Cuando la glucosa es administrada por vía oral, provoca una respuesta insulínica tres a cuatro veces mayor que cuando se suministra una cantidad equivalente de glucosa por vía intravenosa. Esta notable diferencia se debe al denominado “efecto incretina”, un fenómeno fisiológico en el que ciertas hormonas intestinales son liberadas en respuesta a la ingesta de nutrientes y actúan potenciando la secreción de insulina inducida por la glucosa.
Las dos incretinas más relevantes en este contexto son el péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1) y el polipéptido insulinotrópico dependiente de glucosa (GIP). Ambas son secretadas por células especializadas del intestino delgado en respuesta a la presencia de glucosa y otros nutrientes en la luz intestinal. Sin embargo, el GLP-1 ha demostrado ser especialmente relevante en el contexto de la diabetes tipo 2, ya que su secreción y acción pueden estar deterioradas en estos pacientes. A pesar de ello, cuando se administra GLP-1 exógeno mediante infusión, incluso en pacientes con diabetes tipo 2, se observa una estimulación significativa de la secreción de insulina junto con una reducción en los niveles de glucosa plasmática.
A diferencia de medicamentos como las sulfonilureas, que estimulan la secreción de insulina incluso en condiciones de normoglucemia —lo cual incrementa el riesgo de hipoglucemia—, el GLP-1 actúa de manera glucosa-dependiente. Esto significa que su capacidad para estimular la secreción de insulina es mucho más marcada cuando los niveles de glucosa en sangre están elevados, y es mínima o nula cuando los niveles de glucosa son normales, lo cual confiere a esta hormona un perfil de seguridad superior con respecto al riesgo de hipoglucemia.
Además de su acción sobre las células beta pancreáticas, el GLP-1 ejerce múltiples efectos beneficiosos tanto a nivel pancreático como extrapancreático. En el páncreas, no solo estimula la secreción de insulina, sino que también suprime la liberación de glucagón, una hormona que promueve la producción hepática de glucosa. Dado que las personas con diabetes tipo 2 a menudo presentan niveles elevados de glucagón, la capacidad del GLP-1 para inhibir esta hormona contribuye a mejorar el control de la glucemia, especialmente después de las comidas.
En el tracto gastrointestinal, el GLP-1 retrasa el vaciamiento gástrico, lo cual modula la velocidad a la que la glucosa es absorbida en el intestino y llega al torrente sanguíneo. Este efecto es particularmente importante, ya que se ha demostrado que bloquear la desaceleración del vaciamiento gástrico reduce significativamente la capacidad del GLP-1 para disminuir los niveles de glucosa posprandial.
Por último, los receptores del GLP-1 también se expresan en el sistema nervioso central, lo que sugiere que esta hormona podría ejercer efectos directos sobre el apetito y la saciedad. De hecho, los pacientes con diabetes tipo 2 que reciben infusiones de GLP-1 refieren una reducción del apetito, aunque aún no se ha esclarecido por completo si este efecto anorexígeno se debe exclusivamente al retardo en el vaciamiento gástrico o si existe una acción central directa del GLP-1 sobre los centros hipotalámicos que regulan la ingesta alimentaria.
Agonistas del receptor de GLP-1
El péptido similar al glucagón tipo 1, conocido por sus efectos beneficiosos en la regulación de la glucosa, posee una vida media extremadamente corta, limitada a aproximadamente uno o dos minutos. Esta corta duración en circulación se debe a varios mecanismos fisiológicos que contribuyen a su rápida degradación y eliminación del organismo.
Uno de los principales factores responsables de la inestabilidad del péptido es su pronta proteólisis por parte de la enzima dipeptidil peptidasa tipo 4, una proteasa ubicua en el organismo que escinde rápidamente el péptido GLP-1 en su forma inactiva. Además de esta enzima, otras proteasas, como la endopeptidasa 24.11, también contribuyen a la degradación del GLP-1, intensificando su inactivación en la circulación. A este proceso se suma la rápida depuración renal del péptido, dado que el GLP-1 nativo es una molécula de pequeño tamaño que se filtra fácilmente en los glomérulos renales y es excretada o degradada en los túbulos.
