Polimialgia reumática y arteritis de células gigantes
Polimialgia reumática y arteritis de células gigantes

Polimialgia reumática y arteritis de células gigantes

La polimialgia reumática y la arteritis de células gigantes probablemente representan un espectro de una misma enfermedad debido a diversas similitudes clínicas, genéticas e inmunológicas. Estas dos condiciones afectan principalmente a personas mayores de 50 años, con una incidencia que aumenta progresivamente con cada década de vida. Ambas enfermedades muestran una notable preferencia por ciertos haplotipos del antígeno leucocitario humano (HLA), lo que sugiere fuertemente una predisposición genética compartida. Además, presentan patrones similares de actividad de citoquinas en la sangre y en los tejidos afectados, especialmente en las arterias. Estas características compartidas sugieren que la polimialgia reumática y la arteritis de células gigantes podrían ser variaciones de un mismo proceso patológico subyacente.

La arteritis de células gigantes, una forma de panarteritis sistémica, afecta principalmente a arterias de tamaño medio y grande. A menudo se le denomina arteritis temporal debido a la frecuente afectación de la arteria temporal, aunque también son comunes las lesiones en otras ramas extracraneales de la arteria carótida. La enfermedad puede extenderse para afectar la aorta y sus principales ramas, lo que resalta su naturaleza sistémica y su capacidad para involucrar estructuras vasculares grandes. Por otro lado, la polimialgia reumática, aunque frecuentemente coexiste con la arteritis de células gigantes, no se clasifica como una vasculitis sistémica. A diferencia de la arteritis de células gigantes, la polimialgia reumática no causa complicaciones graves como la ceguera o la afectación aórtica. Sus síntomas característicos son principalmente musculoesqueléticos, con dolor y rigidez en los hombros y las caderas, sin la inflamación vascular generalizada que caracteriza a la arteritis de células gigantes.

A pesar de sus diferencias, las dos enfermedades suelen coexistir, y esta co-ocurrencia refuerza la hipótesis de que podrían ser variaciones de un mismo proceso patológico. En cuanto al tratamiento, las dos condiciones también muestran respuestas distintas a la terapia con corticosteroides. La polimialgia reumática suele responder bien a dosis bajas de prednisona, generalmente en el rango de 10-20 mg al día. En contraste, la arteritis de células gigantes requiere dosis más altas, generalmente de 40-60 mg al día, debido a su naturaleza más grave y sistémica, que puede implicar riesgos significativos como la ceguera, la aortitis y complicaciones en grandes arterias.

Manifestaciones clínicas

Polimialgia reumática

La polimialgia reumática es un diagnóstico clínico que se establece principalmente en base a los síntomas de dolor y rigidez en las áreas de la cintura escapular y la cintura pélvica, que frecuentemente se asocian con fiebre, malestar general y pérdida de peso. En aproximadamente dos tercios de los casos, la polimialgia reumática ocurre en ausencia de arteritis de células gigantes, lo que subraya su naturaleza independiente en algunas personas. La condición se caracteriza por un dolor profundo y rigidez en los hombros, las caderas y la parte baja de la espalda, lo que limita considerablemente la capacidad funcional del paciente. Los individuos afectados tienen dificultades para realizar actividades cotidianas como peinarse, ponerse un abrigo o levantarse de una silla debido a la rigidez y el dolor intensos.

A diferencia de otras enfermedades que involucran inflamación muscular o compromiso de los vasos sanguíneos, como la polimiositis o la poliarteritis nodosa, la polimialgia reumática no causa debilidad muscular. Esto se debe a que la condición no se caracteriza por una inflamación primaria de los músculos ni por un daño secundario de los nervios debido a infartos. Aunque los pacientes experimentan un dolor significativo, la fuerza muscular no se ve comprometida, lo que la distingue de otras patologías musculares o vasculares. En lugar de la debilidad muscular, el síntoma predominante en la polimialgia reumática es la rigidez generalizada, particularmente en las zonas mencionadas, que afecta la movilidad de los pacientes y reduce su calidad de vida.

