El síndrome de piernas inquietas es un trastorno neurológico relativamente común que afecta a un porcentaje significativo de la población, estimándose que entre el 1 y el 5% de las personas lo padecen. Este trastorno se caracteriza por una sensación incómoda y molesta en las piernas que se acompaña de un impulso irresistible de moverlas, especialmente en momentos de reposo, como cuando la persona está descansando o intentando dormir. Aunque las causas exactas del síndrome de piernas inquietas no se comprenden completamente, se han identificado varios factores que pueden contribuir a su aparición, tanto en su forma primaria (idiopática) como en su variante secundaria, que está asociada con otras condiciones médicas.
Causas
Una de las causas más conocidas del síndrome de piernas inquietas es su posible base hereditaria. Se ha observado que en muchos casos, la afección se presenta en múltiples miembros de una misma familia, lo que sugiere la existencia de una predisposición genética para desarrollar el trastorno. De hecho, se han identificado varios loci genéticos que parecen estar relacionados con el síndrome de piernas inquietas, lo que refuerza la hipótesis de que factores hereditarios desempeñan un papel importante en su desarrollo. Sin embargo, estos loci genéticos no son necesariamente la causa única, ya que la interacción con otros factores puede influir en la aparición y severidad del trastorno.
En cuanto a las causas secundarias, el síndrome de piernas inquietas puede estar asociado con una variedad de condiciones médicas. Una de las más destacadas es la enfermedad de Parkinson, un trastorno neurodegenerativo que afecta principalmente al sistema motor y que se caracteriza por síntomas como temblores, rigidez muscular y bradicinesia (lentitud de los movimientos). En personas con Parkinson, el síndrome de piernas inquietas puede ser una manifestación adicional, probablemente debido a la alteración de la dopamina, un neurotransmisor crucial para el control del movimiento, que también está involucrado en el síndrome de piernas inquietas.
Además, el síndrome de piernas inquietas puede ocurrir durante el embarazo, especialmente en el tercer trimestre, aunque la causa exacta no está clara. Se cree que los cambios hormonales y metabólicos asociados con el embarazo, como las fluctuaciones en los niveles de estrógeno y progesterona, pueden influir en la aparición del trastorno. En este caso, el síndrome de piernas inquietas tiende a desaparecer una vez que el embarazo llega a su término.
Otra condición que está estrechamente relacionada con el síndrome de piernas inquietas es la anemia por deficiencia de hierro. El hierro es un mineral esencial para la función cerebral y la síntesis de neurotransmisores, y la deficiencia de este elemento puede alterar el funcionamiento del sistema nervioso, lo que podría desencadenar los síntomas del síndrome de piernas inquietas. De hecho, los niveles bajos de ferritina, una proteína que almacena hierro, se han observado en muchos pacientes con este trastorno, lo que sugiere una relación entre la falta de hierro y la aparición de los síntomas.
La neuropatía periférica, particularmente la neuropatía urémica o diabética, también está asociada con el síndrome de piernas inquietas. En estos casos, el daño a los nervios periféricos puede interferir con la transmisión normal de los impulsos nerviosos hacia las extremidades, lo que puede contribuir a las sensaciones de incomodidad y a la necesidad de mover las piernas. La neuropatía diabética, que es una complicación común de la diabetes mellitus, y la neuropatía urémica, que resulta de la insuficiencia renal, son dos de las formas más comunes de neuropatía periférica que se vinculan con el síndrome de piernas inquietas.
Manifestaciones clínicas
El síndrome de piernas inquietas se caracteriza por un conjunto específico de manifestaciones clínicas que afectan significativamente la calidad de vida de los pacientes. Una de las características más distintivas de este trastorno es la sensación de inquietud en las extremidades, particularmente en las piernas, que se asocia con alteraciones sensoriales que los pacientes describen de manera variada, pero comúnmente como una sensación de hormigueo, ardor, tirantez o la necesidad urgente de mover las piernas. Este fenómeno se intensifica durante los períodos de reposo, como cuando la persona se encuentra en una posición de relajación o durante el sueño, lo que lleva al paciente a experimentar un impulso irresistible de mover las extremidades.
Este impulso es una de las manifestaciones cardinales del síndrome de piernas inquietas, y se acompaña de un alivio temporal o incluso una sensación de satisfacción cuando se mueven las piernas. A pesar de que el movimiento proporciona un alivio inmediato, este es solo transitorio, ya que el impulso de mover las piernas tiende a reaparecer a lo largo del tiempo, especialmente cuando la persona se encuentra en situaciones de inactividad o descanso. La necesidad de mover las piernas se presenta con mayor intensidad durante la tarde y la noche, y es típicamente más grave durante la noche que durante el día, lo que sugiere que el trastorno interfiere con la capacidad de descansar adecuadamente. Este fenómeno nocturno también contribuye a una alteración significativa del sueño, ya que los pacientes a menudo se ven obligados a levantarse o moverse en la cama para aliviar las molestias, lo que interrumpe los ciclos normales de descanso.
