¿Qué es la pleuritis?

Pleuritis
Pleuritis

La pleuritis, también conocida como pleuritis o pleuritis aguda, es una condición médica caracterizada por la inflamación de la pleura, la membrana serosa que recubre los pulmones (pleura visceral) y la cavidad torácica (pleura parietal). El dolor pleurítico, que es uno de los principales síntomas de esta afección, se origina en la pleura parietal. Esta membrana es rica en terminaciones nerviosas, por lo que su inflamación puede provocar un dolor agudo y punzante que a menudo se intensifica durante la respiración profunda o al toser.

La pleura es una estructura anatómica esencial para la función respiratoria, ya que proporciona una superficie deslizante que facilita el movimiento de los pulmones dentro de la cavidad torácica. En condiciones normales, la pleura visceral y parietal están separadas por un delgado espacio pleural lleno de un líquido lubricante que minimiza la fricción durante la respiración. La inflamación de la pleura parietal altera esta dinámica, llevando a un aumento de la fricción entre las dos capas pleurales y, en consecuencia, a dolor pleurítico.

Las causas de pleuritis son variadas y pueden incluir tanto procesos infecciosos como no infecciosos. En individuos jóvenes y generalmente saludables, las infecciones virales respiratorias representan una causa frecuente de pleuritis. Los virus que afectan el sistema respiratorio, como los virus de la influenza o el virus sincitial respiratorio, pueden inducir una inflamación de la pleura, dando lugar a dolor torácico y otros síntomas respiratorios.

Otra causa común de pleuritis en este grupo etario es la neumonía, que puede ser de origen bacteriano, viral o micobacteriano. La neumonía, al inflamar el tejido pulmonar circundante, puede extenderse a la pleura, provocando pleuritis secundaria. En regiones donde la tuberculosis es endémica, la infección por Mycobacterium tuberculosis también puede involucrar la pleura, causando pleuritis tuberculosa.

La embolia pulmonar, que ocurre cuando un coágulo sanguíneo se desplaza a los pulmones y obstruye una arteria pulmonar, también puede inducir pleuritis. Esta condición puede causar daño a la pleura y provocar dolor pleurítico, junto con otros síntomas como dificultad para respirar y taquicardia.

Los trastornos inflamatorios sistémicos, como la artritis reumatoide o el lupus eritematoso sistémico, pueden causar serositis, una inflamación de las membranas serosas que incluye la pleura. Esta inflamación puede llevar a pleuritis, contribuyendo al dolor torácico y a la disnea.

En el ámbito de las neoplasias, los cánceres pulmonares o metastásicos pueden invadir la pleura, resultando en una pleuritis maligna. Esta forma de pleuritis puede ser particularmente dolorosa y suele requerir tratamiento oncológico específico.

Finalmente, algunas reacciones adversas a medicamentos pueden provocar pleuritis. Por ejemplo, fármacos como procainamida, hidralazina e isoniazida han sido asociados con pleuritis como un efecto secundario raro. Estos medicamentos pueden inducir una reacción inflamatoria en la pleura, dando lugar a síntomas de pleuritis.


Manifestaciones clínicas

El dolor pleurítico es una manifestación clínica que se origina a partir de la inflamación de la pleura parietal, la capa de la pleura que recubre la cavidad torácica y está en contacto directo con la pared torácica. Este tipo de dolor se caracteriza por su localización bien definida, su calidad aguda y su tendencia a ser pasajero. Además, el dolor pleurítico se intensifica con actividades que aumentan el movimiento de la caja torácica, tales como la tos, los estornudos, la respiración profunda o el movimiento corporal.

La razón detrás de estas características específicas del dolor pleurítico se encuentra en la distribución de las terminaciones nerviosas en la región torácica. La pleura parietal está ricamente inervada por los nervios intercostales, que se extienden a lo largo de los espacios intercostales entre las costillas y proporcionan sensibilidad a la piel que recubre la pared torácica. Estos nervios intercostales están involucrados en la percepción del dolor que surge de la inflamación de la pleura parietal.

Cuando la pleura parietal se inflama, el dolor se percibe de manera aguda y localizada en la superficie de la pared torácica debido a la alta densidad de terminaciones nerviosas en esta área. La naturaleza del dolor pleurítico se debe a la interacción entre la inflamación pleural y las fibras nerviosas que inervan la región afectada. La tos, los estornudos y la respiración profunda exacerbán la fricción entre las capas pleurales, aumentando el estímulo doloroso transmitido por los nervios intercostales.

