La infertilidad se define como la incapacidad de concebir un hijo después de un año de intentos regulares de relaciones sexuales sin el uso de métodos anticonceptivos. Este criterio se basa en la observación de que, en condiciones normales, la mayoría de las parejas saludables logran concebir dentro de los primeros doce meses de intentos, siempre que estén teniendo relaciones sexuales de manera regular, es decir, entre dos y tres veces por semana. El tiempo de un año se ha establecido como el límite temporal debido a que en este lapso la probabilidad de embarazo debería ser considerablemente alta para una pareja fértil, alcanzando hasta un 90% de probabilidad.
Este periodo de 12 meses permite, además, abordar la diversidad de factores que pueden influir en la fertilidad, dado que el proceso de concepción involucra una serie de eventos biológicos complejos, que incluyen la ovulación, la calidad y cantidad de los espermatozoides, la permeabilidad de las trompas de Falopio y la recepción del óvulo fecundado por el útero. Es importante tener en cuenta que, aunque un ciclo menstrual regular es un buen indicador de fertilidad femenina, no garantiza la fertilidad total, ya que existen condiciones subyacentes que pueden afectar a la calidad de los óvulos, la espermatogénesis, o el entorno reproductivo.
En cuanto a la fertilidad de la mujer, la capacidad para concebir disminuye gradualmente con la edad, y esta disminución es más pronunciada después de los 30 años, alcanzando un ritmo más acelerado a partir de los 35 años. Esto se debe a que, con el tiempo, la reserva ovárica de la mujer disminuye, lo que conlleva una menor cantidad de óvulos disponibles para la fertilización, además de una mayor probabilidad de anomalías cromosómicas en los óvulos restantes. El envejecimiento también afecta la calidad del ambiente reproductivo, el cual se vuelve menos favorable para la implantación y el desarrollo embrionario.
Por lo tanto, las parejas en las que la mujer tiene menos de 35 años, y no logran concebir en un año de intentos regulares, podrían beneficiarse de una evaluación clínica que permita identificar posibles causas subyacentes de infertilidad, como trastornos ovulatorios, problemas estructurales en el aparato reproductor femenino, o trastornos hormonales. En el caso de mujeres mayores de 35 años, la probabilidad de concepción disminuye aún más, y se recomienda realizar este proceso de evaluación después de seis meses de intentos infructuosos, debido a que la fertilidad en esta franja de edad decae con mayor rapidez.
Es crucial señalar que la infertilidad es un problema que afecta tanto a hombres como a mujeres. De hecho, se estima que en alrededor del 40% de los casos, la infertilidad se debe a factores relacionados con la pareja masculina. Entre estos factores se encuentran la calidad del semen, que incluye la concentración, motilidad y morfología de los espermatozoides, así como la presencia de trastornos hormonales o la obstrucción de los conductos que transportan los espermatozoides. Además, en muchos casos, la infertilidad resulta de una combinación de factores tanto en el hombre como en la mujer, lo que complica el diagnóstico y tratamiento. La interacción entre los distintos componentes del sistema reproductivo, y las múltiples causas que pueden estar involucradas, hace que la infertilidad sea un desafío diagnóstico y terapéutico, que requiere de un enfoque integral y personalizado.
Pruebas iniciales
Las pruebas iniciales para la evaluación de la infertilidad son fundamentales para comprender las posibles causas que impiden la concepción. Durante la consulta inicial, el médico se dedica a proporcionar una visión general de lo que implica la infertilidad, explicando los factores que pueden contribuir a esta condición tanto en hombres como en mujeres. El propósito de esta primera consulta es también establecer un plan de evaluación y tratamiento que abarque tanto la búsqueda de diagnóstico como la posible adopción, si es que esta opción es relevante para la pareja. Posteriormente, se realizan consultas privadas con cada miembro de la pareja, de manera que se puedan obtener detalles específicos sobre su historial médico personal y factores de riesgo.
