¿Qué es la tromboembolia pulmonar?

tromboembolia pulmonar
tromboembolia pulmonar

La tromboembolia pulmonar (TEP) se refiere a la obstrucción de la circulación arterial pulmonar debido a la presencia de trombos que se han formado en otros lugares del sistema venoso, generalmente en las venas de las extremidades inferiores. Estos trombos pueden desprenderse y viajar a través de la circulación sanguínea hasta llegar a los vasos sanguíneos del pulmón, donde pueden obstruir el flujo de sangre y causar daño en los tejidos pulmonares.

La TEP es generalmente causada por trombos formados en las venas de las extremidades inferiores, lo que se conoce como trombosis venosa profunda (TVP). La TVP se caracteriza por la formación de un coágulo de sangre en una vena profunda, usualmente en la pierna. Este coágulo puede ser causado por una combinación de factores de riesgo, como inmovilidad prolongada, cirugía reciente, traumatismos, cáncer, enfermedades hereditarias de la coagulación, uso de anticonceptivos orales o terapia de reemplazo hormonal, entre otros.

Cuando un trombo se desprende de la vena donde se formó, viaja a través de la circulación sanguínea hasta llegar a las arterias pulmonares, donde puede ocasionar una obstrucción parcial o completa. Esto impide que la sangre llegue adecuadamente a los pulmones para su oxigenación, lo que puede resultar en una disminución en el suministro de oxígeno al organismo y un aumento en la presión en la arteria pulmonar. En casos graves, la TEP puede provocar insuficiencia respiratoria aguda, fallo cardiaco y, en algunos casos, puede ser potencialmente mortal.

 

Factores de riesgo

La enfermedad tromboembólica venosa (ETV), que incluye la trombosis venosa profunda (TVP) y la tromboembolia pulmonar (TEP), se asocia con una serie de factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollar estas condiciones. Estos factores de riesgo se dividen en tres categorías: factores de riesgo fuertes, moderados y débiles.

Los factores de riesgo fuertes son aquellos que se asocian con un mayor riesgo de desarrollar ETV, con un odds ratio (OR) mayor a 10. Algunos ejemplos de factores de riesgo fuertes incluyen la fractura de cadera o miembro inferior, el reemplazo de cadera o rodilla, la cirugía mayor, el traumatismo mayor y la lesión de médula espinal. Estas situaciones aumentan significativamente la probabilidad de desarrollar coágulos sanguíneos, ya sea debido a la inmovilidad prolongada, el daño tisular o la alteración de la coagulación.

Los factores de riesgo moderados tienen un OR entre 2 y 9 y también aumentan la probabilidad de desarrollar ETV, aunque en menor medida que los factores de riesgo fuertes. Estos factores incluyen la cirugía artroscópica de rodilla, los accesos vasculares centrales, la quimioterapia, la insuficiencia cardíaca o respiratoria crónica, la terapia de reemplazo hormonal, la neoplasia (presencia de cáncer), los anticonceptivos hormonales orales, los eventos cerebrovasculares (EVC) que condicionen parálisis, el embarazo/puerperio, los antecedentes de tromboembolismo y la trombofilia (trastornos de la coagulación).

Los factores de riesgo débiles tienen un OR menor a 2 y representan un riesgo menor de desarrollar ETV en comparación con los factores de riesgo fuertes y moderados. Estos factores incluyen el reposo en cama por más de tres días, estar sentado de manera prolongada (como en viajes largos), el aumento de la edad, la cirugía laparoscópica, la obesidad, el embarazo/anteparto y las venas varicosas. Aunque estos factores de riesgo tienen un impacto menos significativo, aún pueden contribuir al desarrollo de coágulos sanguíneos en ciertos individuos.

Es importante destacar que estos factores de riesgo interactúan entre sí y pueden aumentar el riesgo de ETV de manera acumulativa. Además, algunos factores pueden ser más relevantes en diferentes etapas de la vida o en condiciones clínicas específicas. Por lo tanto, la evaluación de los factores de riesgo individualizados es esencial para identificar a las personas en mayor riesgo y tomar medidas preventivas, como la profilaxis antitrombótica, cuando sea apropiado.

