Hígado graso agudo del embarazo
Hígado graso agudo del embarazo

Hígado graso agudo del embarazo

El hígado graso agudo del embarazo es un trastorno poco frecuente pero grave que ocurre exclusivamente durante el embarazo, generalmente en el tercer trimestre. Esta condición se caracteriza por una acumulación anómala de grasa en las células hepáticas, lo que puede llevar a una insuficiencia hepática aguda, un estado que pone en riesgo la vida de la madre y el feto. A pesar de su gravedad, la tasa de mortalidad materna ha disminuido considerablemente en los últimos años debido al mejor reconocimiento temprano de la enfermedad y la intervención oportuna, que típicamente involucra el parto inmediato. En la actualidad, la mortalidad materna se estima en alrededor del 4%, una cifra que, aunque aún significativa, refleja una notable mejora en el manejo de este trastorno.

El hígado graso agudo del embarazo suele manifestarse después de la semana 35 de gestación, aunque en algunos casos puede ocurrir en etapas más tempranas del embarazo. Es más prevalente en mujeres primerizas (primigravidas), y también se presenta con mayor frecuencia en embarazos múltiples, como los gemelos. La incidencia global de la enfermedad es de aproximadamente 1 caso por cada 10,000 partos, lo que la convierte en un trastorno raro, aunque con implicaciones clínicas graves.

En cuanto a su etiología, se cree que el origen del hígado graso agudo del embarazo está relacionado con una disfunción en las mitocondrias de las células placentarias. Las mitocondrias son responsables de una variedad de funciones metabólicas esenciales, incluida la producción de energía y la regulación del metabolismo de los ácidos grasos. En este trastorno, la placenta no es capaz de metabolizar adecuadamente los ácidos grasos, lo que resulta en su acumulación en el hígado materno. Una de las causas subyacentes más aceptadas para esta disfunción mitocondrial es la deficiencia de acil-coenzima A deshidrogenasa de cadena larga (LCHAD) en el feto. Esta deficiencia enzimática, que es hereditaria y se presenta en forma homocigota, impide la oxidación adecuada de los ácidos grasos de cadena larga, lo que lleva a una acumulación excesiva de estos en el hígado de la madre.

La patogénesis de esta condición involucra, además, alteraciones en la producción de energía y en el equilibrio metabólico del embarazo, lo que puede generar un estrés metabólico significativo tanto para la madre como para el feto. Los síntomas más comunes del hígado graso agudo del embarazo incluyen náuseas, vómitos, dolor abdominal en el cuadrante superior derecho, ictericia y alteraciones en las pruebas de función hepática. Si no se trata adecuadamente, la insuficiencia hepática resultante puede progresar rápidamente, afectando otros órganos y poniendo en riesgo la vida materna.

El diagnóstico temprano y la intervención inmediata son cruciales para mejorar los resultados maternos y fetales. En la mayoría de los casos, el parto inmediato es necesario para prevenir complicaciones graves, como el síndrome de encefalopatía hepática o la insuficiencia renal, que pueden derivarse de la disfunción hepática aguda. La resolución de los síntomas de la madre generalmente ocurre de manera rápida tras el parto, aunque en algunos casos pueden persistir problemas hepáticos a largo plazo.

Manifestaciones clínicas

El inicio clínico del hígado graso agudo del embarazo suele ser gradual, lo que hace que el diagnóstico temprano sea un desafío. Los primeros síntomas más comunes son las náuseas y los vómitos, que generalmente se presentan de forma progresiva en las etapas iniciales de la enfermedad. Estos síntomas pueden ser fácilmente confundidos con las náuseas y vómitos propios del embarazo, lo que hace que el reconocimiento de la patología en sus primeras fases sea más complicado. Además de las náuseas y los vómitos, los pacientes pueden experimentar síntomas similares a los de una infección viral o un cuadro gripal, como malestar general, fiebre baja, dolor abdominal y fatiga, lo que puede dificultar aún más la distinción entre esta condición y otras enfermedades comunes del embarazo.

A medida que la enfermedad avanza, los síntomas se intensifican y progresan hacia una insuficiencia hepática fulminante, un estado de deterioro extremo de la función hepática que pone en riesgo la vida de la madre. Uno de los primeros signos de insuficiencia hepática es la aparición de ictericia, que se manifiesta como un tono amarillo en la piel y las mucosas debido a la acumulación de bilirrubina, un pigmento resultante de la descomposición de los glóbulos rojos. La ictericia es una señal de que el hígado ya no es capaz de metabolizar adecuadamente la bilirrubina, lo que indica un daño hepático significativo.

