Coriomeningitis Linfocítica
Coriomeningitis Linfocítica

Coriomeningitis Linfocítica

El virus de la coriomeningitis linfocítica es un miembro de la familia Arenaviridae, grupo que incluye también al agente etiológico responsable de la fiebre de Lassa. Este virus posee un marcado neurotropismo, es decir, tiene afinidad por el sistema nervioso central, al que infecta de forma preferencial. Se trata de un virus de ARN segmentado, envuelto, cuya estructura y comportamiento replicativo le permiten persistir en reservorios animales y ocasionalmente causar enfermedad en humanos.

El principal reservorio del virus de la coriomeningitis linfocítica es el ratón doméstico (Mus musculus). La prevalencia de la infección por este virus en determinadas áreas geográficas se relaciona directamente con la densidad y distribución de las poblaciones de roedores. Además del ratón doméstico, otros animales también pueden actuar como reservorios o vectores incidentales del virus, incluyendo ratas, cobayos, puercoespines, algunos primates no humanos, musarañas, perros e incluso cerdos. Los hámsters domésticos, particularmente los que se comercializan como mascotas, también han sido implicados en la transmisión del virus al ser humano.

Los animales infectados eliminan el virus a través de secreciones nasales, orina y heces. La transmisión al ser humano probablemente ocurre por la inhalación de partículas virales aerosolizadas presentes en ambientes contaminados con excretas de roedores. También puede producirse por contacto directo con las mucosas, a través de heridas o lesiones en la piel, mediante inoculación percutánea accidental, o por mordeduras de animales infectados.

En humanos, la enfermedad causada por este virus está subdiagnosticada, lo cual se debe en parte a la inespecificidad de los síntomas iniciales y a la falta de conciencia clínica sobre esta entidad. Su incidencia aumenta en otoño, coincidiendo con el comportamiento estacional de los roedores. Generalmente, no existe transmisión de persona a persona; sin embargo, se ha documentado la transmisión vertical (de madre a hijo durante el embarazo), y el virus ha sido reconocido como un teratógeno subestimado, es decir, un agente capaz de provocar malformaciones congénitas.

Se han reportado casos aislados de transmisión del virus asociados a trasplantes de órganos sólidos y a la manipulación de cadáveres infectados durante autopsias. Todos los casos documentados en este contexto fueron de origen donante, lo que subraya la importancia del tamizaje viral en donantes de órganos. Aunque los brotes son infrecuentes, cuando ocurren, suelen estar restringidos a entornos de laboratorio, especialmente entre trabajadores que tienen contacto frecuente o directo con roedores infectados, como sucede en instalaciones de investigación biomédica.

Manifestaciones clínicas

El periodo de incubación del virus de la coriomeningitis linfocítica varía según la manifestación clínica que se considere. Desde el momento de la exposición al virus hasta la aparición de los síntomas sistémicos iniciales transcurren entre 8 y 13 días. Posteriormente, los signos meníngeos, indicativos de afectación del sistema nervioso central, suelen presentarse entre los días 15 y 21. Esta progresión temporal refleja la diseminación viral desde el sitio de entrada hacia órganos linfoides y finalmente al sistema nervioso central, donde el virus ejerce su tropismo preferencial.

La sintomatología clínica es típicamente bifásica. En una primera fase prodrómica, el paciente presenta un cuadro inespecífico que incluye fiebre, escalofríos, cefalea, mialgias, tos y vómitos. En algunos casos pueden observarse linfadenopatías y exantemas maculopapulares. Esta fase inicial dura aproximadamente entre tres y cinco días y suele resolverse temporalmente, con una disminución de la fiebre. Sin embargo, tras un intervalo de aparente mejoría de dos a cuatro días, el paciente experimenta una recaída que marca el inicio de la fase meníngea.