 

Manifestaciones clínicas

Uno de los síntomas más comunes de la TEP es la dificultad respiratoria repentina. Esto puede manifestarse como falta de aliento, respiración rápida y superficial, sensación de opresión en el pecho y dificultad para respirar profundamente. La obstrucción parcial o completa de las arterias pulmonares dificulta el flujo de sangre oxigenada desde los pulmones hacia el resto del cuerpo, lo que puede resultar en una disminución de la oxigenación y dificultad para respirar.

El dolor en el pecho también es un síntoma frecuente de la TEP. Puede ser de naturaleza aguda y pleurítico, lo que significa que empeora con la respiración profunda o la tos. El dolor en el pecho puede variar en intensidad y ubicación, y puede confundirse con otros trastornos cardíacos o pulmonares.

La tos con sangre, también conocida como hemoptisis, es otro síntoma que puede indicar la presencia de TEP. La obstrucción de los vasos sanguíneos pulmonares puede causar la ruptura de pequeños vasos sanguíneos en los pulmones, lo que resulta en la expectoración de sangre.

Otros síntomas de la TEP pueden incluir una frecuencia cardíaca acelerada (taquicardia), mareos y desmayos. Estos síntomas son el resultado de la disminución del flujo sanguíneo oxigenado al corazón y al cerebro debido a la obstrucción de las arterias pulmonares.

Es importante tener en cuenta que los síntomas de la TEP pueden ser inespecíficos y similares a los de otras afecciones respiratorias o cardíacas. Esto puede dificultar el diagnóstico preciso de la TEP. Por esta razón, es esencial considerar los factores de riesgo del paciente, como antecedentes de trombosis venosa profunda, cirugía reciente, inmovilidad prolongada, cáncer u otros trastornos de la coagulación, para sospechar la presencia de TEP.

 

 

Tratamiento

El tratamiento de la tromboembolia pulmonar (TEP) tiene como objetivo principal prevenir la propagación del trombo existente, reducir el riesgo de recurrencia y evitar complicaciones graves. La estrategia de tratamiento más comúnmente utilizada es la anticoagulación, que implica el uso de medicamentos anticoagulantes para prevenir la formación de nuevos coágulos y permitir que el cuerpo disuelva gradualmente el trombo existente.

Los medicamentos anticoagulantes más utilizados en el tratamiento de la TEP son la heparina y la warfarina. La heparina se administra inicialmente por vía intravenosa o subcutánea y tiene un efecto anticoagulante inmediato. Posteriormente, se suele iniciar el tratamiento con warfarina, un anticoagulante oral que se toma de forma continua durante varios meses. La warfarina tarda más tiempo en alcanzar su efecto completo, pero proporciona una anticoagulación a largo plazo. Durante el tratamiento con warfarina, se monitoriza regularmente el tiempo de protrombina (INR) para asegurar que la dosis sea adecuada y se mantenga dentro del rango terapéutico.

En algunos casos graves de TEP, puede ser necesario realizar tratamientos más invasivos para eliminar el trombo o prevenir su migración. La trombectomía es un procedimiento quirúrgico en el que se extrae físicamente el trombo de las arterias pulmonares mediante la inserción de un catéter especializado o mediante cirugía abierta. Este procedimiento se reserva para casos selectos en los que existe una obstrucción crítica y riesgo de deterioro clínico rápido.

La colocación de un filtro en la vena cava inferior (VCI) es otra opción de tratamiento invasiva utilizada en ciertos pacientes. Este filtro se coloca en la VCI, el vaso sanguíneo grande que lleva la sangre desde la parte inferior del cuerpo hasta el corazón, con el objetivo de atrapar los trombos que se desprenden de las venas de las extremidades inferiores antes de que alcancen las arterias pulmonares. Esta medida puede ser útil en pacientes con contraindicaciones para la anticoagulación o aquellos que presentan recurrencias a pesar del tratamiento anticoagulante.

Es importante destacar que el tratamiento de la TEP debe adaptarse a las características y necesidades individuales de cada paciente. Algunos factores que se consideran en la toma de decisiones terapéuticas incluyen la extensión del trombo, la gravedad de los síntomas, los factores de riesgo adicionales, las comorbilidades y las contraindicaciones para ciertos medicamentos o procedimientos.

 

 

 

 

 

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