En el caso del hombre, es crucial preguntar sobre antecedentes de infecciones de transmisión sexual, ya que algunas de ellas pueden comprometer la calidad del semen o bloquear los conductos reproductivos. Además, se deben discutir aspectos que puedan afectar negativamente la fertilidad masculina, como el consumo de sustancias como los cigarrillos, el alcohol y las drogas ilícitas. El consumo de esteroides anabólicos o el uso excesivo de opiáceos pueden alterar la producción de espermatozoides o la función sexual en los hombres, por lo que se deben abordar específicamente. Asimismo, es importante tratar factores externos que contribuyan a la infertilidad masculina, como la hipertermia escrotal, que puede verse favorecida por el uso de ropa interior ajustada, la exposición frecuente a saunas o jacuzzis, o incluso el uso prolongado de computadoras portátiles sobre las piernas. Estos factores pueden afectar la temperatura testicular y, por ende, la producción de esperma de buena calidad.
En la mujer, la historia ginecológica es un aspecto esencial del diagnóstico. El patrón menstrual de la mujer puede proporcionar información sobre la regularidad y la función hormonal. Se indaga sobre el uso de anticonceptivos, ya que algunos métodos pueden influir en la fertilidad a corto o largo plazo. La frecuencia de las relaciones sexuales y la correlación de éstas con el ciclo menstrual también son claves para evaluar la probabilidad de concepción. Además, se realiza un examen físico y genital general para detectar posibles anomalías o infecciones que puedan interferir en el proceso reproductivo. Entre las pruebas de laboratorio básicas en la mujer, la evaluación de la reserva ovárica es crucial. Esto puede realizarse mediante análisis de hormonas como la hormona antimülleriana (AMH), la hormona foliculoestimulante (FSH) y el estradiol, preferiblemente en el tercer día del ciclo menstrual, ya que estos niveles proporcionan una idea clara sobre la cantidad y calidad de los óvulos disponibles.
En mujeres que tienen ciclos menstruales regulares con síntomas moliminales, la probabilidad de ovulación es bastante alta. La medición de los niveles de progesterona en la fase lútea del ciclo menstrual es un indicador confiable de la ovulación. Un valor superior a 3 ng/mL de progesterona sérica en esta fase confirma que la ovulación ha ocurrido y, por lo tanto, la mujer tiene la capacidad de concebir.
Además, es fundamental que las parejas sean informadas sobre el momento exacto en que se produce la concepción. La concepción solo es posible durante una ventana fértil de seis días previos a la ovulación, siendo el día de la ovulación el de mayor probabilidad para la fecundación. Los kits predictores de ovulación han reemplazado en gran medida a las antiguas mediciones de la temperatura corporal basal como método para predecir la ovulación. No obstante, los gráficos de temperatura basal siguen siendo útiles para confirmar retrospectivamente que se produjo la ovulación, aunque no permiten predecirla con antelación. La medición de la temperatura corporal basal, tomada todas las mañanas antes de levantarse de la cama, muestra un aumento característico tras la ovulación debido al aumento de los niveles de progesterona, pero no anticipa la ovulación.
Es esencial realizar un análisis de semen para evaluar el factor masculino de la infertilidad. Este análisis debe realizarse en condiciones controladas para medir la concentración de espermatozoides, su motilidad (capacidad para moverse) y su morfología (forma), ya que estos factores son determinantes en la capacidad de los espermatozoides para fecundar un óvulo. Si se detectan anomalías en cualquiera de estos parámetros, se puede derivar al varón a más pruebas o tratamientos especializados.
Pruebas adicionales
Las pruebas adicionales en el proceso de evaluación de la infertilidad son fundamentales para proporcionar un diagnóstico más detallado y preciso cuando las pruebas iniciales no arrojan resultados concluyentes o cuando existen indicios de problemas específicos. En el caso del análisis de semen, si se observan deficiencias significativas en el número, la motilidad o la morfología de los espermatozoides, es necesario realizar un análisis confirmatorio repetido. Esto se debe a que factores temporales o circunstancias externas pueden influir en los resultados de un primer análisis, y es fundamental asegurarse de que las deficiencias sean consistentes antes de tomar decisiones de tratamiento.
