El trastorno se caracteriza por la presentación de pústulas estériles que avanzan y se ulceran a profundidades
y dimensiones variables. Todas las demás partes de la piel pueden afectarse. Las extremidades inferiores son las zonas afectadas con más frecuencia.
Las manifestaciones extracutáneas comprenden vías respiratorias, ojos, mucosa de los genitales, pulmones, bazo y músculo.
El pioderma gangrenoso es más frecuente en mujeres y alcanza su máximo en el tercero a sexto decenios de vida.
Se identifican cinco tipos clínicos: ulceroso, pustuloso, ampolloso, vegetativo y periestomal.
El tratamiento de este trastorno se centra en la enfermedad desencadenante, incluye corticoesteroides sistémicos o inhibidores de la calcineurina. El tratamiento del pioderma gangrenoso combina modalidades sistémicas, tópicas y quirúrgicas. El tratamiento sistémico es a base de fármacos antiinflamatorios. Los inhibidores de la calcineurina (inhibidores de la activación del linfocitoT) y los corticoesteroides constituyen las bases del tratamiento.
Otros inmunomoduladores son las sulfas (dapsona), clofazimina, talidomida, colquicina, azatioprina, ciclofosfamida y micofenolato mofetilo.
Los antimicrobianos tópicos se usan una vez que aparecen las úlceras, para disminuir la probabilidad de infecciones secundarias.
El tratamiento de la herida debe consistir en el desbridamiento del exudado purulento y el tejido desvitalizado, manteniendo un medio húmedo que facilite la cicatrización. El desbridamiento quirúrgico se debe utilizar junto con el tratamiento sistémico.