Transfusiones de glóbulos rojos
Las transfusiones de glóbulos rojos se administran para abordar situaciones clínicas en las que el nivel de hemoglobina en la sangre es insuficiente para garantizar una adecuada oxigenación de los tejidos, lo que ocurre en diversas condiciones patológicas, como la anemia de origen hematológico, la hemorragia aguda o crónica, o en pacientes con trastornos de la médula ósea. La hemoglobina es una proteína contenida en los glóbulos rojos encargada de transportar oxígeno desde los pulmones hacia los tejidos y devolver dióxido de carbono hacia los pulmones para su eliminación. Un descenso significativo en los niveles de hemoglobina puede comprometer la función de los órganos y sistemas, lo que puede generar una insuficiencia orgánica, una disminución de la capacidad de ejercicio, fatiga y otras complicaciones graves.
En particular, la transfusión de glóbulos rojos tiene como objetivo principal elevar los niveles de hemoglobina en pacientes con anemia clínicamente significativa, es decir, en aquellos cuya disminución de glóbulos rojos o hemoglobina pone en peligro su bienestar. La anemia puede ser causada por una variedad de factores, como la pérdida de sangre (por ejemplo, debido a hemorragias gastrointestinales, menorragia o traumatismos), deficiencias nutricionales, trastornos hematológicos, enfermedades crónicas, o alteraciones en la producción de glóbulos rojos. Cuando el tratamiento de la causa subyacente no es suficiente para restaurar rápidamente la función hemática, la transfusión de glóbulos rojos se convierte en una medida terapéutica fundamental.
El proceso de transfusión implica la administración de sangre o de productos sanguíneos, entre ellos los glóbulos rojos, que son los principales componentes responsables de la mejora en los niveles de hemoglobina. Estos glóbulos rojos transfundidos proporcionan de forma inmediata un aumento en la cantidad de hemoglobina circulante, lo que mejora la capacidad del organismo para transportar oxígeno. Este procedimiento es especialmente crítico en situaciones de anemia grave o de emergencia, como en el caso de la hemorragia aguda, que puede producirse como consecuencia de un accidente, cirugía mayor, úlceras sangrantes o traumatismos, entre otros. En estos casos, la transfusión de glóbulos rojos ayuda a reemplazar la cantidad de sangre perdida y a mantener el volumen sanguíneo, lo que es crucial para evitar un colapso hemodinámico y la insuficiencia multiorgánica.
En cuanto a las preparaciones de glóbulos rojos disponibles para transfusión, existen diversas formas de procesamiento que afectan tanto a la composición del producto transfundido como a su indicación clínica. Una de las formas más comunes es la transfusión de glóbulos rojos empaquetados, que consiste en una preparación de glóbulos rojos concentrados obtenidos de la sangre donada tras un proceso de separación y eliminación de otros componentes como plasma y plaquetas. Este tipo de transfusión es el más utilizado en situaciones clínicas, ya que permite administrar una mayor cantidad de glóbulos rojos con menor volumen de fluido, lo que reduce el riesgo de sobrecarga de volumen.
Otra forma es la sangre total, que es la sangre donada sin ningún tipo de separación, por lo que contiene glóbulos rojos, plasma, plaquetas y otros elementos. Aunque la sangre total se usa con menos frecuencia que los glóbulos rojos empaquetados, puede ser indicada en algunos casos específicos donde se requiera la reposición tanto de glóbulos rojos como de plasma, como en situaciones de hemorragias masivas o en pacientes con déficit de factores de coagulación.
Los glóbulos rojos congelados, por su parte, se obtienen mediante un proceso de congelación a bajas temperaturas y se utilizan en situaciones donde el almacenamiento prolongado es necesario, como en casos de transfusión autóloga (cuando el paciente dona su propia sangre antes de una cirugía). Los glóbulos rojos congelados pueden conservarse durante períodos más largos, pero requieren un proceso de descongelación antes de su transfusión, lo que implica una logística adicional.
Existen los glóbulos rojos autólogos no congelados, que son glóbulos rojos recolectados de un paciente antes de una intervención quirúrgica. En este caso, el paciente dona su propia sangre para su uso posterior, lo que minimiza el riesgo de reacciones inmunológicas y de transmisión de enfermedades infecciosas, factores que siempre deben considerarse cuando se transfunde sangre de un donante externo.