En cuanto a la mujer, una ecografía pélvica es una prueba estándar que permite visualizar la cavidad uterina y examinar las estructuras reproductivas internas para detectar anomalías. Esta técnica es particularmente útil para identificar alteraciones en el útero, como septos uterinos, pólipos o miomas submucosos, que pueden interferir con la implantación del embrión o con el desarrollo del embarazo. Asimismo, la ecografía pélvica puede ayudar a identificar otros problemas reproductivos como quistes ováricos o malformaciones que podrían dificultar la concepción.
La histerosalpingografía es otro estudio esencial para evaluar la salud del aparato reproductivo femenino, especialmente para examinar la permeabilidad de las trompas de Falopio y detectar posibles obstrucciones. Este procedimiento radiográfico se realiza generalmente en los primeros tres días del ciclo menstrual, ya que en esta fase las hormonas son más estables y no interfieren con los resultados. La histerosalpingografía permite visualizar anomalías estructurales en el útero, como los mencionados septos, pólipos y miomas, así como cualquier obstrucción en las trompas de Falopio, que son esenciales para la concepción al permitir el paso del óvulo hacia el útero. Si la paciente ha tenido antecedentes de enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) o si la histerosalpingografía o laparoscopia revelan anomalías tubáricas, se debe administrar profilaxis antibiótica con doxiciclina para prevenir infecciones post-procedimiento.
Cuando se sospecha que la ovulación es ausente o irregular, se deben realizar pruebas adicionales para evaluar la función ovárica. En casos de niveles elevados de la hormona foliculoestimulante (FSH) y bajos de estradiol y hormona antimülleriana (AMH), estos son indicativos de insuficiencia ovárica, lo que implica que los ovarios no están produciendo suficientes óvulos para permitir una concepción. Además, si se encuentran niveles elevados de prolactina, es necesario investigar la posible presencia de un adenoma hipofisario, un tumor benigno que puede interferir con la función hormonal reproductiva. En mujeres mayores de 35 años, la evaluación de la reserva ovárica cobra mayor importancia debido a que la cantidad y calidad de los óvulos disminuyen con la edad, lo que puede afectar la fertilidad.
Una FSH marcadamente elevada, superior a 15-20 unidades internacionales por litro (UI/L) en el tercer día del ciclo menstrual, es un indicador de reserva ovárica insuficiente. Esta medida refleja la capacidad de los ovarios para producir óvulos y se considera uno de los principales marcadores de la fertilidad en mujeres que se acercan a la menopausia. Si bien este tipo de evaluación hormonal es crucial, una prueba adicional conocida como «prueba de desafío de citrato de clomifeno» puede ofrecer información valiosa en estos casos. Durante esta prueba, se administra citrato de clomifeno entre los días 5 y 9 del ciclo menstrual y se mide nuevamente la FSH el día 10. Si los niveles de FSH siguen siendo elevados después de esta estimulación, se confirma una disminución en la reserva ovárica. Además, se pueden realizar ecografías para contar los folículos antrales presentes en los ovarios durante la fase folicular temprana del ciclo, lo que también proporciona datos sobre la reserva ovárica. Este número de folículos es un buen indicador del potencial reproductivo, complementando los resultados obtenidos por las pruebas hormonales.
La hormona antimülleriana (AMH) también es una herramienta valiosa en la evaluación de la reserva ovárica. A diferencia de otras hormonas, los niveles de AMH no se ven tan influenciados por las fluctuaciones hormonales a lo largo del ciclo menstrual, lo que la convierte en una prueba confiable en cualquier momento del ciclo. La medición de AMH puede ofrecer una visión precisa sobre la cantidad de óvulos disponibles en los ovarios, lo que es un factor clave para evaluar la fertilidad en mujeres que desean concebir.