El diagnóstico de polimialgia reumática es principalmente clínico, basado en los hallazgos de los síntomas y signos característicos, ya que no existen pruebas diagnósticas específicas que puedan confirmar la enfermedad de manera concluyente. Sin embargo, el diagnóstico puede complementarse con análisis de sangre que muestran elevaciones en los niveles de reactantes de fase aguda, como la velocidad de sedimentación de los eritrocitos y la proteína C reactiva, aunque estas pruebas son inespecíficas y también se encuentran elevadas en una variedad de otras condiciones inflamatorias.

Es importante destacar que, aunque la polimialgia reumática puede ocurrir sin la presencia de arteritis de células gigantes, ambos trastornos frecuentemente coexisten en algunos pacientes. En estos casos, la inflamación de los vasos sanguíneos puede estar presente, pero la polimialgia reumática, por sí sola, no conlleva los riesgos graves asociados a la arteritis de células gigantes, como la pérdida de visión o complicaciones en grandes arterias.

Arteritis de células gigantes

Los criterios de clasificación de la arteritis de células gigantes, establecidos en 2022 por las sociedades americanas y europeas, destacan los diversos dominios esenciales para realizar el diagnóstico de esta enfermedad: clínico, laboratorio, patológico (biopsia de la arteria temporal) e imagenológico. El componente imagenológico incluye tanto el análisis de los grandes vasos con métodos como la ecografía, tomografía computarizada, resonancia magnética o tomografía por emisión de positrones, así como la imagenología de la arteria temporal mediante ecografía. Esta aproximación multifacética es fundamental, ya que no existe un solo hallazgo diagnóstico que confirme la enfermedad, sino que se requiere una evaluación integral.

La arteritis de células gigantes se presenta con mayor frecuencia en personas de edad avanzada, con una edad media de inicio de 79 años. Los síntomas clásicos de la enfermedad son cefalea, sensibilidad del cuero cabelludo, alteraciones visuales (particularmente amaurosis fugaz o diplopía) y claudicación mandibular. De estos síntomas, la claudicación mandibular posee el valor predictivo positivo más alto, lo que la convierte en un signo importante para el diagnóstico. Durante el examen físico, la arteria temporal puede parecer normal, pero en algunos casos se presenta de forma nodular, agrandada, sensible o incluso sin pulso. La ceguera, cuando ocurre, generalmente es el resultado de una neuropatía óptica isquémica anterior, causada por la arteritis oclusiva de la rama posterior ciliar de la arteria oftálmica. Cabe destacar que pueden no observarse hallazgos en el fondo de ojo durante las primeras 24 a 48 horas después del inicio de la ceguera.

Aproximadamente el 50% de los pacientes con arteritis de células gigantes presentan polimialgia reumática, lo que indica que ambas enfermedades pueden coexistir con frecuencia en un mismo paciente. La presencia de asimetría en los pulsos de los brazos, un soplo de regurgitación aórtica o ruidos vasculares en la región de la clavícula debido a estenosis de la arteria subclavia son señales de que la arteritis de células gigantes puede haber afectado la aorta o sus principales ramas. La afectación vascular a gran escala, especialmente caracterizada por aneurismas de la aorta torácica o estenosis de las arterias subclavia, vertebral, carótida y basilar, se presenta en aproximadamente el 25% de los pacientes con arteritis de células gigantes, a veces años después de que se haya realizado el diagnóstico inicial.

Es importante señalar que la enfermedad de grandes arterias subclínica es lo más común, y las tomografías por emisión de positrones muestran inflamación en la aorta y sus principales ramas en casi el 85% de los pacientes no tratados. Aproximadamente el 40% de los pacientes con arteritis de células gigantes presentan síntomas no clásicos en su presentación inicial, los cuales incluyen afectación de grandes arterias, que provoca principalmente regurgitación aórtica o claudicación de los brazos, problemas respiratorios (frecuentemente tos seca), mononeuritis múltiple (con parálisis dolorosa del hombro), o fiebre de origen desconocido. La arteritis de células gigantes representa el 15% de todos los casos de fiebre de origen desconocido en pacientes mayores de 65 años. En algunos casos, en lugar de presentar el bien conocido síntoma de claudicación mandibular, los pacientes pueden quejarse de un dolor vago que afecta otras localizaciones, como la lengua, la nariz o los oídos. De hecho, el dolor inexplicado en la cabeza o el cuello en un paciente mayor puede ser un indicio de la presencia de arteritis de células gigantes.