Además de la pleura parietal, el diafragma también puede verse implicado en el dolor pleurítico, especialmente en casos donde la inflamación afecta el diafragma central. El diafragma es inervado principalmente por el nervio frénico, que tiene una trayectoria que se extiende desde el cuello hasta el abdomen. Las fibras del nervio frénico pueden transmitir sensaciones dolorosas desde el diafragma hacia el cuello y el hombro del mismo lado, una manifestación conocida como dolor referido. Esta radiación del dolor se produce porque los nervios que inervan el diafragma (nervio frénico) y las áreas del cuello y el hombro tienen una conexión neuronal común a nivel central. Por lo tanto, el cerebro puede interpretar la sensación dolorosa proveniente del diafragma como si proviniera de estas otras regiones.


Tratamiento

El tratamiento de la pleuritis se enfoca principalmente en abordar la causa subyacente de la inflamación de la pleura, ya que la eficacia del manejo depende de la resolución de la patología primaria que desencadena la pleuritis. Dado que la pleuritis puede resultar de una amplia gama de condiciones, desde infecciones virales y bacterianas hasta trastornos autoinmunitarios y malignidades, la identificación y tratamiento de la causa específica es esencial para la recuperación completa del paciente.

En términos de manejo sintomático, los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) son comúnmente utilizados para aliviar el dolor asociado con la pleuritis. Los AINEs, como el ibuprofeno o el naproxeno, actúan inhibiendo la acción de las enzimas ciclooxigenasas (COX), que son responsables de la producción de prostaglandinas proinflamatorias. Al reducir la síntesis de estas sustancias, los AINEs disminuyen la inflamación y, por ende, el dolor pleurítico. Este enfoque es generalmente efectivo para el tratamiento del dolor leve a moderado y puede mejorar significativamente el bienestar del paciente.

En casos en los que los AINEs no son suficientes para controlar el dolor o cuando su uso está contraindicado debido a condiciones como úlceras gástricas o insuficiencia renal, se pueden considerar opioides. Los opioides, como la morfina, son potentes analgésicos que actúan sobre los receptores opioides en el sistema nervioso central para mitigar el dolor. Sin embargo, su uso debe ser cuidadosamente monitoreado debido a riesgos asociados como la depresión respiratoria y la posible retención de secreciones en las vías respiratorias. Esta última preocupación es particularmente relevante en pacientes con afecciones respiratorias concurrentes, ya que la retención de secreciones puede complicar el cuadro clínico.

Además del tratamiento del dolor, es fundamental abordar las complicaciones potenciales asociadas con la pleuritis. Entre estas complicaciones se encuentran el derrame pleural, el engrosamiento pleural y la presencia de aire en el espacio pleural, condiciones que requieren un enfoque diagnóstico y terapéutico específico.

El derrame pleural se produce cuando se acumula líquido en el espacio pleural, y puede ser consecuencia de diversas etiologías, como infecciones, malignidades o insuficiencia cardíaca. La presencia de un derrame pleural puede llevar a síntomas adicionales como dificultad para respirar y opresión torácica. La evaluación de un derrame pleural generalmente incluye la realización de una toracocentesis, un procedimiento en el que se extrae líquido del espacio pleural para su análisis. El análisis del líquido pleural ayuda a determinar la causa del derrame, como infección, malignidad o inflamación, y orienta el tratamiento adicional necesario.

El engrosamiento pleural, que puede ocurrir como resultado de inflamación crónica, fibrosis o malignidad, puede limitar la expansión pulmonar y afectar la función respiratoria. En tales casos, el manejo puede incluir tratamientos para reducir la inflamación y mejorar la movilidad de la pared torácica, además de la monitorización periódica para evaluar la progresión de la enfermedad.

La presencia de aire en el espacio pleural, conocida como neumotórax, puede ser una complicación grave que requiere intervención inmediata. El neumotórax puede surgir de la ruptura de una burbuja de aire en los pulmones o de una lesión traumática, y su tratamiento puede implicar la inserción de un tubo de drenaje torácico para eliminar el aire y permitir la reexpansión pulmonar.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Bader AS et al. Imaging in the evaluation of chest pain in the primary care setting, part 2: sources of noncardiac chest pain. Am J Med. 2020;133:1135.

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