Si todas las pruebas realizadas no revelan ninguna anomalía en los factores masculinos ni en los femeninos, y los resultados de las pruebas estructurales y hormonales son normales, se puede realizar el diagnóstico de infertilidad inexplicable. Esto significa que, a pesar de no encontrarse causas evidentes o tratables, la pareja sigue sin lograr concebir, lo que puede requerir enfoques más especializados, como tratamientos de fertilización asistida, para alcanzar el embarazo.
Tratamiento
Las medidas médicas y quirúrgicas pueden ser fundamentales para restaurar la fertilidad en parejas que enfrentan dificultades para concebir. Estas medidas se centran en tratar condiciones subyacentes, corregir disfunciones reproductivas específicas y proporcionar soluciones quirúrgicas que pueden mejorar significativamente las posibilidades de embarazo. La restauración de la fertilidad depende de la naturaleza de los problemas que afectan al sistema reproductivo, y tanto los trastornos endocrinos como las anomalías físicas estructurales pueden abordarse con intervenciones apropiadas.
A. Medidas Médicas
La fertilidad puede ser restaurada de manera efectiva mediante el tratamiento de trastornos endocrinos que afectan la función reproductiva, como el hipotiroidismo o el hipertiroidismo. Estos trastornos hormonales alteran el equilibrio necesario para una ovulación regular, lo que puede resultar en anovulación (ausencia de ovulación). El tratamiento adecuado de las disfunciones tiroideas, mediante la normalización de los niveles hormonales con medicamentos como los sustitutos de la hormona tiroidea o fármacos antitiroideos, puede restaurar la ovulación y, por ende, mejorar la fertilidad.
En mujeres con anovulación debida a un peso corporal bajo o a la práctica excesiva de ejercicio, la restauración de la fertilidad puede lograrse a través del aumento del peso corporal o la reducción de la intensidad del ejercicio. El bajo peso corporal, especialmente cuando está asociado con trastornos alimentarios o ejercicio extremo, puede interrumpir la función hormonal necesaria para la ovulación. Al alcanzar un peso saludable o reducir los niveles de ejercicio, el cuerpo puede recuperar su capacidad de ovular, lo que mejora la posibilidad de concepción. En contraste, las mujeres con obesidad también pueden beneficiarse de la pérdida de peso. Se ha observado que incluso una pérdida modesta de entre el 5% y el 10% del peso corporal puede restaurar la ovulación y aumentar las probabilidades de embarazo, ya que la obesidad puede alterar los niveles hormonales y la función ovárica.
B. Medidas Quirúrgicas
En algunos casos, las intervenciones quirúrgicas son necesarias para mejorar la fertilidad, especialmente cuando existen problemas estructurales en el aparato reproductivo que impiden la concepción. La extirpación de tumores ováricos o de focos de endometriosis en los ovarios puede mejorar significativamente la fertilidad en mujeres que tienen estos problemas. La endometriosis, que involucra el crecimiento del tejido similar al endometrio fuera del útero, puede afectar la función ovárica o bloquear las trompas de Falopio, dificultando la concepción. La cirugía para eliminar los focos endometriósicos en los ovarios o en otras áreas del aparato reproductivo puede restablecer un ambiente adecuado para la fertilización.
La microsirugía para aliviar la obstrucción tubárica, ya sea causada por salpingitis (inflamación de las trompas de Falopio) o por ligadura de trompas, ha demostrado ser efectiva para restaurar la fertilidad en muchas mujeres. Esta intervención tiene como objetivo desbloquear las trompas de Falopio, que son esenciales para que el óvulo y el espermatozoide se encuentren y se fecunden. Sin embargo, en casos de obstrucción severa o proximal (cerca del útero), cuando las trompas de Falopio están gravemente dañadas, la fertilización in vitro (FIV) se considera una opción más adecuada, ya que permite que el óvulo se fertilice fuera del cuerpo y luego se transfiera al útero.