Otro hallazgo clínico característico es el desarrollo de encefalopatía hepática, un trastorno neurológico que resulta de la acumulación de toxinas en la sangre debido a la incapacidad del hígado para eliminar sustancias tóxicas. La encefalopatía hepática puede manifestarse como confusión mental, alteraciones en el comportamiento, somnolencia excesiva, e incluso coma en casos graves. Este trastorno refleja la disfunción del sistema nervioso central debido a la insuficiencia hepática, y puede progresar rápidamente en ausencia de un tratamiento adecuado.

Un hallazgo adicional y muy grave en el curso de la enfermedad es la coagulación intravascular diseminada, un trastorno hemorrágico que implica la formación excesiva de coágulos sanguíneos en los vasos sanguíneos pequeños. Esto puede llevar a una mayor destrucción de las células sanguíneas, sangrados espontáneos y la formación de coágulos en los órganos, lo que agrava aún más la insuficiencia orgánica. La coagulación intravascular diseminada es una complicación potencialmente fatal que refleja la alteración profunda de la homeostasis y la función del sistema hemostático debido a la insuficiencia hepática.

Si no se aborda rápidamente, la insuficiencia hepática fulminante puede progresar de manera rápida hacia la muerte. La mortalidad materna en casos graves de hígado graso agudo del embarazo está asociada a la inestabilidad hemodinámica, las complicaciones hemorrágicas, y el fallo multiorgánico, todo lo cual resulta del daño hepático avanzado.

Exámenes de laboratorio

Los exámenes diagnósticos en el hígado graso agudo del embarazo permiten confirmar el diagnóstico y monitorear la gravedad de la enfermedad, ya que los hallazgos clínicos por sí solos no son suficientes para establecer un diagnóstico definitivo. Los resultados de laboratorio suelen ser característicos y ayudan a diferenciar este trastorno de otras condiciones hepáticas o sistémicas durante el embarazo.

Uno de los hallazgos más notables en los análisis de sangre es una marcada elevación de la fosfatasa alcalina. Este aumento puede deberse a la colestasis, que es una disfunción en el flujo normal de la bilis debido al daño hepático, lo que afecta la excreción de productos biliares. La fosfatasa alcalina es una enzima que se encuentra en diversas células del cuerpo, incluidos los hepatocitos y las células del conducto biliar, y su elevación puede reflejar la congestión biliar resultante del daño hepático. Sin embargo, a diferencia de otras patologías hepáticas, las elevaciones de las enzimas hepáticas transaminasas (alanina aminotransferasa y aspartato aminotransferasa) en el hígado graso agudo del embarazo suelen ser moderadas, lo que indica un daño hepático menos extenso comparado con otras condiciones que causan insuficiencia hepática aguda.

Otro hallazgo característico es la hipocolesterolemia, que se refiere a niveles anormalmente bajos de colesterol en la sangre. El colesterol es esencial para varias funciones metabólicas, incluida la producción de bilis. La disminución de los niveles de colesterol en el hígado graso agudo del embarazo sugiere un trastorno en el metabolismo lipídico y la capacidad del hígado para sintetizar o metabolizar adecuadamente los lípidos.

La hipofibrinogenemia también es común en esta enfermedad. El fibrinógeno es una proteína clave en el proceso de coagulación, y su disminución refleja una alteración en la síntesis de proteínas plasmáticas por parte del hígado afectado. La hipofibrinogenemia es indicativa de una disfunción hepática significativa que afecta la capacidad del hígado para producir proteínas necesarias para la hemostasia, lo que contribuye a las complicaciones hemorrágicas observadas en esta condición.

La hipoglucemia, que se refiere a niveles bajos de glucosa en sangre, puede ser extrema en algunos casos de hígado graso agudo del embarazo. El hígado juega un papel crucial en la regulación de los niveles de glucosa en sangre a través de la gluconeogénesis (producción de glucosa a partir de fuentes no carbohidratos). Cuando el hígado está comprometido, esta capacidad se ve afectada, lo que puede dar lugar a hipoglucemia severa. La hipoglucemia es un signo de insuficiencia hepática avanzada y requiere atención médica urgente para evitar consecuencias graves, como alteraciones del sistema nervioso central.

