerlo directamente, algunos pacientes pueden desarrollar neuropatía periférica. Además, se ha observado que tanto los pacientes con enfermedad de Gaucher como los portadores heterocigotos de mutaciones en el gen GBA presentan un riesgo significativamente aumentado de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, en particular la enfermedad de Parkinson de inicio temprano y la demencia con cuerpos de Lewy. Esta asociación ha despertado un gran interés en la comunidad científica, ya que sugiere un vínculo entre el metabolismo lisosomal alterado y la neurodegeneración.
Existen, además, dos formas menos frecuentes de la enfermedad, denominadas tipo II y tipo III, en las que el sistema nervioso central está comprometido debido a la acumulación directa de esfingolípidos en el tejido neuronal. La forma tipo II se manifiesta en la infancia temprana y cursa con deterioro neurológico rápido y un pronóstico muy desfavorable. En cambio, el tipo III, de aparición más tardía y evolución más lenta, puede presentar síntomas como movimientos anormales de los ojos, convulsiones, ataxia y deterioro cognitivo progresivo.
Exámenes diagnósticos
En el estudio hematológico de pacientes con enfermedad de Gaucher, el aspirado de médula ósea proporciona hallazgos citomorfológicos característicos que, si bien no son exclusivos, orientan con fuerza hacia el diagnóstico. Entre estos hallazgos se destacan las denominadas células de Gaucher, las cuales derivan de macrófagos tisulares cargados de esfingolípidos no degradados, particularmente glucocerebrósido. Estas células son de gran tamaño y presentan un núcleo excéntrico, lo que refleja una distribución anómala del contenido citoplasmático. Su citoplasma es amplio, con una textura ondulada o estriada que recuerda el papel arrugado, resultado de la acumulación de inclusiones lipídicas de tipo fibrilar. Estas inclusiones intracitoplasmáticas son positivas para la tinción de ácido peryódico de Schiff, lo que indica la presencia de materiales ricos en polisacáridos o glicolípidos.
Además de los hallazgos morfológicos, se observan alteraciones bioquímicas en sangre periférica. Entre ellas, destaca la elevación de la fosfatasa ácida sérica, una enzima lisosomal cuya concentración se incrementa en múltiples enfermedades por almacenamiento, pero que en el contexto clínico adecuado puede reforzar la sospecha diagnóstica de enfermedad de Gaucher. Sin embargo, ni los hallazgos citológicos ni los marcadores séricos son específicos o definitivos.
Para establecer con certeza el diagnóstico de enfermedad de Gaucher, es imprescindible demostrar una actividad deficiente de la enzima beta-glucocerebrosidasa en leucocitos periféricos o en cultivos celulares derivados del paciente. Esta evaluación funcional permite confirmar que existe una alteración significativa en el metabolismo lisosomal, y diferencia a los pacientes verdaderamente afectados de los portadores asintomáticos, quienes conservan niveles enzimáticos parcialmente funcionales.
El estudio genético complementa y, en muchos casos, refuerza el diagnóstico en forma precisa. Hasta la fecha, se han identificado cientos de variantes patogénicas en el gen que codifica para la beta-glucocerebrosidasa, con efectos variables sobre la estabilidad, el plegamiento y la actividad de la enzima. Algunas de estas mutaciones están estrechamente asociadas a las formas neuronopáticas de la enfermedad, por lo que su detección precoz es de particular utilidad en niños o personas con signos neurológicos. La identificación de mutaciones específicas también permite establecer correlaciones genotipo-fenotipo que orientan el pronóstico y pueden influir en las decisiones terapéuticas.
En poblaciones con una elevada frecuencia de portadores, como ocurre entre los judíos asquenazíes, en quienes uno de cada quince individuos es portador de una variante patogénica, el valor predictivo del análisis genético es particularmente alto. De hecho, solo cuatro variantes en el gen de la beta-glucocerebrosidasa explican más del noventa por ciento de los casos en esta población específica, lo que facilita el cribado poblacional, el diagnóstico temprano y el asesoramiento genético. Esta prevalencia elevada subraya la importancia de considerar la enfermedad de Gaucher en el diagnóstico diferencial de síntomas inespecíficos como dolor óseo, esplenomegalia o anomalías hematológicas, especialmente cuando hay antecedentes familiares o pertenencia a grupos de riesgo genético conocido.
Prevención
La enfermedad de Gaucher representa el trastorno de almacenamiento lisosomal más frecuente en la población humana, hecho que se explica por una combinación de factores genéticos y epidemiológicos. Esta enfermedad resulta de mutaciones bialélicas en el gen que codifica para la enzima lisosomal beta-glucocerebrosidasa, cuya función es degradar el glucocerebrósido, un esfingolípido que forma parte de las membranas celulares. La disfunción enzimática provoca la acumulación progresiva de este lípido en macrófagos tisulares, lo que da lugar a la formación de células de Gaucher y, en consecuencia, a manifestaciones multisistémicas.
La alta prevalencia de la enfermedad, especialmente en ciertas poblaciones como los judíos de origen asquenazí, se relaciona con la presencia de variantes patogénicas comunes que se han mantenido a lo largo de generaciones por fenómenos como el efecto fundador y la endogamia genética. Esta concentración de variantes facilita el cribado genético en la población y permite implementar estrategias de prevención eficaces a nivel comunitario. En este contexto, el análisis de portadores adquiere un valor fundamental, ya que permite identificar parejas con un riesgo del veinticinco por ciento de tener un hijo afectado. Esta información, cuando se proporciona antes de la concepción o durante el embarazo, abre la posibilidad de realizar un diagnóstico prenatal mediante análisis molecular dirigido, brindando a las familias opciones reproductivas informadas.