Además de la inquietud y la sensación de necesidad de mover las piernas, muchas personas con síndrome de piernas inquietas presentan movimientos periódicos de las extremidades durante el sueño. Estos movimientos consisten en flexiones involuntarias breves de las piernas en las articulaciones del tobillo, la rodilla y la cadera. Estos movimientos ocurren de manera repetitiva durante el sueño y pueden ser responsables de interrumpir el descanso nocturno, contribuyendo a un sueño de mala calidad. Se estima que una gran parte de los pacientes con este síndrome experimentan movimientos periódicos durante el sueño, lo que agrava aún más la fragmentación del sueño.
Un porcentaje significativo de los pacientes también presenta movimientos periódicos de las extremidades durante la vigilia relajada, es decir, cuando la persona se encuentra en reposo pero no está durmiendo. Este tipo de movimientos, aunque menos frecuentes que los que ocurren durante el sueño, también está asociado con la sensación de incomodidad en las piernas y con la necesidad de moverlas para aliviar esa sensación. Los movimientos periódicos durante la vigilia se caracterizan por breves flexiones involuntarias en las articulaciones de las extremidades, que no están bajo el control voluntario de la persona, y que se repiten en intervalos regulares.
El impacto del síndrome de piernas inquietas en la calidad de vida de los pacientes puede ser considerable, especialmente debido a la alteración del sueño. La dificultad para descansar adecuadamente durante la noche lleva a muchos pacientes a experimentar somnolencia excesiva durante el día. La fatiga diurna puede interferir con las actividades cotidianas, el rendimiento laboral y las relaciones sociales, y puede contribuir a la irritabilidad, el estrés y una sensación general de malestar. En casos severos, la interrupción crónica del sueño puede llevar a problemas psicológicos y emocionales adicionales, como ansiedad y depresión, debido a la falta de descanso reparador.
Exámenes diagnósticos
Uno de los exámenes clave en el diagnóstico del síndrome de piernas inquietas es la medición de los niveles de ferritina, una proteína encargada de almacenar el hierro en el organismo. La ferritina actúa como un indicador importante de los depósitos de hierro en el cuerpo, y su medición es crucial en el contexto del síndrome de piernas inquietas debido a la frecuente asociación entre este trastorno y la deficiencia de hierro. Varios estudios han demostrado que los pacientes con síndrome de piernas inquietas suelen presentar niveles bajos de ferritina, lo que sugiere que la falta de hierro podría desempeñar un papel clave en la fisiopatología del trastorno, posiblemente afectando la función dopaminérgica en el sistema nervioso central.
El tratamiento del síndrome de piernas inquietas debe comenzar con la corrección de cualquier deficiencia de hierro, especialmente cuando los niveles de ferritina son bajos. Se considera que los pacientes con niveles de ferritina menores o iguales a 75 microgramos por litro (equivalente a 13.4 micromoles por litro) y una saturación de transferrina por debajo del 45% presentan una deficiencia de hierro que podría estar contribuyendo al trastorno. La saturación de transferrina es otro indicador de los niveles de hierro en el organismo, ya que la transferrina es la principal proteína transportadora de hierro en la sangre, y su saturación refleja la cantidad de hierro disponible para ser utilizado por las células. En este contexto, la medición de ambos parámetros (ferritina y saturación de transferrina) es esencial para evaluar la presencia de una deficiencia significativa de hierro, lo que justificaría la intervención terapéutica.
Tratamiento
El tratamiento del síndrome de piernas inquietas debe comenzar con la corrección de cualquier deficiencia de hierro, especialmente cuando los niveles de ferritina son bajos. Se considera que los pacientes con niveles de ferritina menores o iguales a 75 microgramos por litro (equivalente a 13.4 micromoles por litro) y una saturación de transferrina por debajo del 45% presentan una deficiencia de hierro que podría estar contribuyendo al trastorno. La saturación de transferrina es otro indicador de los niveles de hierro en el organismo, ya que la transferrina es la principal proteína transportadora de hierro en la sangre, y su saturación refleja la cantidad de hierro disponible para ser utilizado por las células. En este contexto, la medición de ambos parámetros (ferritina y saturación de transferrina) es esencial para evaluar la presencia de una deficiencia significativa de hierro, lo que justificaría la intervención terapéutica.
En los pacientes que presenten estos niveles bajos de ferritina y saturación de transferrina, el tratamiento inicial debe consistir en la administración de sulfato de hierro oral. Este tratamiento tiene como objetivo corregir la deficiencia de hierro y mejorar los síntomas del síndrome de piernas inquietas. La suplementación con hierro oral es generalmente eficaz en estos casos, ya que el hierro es un cofactor esencial en la producción de dopamina, un neurotransmisor clave para la función motora y que se ve comprometido en el síndrome de piernas inquietas. La restauración de los niveles adecuados de hierro puede mejorar la función dopaminérgica, reduciendo así los síntomas del trastorno, como la necesidad urgente de mover las piernas.