A. Sangre total fresca
La sangre total para transfusión es una preparación que contiene glóbulos rojos, plasma, plaquetas y otros componentes sanguíneos, los cuales están presentes en su forma natural y fresca, tal como se encuentran en el cuerpo humano. Esta característica le confiere una ventaja particular en ciertos escenarios clínicos en los que se requiere una reposición rápida y simultánea de varios componentes sanguíneos. Sin embargo, a pesar de esta ventaja, la sangre total fresca no es absolutamente esencial, dado que los diferentes componentes sanguíneos pueden ser administrados de forma separada mediante transfusiones de glóbulos rojos concentrados, plasma o plaquetas, de acuerdo con las necesidades específicas del paciente.
Uno de los beneficios clave de la sangre total es que, al ser transfundida en su forma integral, proporciona de manera simultánea los glóbulos rojos, el plasma y las plaquetas. Los glóbulos rojos son los responsables de transportar oxígeno desde los pulmones hacia los tejidos y devolver el dióxido de carbono a los pulmones para su exhalación. El plasma, por su parte, es el componente líquido de la sangre que contiene agua, proteínas, electrolitos, nutrientes, hormonas y productos de desecho, y desempeña un papel crucial en el mantenimiento del volumen sanguíneo y la regulación de la presión osmótica. Las plaquetas son fragmentos celulares esenciales para la coagulación de la sangre y la prevención de hemorragias, pues participan en la formación de coágulos para sellar lesiones en los vasos sanguíneos. En situaciones clínicas donde se anticipa o se experimenta una pérdida de sangre significativa, la transfusión de sangre total puede ser útil para reponer rápidamente estos tres componentes esenciales en un solo procedimiento.
No obstante, a pesar de la ventaja de administrar todos los componentes simultáneamente, la sangre total fresca no es un requisito absoluto en la práctica médica moderna, ya que los glóbulos rojos, el plasma y las plaquetas están disponibles de forma separada, lo que permite un tratamiento más dirigido y personalizado. El uso separado de estos componentes ofrece la flexibilidad de ajustar las transfusiones a las necesidades específicas del paciente, minimizando los riesgos asociados con la sobrecarga de volumen o con la administración innecesaria de componentes que no son requeridos. Por ejemplo, en un paciente con anemia grave, la transfusión de glóbulos rojos concentrados puede ser suficiente para elevar los niveles de hemoglobina sin necesidad de infundir plasma o plaquetas si no existen problemas de coagulación o deficiencias de proteínas plasmáticas.
A pesar de ello, hay situaciones clínicas en las que la transfusión de sangre total sigue siendo especialmente valiosa. Las principales indicaciones para el uso de sangre total incluyen procedimientos quirúrgicos de alta complejidad, como la cirugía cardíaca, en la cual se pueden presentar hemorragias significativas. Durante este tipo de cirugía, la pérdida de sangre puede ser masiva debido a la naturaleza de la operación y la manipulación de los grandes vasos sanguíneos, lo que genera una necesidad urgente de reponer no solo los glóbulos rojos, sino también las plaquetas y el plasma. En estos casos, la sangre total fresca ofrece una solución rápida y efectiva, ya que la infusión simultánea de estos componentes ayuda a mantener la homeostasis hemodinámica, regulando tanto el volumen sanguíneo como la capacidad de coagulación del paciente.
Una indicación adicional para el uso de sangre total es en casos de hemorragia masiva, definida generalmente como la pérdida de más del 30% del volumen sanguíneo total del paciente en un corto período de tiempo. En estas situaciones, la administración de más de diez unidades de sangre en un período de veinticuatro horas es a menudo necesaria. La transfusión de sangre total en este contexto asegura una reposición integral de los componentes sanguíneos perdidos. La combinación de glóbulos rojos, plasma y plaquetas de la sangre total contribuye a la restauración de la circulación sanguínea y la función hemostática, evitando complicaciones derivadas de la falta de plaquetas o de factores de coagulación que podrían agravar el sangrado.
Sin embargo, aunque la sangre total tiene ventajas en ciertas situaciones, como en la cirugía cardíaca con hemorragia masiva, los avances en la medicina transfusional y la disponibilidad de productos sanguíneos separados permiten que muchos casos puedan ser manejados de manera efectiva con transfusiones selectivas de glóbulos rojos, plasma o plaquetas, según lo dicte la situación clínica del paciente. Esto reduce algunos de los riesgos asociados con la transfusión de sangre total, como la sobrecarga de volumen o las reacciones adversas al plasma, y ofrece un enfoque más controlado y seguro.