Las adherencias peritubáricas o los implantes endometriósicos, que a menudo afectan la fertilidad, pueden ser tratados mediante laparoscopia. La laparoscopia es una técnica quirúrgica mínimamente invasiva que permite al cirujano visualizar el área reproductiva y eliminar las adherencias o implantes sin necesidad de realizar una incisión grande. Este enfoque puede mejorar las condiciones reproductivas y facilitar el embarazo en mujeres con infertilidad debida a estos problemas.
En el caso de los hombres, un factor común que afecta la fertilidad es la varicocele, que es una dilatación de las venas dentro del escroto. Esta condición puede deteriorar la calidad del esperma debido a un aumento de la temperatura en los testículos, lo que afecta la producción y la motilidad espermática. La cirugía para corregir un varicocele puede mejorar las características del esperma, como la cantidad, la calidad y la motilidad, lo que aumenta las probabilidades de concepción.
Para los hombres que presentan azoospermia obstructiva (ausencia de espermatozoides en el semen debido a una obstrucción en los conductos que transportan los espermatozoides), las técnicas de aspiración de esperma transescrotal o la aspiración microsquirúrgica de esperma epididimaria han demostrado ser exitosas. Estas técnicas consisten en la extracción directa de espermatozoides del epidídimo (el tubo donde los espermatozoides maduran) mediante un procedimiento quirúrgico mínimamente invasivo. Los espermatozoides obtenidos de esta manera pueden ser utilizados para fertilización in vitro, lo que permite que los hombres con azoospermia obstructiva puedan ser padres biológicos.
C. Inducción de la ovulación
La inducción de la ovulación es una estrategia terapéutica clave para restaurar la fertilidad en mujeres con problemas de ovulación, tales como aquellas con oligoovulación (ovulación infrecuente) o anovulación (ausencia de ovulación), así como en casos de infertilidad inexplicable. La inducción de la ovulación se puede realizar en combinación con técnicas de inseminación intrauterina, en las que los espermatozoides eyaculados son lavados y luego inyectados directamente en la cavidad uterina superior utilizando un pequeño catéter que se introduce a través del cuello del útero. Este enfoque tiene como objetivo maximizar las probabilidades de concepción al aumentar la cantidad de óvulos disponibles para la fertilización y facilitar el encuentro entre los espermatozoides y los óvulos.
Citrato de Clomifeno
El citrato de clomifeno es uno de los tratamientos más comunes para inducir la ovulación. Este medicamento actúa como un modulador selectivo del receptor de estrógeno, similar a otros fármacos como el tamoxifeno y el raloxifeno. El clomifeno se une al receptor de estrógeno en el hipotálamo, lo que bloquea parcialmente la acción del estrógeno en este sitio. Como resultado de esta inhibición, los niveles bajos de estrógeno disminuyen el efecto de retroalimentación negativa sobre el hipotálamo, lo que aumenta la liberación de las hormonas folículo-estimulante (FSH) y luteinizante (LH) desde la glándula pituitaria. La liberación adecuada de FSH y LH en el momento oportuno estimula la maduración de los folículos en los ovarios y, en consecuencia, la ovulación.
El tratamiento con citrato de clomifeno generalmente comienza después de un período menstrual normal o tras inducir un sangrado de retirada con progestágenos. Se administra una dosis inicial de 50 mg de citrato de clomifeno por vía oral durante cinco días, típicamente entre los días 3 y 7 del ciclo menstrual. Si no se logra la ovulación, la dosis puede aumentarse a 100 mg diarios durante cinco días. Aunque se pueden usar dosis de hasta 150 mg, investigaciones sugieren que dosis superiores a 100 mg no mejoran significativamente las tasas de embarazo clínico. La tasa de ovulación con este tratamiento es aproximadamente del 80% en mujeres sin otros factores de infertilidad, y la tasa de embarazo varía entre el 30% y el 40%. La incidencia de embarazos múltiples es de aproximadamente un 7%, con tres o más fetos siendo una ocurrencia muy rara (menos del 0.5% de los casos). Los estudios también sugieren que el uso prolongado del citrato de clomifeno (más de un año) podría estar asociado con un aumento del riesgo de cáncer de ovario, razón por la cual el tratamiento con clomifeno generalmente se limita a un máximo de seis ciclos.