Debido a esta vida media tan breve, el péptido nativo no es adecuado para su uso terapéutico, ya que no logra mantenerse en niveles efectivos en el plasma durante el tiempo suficiente como para ejercer efectos clínicamente significativos. Como solución, se han desarrollado agonistas del receptor de GLP-1, moléculas diseñadas para imitar la acción del péptido endógeno pero con modificaciones estructurales que les confieren mayor resistencia a la degradación enzimática y una farmacocinética más favorable.
En la práctica clínica, actualmente se encuentran disponibles cinco agonistas del receptor de GLP-1: semaglutida, exenatida, liraglutida, dulaglutida y lixisenatida. Además, tirzepatida, una molécula que actúa como agonista dual de los receptores de GLP-1 y del polipéptido insulinotrópico dependiente de glucosa, ha demostrado en ensayos clínicos de gran escala su capacidad para mejorar el control glucémico y promover una reducción significativa del peso corporal en personas con diabetes tipo 2.
No obstante, el uso de estos fármacos no está exento de efectos adversos. Las reacciones más frecuentes incluyen náuseas, vómitos y diarrea, siendo más comunes con dosis elevadas. Se ha observado también una asociación entre estos medicamentos y casos de pancreatitis aguda, algunos de los cuales han sido graves, presentándose en formas hemorrágicas o necrosantes. Por ello, es fundamental que los pacientes que reciban estos fármacos estén advertidos sobre la necesidad de buscar atención médica urgente ante la aparición de dolor abdominal intenso y persistente de causa no clara.
Por otra parte, se han reportado raramente casos de lesión renal aguda en pacientes tratados con exenatida, especialmente en aquellos con enfermedad renal preexistente o factores de riesgo asociados. En algunos casos, la presencia de síntomas gastrointestinales como vómitos y diarrea pudo haber ocasionado deshidratación y reducción del volumen circulante efectivo, contribuyendo al deterioro de la función renal. En pacientes con insuficiencia renal, se prefiere el uso de liraglutida, semaglutida o dulaglutida, ya que estos agentes son metabolizados principalmente por proteólisis y no dependen en gran medida de la excreción renal.
Un aspecto importante en cuanto a la seguridad a largo plazo de estos fármacos es su potencial para inducir neoplasias en células C tiroideas. En estudios preclínicos realizados en ratas, los agonistas del receptor de GLP-1 provocaron la formación de carcinoma medular de tiroides. Sin embargo, en seres humanos, las células C tiroideas expresan muy pocos receptores de GLP-1, y por lo tanto la relevancia clínica de estos hallazgos en humanos sigue siendo incierta. A pesar de ello, como medida de precaución, estos medicamentos están contraindicados en pacientes con antecedentes personales o familiares de carcinoma medular de tiroides o con diagnóstico de neoplasia endocrina múltiple tipo 2.
Semaglutida
Semaglutida es un análogo sintético del péptido similar al glucagón tipo 1, diseñado específicamente para prolongar la vida media del compuesto original y permitir su uso terapéutico eficaz en el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2. A diferencia del péptido endógeno, cuya vida media es de apenas uno o dos minutos debido a su rápida degradación por enzimas como la dipeptidil peptidasa tipo 4 y su rápida depuración renal, la semaglutida ha sido modificada estructuralmente para resistir estas vías de eliminación, logrando así una vida media farmacológica de aproximadamente una semana.
Esta prolongada duración en el organismo se debe principalmente a tres estrategias de diseño molecular. Primero, la semaglutida ha sido modificada en su estructura aminoacídica para hacerla resistente a la escisión por dipeptidil peptidasa tipo 4. Segundo, se le ha añadido una cadena lipídica que le permite unirse reversiblemente a la albúmina plasmática, protegiéndola de la degradación enzimática y retardando su eliminación renal. Tercero, estas modificaciones permiten una liberación lenta y sostenida del fármaco desde el lugar de administración hacia el torrente sanguíneo, facilitando así un régimen de dosificación semanal que resulta altamente conveniente para los pacientes.
La semaglutida se encuentra disponible en dos formas farmacéuticas: subcutánea y oral. La formulación subcutánea se administra mediante dispositivos en forma de pluma que liberan dosis específicas. Existen dos presentaciones: una pluma que permite la administración de 0.25 o 0.5 miligramos, y otra que permite la aplicación de 1 miligramo por dosis. El esquema terapéutico recomendado inicia con 0.25 miligramos una vez por semana durante las primeras cuatro semanas, permitiendo así que el organismo se adapte al fármaco y minimizando los efectos adversos gastrointestinales. Si la dosis es bien tolerada, se incrementa a 0.5 miligramos semanales, y en caso de requerirse un mayor efecto hipoglucemiante, puede aumentarse a 1 miligramo por semana.