Desde el punto de vista terapéutico, uno de los avances más significativos en el manejo de la enfermedad de Gaucher ha sido la introducción de la terapia de reemplazo enzimático. Esta intervención consiste en la administración intravenosa regular de una forma recombinante de la enzima beta-glucocerebrosidasa, que es captada preferentemente por las células del sistema fagocítico mononuclear. Al restaurar parcial o completamente la actividad enzimática en estas células, se reduce de manera significativa la carga de esfingolípidos, lo que permite revertir o prevenir muchas de las complicaciones clínicas asociadas, tales como la esplenomegalia, las alteraciones hematológicas y las manifestaciones óseas. Cuanto más precozmente se inicia el tratamiento, mejores son los resultados, tanto en términos de control sintomático como de prevención de daño orgánico irreversible.
Sin embargo, el curso clínico de la enfermedad de Gaucher no se limita únicamente a las manifestaciones derivadas del almacenamiento lisosomal. Estudios recientes han evidenciado una asociación entre esta enfermedad y un mayor riesgo de neoplasias hematológicas, en particular el mieloma múltiple y otras displasias de células plasmáticas. Aunque los mecanismos que explican esta predisposición no se comprenden completamente, se postula que la activación crónica del sistema inmune, la disfunción de los macrófagos y la alteración del microambiente medular podrían desempeñar un papel relevante en la oncogénesis.
Por esta razón, en adultos con enfermedad de Gaucher, incluso aquellos bajo tratamiento eficaz, se recomienda implementar un programa de vigilancia médica periódica que incluya monitoreo hematológico, evaluación del estado óseo y cribado para neoplasias hematológicas. Esta vigilancia no solo permite detectar precozmente complicaciones malignas, sino que también contribuye al seguimiento integral del paciente a lo largo de su vida.
Tratamiento
El tratamiento de la enfermedad de Gaucher ha avanzado significativamente con el desarrollo de terapias sustitutivas basadas en enzimas recombinantes. Varias formulaciones de beta-glucocerebrosidasa humana producida mediante tecnologías de ADN recombinante están actualmente disponibles para administración intravenosa regular. Estas enzimas exógenas, al ser internalizadas selectivamente por los macrófagos —las células primarias afectadas por la acumulación de glucocerebrósido— permiten restablecer la capacidad degradativa lisosomal en estos fagocitos. Como resultado, se logra una reducción progresiva del almacenamiento de glucolípidos en tejidos periféricos, lo cual se traduce en una mejoría clínica evidente de muchas manifestaciones sistémicas de la enfermedad.
Entre los beneficios más notables de la terapia de reemplazo enzimático se encuentra la corrección de las alteraciones hematológicas, como la anemia y la trombocitopenia, al mejorar la función medular y reducir el secuestro esplénico de células sanguíneas. Asimismo, se ha documentado una mejoría sustancial en las manifestaciones óseas, incluyendo el alivio del dolor, la prevención de crisis óseas, y la recuperación paulatina de la densidad mineral ósea. En niños diagnosticados tempranamente, el tratamiento no solo normaliza parámetros hematológicos y reduce el tamaño hepatoesplénico, sino que también permite un crecimiento adecuado y una mineralización ósea compatible con el desarrollo fisiológico.
En pacientes adultos, la respuesta al tratamiento puede incluso evitar intervenciones invasivas, como la esplenectomía, en aquellos casos donde la trombocitopenia es consecuencia directa del hiperesplenismo. Esta mejoría integral refleja la capacidad del tratamiento enzimático de modificar de manera efectiva el curso clínico de la forma no neuronopática de la enfermedad de Gaucher.
No obstante, esta estrategia terapéutica presenta limitaciones importantes. Una de las principales es su ineficacia sobre las manifestaciones neurológicas que caracterizan a los tipos II y III de la enfermedad. La enzima administrada por vía intravenosa no atraviesa la barrera hematoencefálica de forma eficiente, lo que impide su acción en el sistema nervioso central. Por esta razón, las alteraciones neurológicas progresivas que acompañan a estas formas neuronopáticas persisten a pesar del tratamiento sistémico.
Además, el tratamiento enzimático conlleva un desafío considerable desde el punto de vista económico. Su costo es extraordinariamente alto y representa una carga financiera significativa tanto para los sistemas de salud como para las familias afectadas. Esta situación limita el acceso universal y sostenido al tratamiento, especialmente en regiones con recursos limitados.
Como alternativa terapéutica, se ha desarrollado el tartrato de eliglustat, un inhibidor oral de la glucosilceramida sintasa, enzima clave en la vía de biosíntesis del glucocerebrósido. A diferencia del enfoque sustitutivo, eliglustat actúa reduciendo la producción del sustrato que se acumula, más que incrementando su degradación. Esta estrategia, conocida como terapia de reducción de sustrato, permite controlar la carga lisosomal desde una vía metabólica ascendente. Aunque su costo continúa siendo elevado, su administración oral representa una ventaja práctica importante, al eliminar la necesidad de infusiones intravenosas periódicas, lo que mejora la adherencia terapéutica y la calidad de vida de los pacientes.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Revel-Vilk S et al. Hematologic manifestations and complications of Gaucher disease. Expert Rev Hematol. 2021;14:347. [PMID: 33759681]
- Sam R et al. Current and emerging pharmacotherapy for Gaucher disease in pediatric populations. Expert Opin Pharmacother. 2021;22:1489. [PMID: 33711910]
- Starosta RT et al. Liver involvement in patients with Gaucher disease types I and III. Mol Genet Metab Rep. 2020;22:100564. [PMID: 32099816]