Durante esta segunda fase, el cuadro clínico se agrava y se orienta hacia una meningoencefalitis. La cefalea se intensifica, reaparecen náuseas y vómitos, y se añade letargia. Los signos meníngeos clásicos, como rigidez de nuca, fotofobia y signo de Brudzinski, pueden estar presentes, aunque su aparición es variable. Además, pueden desarrollarse artralgias en etapas más avanzadas de la enfermedad. Se han descrito complicaciones neurológicas severas, como mielitis transversa, hipoacusia neurosensorial, síndrome de Guillain-Barré, y tanto hidrocefalia transitoria como permanente.

En el contexto de la infección congénita, el virus de la coriomeningitis linfocítica ha adquirido un reconocimiento creciente como causa de alteraciones del neurodesarrollo fetal. Es particularmente relevante su asociación con hidrocefalia obstructiva, calcificaciones intracerebrales y corioretinitis. Estas manifestaciones derivan del daño directo del virus sobre el neuroepitelio fetal en desarrollo, así como de la respuesta inflamatoria que este genera en el sistema nervioso central del feto.

Entre los hallazgos más comunes en la infección congénita se encuentran la corioretinitis, la hidrocefalia, la microcefalia, la ventriculomegalia y las calcificaciones periventriculares, todas ellas características compartidas con otras infecciones congénitas de tipo TORCH. En fetos o neonatos que presentan ventriculomegalia u otras alteraciones evidentes en estudios de neuroimagen, debe considerarse el tamizaje para coriomeningitis linfocítica congénita, especialmente si no se ha identificado una etiología alternativa. Cabe destacar que en aproximadamente la mitad de los casos, las madres cursan la infección de forma asintomática, lo que dificulta aún más el diagnóstico prenatal.

En circunstancias poco frecuentes, se ha documentado un síndrome clínico que simula las fiebres hemorrágicas virales, particularmente en receptores de órganos sólidos infectados y en pacientes inmunocomprometidos con linfoma. Estos casos se caracterizan por una afectación sistémica grave y una respuesta inflamatoria exacerbada, probablemente atribuible a la replicación viral descontrolada en un huésped con inmunidad alterada.

 

Exámenes diagnósticos

En el curso de la infección por el virus de la coriomeningitis linfocítica, pueden observarse inicialmente alteraciones hematológicas inespecíficas que reflejan tanto la respuesta inmunitaria del huésped como el efecto directo del virus sobre la médula ósea y otros tejidos hematopoyéticos. Entre estas alteraciones se encuentran la leucocitosis o la leucopenia, así como la trombocitopenia. Estas variaciones dependen de múltiples factores, incluyendo el estadio de la infección, la carga viral, el estado inmunológico del paciente y la respuesta inflamatoria sistémica.

La leucocitosis puede manifestarse como un intento del organismo por controlar la replicación viral mediante el incremento de leucocitos circulantes, particularmente linfocitos y monocitos. Por el contrario, en algunos casos se observa leucopenia, lo cual podría deberse a la supresión medular transitoria inducida por el virus o al secuestro de leucocitos en los tejidos afectados. La trombocitopenia, que también puede estar presente en las fases tempranas de la enfermedad, se explica por un aumento en el consumo de plaquetas, alteraciones en su producción o destrucción inmunomediada.

Durante la fase meníngea, el análisis del líquido cefalorraquídeo revela hallazgos característicos de una meningitis viral. Uno de los principales hallazgos es la pleocitosis linfocítica, que corresponde a un aumento en el número de linfocitos en el líquido cefalorraquídeo, con recuentos totales que frecuentemente oscilan entre 500 y 3000 células por microlitro (equivalente a 0.5–3.0 × 10⁹ células por litro). Este patrón linfocítico refleja la infiltración inmunitaria secundaria a la replicación viral en las meninges y estructuras cerebrales adyacentes.

Además, se suele observar un aumento leve en la concentración de proteínas del líquido cefalorraquídeo, lo cual es indicativo de una mayor permeabilidad de la barrera hematoencefálica y de la presencia de proteínas plasmáticas y productos celulares. En al menos una cuarta parte de los pacientes, la concentración de glucosa en el líquido cefalorraquídeo se encuentra baja o en el rango inferior de lo normal, lo cual puede sugerir un mayor consumo metabólico por parte de las células inflamatorias o un compromiso del transporte activo de glucosa a través de la barrera hematoencefálica.