Este diagnóstico multifacético y su presentación clínica variada resaltan la complejidad de la arteritis de células gigantes, la cual no solo se caracteriza por síntomas clásicos fácilmente reconocibles, sino que también puede manifestarse de manera atípica, dificultando su diagnóstico temprano y, por lo tanto, su tratamiento adecuado.

Exámenes diagnósticos

Polimialgia Reumática

La polimialgia reumática es una enfermedad inflamatoria que afecta principalmente a personas mayores, causando dolor y rigidez muscular, especialmente en los hombros y caderas. En cuanto a los análisis de laboratorio, uno de los hallazgos más consistentes en la polimialgia reumática son los reactantes de fase aguda, como la velocidad de sedimentación de los eritrocitos (ESR, por sus siglas en inglés) y la proteína C-reactiva (CRP). Ambas son sustancias que aumentan en respuesta a la inflamación en el cuerpo. Generalmente, los pacientes con polimialgia reumática presentan niveles elevados de ESR por encima de 30 mm por hora y niveles de CRP superiores a 0.5 mg/dL. Estas elevaciones son casi universales en los pacientes con esta condición, lo que las convierte en marcadores sensibles de inflamación activa.

La medición de ESR y CRP en pacientes con sospecha de polimialgia reumática es fundamental para establecer el diagnóstico, especialmente cuando los síntomas clínicos son inespecíficos o atípicos. Sin embargo, aunque estos reactantes son útiles, no son exclusivos de la polimialgia reumática, ya que otras enfermedades inflamatorias pueden presentar resultados similares. A pesar de ello, la presencia de altos niveles de estos marcadores en un contexto clínico compatible con la polimialgia reumática es indicativa de la enfermedad.

Arteritis de Células Gigantes

La arteritis de células gigantes, también conocida como arteritis temporal, es una vasculitis que afecta a arterias grandes y medianas, principalmente las ramas de la arteria carótida. Esta enfermedad puede ocasionar complicaciones graves, como ceguera, por lo que su diagnóstico temprano es esencial. En términos de los hallazgos de laboratorio, la velocidad de sedimentación de los eritrocitos (ESR) es uno de los reactantes de fase aguda más elevados en los pacientes con arteritis de células gigantes. Se estima que aproximadamente el 90% de los pacientes con esta enfermedad tienen un ESR superior a 50 mm por hora. De hecho, en muchos casos, la ESR puede superar los 100 mm por hora.

Sin embargo, es importante notar que aunque la ESR es generalmente elevada en la arteritis de células gigantes, también existen casos excepcionales en los que el ESR puede ser relativamente bajo o incluso normal. En un estudio, se reportó que alrededor del 5% de los pacientes con arteritis de células gigantes, confirmada por biopsia, presentaron un ESR inferior a 40 mm por hora, lo que sugiere que la velocidad de sedimentación no siempre es un indicador absoluto en todos los pacientes. A pesar de esto, un ESR elevado sigue siendo uno de los criterios más útiles para el diagnóstico.

Por otro lado, la proteína C-reactiva (CRP) también suele estar elevada en la arteritis de células gigantes, y aunque es más sensible que la ESR, no es infalible. Existen casos de pacientes con arteritis de células gigantes confirmada mediante biopsia que presentan niveles normales de CRP, lo que puede complicar el diagnóstico en algunas situaciones. La combinación de una clínica sugestiva y marcadores inflamatorios elevados como la ESR y CRP es clave para la identificación de esta enfermedad.

Además de los reactantes de fase aguda, en los pacientes con arteritis de células gigantes también se observa con frecuencia anemia normocrómica y normocítica, una condición en la que los glóbulos rojos tienen un tamaño y color normales, pero en número reducido debido a la inflamación crónica. Otra alteración común es la trombocitosis, que se refiere al aumento del número de plaquetas en la sangre, otro marcador de inflamación.