En cuanto a la formulación oral, se trata del primer agonista del receptor de GLP-1 disponible por vía digestiva, lo cual representa un avance significativo en la farmacoterapia de la diabetes. Dado que los péptidos como la semaglutida son sensibles a la degradación en el tracto gastrointestinal, esta formulación oral ha sido desarrollada con un coformulador que facilita su absorción en el estómago. Sin embargo, su eficacia depende de condiciones estrictas de administración. El comprimido debe tomarse en ayunas, acompañado únicamente de un vaso de agua, y el paciente debe esperar al menos treinta minutos antes de ingerir alimentos, bebidas u otros medicamentos. Esta medida garantiza una absorción óptima del principio activo. El tratamiento oral comienza con una dosis de 3 miligramos diarios durante el primer mes, permitiendo al organismo adaptarse al fármaco. Posteriormente, según la tolerancia y las necesidades de control glucémico, la dosis puede incrementarse a 7 miligramos y, si es necesario, hasta 14 miligramos diarios.
La eficacia clínica de la semaglutida, tanto en monoterapia como en combinación con otros agentes antidiabéticos, se refleja en una reducción significativa de la hemoglobina glucosilada (HbA1c), generalmente en un rango que oscila entre 1.5% y 1.8%. Esta magnitud de reducción es clínicamente relevante, ya que se asocia con un menor riesgo de complicaciones microvasculares y macrovasculares en personas con diabetes tipo 2. Además de su efecto sobre el control glucémico, semaglutida también ha mostrado beneficios adicionales, como la pérdida de peso corporal y la posible mejora de parámetros cardiovasculares.
Exenatida
Exenatida, también conocida como exendina-4, es un agonista del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1 que fue originalmente aislado de la saliva del monstruo de Gila, una especie de lagarto venenoso endémica del suroeste de los Estados Unidos y del norte de México. Esta molécula presenta una secuencia de aminoácidos parcialmente homóloga a la del GLP-1 humano, pero con suficientes diferencias estructurales que le otorgan una notable resistencia a la degradación enzimática, particularmente frente a la acción de la dipeptidil peptidasa tipo 4, enzima responsable de la rápida inactivación del GLP-1 endógeno. Como resultado, la exenatida tiene una vida media biológica de aproximadamente seis horas, lo que le permite ejercer un efecto hipoglucemiante sostenido durante un período clínicamente útil.
Este perfil farmacocinético ha permitido el desarrollo de una formulación de exenatida de administración subcutánea dos veces al día. Esta presentación está disponible en plumas precargadas de dosis fija, que liberan 5 o 10 microgramos por inyección. La dosis inicial recomendada es de 5 microgramos administrados 60 minutos antes del desayuno y antes de la cena durante el primer mes de tratamiento. Este esquema permite al organismo adaptarse al fármaco, minimizando la incidencia de efectos gastrointestinales adversos como náuseas o vómitos. Si el tratamiento es bien tolerado, la dosis puede incrementarse a 10 microgramos dos veces al día para optimizar el control glucémico.
Desde el punto de vista clínico, la exenatida ha demostrado una eficacia modesta pero significativa como agente antidiabético adyuvante. En pacientes con diabetes mellitus tipo 2 que ya reciben tratamiento con metformina, sulfonilureas o la combinación de ambos, la adición de exenatida produce una reducción adicional de los niveles de hemoglobina glucosilada de entre 0.4% y 0.6% tras un período de treinta semanas de tratamiento. Además, uno de los beneficios adicionales del uso de exenatida es la pérdida de peso corporal, con reducciones promedio de entre 1.3 y 2.7 kilogramos (aproximadamente 3 a 6 libras), un efecto clínicamente deseable en una población que frecuentemente presenta sobrepeso u obesidad.
Sin embargo, el uso de exenatida presenta ciertas limitaciones. No se recomienda su administración en pacientes con una tasa de filtración glomerular estimada inferior a 30 mililitros por minuto por 1.73 metros cuadrados de superficie corporal, debido a la mayor susceptibilidad de estos pacientes a efectos adversos y a la falta de datos concluyentes sobre su seguridad en esta población con insuficiencia renal avanzada.