La coagulopatía es otro hallazgo importante en los exámenes diagnósticos. Esta condición implica una alteración de la capacidad de la sangre para coagularse adecuadamente. En el hígado graso agudo del embarazo, la coagulopatía se debe a la producción disminuida de proteínas procoagulantes por parte del hígado. El hígado, al estar dañado, pierde la capacidad de sintetizar estas proteínas esenciales para la coagulación, lo que aumenta el riesgo de hemorragias. Los resultados de las pruebas de coagulación, como el tiempo de protrombina y el tiempo de tromboplastina parcial activada, pueden mostrar prolongación, lo que confirma la presencia de coagulopatía.

Además, es fundamental evaluar la función renal en estos casos, ya que el hígado graso agudo del embarazo puede llevar al desarrollo del síndrome hepatorenal, una condición grave en la que los riñones fallan debido a la disfunción hepática. El síndrome hepatorenal se caracteriza por una insuficiencia renal progresiva que no se puede atribuir a otras causas renales, como daño directo a los riñones. La evaluación de la función renal a través de los niveles de creatinina y la tasa de filtración glomerular es esencial para detectar este síndrome.

En cuanto a los glóbulos blancos y las plaquetas, el recuento de glóbulos blancos suele estar elevado, lo que puede reflejar una respuesta inflamatoria del cuerpo ante la insuficiencia hepática y el daño tisular. La elevación del recuento de glóbulos blancos también puede estar relacionada con el proceso de coagulación intravascular diseminada, que es una complicación frecuente de la insuficiencia hepática aguda. Por otro lado, el recuento de plaquetas se encuentra típicamente deprimido. Esto se debe a la coagulación intravascular diseminada, en la cual las plaquetas se consumen de manera excesiva en la formación de coágulos en los vasos sanguíneos pequeños, lo que contribuye a la trombocitopatía y a un mayor riesgo de hemorragia.

Diagnóstico diferencial

El diagnóstico diferencial del hígado graso agudo del embarazo es crucial para asegurar un manejo adecuado y diferenciado de las condiciones hepáticas graves que pueden surgir durante el embarazo. El hígado graso agudo del embarazo debe ser diferenciado principalmente de la hepatitis fulminante, una condición también asociada con insuficiencia hepática aguda, pero con características clínicas y de laboratorio distintivas.

Una de las principales diferencias entre el hígado graso agudo del embarazo y la hepatitis fulminante radica en las elevaciones de las enzimas hepáticas. En la hepatitis fulminante, las aminotransferasas hepáticas, que son enzimas indicadoras de daño hepático, suelen estar considerablemente elevadas, alcanzando cifras superiores a 1000 unidades por mililitro (U/mL). Este aumento drástico es una característica destacada de la hepatitis fulminante y refleja un daño hepático severo y extensivo, debido a la necrosis masiva de los hepatocitos. En cambio, en el hígado graso agudo del embarazo, las aminotransferasas suelen estar elevadas en un rango más moderado, generalmente entre 500 y 1000 U/mL, lo que indica un daño hepático menos grave en comparación con la hepatitis fulminante. Esta diferencia en las cifras de aminotransferasas puede ser un criterio clave para diferenciar ambas condiciones, aunque no es el único factor a considerar.

Otro diagnóstico diferencial importante es la preeclampsia, una complicación común del embarazo que también puede afectar al hígado. La preeclampsia es una enfermedad caracterizada por hipertensión y daño a órganos como los riñones y el hígado. Aunque la preeclampsia puede llevar a alteraciones en las pruebas de función hepática, tales como leves elevaciones de las enzimas hepáticas, estas elevaciones rara vez alcanzan los niveles tan altos como los que se observan en el hígado graso agudo del embarazo. Además, la preeclampsia rara vez causa ictericia, lo que distingue a esta condición del hígado graso agudo del embarazo, donde la ictericia es un síntoma prominente debido a la acumulación de bilirrubina en sangre como resultado del daño hepático.

La preeclampsia también suele presentarse con otros signos clínicos específicos, como hipertensión arterial, edema y proteinuria, que no son características del hígado graso agudo del embarazo. De hecho, la presencia de hipertensión y proteína en la orina es más indicativa de preeclampsia que de hígado graso agudo del embarazo. Sin embargo, en algunos casos, la preeclampsia severa puede desencadenar complicaciones hepáticas que se asemejan a los hallazgos clínicos del hígado graso agudo del embarazo, lo que hace necesario un enfoque cuidadoso para distinguir entre ambas condiciones.

