Desde finales de la década de 1980, la incidencia de infecciones causadas por Haemophilus influenzae en adultos ha disminuido en más del 90%, un fenómeno que se atribuye principalmente a la implementación de programas de vacunación infantil rutinaria. La vacunación ha generado una reducción significativa en la circulación de cepas invasivas, lo que ha disminuido la transmisión comunitaria y, por ende, la exposición indirecta de la población adulta a estos microorganismos.
Las especies de Haemophilus, incluyendo Haemophilus influenzae, son responsables de una amplia variedad de infecciones en el ser humano. Estas bacterias pueden provocar enfermedades inflamatorias en diferentes sitios del organismo, tales como sinusitis, otitis media, bronquitis, epiglotitis, neumonía, celulitis, artritis séptica, meningitis y endocarditis. En la población adulta, la mayoría de las infecciones son causadas por cepas no tipificables, que no presentan el polisacárido capsular característico de las cepas tipo b, más frecuentes en infecciones pediátricas graves antes de la vacunación.
Diversos factores predisponentes aumentan el riesgo de infección por Haemophilus en adultos. Entre ellos se incluyen el consumo excesivo de alcohol, el hábito de fumar, la presencia de enfermedades pulmonares crónicas como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la edad avanzada y la infección por el virus de inmunodeficiencia humana. En particular, en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, las especies de Haemophilus tienden a colonizar la mucosa del tracto respiratorio superior y son una causa frecuente de bronquitis purulenta debido a la inflamación y daño crónico de las vías respiratorias.
Sinusitis, otitis o infecciones del tracto respiratorio
En adultos que presentan sinusitis, otitis o infecciones del tracto respiratorio, el tratamiento antibiótico debe ser seleccionado cuidadosamente para asegurar la efectividad contra el microorganismo causante y minimizar la resistencia bacteriana. En estos casos, la amoxicilina es un antibiótico de primera línea cuando el organismo es susceptible, y se administra comúnmente en dosis de quinientos a mil miligramos tres veces al día. Sin embargo, debido a la creciente presencia de cepas productoras de beta-lactamasas, que pueden inactivar la amoxicilina, se recomienda el uso de amoxicilina combinada con ácido clavulánico en dosis de ochocientos setenta y cinco miligramos de amoxicilina con ciento veinticinco miligramos de ácido clavulánico dos veces al día para asegurar una cobertura adecuada contra estas bacterias resistentes.
Además de estas opciones, existen otros antibióticos orales que pueden emplearse dependiendo del cuadro clínico y la susceptibilidad del microorganismo. Entre estos se encuentran cefuroxima axetilo, que se administra en dosis de quinientos miligramos dos veces al día, y cefdinir, en dosis de seiscientos miligramos una vez al día. También se consideran fluoroquinolonas como levofloxacina y moxifloxacina, que se dosifican a setecientos cincuenta miligramos diarios y cuatrocientos miligramos diarios, respectivamente, y son útiles en infecciones más complicadas o en pacientes alérgicos a penicilinas. Otras alternativas incluyen doxiciclina, a razón de cien miligramos dos veces al día, y azitromicina, que se inicia con una dosis de quinientos miligramos seguida de doscientos cincuenta miligramos diarios.
La duración del tratamiento antibiótico varía según la severidad y el tipo de infección, aunque en la mayoría de los casos clínicos un curso de cinco a siete días suele ser suficiente para lograr la resolución del cuadro. No obstante, en pacientes con infecciones respiratorias graves, como aquellos con neumonía multilobar acompañada de signos sistémicos severos, la administración intravenosa de antibióticos es preferible para asegurar niveles terapéuticos adecuados. En tales circunstancias, ceftriaxona en dosis de un gramo diario por vía intravenosa constituye una opción sólida. Alternativamente, las fluoroquinolonas intravenosas también son apropiadas, especialmente en pacientes con alergia a la penicilina, manteniendo las dosis recomendadas para administración oral, ajustadas a la vía parenteral.
En definitiva, la selección del antibiótico y la vía de administración deben ajustarse al perfil clínico del paciente, la gravedad de la infección y las características microbiológicas, siempre buscando un equilibrio entre eficacia terapéutica y reducción del riesgo de resistencia.
