Los anticoagulantes disponibles en la actualidad constituyen una herramienta terapéutica fundamental para la prevención y el tratamiento de enfermedades tromboembólicas. Su acción se basa en la modulación de diferentes componentes de la cascada de coagulación, evitando la formación o el crecimiento de coágulos intravasculares que puedan comprometer la circulación sanguínea. Estos fármacos se clasifican según sus mecanismos de acción y sus características farmacológicas, lo que permite su uso en diversas condiciones clínicas.
1. Heparina no fraccionada (HNF) y de bajo peso molecular
Las heparinas son un grupo de anticoagulantes ampliamente utilizados en el manejo y la prevención de trastornos tromboembólicos. Su mecanismo de acción principal consiste en potenciar la actividad de la antitrombina, una proteína plasmática que inhibe enzimas clave de la cascada de coagulación, como el factor Xa activado y, en el caso de la heparina no fraccionada, también la trombina (factor IIa activado). Este efecto se logra mediante la inducción de un cambio conformacional en la antitrombina que incrementa su afinidad por estos factores de coagulación, inhibiendo de manera eficaz su actividad y, en consecuencia, el desarrollo de coágulos sanguíneos.
La heparina no fraccionada está compuesta por moléculas de longitud variable, pero solo alrededor de un tercio de ellas contiene la secuencia de pentasacáridos específica que es esencial para unirse a la antitrombina y ejercer su efecto anticoagulante. Esta variabilidad estructural contribuye a su farmacocinética impredecible, lo que significa que la respuesta terapéutica puede variar significativamente entre los pacientes. Por ello, el uso de la heparina no fraccionada requiere un monitoreo cuidadoso a través del tiempo de tromboplastina parcial activado (TTPa) o los niveles de actividad anti-factor Xa, para asegurar que se alcance una dosis terapéutica adecuada y se minimice el riesgo de hemorragias o trombosis.
La eliminación de la heparina no fraccionada es mínima a través del riñón, lo que la hace segura para pacientes con insuficiencia renal significativa. Sin embargo, su vida media corta y la necesidad de administración intravenosa o subcutánea frecuente limitan su conveniencia en muchos casos. Además, esta forma de heparina está asociada con un mayor riesgo de complicaciones como la trombocitopenia inducida por heparina (HIT, por sus siglas en inglés), una reacción autoinmunitaria que puede conducir a trombosis paradójica y otras complicaciones potencialmente graves.
Las heparinas de bajo peso molecular, como la enoxaparina y la dalteparina, son fragmentos más pequeños derivados de la heparina no fraccionada que tienen una acción más específica sobre el factor Xa activado y una menor capacidad para inhibir la trombina. Esta especificidad, junto con su menor unión a proteínas plasmáticas y células endoteliales, confiere a las HBPM una farmacocinética más predecible. Esto permite un esquema de dosificación basado en el peso corporal sin necesidad de monitoreo rutinario en la mayoría de los pacientes, lo que simplifica su uso tanto en el ámbito hospitalario como en el ambulatorio.
Una de las principales ventajas de las HBPM es su vida media más prolongada en comparación con la heparina no fraccionada, lo que permite una administración subcutánea una o dos veces al día. Esto mejora la conveniencia para el paciente y facilita su empleo en tratamientos ambulatorios. Sin embargo, dado que las HBPM se eliminan predominantemente por vía renal, su uso está contraindicado en pacientes con un aclaramiento de creatinina inferior a 30 mL/min. En estos casos, existe un riesgo aumentado de acumulación del fármaco y, por ende, de hemorragias.
En situaciones clínicas específicas, como en pacientes con enfermedad renal moderada, índice de masa corporal elevado, bajo peso corporal o durante el embarazo, puede ser necesario monitorear los niveles de actividad anti-factor Xa para ajustar la dosis y asegurar una anticoagulación segura y efectiva.
Desde un punto de vista clínico, las heparinas de bajo peso molecular presentan varias ventajas frente a la heparina no fraccionada, incluyendo:
- Mayor conveniencia: La dosificación fija y la posibilidad de administración ambulatoria aumentan la comodidad para los pacientes y los profesionales de la salud.
- Menor necesidad de monitoreo: En la mayoría de los casos, las HBPM no requieren evaluaciones frecuentes de laboratorio, lo que reduce la carga asistencial.