B. Glóbulos rojos empaquetados
Los glóbulos rojos empaquetados son el componente sanguíneo más utilizado en la práctica clínica para elevar los niveles de hemoglobina en pacientes con anemia, debido a su eficacia, disponibilidad y capacidad para mejorar la oxigenación tisular de manera rápida y efectiva. Esta preparación consiste en una porción concentrada de glóbulos rojos obtenida a partir de la donación de sangre, a la que se le ha eliminado una gran parte del plasma y otros componentes, lo que permite administrar un mayor volumen de glóbulos rojos en un menor espacio. Cada unidad de glóbulos rojos empaquetados tiene un volumen aproximado de 300 mililitros, de los cuales alrededor de 200 mililitros corresponden a glóbulos rojos. Esta concentración es lo que permite que la transfusión tenga un impacto significativo sobre los niveles de hemoglobina y, por ende, sobre la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre.
La transfusión de glóbulos rojos empaquetados es particularmente importante en situaciones en las que los niveles de hemoglobina son insuficientes para satisfacer las demandas metabólicas del cuerpo. Una unidad de glóbulos rojos empaquetados, generalmente, puede elevar la concentración de hemoglobina en aproximadamente 1 gramo por decilitro (g/dL) en un adulto promedio. Esta cifra, aunque puede variar según el paciente y las condiciones específicas, proporciona una medida estándar que permite a los médicos estimar el efecto esperado de la transfusión. La capacidad de los glóbulos rojos empaquetados para elevar los niveles de hemoglobina de manera predecible los convierte en el tratamiento de elección para la corrección de la anemia severa o crítica.
Las guías clínicas actuales, basadas en evidencia, recomiendan que los pacientes hospitalizados reciban una transfusión de glóbulos rojos empaquetados cuando su nivel de hemoglobina desciende por debajo de un umbral de 7 a 8 gramos por decilitro (70-80 gramos por litro). Este umbral se aplica especialmente a pacientes que se encuentran en condiciones críticas, como aquellos que están gravemente enfermos, aquellos sometidos a cirugía mayor, incluidos los procedimientos de cirugía cardiotorácica o la reparación de fracturas de cadera, así como aquellos con condiciones que predisponen a la pérdida de sangre, como el sangrado gastrointestinal superior. Este rango también es aplicable a pacientes con ciertos tipos de malignidad hematológica que están recibiendo tratamientos intensivos, como la quimioterapia o el trasplante de células hematopoyéticas.
El umbral de hemoglobina de 7 a 8 g/dL está basado en un balance entre los beneficios de la transfusión y los riesgos asociados a la misma. En la práctica, la decisión de transfundir glóbulos rojos no solo depende del nivel de hemoglobina, sino también de la evaluación clínica del paciente, considerando factores como la presencia de síntomas relacionados con la anemia (por ejemplo, fatiga, disnea, palpitaciones, mareos), el estado hemodinámico del paciente, su capacidad para tolerar la anemia, y las condiciones subyacentes que puedan afectar la respuesta a la transfusión. Por ejemplo, los pacientes con enfermedades cardíacas o respiratorias crónicas pueden experimentar una mayor carga fisiológica debido a la anemia, y en estos casos se puede justificar una transfusión a niveles de hemoglobina más altos. En contraste, en pacientes jóvenes y en buen estado general sin comorbilidades significativas, los umbrales para la transfusión pueden ser más flexibles.
Además de su efectividad en la elevación de la hemoglobina, los glóbulos rojos empaquetados son preferidos por su seguridad en términos de sobrecarga de volumen. A diferencia de la sangre total, que contiene una mayor cantidad de plasma, los glóbulos rojos empaquetados permiten una reposición más dirigida de los glóbulos rojos sin sobrecargar al paciente con un exceso de líquidos. Esto es particularmente relevante en pacientes con insuficiencia renal, insuficiencia cardíaca o aquellos en estado crítico, para los cuales el manejo del volumen es esencial para evitar complicaciones como la sobrecarga circulatoria.
Es importante destacar que la transfusión de glóbulos rojos empaquetados está asociada con una serie de beneficios y riesgos. Entre los beneficios, se incluyen la mejora en la capacidad de transporte de oxígeno y la estabilización hemodinámica en situaciones de anemia grave o hemorragias masivas. Sin embargo, también existen riesgos, tales como reacciones alérgicas, infecciones transmitidas por sangre, y complicaciones relacionadas con la sobrecarga de hierro, especialmente cuando las transfusiones son repetidas o prolongadas. Por esta razón, las indicaciones para la transfusión deben basarse en una evaluación cuidadosa de los riesgos y beneficios en cada caso específico, y la transfusión debe realizarse solo cuando los beneficios superen los posibles riesgos.
