A pesar de los avances en la seguridad transfusional, las enfermedades infecciosas transmitidas por transfusión siguen siendo un desafío significativo en la medicina transfusional, incluso cuando se utilizan exclusivamente donantes voluntarios y se realiza un cribado rutinario de la sangre. Esta situación se debe a varios factores complejos, entre los que destacan las limitaciones inherentes a las técnicas de detección disponibles, la naturaleza de ciertos patógenos y la variabilidad en la respuesta del sistema inmunológico de los donantes y receptores.
Los productos sanguíneos, incluidos los glóbulos rojos (eritrocitos), plaquetas, plasma y crioprecipitados, pueden ser vehículos para la transmisión de enfermedades virales. Aunque el proceso de donación de sangre y su posterior manejo incluyen varias etapas de seguridad, los patógenos virales pueden estar presentes en la sangre de un donante de forma asintomática o en fases tempranas de la infección, lo que representa un riesgo para los receptores. Esto se debe a que algunos virus pueden no ser detectados en las pruebas estándar si el donante está en un período de ventana, es decir, un intervalo de tiempo durante el cual el virus está presente en la sangre pero aún no ha alcanzado niveles detectables mediante las pruebas de laboratorio.
Por ejemplo, los virus como el de la inmunodeficiencia humana (VIH), el virus de la hepatitis B (VHB), el virus de la hepatitis C (VHC), el virus de la leucemia humana de células T (HTLV) y los virus emergentes como el SARS-CoV-2 pueden ser transmitidos a través de la transfusión de sangre si el donante está infectado en una fase temprana o asintomática de la enfermedad. Este riesgo es aún mayor para los productos sanguíneos que contienen plaquetas, que tienen una vida útil más corta y son más propensos a ser transfundidos cuando la infección está en una fase incipiente, antes de que sea detectada.
El proceso de donación de sangre incluye el uso de cuestionarios diseñados para identificar a los donantes con riesgo de portar enfermedades infecciosas. Estos cuestionarios buscan descartar a los individuos con antecedentes de comportamientos de alto riesgo, como el consumo de drogas intravenosas o comportamientos sexuales de alto riesgo, que puedan aumentar la probabilidad de infección. Sin embargo, estas evaluaciones dependen de la veracidad y precisión con que los donantes respondan las preguntas, lo que puede ser un factor de confusión en la detección.
Adicionalmente, las pruebas de detección de infecciones virales, aunque altamente efectivas, no son infalibles. Los métodos actuales de cribado generalmente detectan anticuerpos o ácidos nucleicos específicos del patógeno en la sangre, pero algunos virus, como el SARS-CoV-2 en sus primeras etapas, pueden no ser detectables por las técnicas de amplificación de ácidos nucleicos (como la PCR) en los primeros días tras la infección, cuando el virus aún no ha producido una cantidad significativa de partículas virales. En el caso de algunos virus, como el VHC o el VIH, aunque las pruebas de ácido nucleico permiten detectar infecciones en fases tempranas, el riesgo de transmisión sigue existiendo si la infección ocurre justo antes o durante el período de ventana.
En el caso específico del SARS-CoV-2, la identificación temprana de individuos infectados o potencialmente infectados es particularmente importante. El protocolo de organizaciones como la Cruz Roja Americana, que descarta a los donantes que han estado en contacto con personas infectadas por SARS-CoV-2 o que han sido diagnosticadas con la enfermedad, es un ejemplo de cómo se intenta reducir el riesgo. No obstante, debido a la naturaleza de la pandemia y la aparición de nuevas variantes del virus, la ventana de riesgo puede cambiar rápidamente, lo que representa un reto adicional para los sistemas de vigilancia.
Además de las limitaciones en la detección, la variabilidad en la respuesta inmune de los receptores también juega un papel crucial en el riesgo de transmisión de enfermedades virales. Algunas personas pueden ser más susceptibles a infecciones virales debido a su estado inmunológico o a la presencia de condiciones médicas subyacentes. Por ejemplo, los pacientes inmunocomprometidos, como aquellos sometidos a quimioterapia o con VIH avanzado, pueden ser más propensos a desarrollar infecciones graves tras una transfusión, incluso si la sangre ha pasado por el cribado estándar.
Además, algunos virus tienen la capacidad de evadir el sistema inmune o de causar infecciones latentes, lo que complica aún más el control de las infecciones transmitidas por transfusión. Esto es particularmente relevante en el caso del virus de la hepatitis B, que puede permanecer en el cuerpo durante años sin causar síntomas significativos pero con la capacidad de ser transmitido a través de transfusiones.