Una evolución farmacológica de la exenatida convencional es la formulación de liberación prolongada, conocida como exenatida de acción prolongada (exenatida LAR, por sus siglas en inglés). Esta versión del medicamento se presenta en forma de polvo liofilizado, con una dosis de 2 miligramos, que debe ser suspendido en un diluyente específico inmediatamente antes de su administración subcutánea semanal. En ensayos clínicos comparativos, se ha demostrado que esta formulación de acción prolongada produce una reducción ligeramente superior en los niveles de hemoglobina glucosilada en comparación con la exenatida administrada dos veces al día, además de ofrecer una mayor comodidad para el paciente al requerir una sola aplicación semanal.
Un aspecto inmunológico importante del tratamiento con exenatida es el desarrollo de anticuerpos contra el fármaco. Se ha observado que aproximadamente el 38% de los pacientes generan anticuerpos de bajo título, aunque en la mayoría de los casos esto no se traduce en una pérdida de eficacia clínica. Sin embargo, alrededor del 6% de los pacientes desarrollan anticuerpos de alto título, y en aproximadamente la mitad de estos casos se ha documentado una disminución de la respuesta glucémica al tratamiento, lo que puede requerir ajustes terapéuticos o la consideración de alternativas farmacológicas.
Liraglutida
Liraglutida es un análogo del péptido similar al glucagón tipo 1 que ha sido modificado estructuralmente mediante la acilación con un ácido graso, lo cual le confiere propiedades farmacocinéticas significativamente mejoradas en comparación con el GLP-1 endógeno. Esta modificación consiste en la adición de una cadena de ácido palmítico unida a través de un espaciador a uno de los residuos de lisina del péptido. Esta característica estructural permite que la liraglutida se una de forma reversible a la albúmina plasmática, lo cual la protege de la degradación rápida por enzimas proteolíticas como la dipeptidil peptidasa tipo 4 y retrasa su depuración renal. Como consecuencia directa, la vida media plasmática de la liraglutida alcanza aproximadamente doce horas, lo cual permite su administración en una única dosis diaria, a diferencia de otros agonistas del receptor de GLP-1 que requieren múltiples dosis al día o formulaciones de liberación prolongada.
El régimen de dosificación de liraglutida comienza con una dosis inicial de 0.6 miligramos al día, utilizada principalmente para permitir la adaptación del tracto gastrointestinal del paciente y minimizar la aparición de efectos adversos como náuseas o vómitos. Después de una semana, la dosis se incrementa a 1.2 miligramos diarios, y en pacientes que requieren un mayor control glucémico, puede aumentarse hasta 1.8 miligramos al día, siempre y cuando se tolere adecuadamente.
La eficacia clínica de liraglutida ha sido ampliamente documentada en ensayos clínicos controlados de 26 y 52 semanas de duración. En estos estudios, la adición de liraglutida al régimen terapéutico habitual de pacientes con diabetes tipo 2 —que incluía agentes como metformina, sulfonilureas o tiazolidinedionas— produjo una reducción adicional de los niveles de hemoglobina glucosilada. La magnitud de esta reducción osciló entre 0.6% y 1.5%, dependiendo tanto de la dosis utilizada como del diseño específico del estudio. Estos resultados reflejan una mejora sustancial en el control glucémico, especialmente en pacientes que no alcanzaban sus objetivos metabólicos con la terapia convencional.
Además del efecto hipoglucemiante, liraglutida se asocia de manera consistente con una pérdida de peso corporal sostenida. En los estudios mencionados, los pacientes tratados con liraglutida experimentaron reducciones de peso que variaron entre 0.5 y 2.7 kilogramos (aproximadamente 1 a 6 libras). Este beneficio adicional es de especial relevancia en la población con diabetes tipo 2, en la que la obesidad es un comorbilidad común y un factor que agrava la resistencia a la insulina.
En una formulación de dosis más elevada, liraglutida ha sido aprobada también como agente terapéutico para el manejo del sobrepeso y la obesidad. A una dosis de 3 miligramos diarios, liraglutida ha demostrado inducir una pérdida de peso clínicamente significativa, además de mantener el control glucémico. En comparación con el tratamiento convencional, los pacientes que recibieron esta dosis presentaron niveles más bajos de hemoglobina glucosilada, una reducción promedio de peso de 2.3 kilogramos, disminución de la presión arterial sistólica y menor frecuencia de episodios de hipoglucemia severa, especialmente cuando se combina con fármacos que no inducen hipoglucemia por sí solos.
