Urticaria

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La urticaria, una afección dermatológica común, se manifiesta mediante la aparición transitoria de habones pruriginosos, angioedema, o ambos. Esta condición puede presentarse en formas agudas o crónicas, esta última cuando persiste por más de seis semanas. Es en este espectro crónico donde se clasifica en urticaria espontánea crónica y urticaria crónica inducible.

La urticaria crónica inducible, una variante específica, se caracteriza por desencadenarse de manera reproducible por exposiciones particulares, lo que la distingue de la forma espontánea. Ejemplos notables incluyen la urticaria colinérgica, solar, fría, dermatografía y urticaria por presión retardada, cada una provocada por estímulos específicos como el calor, la luz solar, el frío, la fricción mecánica o la presión sobre la piel, respectivamente.

Es crucial diferenciar la urticaria verdadera de otras enfermedades que pueden presentar lesiones cutáneas similares, pero que no se consideran verdadera urticaria. Entre estas afecciones se encuentran la enfermedad de Still de aparición en la adultez, la vasculitis urticarial y los síndromes periódicos asociados a la criopirina, que pueden presentar manifestaciones cutáneas similares pero tienen mecanismos patogénicos distintos.

En la urticaria espontánea crónica, se ha observado en algunos pacientes la presencia de autoanticuerpos dirigidos contra los receptores de IgE de los mastocitos. Este hallazgo sugiere un componente autoinmune en la patogénesis de esta forma específica de urticaria, lo que ha impulsado la investigación en torno a posibles estrategias terapéuticas dirigidas a inhibir la acción de estos autoanticuerpos y, por ende, mitigar los síntomas asociados con esta afección cutánea.


Manifestaciones clínicas

La urticaria se caracteriza por la presencia de lesiones cutáneas que muestran una variedad de síntomas y características morfológicas distintivas. Estas lesiones suelen ser pruriginosas, lo que significa que causan picazón, y se presentan como hinchazón roja que varía en tamaño desde unos pocos milímetros hasta varios centímetros. Este enrojecimiento puede extenderse y expandirse rápidamente, creando patrones geográficos o formas extrañas en la piel.

Es importante destacar que la morfología de las lesiones de urticaria puede cambiar en cuestión de minutos a horas, lo que resulta en un aspecto dinámico y cambiante. Este fenómeno puede conducir a la aparición de patrones geográficos en la piel, donde las lesiones se fusionan o se superponen, formando una apariencia característica.

En la urticaria verdadera, las lesiones individuales tienden a tener una duración relativamente corta, generalmente menos de 24 horas, y a menudo desaparecen en un período de 2 a 4 horas. Esta rápida evolución de las lesiones es una característica distintiva de esta condición.

Además de la urticaria, el angioedema es otra manifestación común de esta afección. El angioedema implica la afectación del tejido subcutáneo más profundo, lo que resulta en hinchazón de áreas como los labios, los párpados, las palmas de las manos, las plantas de los pies, los genitales o incluso la mucosa oral y laríngea. A diferencia de la urticaria, el angioedema no es más propenso que la urticaria a asociarse con complicaciones sistémicas graves, como edema laríngeo o hipotensión, lo que subraya la importancia de su reconocimiento temprano y manejo adecuado.

Por último, la dermatografía y la urticaria colinérgica son formas específicas de urticaria con características distintivas. La dermatografía se desencadena al rascar la piel, lo que provoca la formación de ronchas elevadas en la zona rascada. Por otro lado, las ronchas de la urticaria colinérgica son pequeñas, con un diámetro de 2 a 3 mm, y están rodeadas por una amplia llamarada roja, siendo desencadenadas por el calor y la sudoración corporal inducida por el ejercicio o la temperatura ambiente elevada.

 

Hallazgos de laboratorio

La urticaria, tanto en su forma aguda como crónica, puede tener una variedad de desencadenantes y mecanismos subyacentes, lo que a menudo dificulta su diagnóstico y tratamiento. En el caso de la urticaria aguda, las causas más comunes incluyen alimentos, infecciones de las vías respiratorias superiores y medicamentos. Estos desencadenantes pueden desencadenar una reacción inmunológica o de hipersensibilidad que conduce a la liberación de histamina y otros mediadores inflamatorios, provocando así la aparición de los síntomas característicos de la urticaria.

Por otro lado, la urticaria espontánea crónica, que persiste durante más de seis semanas, a menudo presenta un desafío diagnóstico, ya que la causa subyacente no siempre es evidente. Aunque se han propuesto diversos mecanismos, como la activación inmunológica, la disfunción de los mastocitos y los mecanismos autoinmunes, en muchos casos la causa exacta sigue siendo desconocida.

En términos de evaluación diagnóstica, los estudios de laboratorio generalmente no son útiles en la evaluación de la urticaria aguda o crónica, pero en algunos casos específicos de urticaria crónica, pueden ser apropiados. Por ejemplo, una cuenta sanguínea completa con pruebas bioquímicas diferenciales, velocidad de sedimentación globular, proteína C reactiva, hormona estimulante de la tiroides y pruebas hepáticas pueden ser útiles para descartar otras condiciones subyacentes o evaluar la gravedad de la enfermedad.