Existen otras causas de insuficiencia hepática aguda en el embarazo que deben ser consideradas, aunque son menos comunes. Estas incluyen la hepatitis viral, que puede presentar síntomas similares pero con antecedentes de exposición al virus, y la insuficiencia hepática secundaria a trastornos autoinmunes o metabólicos. Sin embargo, estas condiciones son más raras y, en general, tienen características clínicas y serológicas que las diferencian claramente del hígado graso agudo del embarazo.

Tratamiento

El tratamiento del hígado graso agudo del embarazo es un proceso crítico que se basa principalmente en la pronta intervención obstétrica y el manejo intensivo de los trastornos hepáticos y metabólicos asociados a esta condición. Dado que el hígado graso agudo del embarazo es una enfermedad potencialmente mortal, el tratamiento debe ser inmediato para mejorar las posibilidades de supervivencia tanto para la madre como para el feto. El principal enfoque terapéutico consiste en la inducción del parto, que se debe realizar lo más rápido posible, idealmente dentro de un entorno hospitalario con capacidad para cuidados intensivos. Este enfoque tiene como objetivo aliviar la carga sobre el hígado materno, ya que el daño hepático severo relacionado con la acumulación de grasa en los hepatocitos puede ser más reversible después del parto, ya que la placenta, el órgano implicado en la disfunción mitocondrial, se elimina del sistema materno.

La elección del método de parto debe ser cuidadosamente evaluada según las condiciones clínicas de la madre y el feto. En general, el parto vaginal es preferido, siempre que las condiciones clínicas lo permitan. Un parto vaginal tiene menos riesgos de complicaciones adicionales, como las infecciones o los trastornos hemodinámicos graves que pueden asociarse con una cesárea. Sin embargo, en casos en los que el parto vaginal no sea viable o exista riesgo de sufrimiento fetal o complicaciones maternas graves, la cesárea puede ser indicada.

Una vez que se ha tomado la decisión de proceder con el parto, es esencial proporcionar atención de apoyo intensivo, preferentemente en una unidad de cuidados intensivos (UCI). Esta atención de apoyo incluye varias intervenciones clave para manejar los desequilibrios metabólicos y las complicaciones derivadas de la insuficiencia hepática. La administración de productos sanguíneos, como plaquetas y plasma fresco congelado, es común para tratar la coagulopatía, ya que la disfunción hepática disminuye la producción de proteínas involucradas en la coagulación. Además, la corrección de la acidemia, que implica la normalización de los niveles de acidosis en sangre, es fundamental para evitar daños adicionales a los órganos y sistemas del cuerpo, especialmente al sistema cardiovascular y al sistema nervioso central.

La administración de glucosa es otro componente importante del tratamiento, dado que el hígado graso agudo del embarazo puede llevar a hipoglucemia severa debido a la incapacidad del hígado de realizar gluconeogénesis de manera adecuada. El suministro de glucosa intravenosa ayuda a mantener niveles adecuados de glucosa en sangre, lo que previene alteraciones metabólicas graves, como la encefalopatía hipoglucémica, que puede afectar el sistema nervioso central y tener consecuencias fatales si no se trata.

A lo largo de los días posteriores al parto, la observación clínica y las pruebas de función hepática se realizan de manera constante para monitorear la evolución de la condición. En muchos casos, la resolución de la encefalopatía hepática, la ictericia y los trastornos metabólicos ocurre en el transcurso de varios días, con una mejoría significativa en las pruebas de laboratorio y la condición clínica de la paciente. Esta recuperación gradual refleja la reversibilidad de la disfunción hepática una vez que la placenta ha sido expulsada y el cuerpo comienza a restablecer el equilibrio metabólico.

La mayoría de las mujeres con hígado graso agudo del embarazo experimentan una recuperación completa después del tratamiento y el parto, aunque el proceso de recuperación puede ser prolongado, dependiendo de la gravedad del daño hepático inicial. Sin embargo, en casos raros, cuando la insuficiencia hepática es extremadamente grave o la paciente no responde a las medidas de apoyo, se ha reportado la necesidad de un trasplante de hígado. Estos casos son excepcionales y generalmente ocurren cuando hay una progresión rápida de la insuficiencia hepática que no se puede revertir con el parto y el tratamiento de apoyo convencional.

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Nelson DB et al. Acute fatty liver of pregnancy. Clin Obstet Gynecol. 2020;63:152. [PMID: 31725416]
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