Los Echovirus son virus entéricos que producen diversos síndromes clínicos, especialmente en niños. La infección es más frecuente durante la temporada de verano, cuando las condiciones ambientales favorecen la transmisión. En los casos reportados, aproximadamente un 3% de los pacientes infectados por echovirus fallecen, aunque este porcentaje puede variar según la gravedad y el manejo de la enfermedad. Se observa que los adolescentes y los hombres menores de 20 años son más propensos a la infección que otros grupos de población, lo que sugiere una mayor susceptibilidad en estas edades.
Se han identificado más de 30 serotipos diferentes de echovirus, y los más comunes asociados con enfermedades son los serotipos A6, A9, A11, A19, A29, A30, A33, así como el tipo C99.
La transmisión de los echovirus es principalmente fecal-oral, lo que significa que los virus se propagan a través de la ingestión de agua o alimentos contaminados con materia fecal. En este sentido, se han reportado brotes nosocomiales (adquiridos en hospitales) causados por el tipo 23 de echovirus, lo que resalta la importancia de las medidas de control en entornos de atención sanitaria. La lavado de manos es una de las estrategias de prevención más efectivas en brotes de meningitis aséptica, ya que ayuda a reducir la propagación del virus.
Se han documentado brotes relacionados con la contaminación fecal de fuentes de agua, como el agua potable y las piscinas o lugares de baño.
Manifestaciones clínicas
La infección por echovirus puede desencadenar una serie de manifestaciones clínicas, siendo una de las más frecuentes la meningitis aséptica, que se caracteriza por la inflamación de las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal, sin la presencia de bacterias en el líquido cefalorraquídeo. En algunos casos, la meningitis aséptica puede estar acompañada de un exantema rubeliforme, similar al de la rubéola. Además de la meningitis, los echovirus pueden estar asociados con una variedad de otras condiciones clínicas. Entre estas se incluyen enfermedades respiratorias comunes, las cuales aumentaron significativamente durante la pandemia de SARS-CoV-2, y diarrea epidémica. Otras afecciones graves asociadas a la infección por echovirus incluyen miocarditis (inflamación del corazón), síndrome obstétrico hemorrágico, queratoconjuntivitis (inflamación de la córnea y la conjuntiva), hepatitis severa con coagulopatía (alteración en la coagulación sanguínea), vasculitis leucocitoclástica (inflamación de los vasos sanguíneos), y encefalitis con sepsis(inflamación del cerebro acompañada de infección generalizada).
Los síndromes asociados con echovirus también pueden incluir neumonitis intersticial, pleurodinia (dolor en los músculos de la pared torácica), rhabdomiolisis (destrucción del tejido muscular), y síndromes hemofagocíticos en niños con cáncer. Además, se han reportado casos de sordera repentina, encefalitis, mielitis flácida aguda (una de las principales causas de parálisis en la India), neuritis óptica, uveítis (inflamación de la parte interna del ojo), sepsis neonatal, y shock séptico.
Tanto los echovirus como los enterovirus son una causa común de exantemas inespecíficos, que son erupciones en la piel de origen viral, que no se pueden atribuir a un diagnóstico específico. En resumen, los echovirus son responsables de una amplia variedad de síndromes clínicos, desde enfermedades leves hasta condiciones graves y potencialmente mortales, lo que resalta la importancia de su diagnóstico, tratamiento y medidas preventivas adecuadas.
Exámenes diagnósticos
Al igual que ocurre con otras infecciones por enterovirus, el diagnóstico de las infecciones por echovirus se establece de manera más precisa mediante la correlación de evidencia clínica, epidemiológica y de laboratorio. La identificación del virus en cultivos celulares suele generar efectos citopáticos, los cuales son alteraciones estructurales en las células infectadas, que se pueden observar al recuperar el virus a partir de muestras tomadas de los lavados de garganta, sangre o líquido cefalorraquídeo. Estos cultivos permiten la confirmación de la infección, aunque no siempre son necesarios para el diagnóstico en todos los casos.
Un enfoque adicional en el diagnóstico es la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para enterovirus, que se realiza en muestras de líquido cefalorraquídeo (LCR). Esta técnica molecular es altamente sensible y útil para detectar la presencia del virus de forma directa, permitiendo un diagnóstico más rápido y preciso. Además, se ha observado que la realización de PCR en el LCR en neonatos con fiebre está asociada con una menor duración de hospitalización, lo que puede mejorar el manejo clínico y reducir los costos asociados con la atención hospitalaria.
Una vez confirmado el diagnóstico, los títulos de anticuerpos en sangre pueden proporcionar información adicional. Un aumento de cuatro veces o más en los títulos de anticuerpos entre muestras de suero tomadas en un intervalo de tiempo, indica una infección sistémica, lo que refuerza la evidencia de que el virus ha invadido el organismo y está provocando una respuesta inmune.
Tratamiento
El tratamiento de las infecciones por echovirus es principalmente sintomático, ya que no existen tratamientos antivirales específicos para estos virus. Los pacientes suelen recibir atención médica para manejar los síntomas, como fiebre, dolor o inflamación, y en casos graves, para tratar las complicaciones que puedan surgir, como la meningitis o la encefalitis. La prognosis es generalmente excelente en la mayoría de los casos, con la mayoría de los pacientes recuperándose completamente. Sin embargo, se han documentado casos en los que los pacientes presentan parálisis leve después de una infección del sistema nervioso central (SNC), lo cual es una complicación rara pero posible.
Aunque existen datos in vitro que sugieren que fármacos como amantadina o ribavirina podrían tener algún efecto en la reducción de la replicación viral, no se dispone de estudios clínicos suficientes que respalden su efectividad en el tratamiento de infecciones por echovirus. Por lo tanto, estos medicamentos no son utilizados de manera rutinaria en el tratamiento de estas infecciones.
Prevención
Desde el punto de vista de la salud pública, los brotes agrupados de infecciones, como aquellos observados entre viajeros que nadan en aguas contaminadas con aguas residuales, sugieren exposición a una fuente puntual de infección, lo que destaca la importancia de identificar y controlar los factores de riesgo relacionados con el entorno. La prevención de la contaminación fecal-oral es fundamental para evitar la propagación del virus. Las medidas de control incluyen el mantenimiento adecuado de la higiene en las piscinas, lo que se logra mediante el uso de cloración del agua y el control del pH de las piscinas, lo que ayuda a eliminar los agentes patógenos y a prevenir la transmisión del virus. Estas estrategias de prevención son clave para reducir el impacto de las infecciones por enterovirus en la comunidad y prevenir brotes futuros.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
- Hwang JH et al. Evaluation of viral infection as an etiology of ME/CFS: a systematic review and meta-analysis. J Transl Med. 2023;21:763. [PMID: 37898798]