La presencia de marcadores inflamatorios elevados en estos estudios sugiere la posibilidad de un diagnóstico alternativo que debe ser considerado. En casos donde las lesiones individuales persisten durante más de 24 horas, una biopsia de la piel puede ser necesaria para confirmar el diagnóstico, revelando hallazgos como urticaria neutrofílica o vasculitis urticarial.

Para algunos pacientes con urticaria crónica, especialmente aquellos en los que se sospecha una base autoinmune, una prueba ELISA funcional en busca de anticuerpos contra el receptor de alta afinidad para IgE (Fc-Epislon RI) puede ser útil. La detección de estos anticuerpos puede sugerir un mecanismo autoinmune subyacente en la urticaria crónica, lo que puede guiar el manejo y tratamiento adecuado de la condición.


Diagnóstico diferencial

La urticaria papular, que es el resultado de picaduras de insectos, exhibe una persistencia prolongada en comparación con la urticaria convencional. Esto se debe a la respuesta inflamatoria más intensa desencadenada por las sustancias tóxicas inyectadas por los insectos al picar. Además, es común observar un punto central en estas lesiones, que corresponde al sitio de la picadura. Esta característica es el resultado de la liberación localizada de histamina y otros mediadores inflamatorios en el lugar de la picadura, lo que provoca una respuesta urticarial localizada y persistente.

En el caso de la dermatitis alérgica aguda provocada por plantas como la hiedra venenosa, el roble o el zumaque, se observa un fenómeno similar. Las lesiones urticariales rayadas, que se presentan aproximadamente de 24 a 48 horas antes de que aparezcan las ampollas, son el resultado de la exposición al alérgeno presente en estas plantas. Esta exposición desencadena una reacción alérgica en la piel que se manifiesta inicialmente como urticaria antes de desarrollar la típica dermatitis de contacto.

Aunque las respuestas a la urticaria por calor, sol, agua y presión son relativamente raras, es importante destacar la vasculitis urticarial, que es una variante en la que las lesiones cutáneas imitan clínicamente la urticaria. Sin embargo, a diferencia de la urticaria convencional, las lesiones de vasculitis urticarial duran más de 24 horas y pueden presentar picazón o quemazón en lugar de picazón. Es crucial mencionar que los pacientes con vasculitis urticarial generalmente no responden a los antihistamínicos, lo que puede diferenciar esta condición de la urticaria convencional.

La vasculitis urticarial puede tener múltiples causas, incluidas las infecciones virales como la hepatitis viral, y en algunos casos, puede ser un componente de la enfermedad del suero.

En el caso del angioedema hereditario, una condición genética, se caracteriza por la presencia de antecedentes familiares positivos y síntomas gastrointestinales o respiratorios. A diferencia de la urticaria convencional, las ronchas no son parte del síndrome y el angioedema no es prurítico, lo que lo distingue de otras formas de urticaria.


Tratamiento

Medidas generales

La urticaria, ya sea aguda o crónica, presenta un desafío diagnóstico significativo debido a la diversidad de factores desencadenantes y la falta de una causa identificable en muchos casos. En la urticaria aguda, la etiología se encuentra en menos de la mitad de los casos, lo que refleja la naturaleza multifactorial y a menudo transitoria de esta condición. Similarmente, en la urticaria crónica, la etiología se encuentra en aún menos casos, lo que complica aún más el proceso de diagnóstico y tratamiento.

Aunque una historia clínica detallada y un examen físico minucioso son herramientas fundamentales en la evaluación de la urticaria, la identificación precisa de la causa subyacente puede ser desafiante. En muchos casos, no se justifica realizar cuidados extensos y costosos para la urticaria espontánea crónica, ya que los beneficios de estas intervenciones pueden ser limitados y no se traducen en mejoras significativas en la calidad de vida del paciente.

Es importante destacar que los pacientes con urticaria autoinmune crónica pueden presentar otras enfermedades autoinmunes concurrentes, lo que complica aún más su manejo y tratamiento. Estos pacientes pueden requerir un enfoque multidisciplinario que aborde no solo la urticaria, sino también las enfermedades autoinmunes subyacentes.

En el caso de la urticaria crónica inducible, donde los síntomas son desencadenados por factores físicos específicos como el calor, el frío, la presión o la luz solar, el manejo se centra en modular la exposición a estos desencadenantes siempre que sea posible. Esto puede implicar modificar el estilo de vida del paciente y evitar situaciones que provoquen la aparición de los síntomas urticariales.


Tratamiento Sistémico

Antihistamínicos: Los antihistamínicos H1 son el pilar del tratamiento inicial para la urticaria, ya que bloquean los receptores de histamina y reducen los síntomas asociados. Inicialmente, se prefieren los antihistamínicos de segunda generación debido a su eficacia y menor probabilidad de causar somnolencia en comparación con los de primera generación. Algunos ejemplos comunes de antihistamínicos de segunda generación son la fexofenadina, la cetirizina y la loratadina.