Uno de los patógenos más importantes en el ámbito de la transfusión es el virus de la hepatitis B, que puede causar una infección crónica en el hígado y, en algunos casos, llevar a complicaciones graves como la cirrosis o el cáncer hepático. Por lo tanto, todas las donaciones de sangre son sometidas a una prueba para detectar el antígeno de superficie de la hepatitis B, una proteína que se encuentra en la superficie del virus y que aparece en la sangre durante la infección. Además, también se detectan los anticuerpos contra el núcleo del virus de la hepatitis B. Estos anticuerpos indican que el donante ha estado expuesto previamente al virus, incluso si la infección ha sido resuelta o está en una fase asintomática. La combinación de estas pruebas permite identificar tanto las infecciones actuales como las pasadas, minimizando así el riesgo de transmisión de este virus a los receptores de sangre.
De manera similar, la sangre donada se prueba para detectar anticuerpos contra el virus de la inmunodeficiencia humana tipo 1 y tipo 2, los cuales son causantes del síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Estos anticuerpos son producidos por el sistema inmunológico en respuesta a la infección por VIH, y su presencia indica que el donante ha estado expuesto al virus. Además de la detección de anticuerpos, también se emplea una técnica de amplificación de ácidos nucleicos para detectar el virus en su forma activa, lo que aumenta la sensibilidad de las pruebas y permite identificar infecciones en etapas tempranas, antes de que el sistema inmunológico haya tenido tiempo de generar anticuerpos.
Otra de las infecciones que puede ser transmitida por transfusión es la hepatitis C, un virus que también afecta al hígado y que, si no es tratado, puede conducir a enfermedades hepáticas crónicas y otras complicaciones graves. Similar a las pruebas para el VIH y la hepatitis B, la sangre se somete a pruebas para detectar los anticuerpos contra el virus de la hepatitis C, y, en algunos casos, se utiliza también la amplificación de ácidos nucleicos para detectar la presencia del virus en la sangre. Este enfoque combinado garantiza una detección más temprana y precisa de la infección por hepatitis C.
El virus de la leucemia humana de células T, también conocido como virus HTLV, es otro patógeno que puede ser transmitido a través de la transfusión de sangre. Aunque menos común que los virus de la hepatitis o el VIH, el HTLV está asociado con una serie de enfermedades, incluyendo leucemia y mielopatías. Por esta razón, todas las donaciones de sangre se someten a pruebas para detectar anticuerpos contra el virus HTLV, lo que ayuda a reducir el riesgo de transmisión de esta infección.
Además de los virus previamente mencionados, la sangre donada también es analizada en busca de infección por el virus del Nilo Occidental, que se transmite por picaduras de mosquitos, pero que en raras ocasiones puede ser transmitido a través de transfusiones de sangre. Para este virus, se utiliza amplificación de ácidos nucleicos, lo que permite detectar el material genético del virus en la sangre antes de que se desarrollen anticuerpos.
El Zika es otro virus emergente que representa una amenaza para la seguridad de la sangre. Aunque el Zika es transmitido principalmente por mosquitos, también puede ser transmitido a través de transfusiones de sangre. Sin embargo, a diferencia de otros virus como el VIH o la hepatitis C, la detección rutinaria de Zika en la sangre no se ha implementado de manera uniforme. En su lugar, el protocolo más común para detectar el riesgo de Zika en donantes es a través de un cuestionario que pregunta sobre posibles exposiciones al virus, como viajes a áreas endémicas o síntomas compatibles con la infección. La adopción de un test de detección aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) para Zika ha sido limitada y no universal, lo que implica que, en algunos casos, el riesgo de transmisión del Zika a través de transfusiones no está completamente mitigado por pruebas de laboratorio.
Un parásito que también plantea un riesgo de transmisión por transfusión es Trypanosoma cruzi, el agente causante de la enfermedad de Chagas. Esta enfermedad, prevalente principalmente en América Latina, puede causar daño cardíaco y otras complicaciones graves si no se trata. Se recomienda que los donantes sean sometidos a una prueba de anticuerpos contra Trypanosoma cruzi al menos una vez, especialmente si provienen de regiones donde la enfermedad es endémica. Si un donante da negativo en esta prueba, no es necesario repetirla en futuras donaciones, lo que optimiza los recursos y reduce los costos de las pruebas.
El riesgo de hepatitis postransfusional ha disminuido de manera constante a lo largo del tiempo gracias a las mejoras en los métodos de cribado de la sangre. Este progreso ha sido posible debido a la implementación de tecnologías de detección más sensibles y a la adopción de procedimientos estandarizados para evaluar la presencia de patógenos en la sangre de los donantes. Los avances en la seguridad transfusional, como las pruebas de amplificación de ácidos nucleicos y los ensayos de anticuerpos más precisos, han permitido una reducción significativa en el riesgo de transmisión de enfermedades virales. Como resultado, el riesgo de adquirir hepatitis B, hepatitis C o VIH a través de transfusiones de sangre se ha vuelto muy bajo en los países con sistemas de salud avanzados, como Estados Unidos.