- Riesgo reducido de complicaciones: Las HBPM están asociadas con una menor incidencia de trombocitopenia inducida por heparina y trombosis asociada, con tasas de aproximadamente 0.6% en comparación con el 3% observado con la heparina no fraccionada.
Sin embargo, la heparina no fraccionada sigue siendo preferida en ciertos escenarios clínicos, como en pacientes con insuficiencia renal severa o cuando se requiere una reversión rápida de la anticoagulación, dado que sus efectos pueden neutralizarse con facilidad mediante la administración de protamina.
2. Fondaparinux
El fondaparinux es un anticoagulante sintético que representa una alternativa innovadora dentro de las terapias anticoagulantes. Su estructura está basada en una secuencia de pentasacáridos que imita la región altamente activa presente en las heparinas de bajo peso molecular. Esta especificidad estructural le confiere un mecanismo de acción único y ventajas significativas en su aplicación clínica, aunque también conlleva ciertas limitaciones en su uso, especialmente en poblaciones con disfunción renal.
El fondaparinux ejerce su efecto anticoagulante de manera indirecta a través de su unión a la antitrombina, una proteína reguladora clave en la cascada de coagulación. Esta interacción potencia la capacidad de la antitrombina para inactivar el factor Xa activado, un componente esencial en la conversión de la protrombina en trombina durante la formación del coágulo. A diferencia de las heparinas no fraccionadas, el fondaparinux no tiene una afinidad significativa para inhibir directamente la trombina (factor IIa activado). Este enfoque selectivo sobre el factor Xa reduce el riesgo de interferencias en otros aspectos de la cascada de coagulación y contribuye a su perfil de seguridad.
El fondaparinux se caracteriza por una farmacocinética predecible, lo que facilita su dosificación en función del peso corporal del paciente. Esta predictibilidad elimina la necesidad de un monitoreo rutinario de los niveles anticoagulantes en la mayoría de los casos, simplificando su uso en entornos clínicos y ambulatorios. Su vida media prolongada permite la administración una vez al día por vía subcutánea, lo que mejora la adherencia al tratamiento.
Sin embargo, el fondaparinux se elimina casi exclusivamente por vía renal. Esta dependencia de la función renal hace que su uso esté contraindicado en pacientes con un aclaramiento de creatinina inferior a 30 mL/min, debido al riesgo de acumulación del fármaco y la consecuente probabilidad de hemorragias. En pacientes con insuficiencia renal moderada (aclaramiento de creatinina entre 30 y 50 mL/min), es fundamental considerar un ajuste de la dosis o, en algunos casos, optar por alternativas terapéuticas.
El fondaparinux presenta varias ventajas frente a otros anticoagulantes tradicionales, particularmente en términos de seguridad y eficacia:
- Bajo riesgo de complicaciones inmunológicas: Dado que el fondaparinux es un compuesto sintético y no está derivado de productos animales, tiene una probabilidad muy baja de inducir trombocitopenia asociada a heparina, una complicación inmunológica grave que puede observarse con las heparinas.
- Efecto selectivo sobre el factor Xa: Este enfoque focalizado minimiza el impacto sobre otras vías hemostáticas, lo que reduce el riesgo de eventos hemorrágicos no deseados en comparación con anticoagulantes menos específicos.
- Estabilidad farmacológica: La consistencia en su biodisponibilidad y metabolismo permite su aplicación en una variedad de contextos clínicos, incluyendo la prevención y el tratamiento de trombosis venosa profunda y embolia pulmonar.
A pesar de sus beneficios, el fondaparinux no está exento de limitaciones. Su dependencia de la función renal restringe su uso en pacientes con insuficiencia renal severa, lo que puede ser un desafío en poblaciones de mayor edad o en aquellos con comorbilidades que afecten la función renal. Además, su vida media prolongada, aunque ventajosa para la dosificación diaria, puede complicar la reversión rápida de su efecto anticoagulante en situaciones de emergencia, como cirugías urgentes o episodios de sangrado masivo.
3. Antagonistas de la vitamina K (AVK)
El antagonista de la vitamina K, warfarina, es un anticoagulante oral que desempeña un papel crucial en el manejo de trastornos tromboembólicos. Su mecanismo de acción se basa en la inhibición de la enzima epóxido reductasa de vitamina K, que es esencial para la regeneración de la vitamina K activa. Esta vitamina es un cofactor indispensable para la carboxilación postraduccional de los factores de coagulación dependientes de la vitamina K, específicamente los factores II, VII, IX y X, así como de las proteínas C y S, que actúan como anticoagulantes naturales. La carboxilación es un proceso que confiere actividad funcional a estos factores de coagulación, permitiendo su interacción con las superficies fosfolipídicas en presencia de calcio, un paso clave en la formación de coágulos. Al inhibir esta modificación, la warfarina reduce la capacidad de coagulación de la sangre.