En algunos pacientes, la fosfatasa alcalina (proveniente del hígado) también puede estar elevada, aunque este hallazgo no es tan frecuente. Se estima que aproximadamente el 20% de los pacientes con arteritis de células gigantes tienen niveles elevados de fosfatasa alcalina, lo que puede reflejar la afectación del sistema hepático o una reacción inflamatoria sistémica generalizada.

Diagnóstico diferencial

El diagnóstico diferencial de síntomas como malestar general, anemia y elevación notable de los reactantes de fase aguda es un desafío clínico, ya que estos signos pueden ser indicativos de diversas condiciones patológicas, algunas de las cuales son potencialmente graves. Los reactantes de fase aguda, tales como la velocidad de sedimentación de los eritrocitos y la proteína C-reactiva, son biomarcadores que aumentan en respuesta a la inflamación en el organismo. Cuando estos reactantes están elevados en un paciente que presenta malestar general y anemia, el diagnóstico diferencial debe considerar diversas causas, incluidas enfermedades reumáticas, malignidades ocultas e infecciones crónicas.

Enfermedades Reumáticas

Las enfermedades reumáticas constituyen un grupo amplio de trastornos que afectan principalmente los sistemas musculoesquelético y cardiovascular, pero que a menudo tienen una manifestación sistémica que afecta a múltiples órganos y tejidos. Entre estas, la artritis reumatoide es una de las patologías que más comúnmente se asocia con el malestar general, anemia y elevación de los reactantes de fase aguda. La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmune ataca las articulaciones, provocando inflamación crónica, dolor y rigidez. Además de las alteraciones articulares, esta enfermedad puede dar lugar a manifestaciones sistémicas, que incluyen anemia de enfermedad crónica, un tipo de anemia que se caracteriza por una reducción en el número de glóbulos rojos debido a la inflamación prolongada.

Otras enfermedades reumáticas, como las vasculitis sistémicas (que son trastornos inflamatorios de los vasos sanguíneos), también pueden presentar un cuadro clínico similar. Las vasculitis, que incluyen afecciones como la poliarteritis nodosa y la arteritis de células gigantes, pueden generar un aumento marcado de los reactantes de fase aguda, anemia, y síntomas de malestar general debido a la inflamación de los vasos sanguíneos, lo que afecta tanto la circulación sanguínea como la función de los órganos.

Malignidades Ocultas

El malestar general, la anemia y la elevación de los reactantes de fase aguda también pueden ser consecuencia de malignidades ocultas, es decir, de cánceres en estadios tempranos o de difícil diagnóstico inicial. Algunos tipos de cáncer, especialmente aquellos que se encuentran en fases avanzadas o en áreas de difícil acceso, pueden presentar síntomas inespecíficos como el malestar general y la anemia, junto con la elevación de los reactantes de fase aguda debido a la inflamación o a la respuesta inmune del cuerpo frente al tumor. Por ejemplo, en los cánceres hematológicos, como los linfomas y las leucemias, es común que se presenten elevaciones de los reactantes de fase aguda, junto con anemia debido a la supresión de la médula ósea.

En algunos casos, el malestar general y la anemia pueden ser los primeros síntomas de un cáncer oculto, que luego se revela mediante estudios adicionales. La elevación de los reactantes de fase aguda en este contexto es un reflejo de la respuesta inflamatoria sistémica a la presencia del tumor. A menudo, la identificación de una malignidad subyacente requiere de una investigación exhaustiva que incluya imágenes, biopsias y análisis de sangre específicos.

Infecciones Crónicas

Las infecciones crónicas también son una causa importante de malestar general, anemia y elevación de los reactantes de fase aguda. En particular, las infecciones como la endocarditis bacteriana subaguda y la osteomielitis pueden causar estos síntomas. La endocarditis bacteriana subaguda es una infección del revestimiento interno del corazón, generalmente causada por bacterias que ingresan al torrente sanguíneo y se adhieren a las válvulas cardíacas. Esta condición puede presentarse con síntomas generales como fiebre, fatiga, y malestar, junto con la elevación de los reactantes de fase aguda debido a la respuesta inflamatoria a la infección.