En cuanto al diagnóstico virológico, el virus de la coriomeningitis linfocítica puede aislarse a partir de muestras de sangre o líquido cefalorraquídeo mediante la inoculación intracerebral en ratones neonatos, un método altamente sensible aunque técnicamente complejo y actualmente poco utilizado debido a la disponibilidad de técnicas moleculares más rápidas y seguras. A medida que avanza la enfermedad, típicamente durante o después de la segunda semana, se detectan anticuerpos fijadores del complemento, reflejo de la activación del sistema inmunitario humoral. No obstante, la técnica más empleada en la actualidad para el diagnóstico serológico es la detección de inmunoglobulina M específica mediante inmunoensayo enzimático (ELISA), que permite identificar infecciones recientes o activas con alta sensibilidad y especificidad.

 

Diagnóstico diferencial

La infección por el virus de la coriomeningitis linfocítica presenta características clínicas que permiten, en ciertos casos, diferenciarla de otras formas de meningitis aséptica, así como de las meningitis de origen bacteriano o granulomatoso. Una de las particularidades distintivas de esta entidad es la presencia de un pródromo que semeja una infección respiratoria de tipo gripal, acompañado por un período de latencia antes de la aparición de los signos neurológicos más evidentes.

El pródromo de tipo gripal se manifiesta con síntomas inespecíficos tales como fiebre, cefalea, mialgias, escalofríos, tos y malestar general. Esta fase inicial suele durar entre tres y cinco días y puede resolverse de forma transitoria, lo que induce una falsa sensación de recuperación clínica. Posteriormente, tras un intervalo asintomático de dos a cuatro días, se produce una recaída con el inicio de la fase meníngea. Esta secuencia bifásica —un pródromo gripal seguido por una fase meníngea diferida— no es común en otras meningitis virales de etiología más frecuente, como las causadas por enterovirus o herpesvirus, las cuales tienden a presentar una evolución más lineal y sin esta recuperación intermedia.

En contraste, la meningitis bacteriana aguda se caracteriza por un inicio súbito y progresión rápida de los síntomas neurológicos, con fiebre elevada, cefalea intensa, signos meníngeos prominentes y deterioro del estado de conciencia en pocas horas. En la meningitis granulomatosa, como la producida por Mycobacterium tuberculosis o ciertas micosis sistémicas, el curso es más insidioso, de evolución subaguda o crónica, frecuentemente acompañado de síntomas constitucionales prolongados como pérdida de peso, sudoración nocturna y fatiga.

La presencia del pródromo gripal seguido de un intervalo libre de síntomas antes del comienzo de la meningoencefalitis proporciona, por tanto, una pista clínica importante para sospechar infección por el virus de la coriomeningitis linfocítica, especialmente en ausencia de signos sugestivos de infección bacteriana o granulomatosa.

Además, un elemento clave en el proceso diagnóstico es la anamnesis dirigida, específicamente la investigación sobre la exposición reciente a roedores o a sus secreciones. El antecedente de convivencia o manipulación de ratones domésticos (Mus musculus), hámsters, ratas u otros animales potencialmente infectados —ya sea en el hogar, laboratorios, zoológicos o ambientes rurales— representa un dato epidemiológico fundamental. Este tipo de contacto, muchas veces inadvertido por el paciente o subestimado en la evaluación inicial, puede ser determinante para orientar la sospecha clínica hacia una zoonosis viral como la coriomeningitis linfocítica.

 

Tratamiento

El tratamiento de la infección por el virus de la coriomeningitis linfocítica es fundamentalmente de tipo sintomático o de soporte, dado que no existe en la actualidad un antiviral específico aprobado universalmente para su uso en esta patología. Esta estrategia terapéutica se centra en aliviar los síntomas del paciente, prevenir complicaciones y sostener las funciones vitales mientras el sistema inmunológico elimina la infección.