Una de las principales ventajas de la warfarina es su administración oral, que la distingue de los anticoagulantes inyectables como las heparinas. Esto la hace más conveniente para los pacientes, especialmente en contextos de manejo crónico, como la prevención del ictus en la fibrilación auricular o la prevención secundaria de trombosis venosa profunda y embolia pulmonar. Además, la warfarina tiene una vida media prolongada, lo que permite una dosificación diaria y un efecto sostenido con ajustes relativamente infrecuentes.
A pesar de sus beneficios, la warfarina presenta una respuesta anticoagulante altamente variable debido a una serie de factores:
- Estado nutricional: La vitamina K, presente en alimentos como vegetales de hoja verde, puede contrarrestar parcialmente el efecto de la warfarina. Los cambios en la dieta, especialmente en la ingesta de vitamina K, pueden alterar significativamente la eficacia del fármaco.
- Comorbilidades: Enfermedades como insuficiencia hepática, que afecta la síntesis de factores de coagulación, y disfunción renal, que puede alterar el metabolismo de otros medicamentos concomitantes, influyen en la respuesta a la warfarina. Además, estados de hipercoagulabilidad, como el síndrome antifosfolípido, pueden requerir ajustes específicos en la dosificación.
- Interacciones medicamentosas: La warfarina es metabolizada principalmente por el sistema del citocromo P450, específicamente por la isoenzima CYP2C9. Por lo tanto, fármacos que inducen o inhiben esta enzima (como ciertos antibióticos, antifúngicos, antiepilépticos y antiinflamatorios no esteroideos) pueden alterar su efecto anticoagulante. Estas interacciones pueden aumentar el riesgo de hemorragias o reducir la eficacia del tratamiento.
- Polimorfismos genéticos: Variantes genéticas en los genes CYP2C9 (que codifica la enzima metabólica) y VKORC1 (que codifica el complejo enzimático inhibido por la warfarina) pueden influir en la sensibilidad del paciente al fármaco. Los individuos con ciertas variantes genéticas metabolizan la warfarina más lentamente o son más sensibles a su efecto, lo que requiere dosis más bajas para evitar complicaciones hemorrágicas.
Debido a la variabilidad en la respuesta anticoagulante, los pacientes que toman warfarina deben someterse a monitoreo periódico para garantizar un efecto terapéutico adecuado. Este monitoreo se realiza mediante el Índice Internacional Normalizado (INR), que mide la intensidad del efecto anticoagulante. Un INR demasiado bajo indica un riesgo insuficiente de anticoagulación, con un mayor riesgo de trombosis, mientras que un INR elevado aumenta el riesgo de hemorragias. En general, el rango terapéutico ideal para la mayoría de las indicaciones oscila entre 2.0 y 3.0, aunque puede variar dependiendo de la condición clínica del paciente.
La warfarina tiene un inicio de acción retardado, ya que su efecto depende de la depleción gradual de los factores de coagulación existentes, lo que puede tardar varios días. Por esta razón, en situaciones agudas, se suele combinar inicialmente con anticoagulantes de acción rápida, como las heparinas, hasta alcanzar niveles terapéuticos estables. Además, su ventana terapéutica estrecha, junto con las múltiples interacciones dietéticas, medicamentosas y genéticas, dificulta su manejo, lo que exige un seguimiento continuo y ajustes de dosis precisos.
4. Anticoagulantes orales directos (ACOD)
Los anticoagulantes orales directos (DOACs) han revolucionado el tratamiento de los trastornos tromboembólicos al ofrecer un enfoque más específico y directo en comparación con la warfarina. A diferencia de esta última, que inhibe de manera indirecta la síntesis de factores de coagulación dependientes de la vitamina K, los DOACs actúan de forma directa sobre componentes clave del proceso de coagulación. El dabigatrán, por ejemplo, inhibe directamente la trombina, una enzima crucial para la conversión del fibrinógeno en fibrina, etapa esencial en la formación de coágulos. En cambio, rivaroxabán, apixabán y edoxabán actúan bloqueando el factor Xa, una proteína fundamental para la generación de trombina.