Es importante destacar que la corrección de la deficiencia de hierro debe ser intentada antes de iniciar otras terapias farmacológicas para el síndrome de piernas inquietas. Si bien existen diversos tratamientos disponibles, como los agonistas de la dopamina y los anticonvulsivos, la corrección de los niveles de hierro puede ser una medida inicial eficaz en aquellos pacientes con deficiencia, ya que el tratamiento con hierro puede aliviar significativamente los síntomas sin necesidad de recurrir a medicamentos más complejos o con más efectos secundarios.
En aquellos pacientes que no responden al tratamiento con hierro o que no son aptos para recibirlo debido a contraindicaciones o intolerancia, es fundamental considerar otras alternativas terapéuticas que puedan proporcionar alivio de los síntomas del síndrome de piernas inquietas. Dado que el tratamiento con hierro se enfoca en corregir la deficiencia de este mineral y sus efectos sobre la función dopaminérgica, es importante recurrir a medicamentos que actúen sobre los sistemas neurotransmisores involucrados en el control motor y la percepción sensorial, que están alterados en este trastorno.
Una opción terapéutica inicial en estos casos son los gabapentinos, específicamente el gabapentino enacarbil y el gabapentino convencional. Estos fármacos son moduladores de la actividad del sistema nervioso central que actúan sobre los canales de calcio, reduciendo la excitabilidad neuronal y ayudando a mitigar las sensaciones anormales en las extremidades. El gabapentino enacarbil se administra generalmente en dosis que van desde los 300 hasta los 1200 miligramos por vía oral, preferentemente al final del día. Este medicamento se ha demostrado eficaz en la reducción de los síntomas del síndrome de piernas inquietas al aliviar las alteraciones sensoriales y disminuir el impulso de mover las piernas, contribuyendo a mejorar la calidad del sueño. Por su parte, el gabapentino convencional, que se inicia a dosis de 300 miligramos al día, puede incrementarse gradualmente hasta alcanzar una dosis aproximada de 1800 miligramos diarios, según la respuesta del paciente y la tolerancia al fármaco. Este tratamiento es bien tolerado en general y se utiliza con frecuencia en pacientes que no presentan mejoría con otras opciones.
El pregabalín es otra alternativa en este contexto. Al igual que el gabapentino, el pregabalín también actúa sobre los canales de calcio del sistema nervioso, ayudando a reducir la transmisión de señales anormales que desencadenan el impulso de mover las piernas. Este fármaco se administra en dosis que van desde 150 hasta 300 miligramos al día, divididos en dos o tres tomas, y se ha mostrado eficaz para aliviar los síntomas del síndrome de piernas inquietas en aquellos pacientes que no responden a la terapia con hierro o que presentan intolerancia a este. Al igual que otros gabapentinos, el pregabalín mejora la sensación de incomodidad en las extremidades y facilita el descanso nocturno.
Cuando los gabapentinos y el pregabalín no son efectivos o no son adecuados para el paciente, se pueden considerar los agonistas de dopamina no ergóticos como pramipexol, ropinirol o rotigotina. Estos fármacos son particularmente útiles porque actúan sobre los receptores dopaminérgicos, modulando la liberación de dopamina en el cerebro, lo que tiene un efecto directo en la mejora de la motricidad y en la reducción de las sensaciones de inquietud. El pramipexol, por ejemplo, se administra en dosis que van desde 0.125 hasta 0.5 miligramos al día, generalmente en una única toma. El ropinirol también se administra una vez al día, en dosis que van de 0.25 a 4 miligramos, preferentemente 2 a 3 horas antes de acostarse. La rotigotina, por su parte, se ofrece en forma de parche transdérmico, con una dosis que oscila entre 1 y 3 miligramos por cada 24 horas, administrado una vez al día. Si bien estos fármacos son efectivos para controlar los síntomas, es importante señalar que en algunos casos pueden inducir un fenómeno de potenciación de los síntomas, conocido como «augmented syndrome», en el que los síntomas empeoran con el tiempo, lo que limita su uso a largo plazo.
En ciertos casos, la levodopa, un precursor de la dopamina utilizado principalmente en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, también puede ser útil. Sin embargo, su uso está generalmente reservado para aquellos pacientes que no responden a otras opciones terapéuticas debido a su potencial para causar un agravamiento de los síntomas con el tiempo. La levodopa, al igual que otros agonistas dopaminérgicos, puede generar una potenciación de los síntomas en algunos pacientes, lo que hace que su indicación sea más selectiva y cuidadosa.
Finalmente, en los pacientes con síntomas graves o aquellos que no responden a las terapias de primera línea, se puede considerar el uso de oxicodona-naloxona de liberación prolongada. Este medicamento combina un opioide (oxicodona) con un antagonista de opioides (naloxona), lo que ayuda a mitigar el dolor y las sensaciones de incomodidad sin causar los efectos secundarios típicos de los opioides, como la dependencia o el abuso. La oxicodona-naloxona se administra en dosis que varían entre 2.5 y 10 miligramos dos veces al día, y se emplea en casos de síndrome de piernas inquietas refractario a otros tratamientos, proporcionando alivio a los pacientes con síntomas más intensos.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.