C. Glóbulos rojos empaquetados autólogos
La transfusión autóloga es una práctica en la que un paciente dona su propia sangre antes de someterse a un procedimiento quirúrgico electivo, con el objetivo de utilizarla durante o después de la cirugía en caso de que se presenten complicaciones relacionadas con la pérdida de sangre. Esta modalidad de transfusión tiene una serie de ventajas que la hacen particularmente atractiva en ciertos contextos clínicos, como en pacientes programados para cirugía electiva.
Una de las principales razones por las que los pacientes programados para cirugía electiva pueden donar sangre para transfusión autóloga es la posibilidad de evitar el riesgo de reacciones inmunológicas adversas que pueden ocurrir cuando se recibe sangre de un donante externo. Las reacciones transfusionales, que pueden incluir reacciones alérgicas, fiebre o reacciones más graves como la hemólisis, son eventos que se asocian principalmente con la incompatibilidad entre el sistema inmunológico del receptor y los antígenos presentes en los glóbulos rojos del donante. Al utilizar sangre autóloga, este riesgo se elimina, ya que la sangre transfundida proviene del propio paciente, lo que garantiza la compatibilidad total entre el donante y el receptor.
Otra ventaja significativa de la transfusión autóloga es la prevención de la transmisión de infecciones transmitidas por sangre. Aunque los procedimientos de cribado de sangre donada han mejorado considerablemente en los últimos años, existe un riesgo residual, aunque mínimo, de transmisión de enfermedades infecciosas, como el virus de la inmunodeficiencia humana, el virus de la hepatitis C o B, o el virus de la inmunodeficiencia humana tipo 2. Dado que en la transfusión autóloga la sangre proviene del propio paciente, no existe ese riesgo de transmisión de infecciones, lo que proporciona un nivel adicional de seguridad.
Además de estos beneficios inmunológicos y de seguridad, la transfusión autóloga permite una planificación anticipada en cuanto a la cantidad de sangre que se necesitará durante el procedimiento quirúrgico. En procedimientos quirúrgicos programados, como cirugías cardíacas, ortopédicas mayores o cirugías oncológicas, existe una posibilidad conocida de pérdida significativa de sangre. Al permitir que el paciente done su propia sangre con antelación, se puede calcular de manera más precisa la cantidad de sangre que será necesaria, lo que reduce la dependencia de bancos de sangre externos y mejora la gestión de los recursos.
En cuanto al almacenamiento de la sangre autóloga, existen protocolos establecidos que permiten que esta sangre sea preservada hasta su uso durante la cirugía. Las unidades de sangre donada para transfusión autóloga pueden ser almacenadas en condiciones adecuadas durante un periodo de hasta 35 días a temperaturas de refrigeración. Durante este tiempo, los glóbulos rojos, que son el componente principal responsable del transporte de oxígeno en la sangre, mantienen su viabilidad y funcionalidad. Pasados los 35 días, la sangre debe ser congelada para preservarla por un periodo más largo, ya que la viabilidad de los glóbulos rojos disminuye progresivamente con el tiempo y la refrigeración a largo plazo. El almacenamiento en condiciones de refrigeración o congelación permite que los pacientes tengan acceso a sangre fresca o conservada según sea necesario, sin la urgencia de buscar sangre de un donante externo.
El procedimiento de donación de sangre para transfusión autóloga generalmente se lleva a cabo en varias sesiones previas a la cirugía, dependiendo de las necesidades del paciente y de su estado de salud general. Durante estas sesiones, se realiza una extracción de sangre en la que se retira una cantidad cuidadosamente determinada de sangre del paciente. A esta sangre se le extrae el plasma y las plaquetas, si es necesario, y se conservan los glóbulos rojos. Esta técnica de almacenamiento de sangre se realiza bajo estrictos controles de calidad y seguridad para garantizar que la sangre permanezca libre de contaminantes y sea adecuada para su uso posterior.
Además, la transfusión autóloga tiene implicaciones positivas en la recuperación postoperatoria. Dado que el paciente recibe su propia sangre, el riesgo de efectos secundarios postoperatorios relacionados con la transfusión es menor, lo que puede llevar a una recuperación más rápida y con menos complicaciones. En pacientes con condiciones preexistentes como enfermedades cardíacas, enfermedades pulmonares crónicas o trastornos hematológicos, la transfusión autóloga puede ser una opción aún más adecuada, ya que minimiza el riesgo de complicaciones adicionales durante la cirugía y el proceso de recuperación.
Fuente y lecturas recomendadas:
- Carson JL et al. Red blood cell transfusion: 2023 AABB International Guidelines. JAMA. 2023;330:1892. [PMID: 37824153]
- Frank SM et al. Clinical utility of autologous salvaged blood: a review. J Gastrointest Surg. 2020;24:464. [PMID: 31468332]