El abordaje de soporte incluye medidas como el control de la fiebre, el manejo del dolor (especialmente cefalea y mialgias), la reposición de líquidos, el tratamiento de las náuseas y vómitos, y, en casos graves, la monitorización neurológica y el soporte ventilatorio en unidades de cuidados intensivos. En presencia de aumento de la presión intracraneana, puede ser necesario el uso de esteroides o incluso intervención neuroquirúrgica, como la derivación ventricular en casos de hidrocefalia.

En contextos especiales, como los brotes asociados a trasplantes de órganos sólidos, se han reportado casos de supervivencia en pacientes tratados con ribavirina, un antiviral de amplio espectro con eficacia conocida contra otros miembros de la familia Arenaviridae, como el virus de la fiebre de Lassa. En estos pacientes, el tratamiento incluyó no solo la administración de ribavirina, sino también la reducción de la inmunosupresión farmacológica, lo que permitió una recuperación más eficaz de la función inmunitaria y una mejor respuesta contra el virus. No obstante, el uso de ribavirina en este contexto sigue siendo experimental y se reserva para situaciones graves o de alto riesgo, dado que los datos disponibles provienen principalmente de reportes de casos y no de estudios clínicos controlados.

Ante la necesidad de tratamientos más específicos y eficaces, se están llevando a cabo investigaciones sobre otros antivirales con potencial actividad contra arenavirus, entre ellos favipiravir y umifenovir. Ambos fármacos son agentes antivirales inicialmente desarrollados para combatir el virus de la influenza. Favipiravir actúa inhibiendo la ARN polimerasa dependiente de ARN viral, mecanismo que teóricamente podría ser efectivo contra arenavirus. Sin embargo, su uso en etapas tempranas de la infección por SARS-CoV-2 durante la pandemia de COVID-19 no mostró beneficios concluyentes, lo que plantea dudas sobre su eficacia clínica real.

Por otro lado, umifenovir, también conocido como arbidol, es un antiviral utilizado principalmente en Rusia y China para tratar infecciones respiratorias por influenza. Se ha demostrado que posee actividad in vitro contra varios arenavirus, incluido el virus de la coriomeningitis linfocítica, aunque los estudios clínicos sobre su eficacia en seres humanos siguen siendo limitados. Además, su seguridad y eficacia durante el embarazo, una población de especial preocupación en el contexto de las infecciones congénitas, aún no han sido suficientemente evaluadas, lo que limita su aplicación en mujeres gestantes.


Pronóstico

La infección por el virus de la coriomeningitis linfocítica, en la mayoría de los casos que afectan a individuos inmunocompetentes de la población general, cursa con una evolución clínica autolimitada. Las complicaciones graves y la mortalidad son poco frecuentes en este grupo, y la mayoría de los pacientes se recuperan completamente. La enfermedad, aunque puede ser sintomáticamente intensa durante la fase aguda, suele tener una duración de una a dos semanas. Sin embargo, en algunos casos, la fase de convalecencia puede extenderse por varios días o incluso semanas, manifestándose con fatiga, cefaleas residuales y disminución del rendimiento físico o cognitivo.

La baja tasa de complicaciones en la población general se debe, en gran medida, a la capacidad del sistema inmunológico para contener y eliminar la infección antes de que se produzcan daños neurológicos permanentes. Aunque pueden observarse alteraciones del líquido cefalorraquídeo sugestivas de meningitis viral, estas suelen resolverse sin dejar secuelas. Por esta razón, muchos casos pasan desapercibidos o son diagnosticados erróneamente como cuadros virales inespecíficos.

En contraste, la infección congénita por el virus de la coriomeningitis linfocítica representa una forma mucho más grave y clínicamente significativa. La transmisión vertical de madre a feto durante la gestación, especialmente en el primer y segundo trimestre, puede provocar daños severos al sistema nervioso central en desarrollo. En estos casos, la mortalidad alcanza aproximadamente un 30% entre los lactantes infectados. Entre los recién nacidos que sobreviven, más del 90% presenta secuelas neurológicas a largo plazo. Estas pueden incluir microcefalia, hidrocefalia, calcificaciones periventriculares, corioretinitis, retraso psicomotor, epilepsia y alteraciones cognitivas y sensoriales persistentes. La gravedad de estas complicaciones está relacionada con la inmadurez del sistema inmunológico fetal y con la susceptibilidad del tejido nervioso en desarrollo al daño inflamatorio y viral directo.