Letrozol
El letrozol es un inhibidor de la aromatasa utilizado en la inducción de la ovulación, y algunos estudios sugieren que es más efectivo que el citrato de clomifeno, especialmente en mujeres con síndrome de ovario poliquístico (SOP). El letrozol actúa reduciendo los niveles de estrógeno en el cuerpo, lo que lleva a un aumento en la liberación de FSH, favoreciendo la ovulación. Una ventaja clave del letrozol es su menor riesgo de embarazos múltiples en comparación con el citrato de clomifeno, debido a su mecanismo de acción diferente, que no es antiestrogénico. Además, el letrozol presenta menos efectos secundarios y, en general, no requiere un monitoreo ultrasonográfico tan intensivo como el citrato de clomifeno.
La dosis de letrozol generalmente oscila entre 2.5 y 7.5 mg diarios, comenzando en el tercer día del ciclo menstrual. Este medicamento es especialmente útil en mujeres con antecedentes de tumores dependientes de estrógenos, como el cáncer de mama, ya que los niveles de estrógeno producidos con letrozol son mucho más bajos en comparación con otros agentes. Esta propiedad lo convierte en una opción preferida en tales casos, ya que reduce el riesgo de recurrencia de tumores relacionados con el estrógeno.
Gonadotropinas Menopáusicas Humanas o FSH Recombinante
Las gonadotropinas menopáusicas humanas (hMG) y el FSH recombinante se utilizan en casos de hipogonadotropismo (insuficiencia en la producción de hormonas gonadotrópicas) y en otros tipos de anovulación resistentes al tratamiento con citrato de clomifeno. Este tratamiento es más complejo y costoso, y requiere un manejo cuidadoso con pruebas de laboratorio y monitoreo continuo, por lo que las pacientes que requieren estas terapias deben ser derivadas a un especialista en infertilidad. Estas gonadotropinas proporcionan una estimulación hormonal directa para inducir la ovulación, y su uso es generalmente más eficaz cuando otros tratamientos han fallado.
Las gonadotropinas son particularmente útiles en pacientes con ovarios que no responden a otros medicamentos, como el clomifeno, o cuando existe una disfunción en la liberación de FSH y LH. Su administración se hace mediante inyecciones subcutáneas diarias, y el monitoreo ultrasonográfico y de los niveles hormonales es fundamental para ajustar las dosis y evitar efectos secundarios, como la hiperestimulación ovárica.
D. Inseminación Artificial en la Azoospermia
La azoospermia, que se define como la ausencia total de espermatozoides en el semen, es una de las principales causas de infertilidad masculina. En los casos en que se diagnostica azoospermia, una de las soluciones para lograr el embarazo es la inseminación artificial con esperma de donante. Este procedimiento se realiza cuando la función reproductiva femenina es normal y no se puede obtener esperma del compañero masculino debido a la azoospermia.
El uso de espermatozoides congelados para la inseminación artificial tiene varias ventajas. Uno de los beneficios más importantes es la posibilidad de realizar un riguroso proceso de selección y screening de infecciones de transmisión sexual, como el VIH, antes de su uso en la inseminación. Esta práctica no solo asegura la seguridad del procedimiento, sino que también permite una selección cuidadosa de los espermatozoides para maximizar las posibilidades de éxito de la fertilización.
