Tratamiento de la rabdomiólisis
La rabdomiólisis es un trastorno médico caracterizado por la ruptura de las fibras musculares y la liberación de su contenido intracelular en la sangre. Esto puede ocurrir como resultado de diversas condiciones, como lesiones traumáticas, intoxicaciones, infecciones o trastornos genéticos. El tratamiento de la rabdomiólisis es crucial para prevenir complicaciones graves, especialmente a nivel renal.
El proceso de tratamiento comienza con una anamnesis y una exploración física detalladas. La anamnesis implica recopilar información sobre la historia médica del paciente, identificar factores de riesgo y entender las circunstancias que llevaron al desarrollo de la rabdomiólisis. La exploración física se centra en evaluar el estado clínico del paciente, buscando signos de daño muscular, insuficiencia renal u otras complicaciones.
Para proteger la función renal, es esencial determinar lo antes posible las constantes vitales del paciente, como la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la frecuencia respiratoria, así como la diuresis (producción de orina). Además, se deben realizar análisis seriados de electrólitos y creatina quinasa (CK) en la sangre para evaluar el daño muscular y monitorear la función renal.
La creatina quinasa es una enzima liberada en la sangre cuando hay daño muscular, y su elevación es indicativa de rabdomiólisis. El control de las concentraciones de electrólitos, como el potasio, el calcio y el fósforo, es crucial para prevenir desequilibrios que podrían afectar la función renal y causar complicaciones.
La observación atenta del paciente es fundamental, y el tratamiento de las complicaciones tempranas y tardías es crucial. En algunos casos, es necesario ingresar al paciente en una unidad de cuidados intensivos para proporcionar un monitoreo más intensivo y un tratamiento más especializado. Las complicaciones pueden incluir insuficiencia renal, desequilibrios electrolíticos, síndrome compartimental (aumento de la presión en los compartimentos musculares) y otras afecciones que pueden comprometer la salud del paciente.
Hidratación en pacientes con rabdomiólisis
La hidratación desempeña un papel fundamental en el tratamiento de la rabdomiólisis para proteger la función renal. Se destaca que un retraso de más de 6 horas en la administración de líquidos aumenta el riesgo de lesión renal aguda. La razón detrás de esto radica en que la hidratación adecuada ayuda a diluir y eliminar los productos tóxicos liberados por la ruptura de las células musculares, reduciendo así el daño renal.
La hidratación está indicada en varios escenarios, como síncope, traumatismo, lesiones térmicas por esfuerzo, síntomas precoces moderados, elevación significativa de la creatina quinasa (CK) y alteraciones en las concentraciones séricas de varios electrolitos. La diuresis objetivo en adultos es de al menos 300 ml/h durante 24 horas para prevenir lesiones renales agudas.
La hidratación se logra mediante la administración intravenosa intensiva de líquidos isotónicos a un ritmo que permita alcanzar una diuresis de 200 a 300 ml/h hasta que la concentración de CK comience a disminuir. Este enfoque busca favorecer la eliminación de los productos de descomposición muscular.
Si la reposición de líquidos no logra corregir una hiperpotasemia y una acidosis metabólica resistentes al tratamiento, se plantea la posibilidad de la diálisis. Este procedimiento ayuda a eliminar de manera más directa y eficiente los productos tóxicos acumulados.
Los adultos con síntomas leves y una concentración de CK menor de 3,000 U/l se consideran de bajo riesgo y pueden recibir tratamiento de manera ambulatoria. Esto implica hidratación oral intensiva, disminución de la actividad física y un seguimiento cercano para garantizar una recuperación adecuada sin la necesidad de hospitalización.
Medidas terapéuticas específicas
La alcalinización de la orina es un enfoque terapéutico destinado a reducir la formación de cilindros y los efectos tóxicos de la mioglobina en los túbulos renales. Este proceso tiene la capacidad de inhibir la peroxidación de los lípidos y, al mismo tiempo, disminuir el riesgo de hiperpotasemia. La alcalinización busca contrarrestar los efectos perjudiciales de la mioglobinuria asociada con la rabdomiólisis.
Aunque la alcalinización con bicarbonato puede ser beneficiosa al disminuir la toxicidad de la mioglobina y reducir el riesgo de hiperpotasemia, se advierte sobre posibles efectos secundarios. El tratamiento con bicarbonato puede provocar la precipitación de calcio en los tejidos blandos y contribuir al estado hiperosmolar, lo que resalta la necesidad de un manejo cuidadoso y consideración de riesgos y beneficios.
El manitol se presenta como un diurético osmótico, expansor del plasma y antioxidante. Sin embargo, su uso debe ser posterior a la restauración de una función renal adecuada y se debe administrar con precaución en pacientes con función cardíaca comprometida. Este enfoque busca favorecer la diuresis y limitar la acumulación de productos tóxicos.
Hasta la fecha, no existen datos convincentes que respalden la superioridad de la adición de bicarbonato sódico o manitol sobre el tratamiento exclusivo con líquidos en casos de rabdomiólisis. Esto subraya la importancia de considerar la evidencia disponible al seleccionar enfoques terapéuticos.
