Dolor: Generalidades del tratamiento farmacológico

Generalidades del tratamiento farmacológico del dolor
Generalidades del tratamiento farmacológico del dolor

El dolor, una experiencia perceptiva compleja, se ve influida por diversos factores que trascienden la simple activación de los nociceptores, receptores especializados en la detección de estímulos nocivos. Aunque estos juegan un papel fundamental en la señalización de la sensación álgica, la experiencia total se ve moldeada por elementos como las emociones, la memoria, la función cognitiva, el contexto social y cultural, y las expectativas.

Los nociceptores, al ser activados, desencadenan señales eléctricas que viajan al sistema nervioso central, contribuyendo a la percepción de los estímulos dolorosos. No obstante, esta experiencia va más allá de la respuesta fisiológica, siendo las emociones un componente crucial. El miedo, la ansiedad o la depresión pueden modular la intensidad de la sensación dolorosa, y, a su vez, el estas pueden provocar respuestas emocionales que afectan la percepción global.

La memoria y la función cognitiva también influyen, ya que las experiencias pasadas pueden modular la percepción álgica, y la atención prestada a estas varía según las capacidades cognitivas del individuo. Asimismo, el contexto social y cultural desempeña un papel importante; las expectativas culturales y el apoyo social pueden impactar en cómo se vive el dolor. Las expectativas individuales sobre el dolor y su tratamiento también contribuyen a la experiencia general, influyendo en la forma en que se procesa y tolera el dolor.

En cuanto a los objetivos del tratamiento, estos no deben limitarse a la reducción del dolor. La clarificación de la causa del dolor es esencial, requiriendo evaluaciones médicas detalladas. La atenuación de la nocicepción, abordando la fuente del dolor, es crucial, al igual que la mejora de la función física y la reducción de discapacidades asociadas. Además, se busca aliviar el sufrimiento emocional, considerando el impacto psicológico del dolor y proporcionando el apoyo necesario.

El tratamiento debe ser integral, buscando mejorar la salud mental, abordar trastornos psicológicos concomitantes, mejorar la calidad del sueño y fomentar interacciones sociales saludables.

 

antiinflamatorios y antipiréticos

El ácido acetilsalicílico, comúnmente conocido como aspirina, destaca como el analgésico más ampliamente utilizado a nivel mundial. Forma parte de un grupo fundamental en la farmacoterapia del dolor junto con otros fármacos como los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), el paracetamol y la fenacetina. Estos medicamentos constituyen la base del tratamiento para aliviar el dolor en diversas condiciones.

Los analgésicos antipiréticos, entre los cuales se encuentra el ácido acetilsalicílico, actúan mediante la inhibición de la ciclooxigenasa, una enzima crucial en la producción de prostaglandinas. Las prostaglandinas son compuestos químicos que sensibilizan los nociceptores (receptores de dolor) y regulan la respuesta inflamatoria. Al inhibir la ciclooxigenasa, se reduce la formación de prostaglandinas, disminuyendo así la sensación de dolor y la inflamación.

A pesar de sus beneficios terapéuticos, los analgésicos antipiréticos, especialmente los AINE, presentan un problema fundamental relacionado con sus efectos secundarios. En el caso de los AINE, estos efectos adversos pueden incluir hemorragias, ulceraciones digestivas, toxicidad renal y un aumento del riesgo de episodios cardiovasculares. Estos efectos secundarios deben ser cuidadosamente considerados al prescribir o consumir estos medicamentos, y es esencial sopesar los beneficios terapéuticos con los posibles riesgos.

 

Antidepresivos y anticonvulsivos

En el tratamiento del dolor neuropático crónico, las recomendaciones generales indican que los grupos de medicamentos de primera elección comprenden antidepresivos y anticonvulsivos, específicamente antidepresivos tricíclicos e inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina, así como gabapentina y pregabalina.

Los antidepresivos tricíclicos, como la amitriptilina y la nortriptilina, actúan inhibiendo la recaptación de neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina. Este mecanismo de acción modula la percepción dolorosa en el contexto del dolor neuropático crónico. Simultáneamente, los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina, como la duloxetina y la venlafaxina, contribuyen al alivio del dolor mediante el aumento de la disponibilidad de estos neurotransmisores.

En la categoría de anticonvulsivos, se destaca la eficacia de la gabapentina y la pregabalina, ambos gabapentinoides. Estos medicamentos se destacan por su capacidad para estabilizar las membranas neuronales y reducir la excitabilidad neuronal, siendo particularmente eficaces en el tratamiento del dolor neuropático. La versatilidad de los gabapentinoides se manifiesta en su capacidad para abordar no solo el dolor neuropático “tipo lancinante”, sino también una variedad de trastornos dolorosos.

Además, se subraya que los antidepresivos no solo son eficaces en el contexto del dolor neuropático, sino que también demuestran utilidad en la profilaxis de diversas condiciones dolorosas, como la cefalea, el dolor abdominal y pélvico, la fibromialgia y el dolor musculoesquelético.