Estos efectos multifactoriales —control glucémico sostenido, pérdida de peso, mejoría de parámetros cardiovasculares y bajo riesgo de hipoglucemia— hacen de liraglutida una opción terapéutica versátil y valiosa tanto en el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2 como en el abordaje farmacológico de la obesidad.
Dulaglutida
Dulaglutida es un agonista del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1 que ha sido diseñado para tener una vida media prolongada, de aproximadamente cinco días. Esta prolongación se logra mediante su fusión a una cadena de inmunoglobulina, lo que reduce la depuración renal y protege al péptido de la degradación enzimática. Gracias a esta farmacocinética favorable, dulaglutida puede administrarse mediante una única inyección subcutánea semanal, lo que mejora la adherencia al tratamiento en comparación con formulaciones de dosificación más frecuente.
La dosis habitual de inicio es de 0.75 miligramos una vez por semana, y la dosis máxima recomendada es de 1.5 miligramos semanales. En estudios clínicos, la dulaglutida ha demostrado una eficacia significativa tanto en monoterapia como en combinación con otros agentes antidiabéticos, logrando reducciones de la hemoglobina glucosilada en un rango que oscila entre 0.7% y 1.6%, dependiendo del contexto terapéutico y de la dosis utilizada. Además, se ha observado una pérdida de peso asociada al tratamiento, que varía entre 1 y 3.2 kilogramos (aproximadamente de 2 a 7 libras), lo cual constituye un beneficio clínico adicional en pacientes con diabetes tipo 2 y sobrepeso.
Lixisenatida
Lixisenatida es otro agonista del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1, con una vida media relativamente corta de aproximadamente tres horas. Esta farmacocinética limita su duración de acción y requiere una dosificación diaria. Se encuentra disponible en plumas precargadas de dosis fija de 10 y 20 microgramos. El régimen terapéutico recomendado comienza con una dosis de 10 microgramos administrada una vez al día antes del desayuno durante las primeras dos semanas. Si la tolerancia es adecuada, la dosis se incrementa a 20 microgramos diarios.
En términos de eficacia clínica, lixisenatida produce una reducción modesta pero significativa de la hemoglobina glucosilada, típicamente en el rango de 0.4% a 0.6%, similar a la observada con exenatida de acción corta. Además, se asocia con una pérdida de peso que varía entre 0.9 y 2.7 kilogramos (alrededor de 2 a 6 libras), lo que puede contribuir a mejorar la sensibilidad a la insulina y el control metabólico general en personas con diabetes tipo 2.
Sin embargo, un aspecto inmunológico notable del tratamiento con lixisenatida es su alta tasa de inmunogenicidad. Aproximadamente el 70% de los pacientes desarrollan anticuerpos contra el fármaco, y en cerca del 2.4% de los individuos que presentan títulos elevados, se ha observado una atenuación de la respuesta glucémica, lo que podría comprometer la eficacia terapéutica.
Agonistas duales de los receptores de GIP y GLP-1
Tirzepatida es un agente terapéutico innovador que actúa como agonista dual de los receptores de dos importantes hormonas incretinas: el péptido insulinotrópico dependiente de glucosa (GIP) y el péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1). A diferencia de los agonistas convencionales que solo imitan la acción del GLP-1, tirzepatida también reproduce los efectos fisiológicos del GIP, lo que amplifica la respuesta metabólica y ofrece un enfoque terapéutico más integral en el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2 y la obesidad.
Tirzepatida es un análogo sintético de la hormona GIP modificado estructuralmente mediante un proceso de acilación. Esta modificación consiste en la incorporación de una cadena lipídica que permite la unión reversible del compuesto a la albúmina sérica, una proteína plasmática abundante. Esta interacción con la albúmina protege al péptido de la degradación enzimática y reduce su depuración renal, prolongando significativamente su vida media en el organismo. Gracias a esta propiedad, tirzepatida puede administrarse de manera cómoda mediante una única inyección subcutánea semanal.