En casos de urticaria crónica, donde menos del 40% de los pacientes responden al tratamiento estándar con antihistamínicos de segunda generación, se puede considerar el uso de dosis más altas de estos fármacos. Dosis hasta cuatro veces mayores que las recomendadas pueden aumentar la probabilidad de respuesta al tratamiento hasta un 60%.

Para aquellos pacientes con urticaria crónica refractaria al tratamiento estándar, se puede optar por una combinación de antihistamínicos en dosis más altas de forma segura. Por ejemplo, se pueden combinar fexofenadina y cetirizina en dosis más elevadas para alcanzar la remisión de los síntomas.

Además, los antihistamínicos de primera generación, como la hidroxizina, pueden agregarse al régimen terapéutico en dosis de 10 a 25 mg dos o tres veces al día, o como una dosis única más alta por la noche de 25 a 75 mg. Estos antihistamínicos de primera generación pueden proporcionar un beneficio adicional en el control de los síntomas de la urticaria en algunos pacientes.

Ciproheptadina: Este medicamento, administrado a una dosis de 4 mg por vía oral cuatro veces al día, puede ser especialmente útil en el tratamiento de la urticaria fría. La urticaria fría es una forma específica de urticaria inducible en la que los síntomas son desencadenados por la exposición al frío. La ciproheptadina es un antihistamínico de primera generación con propiedades anticolinérgicas y anti-serotonérgicas, que pueden ayudar a aliviar los síntomas asociados con la urticaria fría.

Doxepina: La doxepina es un antidepresivo tricíclico que también posee potentes propiedades antihistamínicas. Se administra a dosis de 10 a 75 mg por vía oral a la hora de acostarse y puede ser muy eficaz en el tratamiento de la urticaria crónica. Sin embargo, la doxepina puede causar efectos secundarios anticolinérgicos, como sequedad bucal y visión borrosa, así como sedación, lo que puede limitar su tolerabilidad en algunos pacientes.

Dapsona o colchicina: En casos de urticaria crónica donde una biopsia de piel identifica a los neutrófilos como un componente significativo del infiltrado inflamatorio, la dapsona o la colchicina (o ambas) pueden ser útiles. Estos medicamentos tienen propiedades antiinflamatorias y pueden ayudar a controlar la respuesta inflamatoria asociada con la urticaria crónica en estos casos específicos.

Corticosteroides sistémicos: Aunque los corticosteroides sistémicos pueden suprimir la urticaria aguda y crónica, generalmente no se recomiendan debido a sus efectos secundarios y al riesgo de recurrencia de la urticaria una vez que se suspende el tratamiento. Por lo tanto, se deben evitar siempre que sea posible y se reservan para casos graves o refractarios donde otras opciones de tratamiento han fallado.

Omalizumab: Este medicamento está aprobado para el tratamiento de la urticaria crónica refractaria y se debe considerar cuando la urticaria crónica grave no responde a los antihistamínicos en dosis altas. Omalizumab es un anticuerpo monoclonal que se une a la IgE circulante y reduce la liberación de mediadores inflamatorios, lo que ayuda a controlar los síntomas de la urticaria crónica en pacientes que no responden a otras terapias.

Inmunosupresores: En casos graves de urticaria crónica que no responden a otras formas de tratamiento, la ciclosporina, el micofenolato mofetil y otros inmunosupresores pueden ser efectivos. Estos medicamentos actúan suprimiendo la respuesta inmunológica y reduciendo la inflamación asociada con la urticaria crónica, proporcionando alivio a los pacientes con formas graves y refractarias de la enfermedad.

 

Pronóstico

La duración de la urticaria, ya sea aguda o crónica, puede variar significativamente de un paciente a otro. En el caso de la urticaria aguda, suele ser una condición transitoria que dura solo unos días a unas pocas semanas. Esto se debe a que la urticaria aguda generalmente está relacionada con un desencadenante específico, como una reacción alérgica, una infección viral o una irritación cutánea, y una vez que se elimina o se trata la causa subyacente, los síntomas de urticaria tienden a desaparecer.

Sin embargo, en aproximadamente la mitad de los casos de urticaria aguda que persisten durante más de 6 semanas, la condición puede evolucionar hacia una urticaria crónica. La urticaria crónica se define como la presencia de lesiones urticariales que persisten durante más de 6 semanas. En estos casos, la causa subyacente puede ser más difícil de identificar y tratar, lo que conduce a una duración prolongada de los síntomas.

La transición de la urticaria aguda a la crónica puede estar relacionada con una variedad de factores, que incluyen la persistencia del desencadenante original, la presencia de factores desencadenantes adicionales, la activación de mecanismos inmunológicos o la aparición de factores predisponentes genéticos o ambientales. Una vez que la urticaria se establece como crónica, puede ser más difícil de controlar y puede requerir un manejo a largo plazo para aliviar los síntomas y prevenir las recurrencias.

 

 

 

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