Debido a su elevada eficacia y su perfil favorable de efectos secundarios, los gabapentinoides (gabapentina y pregabalina) son los fármacos de elección para muchas formas de dolor neuropático.

 

Adyuvantes

En el contexto del tratamiento del dolor neuropático, se exploran diversos grupos de adyuvantes que han demostrado eficacia en contextos específicos. Entre ellos, las cremas tópicas se destacan, especialmente aquellas que contienen capsaicina, la sustancia picante del chile. La capsaicina actúa como agonista del receptor TRPV1, desensibilizando las terminaciones nerviosas y reduciendo la transmisión del dolor. Su aplicación tópica se ha asociado con alivio del dolor, siendo particularmente relevante en condiciones como la neuralgia postherpética.

Otro grupo de adyuvantes incluye los antagonistas del N-metil-D-aspartato (NMDA), entre los cuales se encuentran la ketamina y el dextrometorfano. Estos fármacos actúan como antagonistas del receptor NMDA, implicado en la modulación de la señal de dolor. Su aplicación puede ser beneficiosa en ciertos contextos de dolor neuropático, aunque su uso debe ser cauteloso debido a posibles efectos secundarios.

Los relajantes musculares esqueléticos, como el baclofeno, también se consideran adyuvantes eficaces. Baclofeno activa receptores GABA B en la médula espinal, reduciendo la liberación de neurotransmisores excitatorios y, por ende, mitigando el dolor asociado con espasmos musculares.

Respecto a los parches tópicos, se destaca la eficacia de los parches de lidocaína en la reducción del dolor y la alodinia en pacientes con neuralgia postherpética y otros trastornos neuropáticos. La lidocaína, un anestésico local, bloquea la conducción de señales nerviosas al interferir con los canales de sodio.

Finalmente, los parches de capsaicina tópica en alta concentración (8%) han demostrado proporcionar un alivio significativo de las sensaciones dolorosas en condiciones como la neuralgia postherpética y la neuropatía por el VIH. Considerados como tratamiento de segunda elección para formas de dolor neuropático periférico, la aplicación de capsaicina inicialmente desencadena una sensación de ardor que, con el tiempo, contribuye a la desensibilización de las terminaciones nerviosas y a la reducción de la percepción del dolor.

 

Canabinoides

El empleo de cannabinoides para el tratamiento del dolor, tanto agudo como crónico, constituye un área de investigación y aplicación clínica de interés creciente. Estos compuestos ejercen sus efectos principalmente al unirse a dos tipos de receptores cannabinoides, conocidos como CB1 y CB2.

En el caso de CB1, estos receptores se expresan en concentraciones significativas en el sistema nervioso central, siendo responsables de la mayor parte de los efectos eufóricos y otros efectos psicológicos asociados con la exposición a cannabinoides. Además, se distribuyen a lo largo de las vías del dolor, sugiriendo un papel fundamental en la modulación de la percepción de este. Por otro lado, los receptores CB2 se localizan principalmente en células inmunitarias de los tejidos periféricos, contribuyendo a propiedades antiinflamatorias. Esta distribución sugiere que los cannabinoides podrían desempeñar un papel en la modulación de respuestas inmunológicas y en la inflamación asociada con ciertos tipos de dolor.

En el ámbito de los cannabinoides sintéticos aprobados, se destacan el dronabinol y la nabilona. Estos compuestos han recibido aprobación para su uso médico en contextos específicos. El dronabinol y la nabilona están indicados para tratar los vómitos inducidos por quimioterapia y para estimular el apetito en enfermedades debilitantes, como el VIH/SIDA. Ambos compuestos, al actuar sobre los receptores cannabinoides, ofrecen beneficios terapéuticos en situaciones médicas particulares.

Es relevante subrayar que, si bien los cannabinoides han demostrado propiedades analgésicas y antiinflamatorias, su uso está asociado con efectos secundarios y plantea preocupaciones sobre la seguridad a largo plazo. Además, la regulación legal y las políticas sobre el uso de cannabinoides varían considerablemente entre diferentes regiones y países, añadiendo una capa adicional de complejidad a su implementación clínica.

Tratamiento farmacológico del dolor

Tratamiento farmacológico del dolor

 

Opioides

Los analgésicos opioides desempeñan un papel fundamental en el tratamiento del dolor canceroso y son considerados la piedra angular en la gestión de esta manifestación dolorosa. La eficacia de los opioides radica en su capacidad para modular la percepción del dolor a nivel central, interfiriendo con las vías de transmisión del dolor en el sistema nervioso. Sin embargo, su utilización en el tratamiento del dolor crónico, más allá del contexto oncológico, se ve restringida debido a una serie de efectos secundarios significativos.