El régimen de dosificación recomendado comienza con una dosis inicial de 2.5 miligramos administrada una vez por semana durante las primeras cuatro semanas. Esta dosis inicial tiene como objetivo permitir una adaptación gradual al tratamiento, minimizando los efectos adversos gastrointestinales. Posteriormente, la dosis se incrementa a 5 miligramos semanales. Si se requiere un control glucémico adicional, la dosis puede aumentarse en incrementos de 2.5 miligramos cada cuatro semanas, hasta alcanzar una dosis máxima de 15 miligramos por semana, según la tolerancia y las necesidades metabólicas del paciente.
Los resultados clínicos con tirzepatida han sido notables. En estudios de intervención, el tratamiento con este agonista dual produjo reducciones de la hemoglobina glucosilada dependientes de la dosis, que oscilaron entre 1.9% y 2.6%, superando en muchos casos los efectos observados con los agonistas del receptor de GLP-1 en monoterapia. Además del impacto sobre el control glucémico, tirzepatida también ha demostrado una poderosa capacidad para inducir pérdida de peso corporal, con reducciones promedio de entre 6.2 y 12.9 kilogramos, lo cual la posiciona como una herramienta terapéutica de gran valor tanto en el tratamiento de la hiperglucemia como en la obesidad.
Los beneficios metabólicos de tirzepatida no se limitan al control de la glucosa y la reducción de peso. También se han observado mejoras significativas en el perfil lipídico, disminución de la presión arterial y una reducción del contenido de grasa hepática, lo que sugiere efectos positivos en el síndrome metabólico y en la enfermedad hepática grasa no alcohólica. Estos efectos extrapancreáticos complementan su acción sobre la secreción de insulina y la supresión del glucagón, haciendo de tirzepatida un agente multifuncional.
En cuanto al perfil de seguridad, este es comparable al de los agonistas del receptor de GLP-1. Los efectos adversos más frecuentes son gastrointestinales e incluyen náuseas, vómitos y diarrea, cuya incidencia aumenta con dosis más altas del fármaco. Aunque en general estos efectos son transitorios y de intensidad leve a moderada, se ha observado una tasa ligeramente superior de pancreatitis en pacientes tratados con tirzepatida, lo que requiere una vigilancia clínica adecuada, especialmente en individuos con antecedentes de enfermedad pancreática.
Inhibidores de la dipeptidil peptidasa tipo 4
Un enfoque alternativo en el tratamiento de la diabetes tipo 2 consiste en inhibir la enzima dipeptidil peptidasa tipo 4 (DPP-4) para prolongar la acción del GLP-1 (péptido similar al glucagón tipo 1) y GIP (péptido insulinotrópico dependiente de glucosa) liberados de manera endógena. La inhibición de DPP-4 impide la degradación rápida de estos péptidos incretinas, lo que resulta en niveles elevados y prolongados de GLP-1 y GIP, contribuyendo a la mejora de la secreción de insulina dependiente de la glucosa y la supresión del glucagón, dos mecanismos clave para el control de la glucosa en sangre.
Existen tres inhibidores orales de la DPP-4 aprobados para el tratamiento de la diabetes tipo 2 en los Estados Unidos: sitagliptina, linagliptina y alogliptina. Además, en Europa, se encuentra disponible otro inhibidor de la DPP-4, vildagliptina. Otros inhibidores de la DPP-4, como gemigliptina, anagliptina, teneligliptina, trelagliptina, omarigliptina, evogliptina y gosogliptina, han sido aprobados en varios países fuera de los Estados Unidos y la Unión Europea, como Corea, India, Tailandia, Japón, Rusia y varios países de América del Sur. Estos fármacos ofrecen una opción terapéutica adicional para los pacientes que necesitan un enfoque más específico en la modulación de las incretinas para el manejo de la glucosa.
En cuanto a los efectos adversos, el principal parece ser una predisposición a la nasofaringitis o infecciones del tracto respiratorio superior, que son comunes durante el tratamiento con inhibidores de la DPP-4. También se han reportado reacciones de hipersensibilidad graves, que incluyen anafilaxis, angioedema y condiciones cutáneas exfoliativas, como el síndrome de Stevens-Johnson. Aunque estas reacciones son raras, se deben vigilar cuidadosamente los pacientes que inician tratamiento con estos medicamentos.