La inseminación artificial con esperma de donante ha demostrado ser eficaz en términos de tasa de embarazo, especialmente cuando la función ovárica de la mujer es normal. Al introducir el esperma en el tracto reproductivo de la mujer, se aumenta la concentración de espermatozoides cerca del óvulo, facilitando la fecundación. Este procedimiento es ampliamente utilizado como una opción para las parejas que enfrentan infertilidad masculina severa, como la azoospermia, y es una alternativa para aquellos que no pueden obtener esperma propio.
E. Tecnología de Reproducción Asistida
La tecnología de reproducción asistida (TRA) incluye una serie de procedimientos que ayudan a las parejas a concebir cuando los tratamientos convencionales de fertilidad no han tenido éxito. Las parejas con enfermedades tubáricas obstructoras, endometriosis grave, oligospermia (bajo recuento de espermatozoides) o infertilidad inexplicable pueden beneficiarse significativamente de las TRA. Estas técnicas no solo mejoran las probabilidades de concepción, sino que también permiten superar obstáculos reproductivos complejos.
Los procedimientos de TRA se basan principalmente en la estimulación ovárica para producir múltiples óvulos. Esta estimulación se logra mediante el uso de medicamentos hormonales que inducen la maduración de varios folículos en los ovarios. Tras la estimulación, se lleva a cabo la recuperación de los óvulos mediante una aspiración con aguja guiada por ecografía transvaginal, un procedimiento mínimamente invasivo que permite recolectar los óvulos de los ovarios para su manejo fuera del cuerpo.
En el caso de la fertilización in vitro (FIV), los óvulos recuperados se fertilizan en un laboratorio utilizando espermatozoides, y los embriones resultantes se cultivan antes de ser transferidos al útero. Este proceso ha sido revolucionario, ofreciendo esperanza a parejas con diversos problemas de fertilidad. Además, una técnica aún más avanzada, llamada inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI, por sus siglas en inglés), permite la fertilización mediante la inyección de un solo espermatozoide directamente en un óvulo. Aunque originalmente diseñada para tratar casos de infertilidad masculina severa, la ICSI se ha utilizado en una proporción significativa de todos los procedimientos de FIV en países como Estados Unidos, beneficiando también a parejas con otras causas de infertilidad.
Uno de los riesgos inherentes a la TRA, especialmente con la estimulación ovárica múltiple, es el aumento en la probabilidad de embarazo múltiple (gemelos, trillizos, etc.). Esto se debe a que la transferencia de varios embriones a menudo resulta en la implantación de más de un embrión. Los embarazos múltiples aumentan el riesgo de parto prematuro, complicaciones durante el embarazo y problemas en el parto. Sin embargo, el uso creciente de la transferencia de un solo embrión (un único embrión) ha contribuido a una disminución en la tasa de embarazos múltiples, lo que ha ayudado a reducir los riesgos asociados con estos embarazos.
Pronóstico
El pronóstico para la concepción y el embarazo normal en las parejas que se someten a tratamiento de fertilidad depende en gran medida de la causa subyacente de la infertilidad. En casos en los que no se pueden identificar causas claras de infertilidad, el pronóstico es relativamente favorable. Aproximadamente el 60% de las parejas que enfrentan infertilidad inexplicable o no diagnosticada logran un embarazo espontáneo dentro de los tres años posteriores a la búsqueda activa de concepción. Sin embargo, el éxito de los tratamientos de fertilidad también depende de factores como la edad de la mujer, la salud general, la respuesta a la estimulación ovárica y la calidad de los espermatozoides en el caso de la infertilidad masculina.
Las tasas de éxito de los tratamientos de fertilidad continúan mejorando con los avances en las técnicas y tecnologías, lo que proporciona nuevas opciones y esperanza a las parejas que enfrentan dificultades reproductivas. No obstante, cada caso es único, y la intervención personalizada de los especialistas en fertilidad sigue siendo esencial para maximizar las posibilidades de un embarazo exitoso y un parto saludable.

Fuente y lecturas recomendadas:
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