El bicarbonato sódico se reserva para pacientes con signos de acidosis sistémica, mientras que el manitol solo se utiliza cuando es necesario para mantener una diuresis de al menos 300 ml/h. Estos criterios buscan una aplicación específica y personalizada de los tratamientos, evitando su administración indiscriminada.
El depósito de calcio en la fase inicial de la rabdomiólisis está directamente relacionado con el grado de destrucción muscular y la administración de calcio. Se destaca la conexión entre la extensión del daño muscular y la acumulación de calcio, subrayando la importancia de evaluar y gestionar la rabdomiólisis de manera integral.
La corrección de la hipocalcemia al principio de la rabdomiólisis debe abordarse con precaución. A pesar de la hipocalcemia inicial, tratarla prematuramente puede empeorar la calcificación ectópica y provocar hipercalcemia durante la fase de resolución. La intervención solo se justifica cuando hay síntomas clínicos evidentes, signos de tetania o hiperpotasemia grave.
Tratamiento del síndrome compartimental
El síndrome compartimental es una complicación tardía reconocida y, a su vez, una posible causa de rabdomiólisis. Esta afección se desarrolla como una consecuencia directa de la lesión muscular, la cual conduce al aumento de la permeabilidad vascular, reposición intensiva de líquidos o restablecimiento de la reperfusión.
Cuando se sospecha la presencia de síndrome compartimental, se observa un aumento de la tensión y tumefacción en los músculos afectados. Además, la sospecha se intensifica si la concentración de creatina quinasa (CK) ha comenzado a disminuir y luego experimenta un aumento nuevamente, o si se detectan alteraciones vasculonerviosas. En tales situaciones, se realiza la medición de la presión compartimental, y si esta supera los 30 mmHg, en algunas instancias, se considera necesaria una fasciotomía urgente.
La fasciotomía, un procedimiento quirúrgico que implica la liberación de la fascia que rodea al compartimento muscular comprometido, se realiza para aliviar la presión y prevenir daños tisulares adicionales. Sin embargo, es crucial destacar que la fasciotomía tardía, definida como aquella realizada más de 12 horas después del inicio de los síntomas, se considera relativamente contraindicada. Esta precaución se debe a que la fasciotomía tardía tiene el potencial de convertir una lesión muscular cerrada en una herida abierta, aumentando significativamente el riesgo de infecciones graves.
Tratamiento de la lesión por aplastamiento
En casos de lesión por aplastamiento, se recomienda una hidratación intensiva in situ con suero fisiológico intravenoso. Esta medida tiene como objetivo contrarrestar las posibles complicaciones derivadas de la liberación masiva de componentes celulares y tóxicos, que pueden ocurrir cuando los tejidos son comprimidos y posteriormente liberados. La hidratación adecuada contribuye a mantener la perfusión y función renal, así como a prevenir la rabdomiólisis y otras complicaciones sistémicas.
En situaciones donde la lesión por aplastamiento es masiva y compromete significativamente la extremidad, la amputación puede considerarse como una medida necesaria para proteger el estado general del paciente. La amputación se contempla cuando la extremidad afectada presenta daño irreversible, y su retención representa un riesgo para la salud general del individuo. Esta decisión se toma con base en una evaluación cuidadosa de la magnitud del daño y sus implicaciones para la recuperación y el bienestar del paciente.
La puntuación en la escala de gravedad de la extremidad mutilada es una herramienta que ayuda a identificar la viabilidad de una extremidad en casos de lesión por aplastamiento. La escala considera diversos factores, como el grado de lesión ósea y de tejidos blandos, la presión arterial del paciente, la presencia de pulso detectable y la edad del individuo. La evaluación integral de estos parámetros permite determinar si la extremidad es recuperable o si su conservación podría comprometer la salud y funcionalidad del paciente. Esta información es crucial para tomar decisiones informadas sobre el manejo de la lesión y la necesidad de intervenciones adicionales, como la amputación, en caso de que sea necesario preservar la salud general del paciente.
Rabdomiólisis por hipertermia maligna
La rabdomiólisis por hipertermia maligna es una condición médica seria que demanda un diagnóstico ágil y un tratamiento intensivo. Esta forma de rabdomiólisis puede ser desencadenada por la exposición a anestésicos, especialmente en individuos genéticamente susceptibles. Ante la sospecha de hipertermia maligna, es imperativo interrumpir de inmediato la administración de anestésicos para prevenir la progresión de la rabdomiólisis y las complicaciones asociadas.
El tratamiento se orienta hacia el uso de dantroleno sódico, un fármaco que juega un papel crucial en la gestión de esta condición. Se recomienda la administración inicial de entre 2,5 y 4 mg/kg de dantroleno sódico. Posteriormente, se continúa con dosis de aproximadamente 1 mg/kg cada 4 horas durante un período de 48 horas. Este medicamento actúa interfiriendo con la liberación de calcio en el músculo esquelético, contribuyendo a prevenir el empeoramiento de la rabdomiólisis y controlar la respuesta hipermetabólica característica de la hipertermia maligna.
Los objetivos del tratamiento son dobles: lograr una intervención rápida para contrarrestar la progresión de la hipertermia maligna y prevenir el deterioro asociado de la rabdomiólisis, y estabilizar al paciente en el proceso. La suspensión de la administración de anestésicos y la aplicación de dantroleno sódico son pasos cruciales en esta estrategia terapéutica
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