Una de las principales ventajas de los DOACs es su efecto anticoagulante predecible, que permite administrarlos en dosis fijas sin necesidad de monitoreo regular mediante pruebas como el INR, comúnmente utilizadas con la warfarina. Esta característica facilita su manejo clínico y mejora la calidad de vida de los pacientes al reducir la frecuencia de controles. Además, los DOACs no dependen de la vitamina K para su acción, lo que elimina la necesidad de restricciones dietéticas estrictas. Su metabolismo renal, sin embargo, varía según el fármaco, lo que exige ajustes en la dosis o restricciones en pacientes con función renal deteriorada.
A pesar de estas ventajas, los DOACs presentan limitaciones que requieren una evaluación cuidadosa por parte del médico. Aunque tienen menos interacciones farmacológicas en comparación con la warfarina, no existen métodos confiables para medir el impacto de medicamentos concomitantes sobre su actividad anticoagulante. Del mismo modo, no hay herramientas precisas para evaluar la adherencia al tratamiento, lo que subraya la importancia de considerar factores como la función renal, los medicamentos concomitantes, la indicación específica, el peso corporal y la capacidad del paciente para seguir el régimen prescrito.
En pacientes con obesidad mórbida, definidos como aquellos con un peso superior a 120 kg o un índice de masa corporal igual o mayor a 40, los DOACs como apixabán o rivaroxabán son preferibles a dabigatrán o edoxabán debido a preocupaciones sobre la eficacia de estos últimos en este grupo. Además, en el contexto postquirúrgico, como después de una cirugía bariátrica, los DOACs no se recomiendan durante las primeras semanas debido a posibles alteraciones en la absorción, aunque pueden considerarse para el tratamiento continuo después de las primeras cuatro semanas, siempre que se evalúen los niveles plasmáticos cuando sea posible.
Los agentes reversores específicos han mejorado significativamente la seguridad de los DOACs en casos de sangrado severo o necesidad de procedimientos quirúrgicos urgentes. Idarucizumab está disponible para revertir los efectos del dabigatrán, mientras que andexanet alfa es eficaz para neutralizar la actividad de rivaroxabán, apixabán y edoxabán. Estas herramientas fortalecen aún más el perfil de seguridad de estos fármacos en situaciones críticas.
El monitoreo rutinario de los pacientes que toman anticoagulantes orales directos (DOACs) no se recomienda debido a su perfil farmacodinámico predecible y su capacidad para administrarse en dosis fijas sin ajustes frecuentes. Sin embargo, existen situaciones clínicas específicas en las que evaluar la actividad anticoagulante puede ser de utilidad. Estas incluyen casos de hemorragia activa, necesidad de cirugía urgente, sospecha de falla terapéutica o preocupación por acumulación del fármaco debido a factores como insuficiencia renal o interacciones farmacológicas.
Los métodos específicos para medir la actividad de los DOACs presentan limitaciones en la práctica clínica. Los niveles específicos de inhibidores del factor Xa, como los utilizados para apixabán o rivaroxabán, no están ampliamente disponibles, y no existe consenso claro sobre cómo interpretar y actuar en función de estos resultados. Además, los efectos de los DOACs sobre las pruebas convencionales de coagulación, como el tiempo de protrombina (PT) y el tiempo de tromboplastina parcial activado (aPTT), son variables y no siempre concluyentes.
En el caso del dabigatrán, un tiempo de trombina diluido normal descarta la presencia de niveles clínicamente significativos del fármaco, mientras que un aPTT elevado sugiere niveles relevantes desde el punto de vista clínico. Sin embargo, un aPTT normal no excluye completamente la presencia de dabigatrán en cantidades significativas. Para rivaroxabán, un PT elevado puede indicar niveles clínicamente relevantes del fármaco, pero un PT normal no descarta del todo su presencia en cantidades significativas.
En situaciones en las que no se dispone de pruebas específicas para los DOACs, un nivel indetectable de anti-Xa para heparina de bajo peso molecular (LMWH) puede ser útil para confirmar la ausencia de un nivel clínicamente significativo de inhibidores orales del factor Xa. Sin embargo, la falta de herramientas diagnósticas ampliamente disponibles para medir con precisión los efectos de los DOACs subraya la necesidad de decisiones clínicas basadas en una evaluación integral del paciente, teniendo en cuenta el contexto clínico y las características específicas del fármaco utilizado.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
Originally posted on 26 de noviembre de 2024 @ 6:33 PM