Epiglotitis
La epiglotitis se presenta de manera súbita con fiebre alta, dificultad para controlar las secreciones orales y salivación profusa, lo que indica un compromiso significativo de las vías aéreas superiores. Un síntoma característico es un dolor de garganta intenso, que contrasta con un examen de la faringe que puede parecer poco revelador, lo cual constituye un hallazgo diagnóstico clave. La obstrucción laríngea secundaria a la inflamación genera estridor y signos de dificultad respiratoria, que pueden progresar rápidamente a una emergencia médica.
El diagnóstico definitivo se realiza mediante la visualización directa de la epiglotis, la cual aparece roja intensa, inflamada y edematosa durante la laringoscopía. No obstante, este procedimiento debe realizarse con extrema precaución, especialmente en pacientes pediátricos, ya que la manipulación puede desencadenar un espasmo laríngeo y agravar la obstrucción de la vía aérea. Por este motivo, la laringoscopía se recomienda únicamente en unidades de cuidados intensivos o entornos equipados para una rápida intubación, garantizando la seguridad del paciente ante posibles complicaciones.
El tratamiento inicial de elección para la epiglotitis es la administración de ceftriaxona, un antibiótico de amplio espectro que se administra por vía intravenosa a una dosis de dos gramos cada veinticuatro horas. La duración del tratamiento suele extenderse entre siete y diez días para asegurar la erradicación completa de la infección y prevenir complicaciones. En pacientes con alergias graves a la penicilina, las fluoroquinolonas representan una alternativa viable, respetando las dosis adecuadas para esta condición. Este abordaje integral, que combina diagnóstico cuidadoso y manejo terapéutico adecuado, es fundamental para reducir la morbilidad y mortalidad asociadas con esta enfermedad potencialmente letal.
Meningitis
La meningitis causada por Haemophilus influenzae es una condición poco frecuente en la población adulta, pero debe ser considerada especialmente en aquellos pacientes que presentan meningitis concomitante con infecciones de senos paranasales o del oído medio. La conexión entre estas infecciones locales y la meningitis radica en la proximidad anatómica y la posibilidad de que la bacteria invada el sistema nervioso central a través de la diseminación directa o hematógena.
Ante la sospecha de meningitis por Haemophilus influenzae, es crucial iniciar un tratamiento antibiótico de amplio espectro de manera inmediata para limitar el daño neurológico y controlar la infección. La ceftriaxona, administrada en una dosis total de cuatro gramos diarios dividida en dos tomas, constituye el medicamento de elección inicial. Este régimen debe mantenerse hasta que se confirme que la cepa bacteriana no produce beta-lactamasa, una enzima que confiere resistencia a ciertos antibióticos betalactámicos, y en caso contrario, ajustar el tratamiento según los resultados de sensibilidad microbiológica.
El curso terapéutico para la meningitis por Haemophilus influenzae generalmente debe prolongarse por un mínimo de siete días para asegurar la eliminación completa del patógeno y reducir el riesgo de recaídas o complicaciones. Además del tratamiento antibiótico, el uso de corticosteroides como la dexametasona ha demostrado ser beneficioso para disminuir la inflamación del sistema nervioso central y, consecuentemente, la incidencia de secuelas a largo plazo, siendo la pérdida auditiva la más común. La dexametasona se administra en dosis de 0,15 miligramos por kilogramo de peso corporal cada seis horas por vía intravenosa, idealmente comenzando antes o junto con el antibiótico para maximizar su efecto protector.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Chow AW et al. IDSA clinical practice guideline for acute bacterial rhinosinusitis in children and adults. Clin Infect Dis. 2012;54:e72. [PMID: 22438350]
- Khattak ZE et al. Haemophilus influenzae infection. In: StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2023. [PMID: 32965847]
- Metlay JP et al. Diagnosis and treatment of adults with community-acquired pneumonia. An official clinical practice guideline of the American Thoracic Society and Infectious Diseases Society of America. Am J Respir Crit Care Med. 2019;200:e45. [PMID: 31573350]
- Sriram KB et al. Nontypeable Haemophilus influenzae and chronic obstructive pulmonary disease: a review for clinicians. Crit Rev Microbiol. 2018;44:125. [PMID: 28539074]