Además, se han registrado casos de pancreatitis en pacientes tratados con inhibidores de la DPP-4, aunque la frecuencia de este evento no está claramente definida. De producirse pancreatitis, es necesario interrumpir el tratamiento de inmediato. En algunos informes se han descrito casos de insuficiencia hepática asociada con el uso de alogliptina, aunque no está claro si alogliptina fue la causa directa de estos eventos. No obstante, en caso de insuficiencia hepática, se recomienda suspender el medicamento. Con el uso de vildagliptina, también se han reportado casos raros de disfunción hepática, incluida hepatitis. Por esta razón, se recomienda realizar pruebas bioquímicas hepáticas trimestralmente durante el primer año de tratamiento y de forma periódica después de ese período.
El uso de alogliptina también se ha asociado con una ligera tasa aumentada de insuficiencia cardíaca, lo que sugiere la necesidad de un monitoreo continuo en pacientes con antecedentes de enfermedades cardiovasculares. En algunos casos, los inhibidores de la DPP-4 pueden ocasionar dolores articulares, que generalmente se resuelven tras la interrupción del tratamiento. Sin embargo, la ocurrencia de estos efectos adversos es poco frecuente y suele ser reversible.
Sitagliptina
La sitagliptina es un inhibidor de la dipeptidil peptidasa tipo 4 (DPP-4) utilizado para el tratamiento de la diabetes tipo 2. Este fármaco, ya sea en monoterapia o en combinación con otros medicamentos para la diabetes, reduce la hemoglobina glucosilada (HbA1c) en aproximadamente un 0.5%. La dosis habitual de sitagliptina es de 100 mg administrada una vez al día. Sin embargo, la dosis debe ajustarse en pacientes con función renal reducida: se reduce a 50 mg diarios cuando el aclaramiento de creatinina calculado es de 30 a 50 mL/min, y a 25 mg en aquellos con aclaramientos menores de 30 mL/min. Esta adaptación es crucial para evitar la acumulación del medicamento en el cuerpo y prevenir posibles efectos adversos relacionados con la insuficiencia renal.
Alogliptina
La alogliptina, otro inhibidor de la DPP-4, también se utiliza para reducir la HbA1c en pacientes con diabetes tipo 2. Cuando se añade a medicamentos como metformina, sulfonilureas o pioglitazona, la alogliptina puede reducir la HbA1c entre un 0.5% y un 0.6%. La dosis estándar es de 25 mg orales diarios, pero en pacientes con insuficiencia renal, es necesario ajustar la dosis. Para aquellos con una tasa de filtración glomerular estimada (eGFR) entre 30 y 60 mL/min/1.73 m², la dosis recomendada es de 12.5 mg diarios, mientras que en pacientes con eGFR inferior a 30 mL/min/1.73 m², la dosis se reduce a 6.25 mg diarios. Este ajuste es esencial para reducir el riesgo de toxicidad renal y asegurar la eficacia del tratamiento sin comprometer la seguridad del paciente.
Linagliptina
La linagliptina es otro inhibidor de la DPP-4 que, cuando se añade a un régimen terapéutico que incluye metformina, sulfonilureas o pioglitazona, produce una reducción de la HbA1c en el rango de 0.4% a 0.6%. La dosis estándar es de 5 mg diarios por vía oral. A diferencia de otros inhibidores de la DPP-4, la linagliptina se elimina principalmente sin cambios a través de la bilis, lo que implica que no es necesario ajustar la dosis en pacientes con enfermedades renales. Esto la convierte en una opción terapéutica favorable para pacientes con insuficiencia renal, ya que no requiere de modificaciones de la dosis según la función renal, lo que facilita su uso en una población más amplia.
Vildagliptina
La vildagliptina, otro inhibidor de la DPP-4, se utiliza para reducir la HbA1c en pacientes con diabetes tipo 2. Al ser añadida a un régimen terapéutico, vildagliptina puede disminuir la HbA1c entre un 0.5% y un 1%. La dosis recomendada de vildagliptina es de 50 mg una o dos veces al día, dependiendo de las necesidades del paciente y la respuesta clínica. Este medicamento ha demostrado ser eficaz en la mejora del control glucémico, aunque su uso también requiere de vigilancia para detectar posibles efectos adversos, especialmente en pacientes con condiciones preexistentes que puedan influir en la función renal o cardiovascular.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.