Nefropatía asociada al virus de la inmunodeficiencia humana

Nefropatía asociada al virus de la inmunodeficiencia humana
Nefropatía asociada al virus de la inmunodeficiencia humana

La nefropatía asociada al VIH es una condición en la que los riñones se ven afectados como resultado de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Se caracteriza por la presencia de síndrome nefrótico, que incluye proteinuria (exceso de proteínas en la orina), hipoalbuminemia (bajos niveles de albúmina en la sangre), edema (acumulación de líquido en los tejidos) y lípidos elevados en la sangre. Además, se observa una disminución en la tasa de filtración glomerular (TFG), lo que indica una disminución en la capacidad de los riñones para filtrar y eliminar desechos del cuerpo.

La mayoría de los pacientes con nefropatía asociada al VIH son de ascendencia subsahariana y poseen ciertos alelos de riesgo conocidos como APOL1. Esta predisposición genética aumenta la susceptibilidad a desarrollar la enfermedad. Además, esta condición suele estar relacionada con recuentos bajos de linfocitos CD4 y la presencia de SIDA, aunque en algunos casos puede ser la primera manifestación de la infección por VIH.

Las personas que viven con VIH también tienen un mayor riesgo de desarrollar otras enfermedades renales, como la toxicidad causada por ciertos medicamentos antirretrovirales utilizados en el tratamiento del VIH, enfermedad vascular y diabetes. Además, pueden desarrollar una enfermedad glomerular mediada por complejos inmunes, conocida como enfermedad por complejos inmunes del VIH.

La presentación clásica de la nefropatía asociada al VIH muestra un patrón de lesión conocido como glomeruloesclerosis segmentaria focal (GSFE), que se caracteriza por el colapso de los glomérulos. Además, puede haber un daño tubulointersticial grave que contribuye a la disfunción renal.

Sin embargo, con el avance en el tamizaje del VIH y el uso más efectivo de la terapia antirretroviral, la incidencia de nefropatía asociada al VIH ha disminuido. Se ha demostrado en estudios pequeños y no controlados que la terapia antirretroviral puede retardar la progresión de la enfermedad.

El tratamiento de la nefropatía asociada al VIH se centra en el control de la presión arterial y la proteinuria. Los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) o los antagonistas del receptor de angiotensina II (ARA II) son opciones comunes para lograr este control.

Para diagnosticar la nefropatía asociada al VIH y descartar otras causas de disfunción renal, es necesario realizar una biopsia renal.

En casos en los que la enfermedad renal progrese a una etapa terminal y el paciente sea de otra manera saludable, el trasplante renal puede ser una opción de tratamiento viable.

 

 

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