De manera similar, la osteomielitis, que es una infección ósea crónica, puede causar síntomas similares. La osteomielitis a menudo se asocia con dolor localizado, fiebre, y malestar general, y también puede provocar anemia debido a la infección crónica y la inflamación persistente. En ambos casos, la elevación de los reactantes de fase aguda refleja la presencia de una infección activa y una respuesta inflamatoria en el cuerpo.

Tratamiento

Polimialgia reumática

El tratamiento de la polimialgia reumática se basa principalmente en el uso de corticosteroides, siendo la prednisona el fármaco de elección. La polimialgia reumática es una enfermedad inflamatoria sistémica que afecta principalmente a personas mayores, causando dolor y rigidez muscular en los hombros, cuello y caderas. En pacientes con polimialgia reumática aislada, es decir, aquellos que no presentan síntomas asociados a la arteritis de células gigantes, como dolor de cabeza, claudicación mandibular, sensibilidad en el cuero cabelludo o síntomas visuales, el tratamiento inicial consiste en la administración de prednisona a dosis bajas de entre 10 y 20 miligramos por día de forma oral.

El objetivo de este tratamiento es reducir la inflamación y aliviar los síntomas dolorosos que caracterizan la polimialgia reumática. La prednisona es un corticosteroide que suprime la respuesta inflamatoria del cuerpo, proporcionando alivio rápido de los síntomas. Sin embargo, si el paciente no experimenta una mejoría dramática dentro de las primeras 72 horas de tratamiento, es recomendable reconsiderar el diagnóstico. Esta falta de respuesta temprana podría indicar que la afección del paciente no es polimialgia reumática o que existe otra condición subyacente que no ha sido identificada.

Una vez que se observa una mejoría en los síntomas, el tratamiento con prednisona generalmente se mantiene durante un período de 2 a 4 semanas. En este punto, se puede comenzar a reducir gradualmente la dosis de prednisona, proceso conocido como «tapering». El objetivo del tapering es disminuir lentamente la dosis del corticosteroide para evitar efectos secundarios y permitir que el sistema inmunológico del paciente recupere su función normal. Sin embargo, este proceso debe ser manejado con cuidado, ya que en muchos casos los pacientes pueden experimentar brotes de la enfermedad cuando la dosis de prednisona se reduce. De hecho, entre el 50% y el 60% de los pacientes experimentan recaídas de los síntomas durante el proceso de reducción de la dosis, lo que puede requerir un aumento temporal de la prednisona para controlar la inflamación.

La duración del tratamiento con corticosteroides es una consideración crítica. En la mayoría de los casos, los pacientes con polimialgia reumática requieren un tratamiento con prednisona durante al menos un año. Se considera que un período de tratamiento de 6 meses es generalmente demasiado corto, ya que los síntomas pueden recurrir si se suspende el tratamiento prematuramente. Es importante tener en cuenta que, a pesar de que los reactantes de fase aguda, como la velocidad de sedimentación de los eritrocitos, son útiles para monitorizar la actividad de la enfermedad, no deben ser el único criterio para guiar la reducción de la dosis de prednisona. Esto se debe a que los valores de la velocidad de sedimentación pueden fluctuar y no son específicos de la actividad de la polimialgia reumática, por lo que las decisiones sobre la reducción del corticosteroide deben basarse principalmente en la evaluación clínica de los síntomas del paciente, no solo en los resultados de los análisis de laboratorio.

