Tumores menos frecuentes de riñón
Tumores menos frecuentes de riñón

Tumores menos frecuentes de riñón

Además del cáncer renal, que es el tipo más común de tumor en el riñón, existen otros tumores menos frecuentes que pueden afectar este órgano. Estos pueden ser tumores primarios, originados directamente en el tejido renal, como los oncocitomas o los tumores del estroma medular, o tumores secundarios, producto de metástasis de cánceres provenientes de otros órganos, como pulmón, mama o melanoma. Aunque menos comunes, estos tumores pueden tener implicancias clínicas importantes y requieren un enfoque diagnóstico y terapéutico específico.

 

Tumores primarios de riñón

Los oncocitomas renales representan entre el tres y el cinco por ciento de todos los tumores del riñón. Estas neoplasias, de comportamiento típicamente benigno, se originan a partir de células epiteliales especializadas, ricas en mitocondrias, lo que les confiere un aspecto granular característico al microscopio. A pesar de su naturaleza no maligna, los oncocitomas presentan un importante desafío diagnóstico, ya que en las imágenes obtenidas antes de la cirugía (como la tomografía computarizada o la resonancia magnética) no se pueden distinguir de manera confiable del carcinoma de células renales, una neoplasia maligna mucho más agresiva. Esto suele llevar a la necesidad de intervención quirúrgica, incluso en casos donde el tumor no representa un riesgo vital. Cabe destacar que los oncocitomas no se limitan al riñón, sino que también pueden aparecer en otros órganos, como las glándulas suprarrenales, las glándulas salivales, la tiroides y las glándulas paratiroides, lo cual sugiere un origen común en tejidos epiteliales ricos en mitocondrias.

Por otro lado, los angiomiolipomas son tumores benignos poco frecuentes que se componen de una mezcla heterogénea de tejido adiposo, fibras musculares lisas y vasos sanguíneos de morfología anómala. Estas lesiones son características de pacientes con esclerosis tuberosa, un trastorno genético multisistémico, donde suelen presentarse de forma múltiple y bilateral. También pueden aparecer de manera esporádica, principalmente en mujeres jóvenes o de mediana edad. La tomografía computarizada permite, en muchos casos, identificar el componente graso del tumor, lo que facilita su diagnóstico sin necesidad de biopsia.

Los angiomiolipomas pequeños y asintomáticos, con un tamaño inferior a cinco centímetros de diámetro, por lo general no requieren tratamiento, ya que el riesgo de complicaciones es bajo. No obstante, los tumores de mayor tamaño presentan un riesgo aumentado de hemorragia espontánea, una complicación potencialmente grave. En estos casos, el sangrado agudo puede controlarse mediante embolización angiográfica, una técnica mínimamente invasiva que consiste en ocluir selectivamente los vasos que nutren al tumor. En situaciones extremas, cuando la embolización no es efectiva, puede requerirse la extirpación quirúrgica del riñón afectado. Como medida preventiva, las lesiones mayores de cinco centímetros suelen tratarse con embolización profiláctica o, en casos seleccionados, mediante nefrectomía parcial, con el objetivo de minimizar el riesgo de sangrado sin comprometer la función renal.

Existe además una variante muy infrecuente de este tumor, conocida como angiomiolipoma epitelioide, la cual se comporta de manera más agresiva y posee un potencial maligno. Esta forma rara se ha asociado con un subtipo poco común de leucemia mieloide aguda, lo que subraya la necesidad de un seguimiento clínico y patológico riguroso en estos casos.


Cánceres secundarios de riñón

El riñón es un órgano que, debido a su abundante irrigación sanguínea y a su función de filtrado continuo del plasma, se convierte en un sitio susceptible a la diseminación metastásica de neoplasias originadas en otras partes del cuerpo. Aunque con menor frecuencia que el hígado o los pulmones, el parénquima renal puede ser asiento de metástasis de tumores sólidos, particularmente en etapas avanzadas de la enfermedad oncológica sistémica. Este fenómeno no es raro y tiene implicaciones tanto diagnósticas como terapéuticas, ya que las metástasis renales pueden simular tumores primarios del riñón, lo que dificulta su correcta identificación sin una evaluación histológica detallada.

Entre los carcinomas sólidos que con mayor frecuencia metastatizan al riñón, el cáncer de pulmón ocupa el primer lugar, representando aproximadamente el veinte por ciento de los casos. Esta alta incidencia se debe en parte a la proximidad anatómica entre ambos órganos, así como al patrón característicamente agresivo y hematógeno del carcinoma pulmonar. Le siguen en frecuencia las metástasis de cáncer de mama, de estómago y del riñón contralateral, cada uno representando en torno al diez por ciento de los casos. En el caso del cáncer de mama y gástrico, la ruta de diseminación puede ser tanto hematógena como linfática, y estas metástasis suelen ser silenciosas desde el punto de vista clínico, descubriéndose con frecuencia de manera incidental durante estudios de imagen por otras causas.

Es importante mencionar que el riñón también puede verse afectado en el contexto de enfermedades linfoproliferativas, como el linfoma de Hodgkin y el linfoma no Hodgkin. A diferencia de los tumores sólidos metastásicos, que suelen manifestarse como masas renales bien delimitadas, las infiltraciones linfomatosas adoptan una distribución difusa, lo que genera un agrandamiento del riñón sin la presencia de lesiones focales evidentes. Este patrón infiltrativo puede alterar la función renal y es característico de la diseminación hematológica, lo que obliga a considerar el linfoma en el diagnóstico diferencial de una nefromegalia bilateral sin causa aparente.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
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