¿Cuál es la causa de la artritis reumatoide?
La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune crónica que se caracteriza por una inflamación persistente y sistémica de las articulaciones, principalmente las articulaciones sinoviales. La sinovitis, que es la inflamación de la membrana sinovial que recubre las articulaciones, es la manifestación primaria de la enfermedad. Esta membrana normalmente secreta líquido sinovial para lubricar y nutrir las articulaciones, pero en la AR, se engrosa debido a la infiltración de células inflamatorias y la proliferación de tejido sinovial, lo que conduce a la formación de pannus, una estructura de tejido inflamatorio que daña el cartílago y el hueso articulares.
La AR afecta aproximadamente al 1% de la población mundial, siendo más prevalente en mujeres que en hombres, con una relación de 3:1. La enfermedad puede comenzar a cualquier edad, pero típicamente el inicio ocurre en la cuarta o quinta década de la vida para las mujeres y más tarde, entre la sexta y la octava década, para los hombres.
La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune compleja y multifactorial, cuya etiología exacta aún no se comprende completamente. Se desconoce la causa específica que desencadena la activación del sistema inmunitario en la AR, pero se reconoce que la susceptibilidad a la enfermedad está determinada genéticamente, con la contribución de múltiples genes.
Los estudios genéticos han identificado varios loci asociados con un mayor riesgo de desarrollar AR. Entre estos, los genes que codifican los antígenos leucocitarios humanos (HLA, por sus siglas en inglés) juegan un papel crucial. Específicamente, los alelos del gen HLA-DRB1 han sido identificados como los más fuertemente asociados con la AR. En particular, ciertos alelos de HLA-DRB1 codifican una secuencia de aminoácidos conocida como el «epítopo compartido» (como el epitopo citrulinado en la posición 70-74), que confiere un riesgo significativo para desarrollar la enfermedad.
Este «epítopo compartido» parece desempeñar un papel crucial en la presentación de antígenos a las células T y en la activación del sistema inmunitario, lo que conduce a la autoinmunidad dirigida contra los tejidos propios del individuo, especialmente la membrana sinovial de las articulaciones en el caso de la AR.
Además de los genes HLA, otros loci genéticos también han sido identificados como factores de riesgo para la AR, incluyendo genes relacionados con la respuesta inmune y la inflamación, como PTPN22, CTLA4, y genes implicados en la señalización de citocinas como TNFAIP3 y STAT4. Estos genes contribuyen a la susceptibilidad genética a través de mecanismos que regulan la respuesta inmune y la tolerancia inmunológica.
A pesar de la influencia genética significativa, se reconoce que la AR también está influenciada por factores ambientales y epigenéticos, que pueden modular la expresión de los genes implicados en la enfermedad. Estos factores incluyen el tabaquismo, la microbiota intestinal, la exposición a infecciones virales y bacterianas, y otros factores ambientales aún por identificar completamente.
Desde el punto de vista patofisiológico, la AR se desarrolla cuando el sistema inmunitario del cuerpo ataca por error sus propios tejidos, en este caso, la membrana sinovial de las articulaciones. Los factores genéticos juegan un papel importante en la susceptibilidad a la AR, aunque la enfermedad también se ve influenciada por factores ambientales y hormonales.
La inflamación crónica característica de la AR no solo afecta las articulaciones, sino que también puede tener manifestaciones sistémicas. La enfermedad puede provocar complicaciones graves en otros órganos y sistemas del cuerpo, como el corazón, los pulmones, los ojos, la piel y el sistema nervioso. Esto se debe a la presencia de citocinas proinflamatorias y otros mediadores que circulan por todo el cuerpo y contribuyen a la inflamación sistémica.
El diagnóstico de la AR se basa en criterios clínicos establecidos, que incluyen la presencia de sinovitis persistente y la evaluación de marcadores serológicos como el factor reumatoide (FR) y los anticuerpos anti-péptido citrulinado cíclico (anti-CCP). Además, la imagenología como radiografías y ecografías articulares puede ser útil para evaluar el daño articular.
El tratamiento de la AR tiene como objetivos principales reducir la inflamación, aliviar el dolor, preservar la función articular y mejorar la calidad de vida del paciente. Se utilizan fármacos modificadores de la enfermedad (FAME), como los antirreumáticos convencionales y los biológicos, así como terapias complementarias como la fisioterapia y la terapia ocupacional.
Fuente y lecturas recomendadas:
- Solomon DH et al. Adverse effects of low-dose methotrexate: a randomized trial. Ann Intern Med. 2020;172:369. [PMID: 32066146]
- Fraenkel L et al. 2021 American College of Rheumatology guideline for the treatment of rheumatoid arthritis. Arthritis Care Res (Hoboken). 2021;73:924. [PMID: 34101387]
- Ytterberg SR et al; ORAL Surveillance Investigators. Cardiovascular and cancer risk with tofacitinib in rheumatoid arthritis. N Engl J Med. 2022;386:316. [PMID: 35081280]