Asimismo, la infección por el virus de la coriomeningitis linfocítica en receptores de trasplantes de órganos sólidos constituye una situación clínica particularmente alarmante. Estos pacientes, debido a la inmunosupresión farmacológica necesaria para prevenir el rechazo del injerto, tienen una capacidad reducida para controlar la replicación viral. En consecuencia, la infección tiende a progresar de forma rápida y agresiva, con afectación multisistémica y elevada mortalidad. En esta población, se ha documentado una tasa de letalidad que puede superar el 80%, incluso con intervenciones médicas intensivas. Las manifestaciones clínicas en estos casos incluyen encefalitis fulminante, falla orgánica múltiple y evolución tórpida a pesar del tratamiento de soporte y, en algunos casos, del uso de antivirales experimentales como ribavirina.


Prevención

Las personas embarazadas deben ser informadas de manera clara y detallada sobre los riesgos que implica la exposición a roedores durante la gestación, dado que la infección por el virus de la coriomeningitis linfocítica puede tener consecuencias devastadoras para el desarrollo fetal. Este virus, que se transmite principalmente a través del contacto directo o indirecto con roedores, especialmente el ratón doméstico (Mus musculus) y algunos roedores mantenidos como mascotas (como los hámsters), tiene la capacidad de atravesar la barrera placentaria y provocar una infección congénita en el feto.

La infección congénita por el virus de la coriomeningitis linfocítica se asocia con una elevada tasa de mortalidad fetal y neonatal, estimada en aproximadamente un 30%. Además, entre los neonatos que sobreviven a la infección intrauterina, más del 90% desarrolla secuelas neurológicas permanentes de diversa gravedad. Estas incluyen microcefalia, hidrocefalia, calcificaciones intracraneales, ventriculomegalia, corioretinitis, retraso psicomotor y discapacidades cognitivas o sensoriales, lo que convierte al virus en un teratógeno significativo. A diferencia de muchas infecciones maternas que pueden cursar con sintomatología evidente, la coriomeningitis linfocítica en embarazadas es asintomática en aproximadamente la mitad de los casos, lo que dificulta su detección y aumenta el riesgo de consecuencias fetales graves sin que se adopten medidas preventivas adecuadas.

Dada la potencial gravedad de la infección fetal y la dificultad de su diagnóstico precoz en la madre, resulta esencial implementar estrategias de prevención primaria, centradas en la reducción de la exposición a las fuentes de infección. Esto incluye evitar el contacto con roedores domésticos, tanto mascotas como roedores silvestres, y abstenerse de manipular sus jaulas, alimentos o excrementos. Las personas embarazadas deben ser especialmente cautelosas si viven en entornos donde los roedores están presentes, como viviendas rurales, áreas con infestación o en laboratorios y criaderos.

Asimismo, se recomienda evitar tareas como la limpieza de jaulas o trampas para roedores, o la manipulación de materiales contaminados con orina, heces o saliva de estos animales, ya que el virus puede ser transmitido por partículas virales aerosolizadas. En caso de ser absolutamente necesario realizar estas tareas, deben emplearse medidas de protección adecuadas, como el uso de guantes, mascarillas y una correcta ventilación del área. Es importante también promover una higiene ambiental rigurosa y controlar activamente las poblaciones de roedores en el domicilio.

🎴TARJETA DE REPASO: CORIOMENINGITIS LINFOCÍTICA
🎴TARJETA DE REPASO: CORIOMENINGITIS LINFOCÍTICA

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Pencole L et al. Congenital lymphocytic choriomeningitis virus: a review. Prenat Diagn. 2022;42:1059. [PMID: 35695127]

  2. Vilibic-Cavlek T et al. Lymphocytic choriomeningitis—emerging trends of a neglected virus: a narrative review. Trop Med. Infect Dis 2021;6:88. [PMID: 34070581]

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