En algunos casos, cuando los pacientes no responden adecuadamente al tratamiento convencional con prednisona o experimentan dificultades para reducir la dosis de corticosteroides debido a brotes recurrentes de la enfermedad, se pueden considerar opciones terapéuticas adicionales. Un ejemplo de tratamiento en este contexto es el uso de sarilumab, un anticuerpo monoclonal humano que actúa como un inhibidor del receptor de la interleucina 6. La interleucina 6 es una citocina que juega un papel clave en la inflamación y en la patogénesis de diversas enfermedades autoinmunes, incluida la polimialgia reumática. Sarilumab ha sido aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos para el tratamiento de la polimialgia reumática refractaria, es decir, en aquellos casos en los que la enfermedad no responde al tratamiento convencional con corticosteroides o en los que los pacientes tienen dificultades para reducir la dosis de prednisona. Sarilumab ofrece una opción terapéutica adicional para controlar la inflamación en pacientes con polimialgia reumática de difícil manejo.

Arteritis de células gigantes

El diagnóstico temprano de la arteritis de células gigantes es crucial para prevenir complicaciones severas como la pérdida de visión. Los pacientes que presentan síntomas y hallazgos que sugieren un compromiso craneal, tales como dolor de cabeza, claudicación mandibular, sensibilidad en el cuero cabelludo o alteraciones visuales, deben ser tratados inmediatamente con corticosteroides. El tratamiento inicial recomendado es el uso de prednisona, administrada a una dosis de 1 miligramo por kilogramo de peso corporal al día, con un máximo de 80 miligramos por día por vía oral. El tratamiento debe iniciarse de manera urgente para reducir la inflamación y prevenir daños permanentes, como la ceguera.

A pesar de que el diagnóstico definitivo de arteritis de células gigantes requiere una biopsia de la arteria temporal o una ecografía de la arteria temporal, el tratamiento con prednisona debe iniciarse de inmediato. La razón de esta urgencia radica en que el daño a la visión puede ocurrir rápidamente debido a la falta de perfusión adecuada a los ojos por la inflamación de las arterias que los irrigan. La intervención temprana con corticosteroides puede detener el proceso inflamatorio y salvar la visión en muchos casos, aunque no siempre es eficaz una vez que la ceguera ya se ha establecido.

El diagnóstico de arteritis de células gigantes se realiza frecuentemente mediante la biopsia de la arteria temporal, que debe obtenerse lo más pronto posible tras el inicio del tratamiento con corticosteroides. Aunque el tratamiento con prednisona puede atenuar los hallazgos diagnósticos en las primeras semanas, en muchos casos los resultados de la biopsia de la arteria temporal siguen siendo positivos hasta dos semanas o más después de comenzar la terapia. Para obtener una muestra adecuada de tejido, es esencial que la biopsia tenga una longitud mínima de 2 centímetros, ya que la enfermedad puede presentar una distribución segmentaria, lo que significa que puede afectar solo áreas específicas de la arteria, dejando otras partes sin alteraciones.

Las guías clínicas de 2021 recomiendan realizar una biopsia unilateral, ya que esta presenta una tasa de éxito de aproximadamente el 80-85%. La realización de biopsias bilaterales no aumenta significativamente la probabilidad de diagnóstico, ya que solo mejora el rendimiento diagnóstico en un 15% adicional. En algunos casos, la ecografía de la arteria temporal puede revelar el signo del halo, que se caracteriza por un engrosamiento y una hiperdensidad alrededor de la arteria inflamada. Este hallazgo puede reducir la necesidad de una biopsia de la arteria temporal, aunque sigue siendo el estándar de oro para el diagnóstico de la arteritis de células gigantes.

En aquellos pacientes que no presentan un compromiso craneal pero que tienen arteritis de células gigantes en arterias de mayor calibre, como la aorta, la biopsia de la arteria temporal puede no ser útil. En estos casos, los estudios de imagen, como la resonancia magnética angiográfica o la tomografía computarizada con angiografía, son fundamentales para establecer el diagnóstico. Estos estudios permiten visualizar estrechamientos, engrosamientos o dilataciones aneurismáticas de la aorta y las arterias subclavias y axilares, que son característicos de la arteritis de células gigantes en grandes arterias.