En el caso del dolor asociado al cáncer, los opioides son particularmente eficaces debido a la intensidad y la naturaleza intratable de este tipo de dolor. El cáncer puede provocar dolor de diversas maneras, ya sea por la invasión de tejidos circundantes, la compresión de nervios o la activación de vías inflamatorias. Los opioides, al actuar sobre receptores específicos en el sistema nervioso central, logran modular estas señales dolorosas, proporcionando alivio a los pacientes con cáncer.

No obstante, cuando se trata de dolor crónico no relacionado con el cáncer, los opioides tienen limitaciones importantes. Uno de los principales desafíos es la prevalencia de efectos secundarios significativos que acompañan al uso prolongado de estos analgésicos. Entre los efectos secundarios más comunes se encuentran:

  • Náuseas: La estimulación de los receptores opioides en el área postrema del cerebro puede desencadenar náuseas y, en algunos casos, vómitos.
  • Estreñimiento: La acción de los opioides en los receptores del sistema gastrointestinal reduce la motilidad intestinal, llevando a una marcada tendencia al estreñimiento.
  • Sedación: Los opioides pueden tener un efecto sedante, lo que afecta la cognición y el estado de alerta del paciente.
  • Prurito: La liberación de histamina relacionada con el uso de opioides puede dar lugar a sensaciones de picazón en la piel.
  • Depresión Respiratoria: Este es uno de los efectos secundarios más preocupantes y potencialmente peligrosos de los opioides. En dosis altas o en situaciones de sensibilidad aumentada, los opioides pueden deprimir la función respiratoria, lo que representa un riesgo significativo, especialmente en casos de sobredosis.
  • Deficiencia Endocrina: El uso crónico de opioides puede afectar la función endocrina, dando lugar a disfunción sexual y, en algunos casos, contribuyendo a la osteoporosis acelerada.

Estos efectos secundarios, combinados con la preocupación por el desarrollo de tolerancia, dependencia y el riesgo de adicción, limitan el uso de los opioides en el tratamiento del dolor crónico no relacionado con el cáncer.

Las directrices clínicas sugieren que, cuando la monoterapia no logra proporcionar un control efectivo del dolor, se puede recurrir al empleo de múltiples fármacos, una estrategia conocida como polimedicación. Esta aproximación se fundamenta en la complejidad y diversidad de los mecanismos subyacentes al dolor, así como en la variabilidad de las respuestas individuales a los tratamientos. La polimedicación busca abordar de manera más integral los diversos aspectos del dolor y optimizar la eficacia del tratamiento.

La necesidad de polimedicación surge de la comprensión de que el dolor puede tener múltiples contribuyentes y estar mediado por diversas vías y neurotransmisores. En lugar de depender exclusivamente de un solo fármaco, la combinación de medicamentos que actúan en diferentes puntos de las vías de señal del dolor permite abordar simultáneamente múltiples aspectos del proceso doloroso.

Al emplear múltiples fármacos, se busca lograr un efecto sinérgico y mejorar la eficacia global del tratamiento. Además, la polimedicación puede permitir el uso de dosis más bajas de cada medicamento individual, lo que puede reducir la incidencia de efectos secundarios y mejorar la tolerabilidad del tratamiento.

Un aspecto fundamental en la polimedicación es la consideración de utilizar fármacos que actúen en diferentes localizaciones de las vías de señal álgicas. Por ejemplo, se pueden combinar fármacos que actúan a nivel periférico (como antiinflamatorios no esteroideos) con aquellos que actúan a nivel central (como opioides o fármacos que afectan la transmisión neuronal). Esta estrategia multifocal busca abordar el dolor desde diversas perspectivas, mejorando así las posibilidades de control.

En condiciones ideales, la polimedicación debería incluir fármacos con efectos adversos antagónicos. Esto implica seleccionar medicamentos que puedan contrarrestar los efectos secundarios unos de otros, logrando así un equilibrio entre la eficacia y la tolerabilidad del tratamiento. Por ejemplo, si un fármaco tiene como efecto secundario la sedación, otro podría tener propiedades estimulantes para mitigar este efecto no deseado.

La combinación inapropiada de medicamentos puede aumentar el riesgo de interacciones adversas y complicaciones. La evaluación individualizada de cada paciente, considerando sus necesidades específicas y la naturaleza de su malestar, es esencial para diseñar un enfoque terapéutico efectivo y seguro. La polimedicación, cuando se utiliza de manera razonable y fundamentada, puede ser una estrategia valiosa en el tratamiento del dolor que no responde adecuadamente a la monoterapia.

 

 

Homo medicus

 


 

 

 

 

 
Anatomía del hígado

Anatomía del hígado

Síguenos en X: @el_homomedicus  y @enarm_intensivo    

🟥     🟪     🟨     🟧     🟩     🟦

APRENDER CIRUGÍA

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Ya que has encontrado útil este contenido...

¡Sígueme en los medios sociales!

Avatar del usuario

Homo medicus

Conocimiento médico en evolución...

También te podría gustar...