El riesgo de adquirir hepatitis B mediante la transfusión de sangre en los Estados Unidos se estima en aproximadamente 1 en 200,000 unidades de sangre transfundidas. Esta reducción en la incidencia de la hepatitis B es el resultado de un enfoque exhaustivo para detectar el antígeno de superficie del virus de la hepatitis B y los anticuerpos contra su núcleo, lo que permite identificar a los donantes infectados incluso en las primeras etapas de la enfermedad. A pesar de las mejoras en el cribado, aún existe un riesgo residual muy bajo debido a la posibilidad de que algunos donantes se encuentren en el período de ventana de la infección, en el cual el virus no es detectado por las pruebas convencionales. Sin embargo, este riesgo es significativamente más bajo hoy en día en comparación con décadas pasadas, cuando las técnicas de detección eran menos avanzadas.
En cuanto a la hepatitis C, el riesgo de transmisión a través de transfusiones de sangre es aún más bajo, estimándose en 1 en 1.5 a 2 millones de unidades de sangre transfundidas en los Estados Unidos. Este riesgo se ha reducido considerablemente gracias a la implementación de pruebas altamente sensibles para la detección de anticuerpos contra el virus de la hepatitis C, así como el uso de la amplificación de ácidos nucleicos para identificar el material genético del virus en la sangre de los donantes. Al igual que en el caso de la hepatitis B, la posibilidad de transmisión de la hepatitis C está relacionada con el período de ventana, en el cual el virus está presente en la sangre pero aún no ha inducido una respuesta inmunitaria detectable. A pesar de este pequeño riesgo residual, la probabilidad de adquirir hepatitis C a través de una transfusión es extremadamente baja debido a los estrictos procedimientos de cribado.
El riesgo de adquirir el virus de la inmunodeficiencia humana es también sumamente bajo, con una estimación de 1 en 2 millones de unidades de sangre transfundidas en los Estados Unidos. Las pruebas para detectar el VIH incluyen la detección de anticuerpos contra el virus y la amplificación de ácidos nucleicos, lo que permite una identificación temprana y precisa de la infección, incluso en aquellos donantes que aún no han desarrollado una respuesta inmunológica detectable. A medida que la tecnología de detección ha mejorado, el riesgo de transmisión del VIH a través de transfusiones de sangre ha disminuido notablemente, aunque persiste un riesgo muy bajo asociado con los donantes que se encuentran en el período de ventana de la infección.
Por otro lado, en lo que respecta a la transmisión del citomegalovirus (CMV), se ha observado que los productos sanguíneos no cribados pero leucorreducidos presentan un riesgo de transmisión comparable al de los productos de sangre que han sido específicamente sometidos a un cribado para detectar la presencia de CMV. El CMV es un virus común que puede ser transmitido a través de transfusiones de sangre y representar un riesgo significativo para los receptores inmunocomprometidos o aquellos que no han sido previamente expuestos al virus. La leucorreducción, que implica la eliminación de los glóbulos blancos de los productos sanguíneos, ha demostrado ser eficaz para reducir la cantidad de virus presente en la sangre transfundida. Esto hace que los productos sanguíneos leucorreducidos sin cribado específico para CMV sean igualmente seguros para los receptores que son seronegativos para este virus, comparables a los productos que han sido específicamente cribados para CMV. Este enfoque ha contribuido a reducir la necesidad de pruebas adicionales en algunos casos, al mismo tiempo que mantiene un nivel de seguridad transfusional adecuado.
El uso de donantes voluntarios, que es el estándar en la mayoría de los sistemas de donación de sangre en todo el mundo, es un factor importante para reducir el riesgo de transmisión de infecciones. Los donantes voluntarios tienden a ser más conscientes de los riesgos de transmisión de enfermedades y suelen someterse a los exámenes médicos previos a la donación, lo que aumenta la seguridad del proceso en comparación con la donación de sangre remunerada o no controlada.
No obstante, incluso los donantes voluntarios pueden estar en riesgo de infecciones virales no detectadas, especialmente en el caso de patógenos emergentes que pueden no haber sido identificados cuando se introducen en una población. Esto fue el caso con el SARS-CoV-2, cuya transmisión por transfusión fue un tema de preocupación durante las primeras etapas de la pandemia.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
Originally posted on 21 de noviembre de 2024 @ 2:21 AM