Es importante resaltar que los aneurismas de la aorta son mucho más frecuentes en pacientes con arteritis de células gigantes que en individuos normales, ocurriendo 17 veces más frecuentemente. Estos aneurismas pueden causar complicaciones graves, como insuficiencia aórtica, disección o ruptura. Aunque los aneurismas pueden desarrollarse en cualquier momento, se presentan típicamente alrededor de siete años después del diagnóstico de arteritis de células gigantes. Por esta razón, se recomienda un seguimiento y cribado rutinario para detectar esta complicación en pacientes con arteritis de células gigantes tanto craneal como de grandes vasos.

El tratamiento de la arteritis de células gigantes generalmente comienza con dosis altas de prednisona, que se administran de forma oral durante aproximadamente un mes antes de considerar la reducción de la dosis. Esta fase inicial de tratamiento tiene como objetivo controlar la inflamación activa de los vasos sanguíneos afectados y prevenir complicaciones graves, como la pérdida de visión. A medida que la inflamación se controla, la dosis de prednisona debe reducirse gradualmente. Sin embargo, al ajustar la dosificación, es importante entender que la velocidad de sedimentación de los eritrocitos (ESR) o la proteína C-reactiva (CRP) son indicadores útiles, aunque no absolutos, de la actividad de la enfermedad. Estos reactantes de fase aguda reflejan el grado de inflamación en el cuerpo, pero no siempre corresponden directamente con la presencia de actividad clínica.

Un error común en el manejo de la arteritis de células gigantes es tratar los valores de ESR en lugar de centrarse en los síntomas del paciente. La ESR puede aumentar ligeramente incluso cuando la enfermedad está en remisión, especialmente durante el proceso de disminución de la dosis de prednisona. Esto se debe a que los corticosteroides, como la prednisona, tienen efectos antiinflamatorios que pueden disminuir la ESR, y cuando la dosis se reduce, el valor de la ESR puede aumentar nuevamente sin que la enfermedad esté reactivándose. Además, en pacientes mayores, es común que la ESR basal esté por encima del rango normal, por lo que un leve aumento en este valor no debe ser motivo para reiniciar el tratamiento con prednisona si el paciente se encuentra asintomático.

Para reducir la dependencia prolongada de la prednisona y minimizar el riesgo de brotes de la enfermedad, se han desarrollado terapias biológicas, como el tocilizumab, un inhibidor del receptor de interleucina 6 (IL-6). La interleucina 6 es una citocina que juega un papel clave en la inflamación y en la patogénesis de la arteritis de células gigantes. El tocilizumab ha sido aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) para el tratamiento de la arteritis de células gigantes, y su uso puede reducir la necesidad de un tratamiento prolongado con corticosteroides, lo que disminuye los efectos secundarios asociados con su uso a largo plazo, como la osteoporosis, la diabetes y la hipertensión.

Las pautas de tratamiento para la arteritis de células gigantes recomiendan iniciar el tratamiento con tocilizumab, administrado a una dosis de 162 miligramos por vía subcutánea semanalmente o 6 miligramos por kilogramo de peso corporal mensualmente. Este tratamiento debe combinarse con glucocorticoides en todos los pacientes con arteritis de células gigantes recién diagnosticada o en aquellos con recaídas de la enfermedad. El uso de tocilizumab permite reducir la dosis de prednisona de manera más gradual, ayudando a controlar la inflamación sin los efectos adversos de la terapia con corticosteroides a largo plazo. Además, este medicamento puede disminuir el riesgo de recurrencias de la enfermedad, proporcionando un control más sostenido y efectivo de la arteritis de células gigantes.

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Maz M et al. 2021 American College of Rheumatology/Vasculitis Foundation guideline for the management of giant cell arteritis and Takayasu arteritis. Arthritis Rheumatol. 2021;73:1349. [PMID: 34235884]
  2. Ponte C et al. 2022 American College of Rheumatology/EULAR classification criteria for giant cell arteritis. Arthritis Rheumatol. 2022;74:1881. [PMID: 36350123]
  3. Spiera RF et al. Sarilumab for relapse of polymyalgia rheumatica during glucocorticoid taper. N Engl J Med. 2023;389:1263. [PMID: 37792612]
  4. Tanaz AK et al. Treatment guidelines in vasculitis. Rheum Dis Clin North Am. 2022;48:705. [PMID: 35953232]
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